divendres, 30 d’abril del 2021

Inglaterra, 1- Países Bajos, 3 (Euro 88-Primera fase)

43. Marco van Basten (0-1, 1-2 y 1-3)

En la historia de la Eurocopa, en sus quince ediciones, seguramente hay tres actuaciones individuales muy por encima de las demás. La mejor fue la de Michel Platini, en 1984, con nueve goles en cinco partidos. También fue espléndida, en sólo dos partidos, la de Gerd Müller en 1972, cuando cuatro anotaciones guiaron a Alemania Federal a su primer título. La tercera, probablemente, fue en 1988 y tuvo como protagonista al neerlandés Marco van Basten.


Su carrera fue más corta de la cuenta, por culpa, sobre todo, de una lesión de tobillo que precipitó su retirada. Su historia se puede leer en un libro autobiográfico aparecido este año y que en castellano se titula "Frágil". Es muy ilustrativo sobre la personalidad del atacante y también explica muy bien cómo vivió la dualidad entre una carrera deportiva de éxito y los problemas físicos que le condujeron a tener que dejar el fútbol demasiado joven.

Nacido en Utrecht, Van Basten fue una estrella fugaz, pero que brilló mucho mientras duró. Era el delantero perfecto. Con un físico privilegiado, que le permitía luchar de cuerpo a cuerpo con los rivales e incluso ganarles batallas aéreas, parecía que flotara por encima del terreno de juego y tenía una capacidad anotadora a la altura de los mejores. Además, podía rematar de cualquier manera, con las dos piernas y en situaciones acrobáticas, aparte de tener un gran instinto para aparecer siempre en los momentos oportunos.

Tras su niñez en el Utrecht, fue captado por el Ajax y fue creciendo en los equipos inferiores, a más velocidad de la normal, hasta que debutó en la Eredivisie los 17 años. En su segundo año completo en el equipo, en la temporada 1983-84, explotó, con 28 goles en 26 partidos en la liga y el debut en Europa, aunque el conjunto de Aad de Moos no pudiera ganar un campeonato en que fue tercero.

Van Basten debutó con la selección en la fase de calificación para la Eurocopa del 1984, en la que marcó un gol en Dublín en dos partidos disputados. Esta fue la ronda en que los Países Bajos quedaron fuera del torneo por culpa del mítico 12-1 de España, posterior subcampeona, a Malta. Quién sabe qué papel habrían hecho los jóvenes neerlandeses en el torneo. El equipo naranja tampoco pudo entrar en el mundial de México 86 por culpa de Hungría, que se basó en una victoria en Rotterdam por 1-2 para echar al equipo de Kees Rijvers del torneo.

A nivel de clubes, Van Basten iba evolucionando. Acumuló tres ligas y tres Copas con el Ajax y su rendimiento aumentó cuando Johan Cruyff se convirtió en su entrenador. Tuvo un enfrentamiento con él porque había firmado un precontrato con el Milan, pero en el año de su adiós, la temporada 1986-87, anotó el gol en Atenas que dio al equipo de Amsterdam la Recopa ante el Lokomotiv de Leipzig. Fue su último remate con la elastica blanca y roja. Además, los Países Bajos se clasificaron con facilidad para la Eurocopa de 1988, con dos goles en cinco partidos del delantero. Todo parecía ir bien, menos por una cosa.

Van Basten, que ya arrastraba problemas en el tobillo derecho mientras estaba en el Ajax, tuvo que estar muchos meses parado en su primera temporada en el Milan. Sería el aperitivo de lo que le esperaba más adelante. Sólo pudo actuar en once partidos de liga, casi todos en el tramo final, en el título del Scudetto de la formación de Arrigo Sacchi. A pesar de jugar poco, llegó a tiempo para que el veterano entrenador Rinus Michels lo convocara para el torneo.


Los goles

Éste empezó mal para los neerlandeses. Van Basten comenzó de suplente de Johnny Bosman y entró cinco minutos después de que el soviético Rats anotara el gol que costaba la primera derrota de los naranja. El segundo partido, en Düsseldorf, era contra Inglaterra, que también había caído en el debut, ante Irlanda. Era un duelo a cara o cruz en el que, además, los ingleses avisaron primero con un disparo de Lineker al palo a portería vacía. Parecía que se llegaría al descanso sin anotaciones, pero entonces llegó una acción de las estrellas neerlandeses.

Ruud Gullit, el jugador más codiciado del momento y compañero de Van Basten en el Milan, se escapó por la izquierda de Stevens y envió un centro al área hacia el ex-atacante del Ajax, Éste respondió en una acción de virtuosismo. Detuvo el balón con la izquierda, con la derecha recortó espectacularmente a Tony Adams y batió a Shilton cruzando el esférico. Era el 0-1 antes del descanso. Regresando de los vestuarios, Brian Robson empató para los ingleses y, además, Glenn Hoddle había estrellado un remate en el palo. El partido estaba abierto, pero a los 27 minutos volvió a aparecer Van Basten.


Esta vez fue en un balón colgado al área con mil y un rebotes. Finalmente, el esférico cayó a Wouters, que disparó en un semifallo que tuvo la virtud de ir a parar a los pies de Gullit. Éste levantó la cabeza y no se obcecó. Miró a la izquierda y lo cedió a Van Basten quien, esta vez con la izquierda, volvió a cruzar el remate a Shilton. Y la exhibición no se había terminado.


Esta vez fue a balón parado. Erwin Koeman realizó el lanzamiento al primer palo donde apareció el delantero del PSV Eindhoven Wim Kieft, quien peinó la bola hacia atrás. Van Basten esperaba en el segundo palo, se adelantó a su marcador y, de volea, anotó el tercero. Hat-trick decisivo. Los Países Bajos sobrevivían y el empate en el otro partido entre la Unión Soviética y Irlanda dejaba a los ingleses, una gran selección que venia de jugar los cuartos de final en el último mundial, y ser víctima de Maradona, y que disputaría la semifinales en el siguiente, fuera de concurso. Después de los problemas de toda la temporada, Marco van Basten resistiría todo el partido y ya no lo apartarían de la titularidad. Era el aperitivo de lo que sucedería los siguientes días.

dijous, 29 d’abril del 2021

España, 1 (5) - Dinamarca, 1 (4) (Euro 84-Semifinales)

44. Manu Sarabia (5-4 en los penaltis)

El camino de España en la Eurocopa 84 fue digno de una película de suspense. La calificación la afrontó con la necesidad de renovar al equipo tras el fracaso del mundial de casa, de 1982, pero entró en el torneo final teniendo que remontar once goles en un último partido histórico contra Malta; después, se clasificó para las semifinales con una anotación milagrosa de Maceda contra los vigentes campeones, Alemania Federal, en el último minuto. Y entró en la final teniendo que agotar todos los lanzamientos de penaltis de la tanda ante Dinamarca. El encargado de sellar el pasaporte fue el delantero del Athletic de Bilbao Manolo Sarabia.


Sólo hay que ver que el conjunto vasco había ganado las dos últimas ligas españolas, con doblete reciente en 1984, sumando el triunfo en la Copa, para darse cuenta de que seguramente algunos de sus hombres entrarían en la lista de Miguel Muñoz para el Eurocopa de 1984. Al final fueron cuatro, el portero suplente, Zubizarreta, el lateral Urkiaga, el central Goikoetxea y el delantero Sarabia. El estilo de juego del equipo de Javier Clemente era duro e intenso, pero no faltaban los jugadores con técnica y Sarabia se apartaba bastante del primer estereotipo. Era elegante, con una gran pierna izquierda y un buen disparo a portería, aparte de una buena capacidad asociativa.

La familia de Sarabia es originaria de la provincia de Jaén. De hecho, su hermano Lázaro, dos años mayor, nació allí y por este motivo no pudo formar parte de las categorías inferiores del Athletic de Bilbao, ya que el club sólo quería a jugadores originarios de los territorios de Euskal Herria . Manuel sí podía, ya que había nacido cerca de Barakaldo. Llegó a Lezama procedente del San Pedro de Sestao y en 1976, con 19 años, ya debutó con el primer equipo. Sin embargo, el técnico de la época, Koldo Agirre, no contó mucho con él y fue cedido al Barakaldo, justamente.

El mismo entrenador, sin embargo, lo recuperó dos temporadas más tarde y ya se quedó en el primer equipo. Junto con él, fue creciendo una camada de futbolistas que formarían la columna vertebral del posterior Athletic campeón. Nombres históricos como Iribar, Villar, Irureta o Txetxu Rojo iban cediendo paso a Argote, Dani, De Andrés, Urkiaga, Noriega, Goikoetxea o Liceranzu, entre otros.

Así, en la temporada 1982-83, después del mundial, el equipo de San Mamés sorprendió y, viniendo del cuarto lugar del año anterior, logró el título de liga. Fue el curso en que Sarabia debutó con la selección española, donde nunca tuvo un papel de titular, pero sí intervenía de revulsivo. Sólo tenía una experiencia de un partido entero y un minuto en otro cuando anotó el undécimo gol español del 12-1 contra Malta, el de la clasificación para la Eurocopa. Ese día había sido titular y entró en la lista del torneo, apoyado por su gran temporada en Bilbao, con la liga y la Copa en el saco.

Sarabia no tuvo protagonismo en el campeonato. En la primera fase, sólo jugó veinte minutos en el empate contra Portugal, en el que intervino en la acción del gol de Santillana, después de que Sousa hubiera adelantado en el marcador a los lusos. También debería interpretar el papel de revulsivo en las semifinales, en Lyon contra Dinamarca.


El gol

Los nórdicos se habían adelantado en la primera parte, con un gol de Lerby, pero Maceda había igualado en la reanudación, en una jugada en la que Sarabia había intervenido. Había entrado en el campo siete minutos antes, en el lugar de Julio Alberto, y su presencia había dotado de más peligro al ataque español, aunque sin resultado. El partido se debería decidir por penaltis.


España y Dinamarca ya se habían enfrentado dos meses antes en un amistoso en Valencia, ganado por 2-1 por los locales. Pero esto ya no contó en una tanda tensa, en la que todo el mundo fue marcando excepto Laudrup. El árbitro inglés Courtney hizo repetir el lanzamiento porque determinó que Arconada se había movido, lo que enfureció al portero donostiarra, que reaccionó de una manera que hoy en día seguramente le habría costado la expulsión. La tanda siguió y fue Elkjaer-Larsen, la figura danesa, quien lanzó el quinto demasiado alto. Sarabia tenía la opción de hacer entrar a España en su primera final en veinte años y no la desaprovechó, con un disparo seco que batió a Qvist. Tres días después sería titular en la final del Parque de los Príncipes contra Francia, pero no pudo impedir la victoria local por 2-0.

Sarabia, que ese mismo año ganaría la Supercopa de España que no se llegó a disputar, ya que el Athletic era campeón de liga y Copa, tenía entonces 27 años y sólo apareció cuatro veces más con la selección, una en partido de competición, la clasificación para el siguiente mundial, en el que anotó un gol importante en Islandia. Con el Athletic, las cosas no fueron demasiado bien. Protagonizó una agria polémica con el entrenador, Javier Clemente, que propició que el club tuviera que elegir entre uno de los dos. Sarabia se quedó en el club y Clemente fue despedido. Jugó hasta 1988 en Bilbao y después tres temporadas en el Logroñés, al que estuvo a punto de clasificar para Europa, antes de retirarse, en 1991.

Tras su etapa como futbolista, Sarabia entrenó al filial del Athletic y también vivió dos aventuras más, en el Badajoz y el Numancia, antes de dedicarse a los medios de comunicación. Desde hace muchas temporadas trabaja en Canal Plus, primero, y ahora en Movistar, donde suele comentar los partidos de Segunda División. Su hijo Eder ha sido hasta ahora un reconocido técnico asistente, entre otros equipos de Las Palmas, Betis y FC Barcelona, ​​con Quique Setién, con quien su padre compartió vestuario en Logroño. Ahora, Eder entrena como primer técnico del Andorra, en Segunda B. Su carácter vehemente recuerda poco al de su padre sobre el campo, un Manu Sarabia que solía tener la cabeza fría y resolvía con elegancia, como en la tanda de penaltis de Lyon que mereció una final de Eurocopa para la selección española, en 1984.

dimecres, 28 d’abril del 2021

Bélgica, 1- Alemania Federal, 2 (Euro 72-Semifinales)

45. Günter Netzer y Gerd Müller (0-1 y 0-2)

Muchas veces, tan importante como el remate es la creación de la jugada. Grandes goleadores han vivido toda la vida de dar el toque necesario para culminar acciones del resto del equipo. Ya se ha hablado, y se volverá a hablar, en esta lista de los goles de Gerd Müller en toda su trayectoria y en la Eurocopa de 1972. Pero en este torneo, el extraordinario juego de la selección alemana se puede personificar en un genial centrocampista, Günter Netzer. La alianza de ambos situó a la selección en la final del torneo.


Se repasó el inicio de la carrera de Müller y se volverá a hablar de él en otro gol de este ranking. Netzer, por su parte, nació en Mönchengladbach y jugó en el segundo equipo de la ciudad, el FC Mönchengladbach, hasta que a los 19 años fue captado por el Borussia. A partir de ahí, se convirtió en una leyenda de los potros, para los que ganó dos ligas y una Copa. Dotado de una capacidad técnica extraordinaria y de una gran personalidad, era capaz de mover él solo a un equipo. Pero en la selección alemana tuvo un muro delante que no le permitió alcanzar más metas: Wolfgang Overath.

El centrocampista del Colonia jugaba justamente en su posición y el seleccionador, Helmut Schön, le prefería a él por su mayor rigurosidad táctica en contraste con la exuberancia del borusser. Así, a pesar de haber ganado la liga ese año con el Borussia, y haber debutado con el equipo nacional en 1964, la presencia de Overath dejó fuera a Netzer del mundial de Inglaterra 66 y del de México, en 1970.

En la fase de clasificación para la Eurocopa del 1972, los alternó en algunos partidos, pero parecía que Overath volvería a ser el titular cuando llegaran los rivales duros. Entonces, sin embargo, este se lesionó justo antes de la eliminatoria de cuartos de final contra Inglaterra, a finales de abril. Schön utilizó a Netzer para enfrentarse a Inglaterra en Wembley y el resultado fue uno de los recitales más importantes del equipo nacional en toda su historia. Un 1-3, con gol suyo incluido y otro de Müller, que dejó el paso para la fase final encarrilado y que sólo se tuvo que ratificar con un 0-0 en Berlín. Netzer tendría su oportunidad en una gran cita.


Los goles

Y el debut era contra los anfitriones. Bélgica, organizadora del evento, determinó el pequeño estadio de Amberes como escenario del partido. Pretendían que fuera una ratonera, pero se convirtió en el escaparate para todos de cómo se podía fusionar el enorme talento de Netzer y la inigualable capacidad rematadora de Gerd Müller.


Los alemanes, superiores técnicamente, se iban pasando el balón por la frontal del área en el minuto 24 de partido cuando, de repente, Netzer vio el desmarque del delantero. Envió un centro sutil exactamente en el lugar donde ser tenía que enviar, la cabeza de Müller, que se adelantó al defensa Thissen y a la enloquecida salida del portero Piot para anotar el primer gol. El equipo de Schön ya mandaba y dejó la victoria casi lista a los 26 minutos de la reanudación.


Netzer, dominador de la acción, volvía a conducir por el centro del campo y, de nuevo, de repente, volvió a enviar un pase al espacio, donde nadie lo veía menos Müller. Este se volvió a escapar del ajetreado Thissen y se volvió a adelantar a Piot para marcar el 0-2 con otro sutil toque. El gol belga, de Odion Polleunis, en el minuto 83 sólo dio emoción al tramo final. Alemania Federal llegó a una final en la que, conducida por Netzer y con dos goles de Müller, se llevó el primero de sus tres títulos europeos en la primera ocasión en que participaba en una Eurocopa.

Parecía que, a los 27 años, Netzer podía salir del torneo con la titularidad, pero no fue así ni fichando en 1973 por uno de los grandes de Europa como el Real Madrid. Overath volvió a ser el favorito de Schön, tanto en los amistosos previos al mundial 74, que se disputaba en Alemania Federal, como en la fase final. En los siete partidos del campeonato, Netzer sólo jugó 21 minutos del nefasto duelo contra Alemania Democrática en Hamburgo. Salió a los 24 minutos de la segunda parte, justamente para dar descanso a Overath, y trece después los germanos pobres marcaron mediante Sparwasser. Fue campeón del mundo, pero él no estuvo ni un minuto más en el campo. Sólo jugaría dos partidos más con la selección, de clasificación para la Eurocopa de 1976, que no llegó a disputar. Ya tenía 32 años y su mejor época ya había pasado.

La conexión Netzer-Müller fue efímera. Jugaron siempre en equipos rivales y, en la selección, el entrenador les hizo estar poco juntos. Pero viendo como se entendían, quien sabe si los grandes éxitos que Alemania Federal obtuvo en aquella época, con un mundial, una Eurocopa y dos semifinales más de la Copa del Mundo, a parte de ser efectivos no habrían podido ser aún más estéticos de haber coincidido más sobre el campo.

dimarts, 27 d’abril del 2021

Suecia, 2- Alemania, 3 (Euro 92-Primera fase)

46. ​​Karl-Heinz Riedle (0-2 y 1-3)

Durante los gloriosos años ochenta y principios de los noventa de la selección alemana de fútbol, ​​una de sus identidades fue actuar casi siempre con dos delanteros. La disposición táctica podía variar, pero delante solían estar dos atacantes de similares características, rápidos, incisivos, luchadores y goleadores. La pareja clásica fue la que formaron Rudi Völler y Jürgen Klinsmann, aunque también hubo otros elementos anteriores como Karl-Heinz Rummenigge o Klaus Allofs. Pero cuando fallaba uno de los dos titulares, el combinado germano encontró un buen relevo en otro anotador de similares características. Era Karl-Heinz Riedle.


Riedle ya tenía casi 27 años en 1992 y había sido campeón del mundo dos antes en Italia, pero la Eurocopa de Suecia fue su torneo y la culminación a años de goles y más goles que lo habían llevado, precisamente, a jugar en el país transalpino. Nacido muy cerca de la frontera con Austria y Suiza, en el sur de Baviera, Riedle disputó sus primeras temporadas en categoría superior en la vecina Augsburgo, que entonces tenía al equipo en segunda categoría, pero pronto debutó en la Bundesliga, aunque tuvo que viajar bastantes kilómetros por hacerlo.

En 1986, Alemania Federal acababa de ser subcampeona del mundo en México y el joven Riedle, de 21 años, fichaba por Blau-Weiss Berlín, conjunto que no pudo evitar quedar último pero en que él marcó catorce goles entre liga y Copa. Aquel talento no se podía perder en la categoría inferior y por ello fue contratado por el Werder Bremen y fue llegar y besar el santo. Anotó 18 goles en la competición ayudando al equipo a conseguir el título de liga con cuatro puntos sobre el Bayern. Además, estuvo a punto de llegar a la final de la UEFA, al perder contra el Leverkusen en semifinales. Aquel equipo llegó a cuartos de final de la Copa de Europa la temporada siguiente y sólo fue eliminado por el posterior campeón, el Milan, con un gol de penalti de Van Basten. Riedle no pudo disputar el encuentro decisivo en San Siro ya que había visto la segunda tarjeta en el 0-0 de la ida en casa.

Todos estos éxitos lo habían hecho debutar con la selección absoluta, con gol contra Finlandia, en la fase de clasificación para el mundial de 1990. Aquel otoño fue olímpico en Seúl, pero sólo pudo disputar 29 minutos ya que recayó de una lesión en los cuartos de final ante Zambia. Problemas en un ingle provocaron que el seleccionador, Franz Beckenbauer, no pudiera convocarlo mucho en el camino hacia la Copa del Mundo, pero sí lo incluyó en la lista definitiva del torneo.

En Italia 90 fue suplente en tres partidos y titular en la victoria en los cuartos de final contra Checoslovaquia por la sanción a Rudi Völler. Se proclamó campeón del mundo sin jugar la final, en el Estadio Olímpico de Roma, y ​​ya se quedaría allí porque le había fichado la Lazio. En Italia logró buenas cifras, aunque el equipo estaba perdido a media clasificación. Con la selección entraba en los planes del nuevo técnico, Berti Vogts. Anotó dos goles en la fase de clasificación y ayudó a hacer entrar a la Alemania unificada en la Eurocopa.

En el debut, logró arrebatarle la titularidad a Klinsmann y la aseguró cuando el otro delantero, Rudi Völler, se lesionó para todo el torneo en un duelo contra la Comunidad de Estados Independientes, el combinado que comprendía los nuevos estados de la antigua URSS. Alemania sólo empató el partido, y gracias, con un gol de falta en el último minuto de Hassler, superó a Escocia, con un gol suyo, y perdió contra los Países Bajos, con lo cual se debía cruzar con el anfitrión, Suecia, en semifinales.


Los goles

En el estadio Råsunda de Suecia, fue justamente Hassler quien adelantó a los alemanes en el marcador en la primera mitad. Los suecos, muy ofensivos, se tenían que lanzar al ataque, pero dejaron espacios en la defensa que Riedle se encargó de castigar.


Nuevamente Hassler robó un balón a Thern en el centro del campo e inició una combinación con Matthias Sammer. Este penetró por la izquierda con potencia y atrajo la atención del central Björklund. Fue un error, porque dejó solo en medio a los dos delanteros alemanes habituales, Riedle y Klinsmann, contra Eriksson. Sammer centró y Riedle, en el primer palo, batió con facilidad a Ravelli. Seis minutos más tarde, los escandinavos redujeron la distancia con un penalti tranformado por Brolin y la emoción se mantuvo hasta el último minuto. Allí llegó la sentencia.


De la defensa de cinco habitual de los alemanes, era el líbero el que tenía permiso para avanzar, en este caso Thomas Helmer. Desde una ubicación no frecuente en él, vio el desmarque de Riedle por entre los dos centrales y le envió un pase milimetrado. El delantero de la Lazio consiguió los metros suficientes para poder rematar con comodidad y, a pesar de tener poco ángulo, batió por debajo a Ravelli. El gol de Kennet Andersson en la jugada posterior sólo sirvió para maquillar el resultados y dar un poco de emoción a los últimos segundos. Era la gran oportunidad de los alemanes para completar el doblete mundial-Eurocopa, pero cinco días más tarde, con Riedle en el equipo inicial, cayeron de manera sorprendente en la final de Gotemburgo contra Dinamarca.

A nivel internacional, Riedle aun cumplió un ciclo de dos años más con el equipo nacional, hasta el mundial de 1994. Entonces no hacía falta fase previa ya que el campeón estaba clasificado de oficio. En la cita norteamericana, fue titular en dos partidos, con un gol contra Corea del Sur, pero no jugó ni contra Bélgica, en los octavos, ni contra Bulgaria, en la eliminación de cuartos. Con 28 años, ya no jugaría más con el equipo nacional por decisión propia, aunque todavía le quedaban buenos años en activo.

A nivel de clubes, se había mantenido en la Lazio hasta el verano posterior a la Eurocopa y volvió a casa, al Borussia Dortmund, con el que triunfó, con dos ligas, dos Supercopas y, sobre todo, la Liga de Campeones de 1997. Él anotó dos goles en aquella final, en Múnich, con triunfo ante la Juventus por 3-1. Fue su último partido de amarillo y negro y con casi 32 años fichó por el Liverpool, para probar la aventura de la Premier. No ganó ningún título y marcó sólo once goles en dos años y medio, antes de ser traspasado al Fulham, al que ayudó a ascender en su segunda campaña antes de retirarse. Fue el último servicio de un jornalero del gol, un Riedle que estuvo demasiado a menudo a la sombra de otro pero que tuvo grandes momentos, como la Champions con el Dortmund o aquellos dos goles de Solna que valieron llegar a una final de Eurocopa.

dilluns, 26 d’abril del 2021

Yugoslavia, 3- España, 4 (Euro 2000-Primera fase)

47. Alfonso (3-4)

Dentro del apartado de remontadas épicas, España ostenta el récord de haber entrado en un gran torneo recuperando  el margen más amplio de goles que ninguna selección ha remontado en un solo partido. Fue en la fase de clasificación para la Eurocopa del 1984, cuando un 12-1 contra Malta lo hizo clasificarse para el campeonato dejando fuera a los Países Bajos. Dieciséis años más tarde, sin llegar a este nivel, consiguió otro milagro, al anotar dos goles en el descuento contra Yugoslavia para entrar en los cuartos de final de la Eurocopa 2000. El jugador que ratificó esta hazaña fue el delantero Alfonso Pérez Muñoz.


Ya apareció en esta lista con otro gol importante durante la Eurocopa anterior, la del 1996. En los cuatro años que habían pasado se había consolidado como jugador franquicia del Betis. Los andaluces se habían hecho con sus derechos, después de que éste hubiera jugado cedido por su club de formación, el Real Madrid. Estuvo a punto de conseguir la Copa del Rey del 1997, en la que perdió la final ante el FC Barcelona. Aquella temporada fue segundo máximo goleador de la liga, con 25 goles, sólo superado por el azulgrana Ronaldo, y todas estas cifras lo hacían ser un asiduo de la selección.

El equipo nacional afrontaba con esperanzas el mundial del 1998, pero cayó eliminado a las primeras de cambio en un campeonato que arrancó de titular pero en el que pagó los platos rotos de la derrota, finalmente decisiva, contra Nigeria. Al inicio de la siguiente fase de clasificación cayó el técnico, Javier Clemente, relevado por un José Antonio Camacho que no lo pudo convocar tanto al inicio, por culpa de una serie de lesiones, pero que sí contó con él cuando se recuperó.

Alfonso, ya bien de salud, vivió un gran trauma en la temporada 1999-2000 en la que sufrió el inesperado descenso del Betis a la Segunda División. Sus diez goles no fueron suficientes en una temporada en la que también bajaron dos históricos como el Sevilla y el Atlético de Madrid. Sin embargo, el seleccionador lo convocó para un amistoso en el mes de marzo, en el que marcó un gol en la victoria por 2-0 contra Italia, y entró en la lista de la Eurocopa de ese mismo verano .

Fue suplente en el primer partido, una derrota contra Noruega que comprometía mucho el futuro del equipo. En el segundo, fue titular, posteriormente relevado por Urzaiz, en la victoria contra Eslovenia. Los resultados obligaban a los españoles a ganar el partido que cerraba el grupo, ante Yugoslavia.


Los goles

A la misma hora jugaban Noruega y Eslovenia y los españoles tenían que vencer o superar el resultado de los nórdicos. Pero las cosas no empezaron bien en Brujas, ya que Savo Milosevic adelantó a los yugoslavos a la media hora. Ocho minutos después llegó el primer momento de Alfonso.


Fue en una acción llena de rebotes que terminó a los pies de Raúl, este intentó pasar por el medio de la defensa balcánica y no se pudo llevar la bola con nitidez, pero ésta quedó suelta delante de la portería de Kralj. Allí estaba Alfonso, que seguía la acción y quien, con la pierna izquierda, empató el choque. De hecho, el atacante madrileño destacaba por su gran dominio de las dos piernas. Pero el partido se complicaría mucho para los hombres de Camacho. Al inicio de la reanudación, Govedarica anotaría el 2-1. Por suerte, Munitis empató a continuación, pero Komljenovic situó el 3-2 en el minuto 75. El partido entró en el descuento con un marcador que eliminaba a España. Necesitaba ganar porque Noruega seguía empatando contra Eslovenia. En el primer minuto del descuento, Abelardo provocó un penalti que transformó Mendieta. Quedaba esperanza pero poco tiempo, suficiente para llegar al éxtasis.


Los españoles acumularon centrales en el área para dejar pelotas muertas y jugaban también a aprovechar la altura de Urzaiz. Este tocó un primer centro de Sergi, pero los rechazos yugoslavos terminaron a pies de Guardiola. El centrocampista azulgrana centró, nuevamente Urzaiz dejó hacia el medio y Alfonso, con una volea con la izquierda casi cayéndose, envió el esférico lejos del alcance de Kralj. Yugoslavia ya ni sacó desde el centro del campo. Entre gritos de los periodistas radiofónicos exclamando, incluso, que Dios era español, Camacho y los suyos entraron como primeros de grupo a cuartos, obligaron a los yugoslavos a enfrentarse a los anfitriones Países Bajos, que los terminaron humillando por 6 -1, y eliminaron a Noruega, en la última aparición hasta ahora de los escandinavos en el escaparate internacional.

De todos modos, la Eurocopa no duraría mucho más para España, eliminada al cabo de unos días por Francia en el mismo estadio en un choque cruel en que Raúl fallaría un penalti en el último minuto que habría conducido a la prórroga. Alfonso jugó todo el partido sin saber que aquella sería su última cita con la camiseta del equipo español, que dejó con 38 partidos y 11 goles.

Porque con el Betis en Segunda debía buscar un equipo y no en encontró otro que el FC Barcelona, ​​el gran rival del equipo de su corazón, el Real Madrid. Encontró una formación azulgrana en plena travesía del desierto. Estuvo un año y medio en el club, en el que jugó muy poco y en el que fue víctima, nuevamente, de muchos problemas físicos. En enero de 2002 sería cedido al Olympique de Marsella, con el que terminó la temporada con cuatro goles, y en verano decidió volver donde había sido más feliz.

El Betis volvía a ser equipo de Primera y lo repescó. Las cosas no fueron iguales. En esta segunda etapa, ocupaba un papel más secundario, ya con 30 años, y tampoco tuvo mucha continuidad por las lesiones. Sólo jugó diez partidos de liga y cinco de Copa el último año, pero se pudo retirar con un título en su palmarés, la Copa ganada por los andaluces ante Osasuna, a pesar de que él no pudiera disputar el partido. Alfonso tuvo que dejar el fútbol con 33 años con la sensación de que su carrera apuntaba más alto y castigado por los problemas físicos, pero con momentos álgidos, como su primera etapa en Heliópolis o aquella tarde en que, según algunos compatriotas suyos, consiguió nacionalizar español incluso a Dios.

diumenge, 25 d’abril del 2021

Alemania, 1- Italia, 2 (Euro 2012-Semifinales)

48. Mario Balotelli (0-1 y 0-2)

Hay jugadores que nacen con un don especial para jugar a fútbol pero que durante toda su carrera, por diversas razones, se empeñan en no aprovecharlo de la mejor manera. Son futbolistas polémicos por su comportamiento y esto afecta a su trayectoria. Ahora bien, en los contados momentos en que están centrados en lo que tienen que hacer, son imparables. Esta pequeña ventana de lucidez la tuvo, en verano de 2012, el atacante italiano Mario Balotelli.



Jugador tan genial como poco fiable, es capaz de las acciones más impensables pero también de ser un lastre para el equipo porque piensa que el mundo está contra él las 24 horas del día. Balotelli ha notado siempre como sus orígenes le han pesado. Nació como Mario Barwuah en Palermo y es hijo de una pareja de emigrantes ghaneses que se trasladaron cerca de Brescia, al norte del país, cuando él tenía dos años. Entonces vieron que no podían mantenerlo y lo pusieron en acogida familiar. Fue aceptado por Francesco y Silvia Balotelli, que vivían en aquella zona. Ella es hija de víctimas del Holocausto.

Durante los años posteriores, vivía los fines de semana con sus padres biológicos y, entre semana, con los nuevos hasta que estos finalmente se lo quedaron a tiempo completo y le dieron su apellido, pero no lo adoptaron legalmente. Por ello, tuvo que esperar hasta los 18 años para ser ciudadano italiano y para jugar con la selección, un hecho que ansiaba tremendamente.

Comenzó a jugar al fútbol en el Lumezzane, un pequeño club de Lombardía y, después de ser descartado en una prueba por el FC Barcelona, ​​lo captó el Inter de Milán. Debutó en la Serie A con 17 años de la mano de Roberto Mancini. Fuerte, potente y con un gran remate con ambas piernas, lo tenía todo para ser un grande del fútbol europeo, pero la cabeza le fallaba. Siempre enojado, siempre enfadado y con poca capacidad de disciplina, su trayectoria en el Inter terminó con José Mourinho en el banquillo. El año del triplete del equipo, él terminó jugando bastante, pero enfrentado con todo el mundo y dejó el club a final de temporada, aunque el técnico portugués también salió de él.

Antes, Balotelli había debutado con la selección sub-21, con la que llegó a las semifinales del europeo de 2009, donde cayó contra una Alemania con jugadores que se encontraría poco después en la edad adulta, como Özil, el portero Neuer o el central Hummels. En agosto de 2010, tras el fracaso del equipo de Marcello Lippi en el mundial de Sudáfrica, debutó con la absoluta. Sólo jugó dos partidos de la fase de clasificación para la Eurocopa, pero en 2012 las cosas pareció que cambiaban.

Dos años antes, había dejado el Inter en dirección al Manchester City y, en su segunda campaña, hizo un gran año, nuevamente junto a su gran valedor, Roberto Mancini, y dando la asistencia que sirvió al Kun Agüero para anotar el gol del triunfo final en la liga contra el Queen 's Park Rangers. Balotelli había anotado 13 goles en 23 partidos, después de haber tenido algunos problemas con las lesiones, y fue incluido por Cesare Prandelli en la lista para la Eurocopa del 2012, su primer gran campeonato internacional.

Fue titular desde el inicio y, incluso, en la primera fase, marcó cuando no lo fue, en el tercer partido, ante Irlanda. En los cuartos de final, anotó un gol en la tanda de penaltis que sirvió para derrotar a Inglaterra. Pero su gran momento llegaría justo después.


Los goles

Alemania se volvía a cruzar en unas semifinales europeas tres años después del partido sub-21 de Helsinborg en un capítulo más del enfrentamiento histórico entre los dos países que, en su mayoría, ha acostumbrado a caer de la banda transalpina. Alemania, como era habitual, llevó el control del juego, pero en poco más de media hora ya había recibido dos reveses durísimos de un desatado Balotelli.




En el minuto 20, otro jugador genial y con poca disciplina, Antonio Cassano, llevó a cabo una acción fantasía por la banda izquierda superando a Hümmels. Envió un centro perfecto y, en la frontal del área pequeña, Balotelli ganó la partida al central Badstuber y batió a Neuer. Doce minutos más tarde, llegó la segunda picadura.



En esta ocasión fue en un contraataque. Montolivo lo vio solo y le envió un balón largo pillando mal situado a Philipp Lahm, que hacía la cobertura. Balotelli recibió el esférico, encaró la portería y, favorecido por un pequeño bote, soltó un disparo salvaje que entró por la escuadra de Neuer. Después, celebró el gol quitándose la camiseta y mostrando todos los músculos de su torso en tensión. Era su reivindicación particular tras años sintiéndose incomprendido y víctima de racismo, sobre todo en la infancia. Italia mantuvo el resultado, sólo recibió un estéril gol de penalti de Özil, y llegó a la final. Esta fue un desencanto para Balotelli, ya que España pasó por encima de su equipo y la terminó perdiendo por 4-0.

Se puede decir que este, con poco más de 21 años, fue el punto culminante de su carrera, porque a partir de entonces no ganó ningún otro título. Aunque Prandelli confiaba en él, y se lo llevó primero a la Copa Confederaciones de 2013 y, después, al mundial de Brasil de 2014, donde marcó un gol contra Inglaterra antes de que los italianos fueran eliminados en la primera fase, él ya había entrado en una espiral peligrosa. Polémicas fuera del campo, con fiestas, peleas y una vida impropia de un deportista de élite, habían significado su salida del City en 2013 y el fichaje por el Milan, en una operación polémica por su pasado interista.

En el otro equipo de San Siro estuvo una temporada y media y, a pesar de buenos momentos y 14 goles, el equipo ya había entrado en una decadencia que lo arrastró. Salió del Milan después del mundial de 2014 y fichó por el Liverpool para sustituir a Luis Suárez, pero en su única temporada en Anfield fue más polémico fuera del campo que dentro, con continuas y polémicas apariciones en redes sociales. Los reds lo volvieron a ceder al Milan, donde sólo marcó 3 goles en 23 partidos. De la selección, ni hablar.

Sólo volvió al equipo nacional cuando Mancini regresó. Le dio dos oportunidades más en dos amistosos y un partido de la Liga de Naciones, hace dos años. Estaba encadenando buenas temporadas en el Niza francés, una de las cuales con 18 goles en un campeonato menos exigente, y por ello recibió otra oportunidad. Pero salió para ir a una plaza complicada como Marsella, primero, y al Brescia, después, con descenso incluido. A los 30 años, ahora juega en Monza, el nuevo proyecto de Berlusconi y Galiani, con el que pretende volver a la Serie A. Por edad, no debería estar acabado, pero parece complicado volver a ver aquel pletórico Balotelli de los dos goles a Alemania en Varsovia, cuando impresionó a todos, y no sólo por sus músculos.

dissabte, 24 d’abril del 2021

URSS, 2- Yugoslavia, 1 (Euro 60-Final)

49. Slava Metreveli (1-1)

La geopolítica europea del siglo XX fue tan complicada y convulsa que provocó traslados de población que lo afectaron todo, incluso el fútbol. En 1918 estalló el llamado conflicto de Sochi, entre los georgianos y los bolcheviques de Abjazia del Norte, que querían hacerse suyo un territorio que hasta entonces no les había pertenecido. Después de tres años de disputas, se fijaron las fronteras del actual estado de Georgia a partir del río Psou, que desemboca al sur de la ciudad de Sochi. Sucedió, sin embargo, que muchos georgianos se quedaron en el lado norte. Este fue el caso de los padres de uno de los héroes del primer y único título absoluto de la Unión Soviética, la Eurocopa de 1960. Era Slava Metreveli.


Porque él nació precisamente en Sochi, actualmente en la Federación Rusa y fuera de las fronteras de la república soviética de Georgia, en 1936. Allí creció jugando al fútbol y pronto destacó por su capacidad técnica y el dominio del balón. Comenzó a formar parte de las selecciones de la región de Krasnodar, de la que se proclamó campeón y, tras ser fichado por el Torpedo Victoria de Nizhny Novgorod, ya muy cerca de Moscú, fue fichado por otro Torpedo, el de la capital soviética, donde se quedó bajo las órdenes del posterior seleccionador Konstantin Beskov.

Metreveli tenía tendencia a jugar de extremo derecho, pero también a ir hacia el medio y a combinar con los compañeros. No era tan rápido como técnico. Dos años después de desembarcar en Moscú se convirtió en internacional en un escenario inmejorable, Wembley, aunque el equipo soviético, en renovación después de haber debutado meses atrás en un mundial, en Suecia 58, perdió por 5 -0. Participó en la victoria contra Hungría en la primera ronda de la Eurocopa, con un gol suyo. La URSS no tuvo que disputar los cuartos de final por la renuncia de España a jugar contra un adversario comunista y, por tanto, se clasificó directamente para la primera fase final de la historia, en Francia.

1960 fue un gran año para él. El Torpedo acabaría siendo campeón de la liga y la Copa de la URSS y él entró en la convocatoria del seleccionador, Gavriil Kachalin, para la Eurocopa. Jugó el primer partido, en el que los soviéticos no tuvieron demasiados problemas para derrotar a Checoslovaquia por 3-0. Le esperaba la final, en un caluroso 10 de julio, en el Parque de los Príncipes.


El gol

Esta no comenzó demasiado bien, porque Yugoslavia, el rival, se adelantó antes del descanso con un remate de cabeza de Milan Galic. En la media parte, los soviéticos sabían que necesitaban un gol para, al menos, forzar la prórroga, y éste llegó muy pronto.


El delantero del Lokomotiv Babukin avanzó sin que nadie lo marcara y disparó desde fuera del área con la pierna izquierda. El balón parecía fácil para el portero Vidinic, pero le dio un bote justo antes de llegar a él y no lo pudo atrapar. El rechazo cayó hacia un lado, desde donde llegó con rapidez Metreveli, quien lo alojó en el fondo de la portería. Cuatro minutos de la reanudación y todo volvía a empezar. La final no se resolvió hasta el tiempo suplementario cuando, seis minutos antes del final, Ponedelnik dio el título a la URSS, el único de su historia entre europeos y mundiales.

Tras el éxito, la carrera de Metreveli, que sólo tenía 24 años, se propulsó aún más. Participó en los cuatro partidos de clasificación, con dos goles, de la URSS para su primer mundial, el de Chile, en 1962. Aquel campeonato fue muy duro y él recibió mucha leña. El portero suplente de aquel torneo, Vladimir Malaschenko, también del Lokomotiv, recuerda la acción del primer partido del torneo, la revancha contra los yugoslavos, cuando fue a cabecear un balón dividido y recibió un golpe que le abrió la ceja. Terminó el partido, porque entonces no había cambios, pero no pudo jugar más en todo el campeonato. De todos modos, Malaschenko explica que el buen carácter de Metreveli le hacía encajar los golpes con estoicidad y sin quejarse nunca. La URSS notó su baja en la eliminación en los cuartos de final, en otra guerra, contra los anfitriones chilenos.

En 1963, Metreveli siguió a sus raíces y fichó por el Dinamo Tbilissi, el conjunto emblemático de Georgia, la tierra de sus padres. Quizá por este cambio no fue llamado por la selección que fue subcampeona de Europa en Madrid, a pesar de la posterior presencia de Beskov como seleccionador y que el Dinamo ganó la liga de la URSS. Pero después del torneo regresó y ayudó con tres goles en seis partidos en la clasificación para el mundial de Inglaterra, del 1966. Allí, la URSS llegó a semifinales, su mejor resultado, pero el técnico, Nikolay Morozov, lo usó poco. Sólo en dos partidos, entre ellos la derrota contra Portugal en el partido de consolación, en el que marcó.

Metreveli volvió a pasar tres años más sin ir con el equipo nacional, con el que jugó sólo tres partidos más, entre 1969 y 1970, antes de dejarlo definitivamente. Al año siguiente, colgaría las botas de manera definitiva con 35 años. Inició una corta carrera de entrenador en el Dinamo y el Dila, también georgiano, antes de abandonar el fútbol. Incluso regentó un restaurante. Cuando ya no era jugador fue cuando se le reconocieron todos los méritos desde las dos partes. En Sochi, su ciudad natal, pusieron su nombre a un estadio y una entidad que reúne a los georgianos que viven allí recaudaron fondos para erigirle un monumento. En Georgia, lo consideran una leyenda propia y tiene la Orden de Honor del país. Después de una larga enfermedad cerebral, murió en 1998, con sólo 61 años, sin reconocer a nadie. Metreveli, el futbolista que empató la final de la Eurocopa de 1960, se fue dejando un legado no sólo deportivo, sino también de vida, de cómo una sola persona puede unir los sentimientos de dos realidades en principio enfrentadas.

divendres, 23 d’abril del 2021

Alemania, 1 (6) - Inglaterra, 1 (5) (Euro 96-Semifinales)

50. Stefan Kuntz (1-1)

Cuando se pasa de los treinta años, la mayoría de jugadores perciben que el final de su carrera y que lo que les puede pasar en el futuro es complicado que supere lo que ya han vivido en el pasado. Pero en algunos casos no es así. Debutar como internacional a los 31 años y tres después convertirte en campeón de Europa siendo titular no está al alcance de todos, sino de jugadores que creen en sus posibilidades hasta el final. Este era un poco el estilo de juego del alemán Stefan Kuntz.


De hecho, Kuntz es saarlandés, de la región que ha pasado de manos alemanas a francesas durante varios conflictos bélicos y que, incluso, ha llegado a competir como estado independiente. Nacido en Neunkirchen, fue un delantero luchador, listo y muy molesto para las defensas, ya que tenía la intuición de estar siempre en el lugar correcto para llegar al gol. Además, trabajaba mucho para sus equipos.

Tras debutar en la segunda categoría con el Borussia de su ciudad natal, fue fichado por el Bochum con 21 años, en 1983, y en el mismo equipo se retiraría dieciséis temporadas más tarde. Su carrera transcurrió casi íntegramente en Alemania, pero la gran densidad de delanteros del país en una época gloriosa, con elementos como Rudi Völler, Jürgen Klinsmann o Karl-Heinz Riedle, le cerraba siempre las puertas del equipo nacional.

En 1986, cuando hubo cubierto tres campañas en el Bochum, con 22 goles en la última y siendo máximo goleador del campeonato previo al mundial de México, para el que no fue convocado, fichó por el Bayer Uerdingen. Estuvo allí tres temporadas, con 13 goles en las dos últimas, y en 1989, ya con 26 años, inició el mejor periodo de su trayectoria con el equipo en el que rendiría más, el Kaiserslautern.

En Betzenberg ganó consecutivamente la Copa de 1990 y la liga de 1991, en un equipo rocoso entrenado por Kalrheinz Feldkamp que pudo cambiar la historia del FC Barcelona en noviembre de ese año. Tenía a los azulgrana eliminados para entrar en la primera fase de grupos de la Copa de Europa pero, desde el campo, vio el gol de Bakero que los eliminaba de la competición. El Barça ganaría su primer cetro continental meses después, un torneo tan recordado por aquella anotación en el Fritz Walter Stadion como por el gol posterior de Koeman en la final.

Kuntz siguió en Kaiserslautern y en 1993 le llegó una oportunidad que ya pocos esperaban. Alemania había perdido la final de la última Eurocopa, contra Dinamarca, y el seleccionador, Berti Vogts, hizo pruebas en una gira invernal por los Estados Unidos. Hizo debutar a Kuntz contra Estados Unidos en California, en un partido que los alemanes ganaron por 0-3 y en el que él formó al lado de Klinsmann y anotó un gol. Le gustó lo que vio, y le siguió llamando.

Al año siguiente fue al mundial, pero sólo actuó cuatro minutos en la victoria contra Bélgica de octavos de final. El equipo fue eliminado por Bulgaria en el siguiente enfrentamiento en el último partido del veterano Rudi Völler y había que encontrar un acompañante para Klinsmann, ya que Riedle también dejó el equipo después del campeonato. Kuntz jugó cinco partidos de la fase de clasificación y un total de 12 en dos años, contando los amistosos, y ganó el casting para ser titular en la Eurocopa, aunque sólo había conseguido dos goles en estas citas. Su trabajo oscuro, pese a ello, era muy valorado.

En Inglaterra, fue titular desde el inicio. Sólo descansó en el partido contra Italia en el que los alemanes ya estaban clasificados y como primeros de grupo. En los cuatro primeros enfrentamientos, sin embargo, contando los cuartos contra Croacia, no pudo marcar. Llegaban las semifinales, en Wembley y ante Inglaterra, el anfitrión. A él le faltaban tres meses para cumplir 34 años.


El gol

Las cosas no pudieron empezar peor, con un gol de Alan Shearer para los locales en el minuto 3 en una acción a balón parado. Pero en unos primeros minutos muy movidos, Alemania restableció la igualdad enseguida.


Steffen Freund robó un balón mal controlado por David Platt y se inició el ataque alemán. Reuter parecía que se quedaba sin ideas pero encontró la subida al ataque de uno de los tres centrales de la disposición germana, Thomas Helmer. Este le cedió la bola a Möller, quien se giró y se la devolvió. Entonces, Helmer jugó de memoria. En una situación no habitual en él, centró raso hacia el medio sin mirar ni quién estaba allí. El balón se paseó por la zona de peligro y Kuntz, listo como siempre, fue más rápido que un despistado Stuart Pearce y fusiló a Seaman. Fue su único gol en un gran torneo, pero valió su peso en oro.

El partido fue muy aburrido, con mucho miedo por ambos lados, y hubo que llegar a la tanda de penaltis. Allí, Kuntz tuvo mucha presión, ya que le tocó el quinto y, si el fallaba, Inglaterra llegaba a la final. Pero batió a Seaman de nuevo y puso toda la presión encima del actual seleccionador inglés, Gareth Southgate, que erró. La anotación posterior de Andreas Möller clasificaba a Alemania para una final que ganaría cuatro días después ante la República Checa, con Kuntz de titular. Era campeón de Europa cuando, al llegar a los treinta años, ya nadie apostaba por él.

Stefan Kuntz ya sólo jugó dos partidos más con la selección, de clasificación para un mundial al que no llegó. A nivel de clubes, en 1995 había dejado el Kaiserslautern e inició una única aventura de un año en el extranjero, en el Besiktas turco. Pero no le acabó de convencer, aunque la entrenaba su compatriota Christoph Daum, y volvió a Alemania, donde jugó dos años en el Arminia Bielefeld y el último en Bochum, en el que se retiró un año antes de que la selección defendiera el título que él había ganado en Wembley.

Kuntz inició una trayectoria de entrenador de equipos de su zona, como el Borussia Neunkirchen, donde había empezado a jugar a fútbol, ​​el Karlsruhe, el Waldorf Mannheim y el Ahlen antes de ser contactado por la federación. Se puso a entrenar la selección sub-21 que en 2017 se proclamó campeona de Europa con un gol de Weiser contra España en Cracovia. Kuntz podrá explicar a los más jóvenes que hay que estar siempre atento y no rendirse, ni cuando parezca que está todo perdido, ya que nunca se sabe cuando te llegará la gran oportunidad, por muy tarde que parezca.

dijous, 22 d’abril del 2021

Francia, 1- Dinamarca, 2 (Euro 92-Primera fase)
Países Bajos, 2 (4) - Dinamarca, 2 (5) (Euro 92-Semifinales)

51. Henrik Larsen (0-1, 0-1 y 1-2)

Que el triunfo final de Dinamarca en la Eurocopa de 1992 fue casi un milagro lo demuestran una serie de datos que difícilmente se volverán a repetir. El que ya sabe casi todo el mundo es que los daneses jugaron el campeonato a pesar de haber quedado eliminados en la fase previa porque Yugoslavia fue descalificada por el papel de su gobierno en las guerras de los Balcanes que tenían lugar en ese momento. Otra es que su máximo goleador, y el del torneo, debe de haber sido el único danés con una cierta repercusión internacional que ha hecho más carrera en los clubes de casa que en el extranjero. Fueron los grandes días del centrocampista Henrik Larsen.


Store Larsen (grande Larsen), como era conocido por su físico rocoso, era un elemento de ida y vuelta, de gran despliegue y de buena llegada al área, aunque un nuevo dato demuestra lo extraordinario fue aquel campeonato. Terminó su carrera con 39 partidos internacionales y sólo cinco goles. Más de la mitad, tres, los hizo en anotó en aquella Eurocopa mágica.

Los mejores años de la carrera de Larsen no fueron ni en Alemania, ni en Italia, ni en Inglaterra, donde jugó. Fueron a su ciudad, en Konengs Lyngby, un suburbio del norte de Copenhague. En el Lyngby, tradicional, pero modesto conjunto de la primera división danesa, había sido dos veces campeón de Copa en la década de los ochenta y principios de la de los noventa pero no se puede decir que hubiera tenido una trayectoria espectacular. Con 26 años, había jugado seis en esta formación y había probado una aventura en el Pisa italiano, con el que jugó muchos partidos pero con el que no pudo evitar el descenso. Y quizás esto lo acercó más a la Eurocopa.

Porque los transalpinos lo volvieron cedido a su conjunto de origen ya que sólo podían contar con dos extranjeros en la segunda categoría y prefirieron los otros dos que tenían, dos argentinos: José Chamot y un tal Diego Simeone. Con el Lyngby llevó a cabo un gran año que finalizó con la segunda, y hasta ahora última, liga de la historia de la entidad. Terminado el campeonato, el 8 de junio, Larsen y sus compañeros se tenían que preparar para irse de vacaciones, pero no fue así. Yugoslavia estaba eliminada y el seleccionador, Richard Möller-Nielsen, había tenido que hacer una convocatoria de urgencia para el torneo. Él había actuado en algunos partidos de la fase de clasificación, los últimos, curiosamente todos con victoria. Dinamarca había quedado eliminada por un solo punto, seguramente por culpa de la prematura derrota en casa contra los yugoslavos, pero había terminado en forma y sólo seis días después de ganar la liga, Larsen viajaba pocos kilómetros hacia el este, a la vecina Suecia, para afrontar la Eurocopa.


Los goles

Esta comenzó con un empate a cero contra Inglaterra, con Larsen todos los minutos en el banquillo, seguido de una derrota ante Suecia. Salió en los 26 minutos finales, y a Möller-Nielsen le debió gustar lo que vio porque le dio la titularidad en el tercer choque, ante Francia. Los daneses estaban obligados a vencer y se adelantaron en el marcador en Malmö, a veinte minutos de Copenhague, donde ya habían disputado el primer partido.


Poulsen bajó una pelota y Larsen, en su faceta de llegador, empaló una volea tremenda con la izquierda que superó a Bruno Martini. Francia empataría con un gol de Papin, pero la anotación final de Lars Elstrup dio a Dinamarca un sorprendente acceso a las semifinales. Allí se encontraría con el vigente campeón, los Países Bajos. Larsen volvería a jugar desde el inicio y dejó su huella desde los cinco minutos.


Koeman rechazó un balón largo de Christofte pero Frank de Boer quiso sacarlo jugado y lo que consiguió fue regalarlo a Brian Laudrup. Este profundizó encarando nuevamente a Koeman y envió un centro al segundo palo que superó a un Van Breukelen demasiado adelantado. En el segundo palo, Larsen ocupó el sitio justo y remató el 1-0. Los neerlandeses empatarían a continuación, mediante Bergkamp, ​​otro de los goleadores del campeonato, junto con Larsen, Brolin y Riedle. Pero era el día de Dinamarca, que se volvió a adelantar a los 32 minutos.


Fue Larsen mismo, quien inició la acción cediendo a Poulsen. Este centró pasado con la izquierda para que Vilfort la dejara con la cabeza al medio y el pequeño de los Laudrup rematara. Koeman rechazó de manera seguramente innecesaria, ya que Van Breukelen habría parado el balón con facilidad. y dejó el balón en la frontal del área para que Henrik Larsen, que había seguido toda la acción, empalmara un disparo raso que entró en la portería neerlandesa. Los Países Bajos igualaron milagrosamente antes de la prórroga, con un gol de Rijkaard, pero cayeron en la tanda de penaltis por culpa de un error de Van Basten. Huelga decir que Henrik Larsen marcó el suyo, el primero de la tanda. Todo ello sería el aperitivo del triunfo del equipo danés en el torneo, sólo cuatro días más tarde, al derrotar por 2-0 a Alemania en la final.

Se puede pensar que esta gran Eurocopa catapultó la carrera de Henrik Larsen, pero sus derechos continuaban perteneciendoi al Pisa, que estaba en Segunda. Lo cedieron al Aston Villa, pero no gustó al entrenador, el prestigioso Ron Atkinson y los italianos, a pesar de que ya habían vendido a Simeone al Sevilla, tampoco le hicieron espacio. Por eso se fue al Waldorf Mannheim, de la segunda división alemana, una categoría muy por debajo de lo que había demostrado en la Eurocopa hacía sólo un año y pico. Ante todas estas desventuras, decidió que como en casa, en ningún sitio, y volvió al Lyngby.

Aunque justo después del título europeo contó mucho para Möller-Nielsen, a pesar de su situación en el Pisa, la eliminación en la fase previa del Mundial de Estados Unidos a manos de España provocó cambios en el equipo nacional, al que volvió de manera esporádica. Pero con la vuelta a casa, pareció que se abría un nuevo camino. Disputó un solo partido de la clasificación para la Eurocopa de 1996 y, de manera sorprendente, Möller-Nielsen lo volvió a convocar. Fue allí titular en los dos primeros partidos, pero la derrota por 3-0 contra Croacia en el segundo le valió la eliminación, aunque después se pudiera despedir de la camiseta roja, ya con 30 años, con un buen triunfo contra Turquía. Tras el campeonato fichó por Copenhague, donde aún ganó una Copa en las tres temporadas en las que jugó antes de retirarse, en 1999.

Después, Henrik Larsen llevó a cabo una interesante labor de entrenador en Dinamarca, tanto principal como ayudante de sus ex compañeros campeones de Europa Flemming Poulsen y John Jensen. Incluso dirigió a la selección de las islas Feroe durante tres años, con cinco victorias en 29 partidos, un buen registro teniendo en cuenta el conjunto del que hablamos. Larsen fue un rara avis en un fútbol, ​​el danés, que exporta calidad al extranjero en cantidades industriales. Tuvo sus días de gloria y los aprovechó para pasar a la historia.

dimecres, 21 d’abril del 2021

Checoslovaquia, 2 (5) - Alemania Federal, 2 (3) (Euro 76-Final)

52. Karol Dobias (2-0)

Históricamente, la posición de lateral derecho había sido de las más despreciadas de un equipo de fútbol. Entonces, los laterales eran simples marcadores, algunos de ellos leñeros, que se conformaban con evitar que las estrellas del rival brillaran. Con los años, la figura de lateral fue creciendo y algunos de los ocupantes de esta demarcación llevaban a cabo tareas superiores a las que se les suponían. En esta lista hemos visto ejemplos como el belga Gerets y aquí encontramos otro, el del eslovaco Karol Dobias.


Porque él era uno más de la larga lista de eslovacos que formaban la selección checoslovaca campeona del 1976. Y uno de los que tenía más peso en el equipo. Con 28 años, se trataba de uno de los supervivientes de la selección que había intervenido en el último gran torneo hasta entonces, el mundial de México 70. Él se tuvo que enfrentar a la Brasil de Pelé o a la Inglaterra de Bobby Charlton en Guadalajara, y había cubierto toda la travesía del desierto hasta llegar a la Eurocopa de 1976.

Dobias era nacido en Handlova, bastante al este de Bratislava, ciudad a la que se aproximó cuando dejó el Baník de su localidad natal para fichar por el Spartak Trnava. Esto era a finales de la década de los sesenta, cuando los conjuntos eslovacos comenzaron a hacerse conocidos en Europa. El Slovan ganó la Recopa al FC Barcelona en 1969, el mismo año en el que el Spartak puso muy en peligro el acceso del Ajax en la final de la Copa de Europa. Los neerlandeses habían vencido por 3-0 en casa y cayeron por 2-0 fuera. Después perderían la final contra el Milan. En aquel torneo, un joven Dobias, con 21 años, había marcado tres goles a los finlandeses del Reipas Lahti, lo que demostraba que, aparte de perseguir  a los delanteros, tenía inquietudes ofensivas.

En el mundial del 70, Dobias jugó los tres partidos, con eliminación en primera fase y se convirtió en un fijo de la selección, con la que acabaría disputando 67 partidos, con 6 goles. Aparte de defensa, se podía incorporar con facilidad en el centro del campo gracias a su técnica, por lo que era muy útil para los entrenadores. Con el Spartak ganó tres ligas más a mediados de los 70 y llegó a los cuartos de final de la Copa de Europa de 1974, en que el Ujpest Doszá húngaro eliminó al equipo por penales.

Con la selección, Rumanía los eliminó en la fase de grupos de la Eurocopa 72 y Escocia hizo lo mismo de cara al mundial de Alemania, en 1974. Ya era un veterano, a pesar de tener sólo 28 años, cuando el equipo eliminó a la URSS y entró en la Eurocopa de Yugoslavia, en el que los checoslovacos eran los tapados absolutos, junto a los alemanes, campeones mundiales, los neerlandeses, subcampeones, y los locales balcánicos.

En el primer partido, en Zagreb, pese a ello, saltó la sorpresa y los Países Bajos de Cruyff cayeron tras una polémica prórroga, en un duelo jugado bajo la lluvia. Checoslovaquia venció por 3-1 y se clasificó para la final contra los alemanes. Evidentemente, Dobias sería titular, como lo había sido en la ronda previa.


El gol

El partido comenzó muy bien para la presunta víctima, con un gol del habitual suplente Svehlík a los 8 minutos. Diecisiete más tarde, el equipo doblaría la ventaja con una acción no muy esperada.


Masný lanzó una falta por la izquierda del ataque checoslovaco. Beckenbauer rechazó con fuerza, pero directamente a los pies de Dobias, que esperaba un posible rechazo. Este, con rapidez, paró el balón con la derecha y disparó con la izquierda, que no era la más útil de las dos. El esférico atravesó la oposición de Dietz, que se había puesto en medio, y este hecho pudo despistar al portero Maier, que no hizo la mejor estirada de su carrera. 25 minutos y 2-0, ante la sorpresa de todos. Alemania Federal pudo empatar con goles de Dieter Müller y de Hölzenbein, este en el último minuto, pero acabó cediendo en los penaltis con el error de Hönness y el mítico gol de Panenka.

Dobias jugó un año más al Spartak antes de fichar por Bohemians de Praga, precisamente el equipo de Panenka, donde jugó tres temporadas. Fue convocado para la Eurocopa posterior, la de Italia, después de que Checoslovaquia hubiera quedado eliminada nuevamente por Escocia en su viaje hacia Argentina 78. En el torneo transalpino, sin embargo, no actuó ningún minuto. Ya tenía 33 años y aquel verano aprovecharía para iniciar una aventura tardía en el extranjero, en el Lokeren y en el Gante belgas, en el que se retiró en 1984. Después, inició una larga trayectoria de entrenador por equipos de las actuales Chequia y Eslovaquia que tuvo como momento álgido el título de liga con el Sparta de Praga, en 1994, cuando las dos partes de la antigua Checoslovaquia ya se habían separado. Dobias tenía el aspecto de un jugador de otra época, pero se supo adaptar a la suya desde una posición en la que no estaba llamado a brillar.

dimarts, 20 d’abril del 2021

Portugal, 0- República Checa, 1 (Euro 96- Cuartos de final)

53. Karel Poborský (0-1)

Ya ha quedado claro que una gran actuación en un torneo importante puede catapultar a un jugador que hasta entonces quizás no era tan conocido al estrellato. Antes aún sucedía más de ahora, ya que no llegaba tanta información de según qué ligas. Sucedió en 1996 con una gran cantidad de jugadores de la República Checa, que terminó como subcampeona del torneo. Uno de los que entonces disfrutó de una carrera más reconocida fue el casi incontrolable, dentro del campo, Karel Poborský.



Cuando afrontó la Eurocopa, ya tenía 24 años y esa misma temporada había llegado con su equipo, el Slavia de Praga, a las semifinales de la Copa de la UEFA, en las que había quedado eliminado por el Girondins de Burdeos de un tal Zidane, pero el nombre de Poborsky sonaba sólo para algunos entendidos. En Inglaterra, sin embargo, aquel rápido extremo, que entonces fue evolucionando hacia posiciones más centradas, entusiasmó por su verticalidad y la falta de miedo a la hora de encarar las defensas rivales.

Poborsky nació en Jindrichuv Hradec, bastante cerca de la frontera austríaca, y se formó en el Ceske Bodejovice, un club del sur del país, cerca de su población de origen. Debutó en la máxima división con 19 años y, después de un paso por el Viktoria Zizkov, club cercano a Praga con el que disputó una eliminatoria de Recopa ante el Chelsea, fichó por el Slavia justo el año antes de la Eurocopa,

Había llegado a jugar con la selección checoslovaca sub-21 antes de la división del país, en 1993, y se estrenó al año siguiente con la absoluta checa en un amistoso ganado en Turquía por 1-4 y como titular. La formación de Dusan Uhrin se iba llenando de talento paulatinamente y logró el billete para la Eurocopa tras superar un grupo durísimo, con un punto de ventaja respecto de los Países Bajos y de Noruega. Los neerlandeses obtuvieron el billete por diferencia de goles. Poborský ya había sido 14 veces internacional antes de la Eurocopa, pero sin haber anotado ningún gol.

Con el Slavia fue llegar y besar el santo. Once anotaciones y título de liga en su único año con el equipo rojiblanco y aquella UEFA en la que un gol suyo sirvió para eliminar al Lens en los octavos de final y otro no pudo ser remontado por la Roma en los cuartos. El Girondins les echó con dos mínimos 1-0. Con estas grandes actuaciones, Poborský afrontaba la Eurocopa, su primer gran torneo.

El equipo debutó con una derrota comprensible contra Alemania por 2-0 el primer día, en que fue relevado en el descanso. Después, victoria histórica contra Italia y clasificación agónica, con un gol de Smicer, para empatar a tres contra Rusia. Él disputó todos los minutos de estos partidos, que sirvieron para acceder a cuartos. La eliminatoria sería en Birmingham, contra los muy favoritos portugueses.


El gol

El conjunto luso llegaba tras una primera fase casi perfecta y exhibiendo un buen juego en su primer gran torneo en diez años. Portugal llevó el peso del partido siempre, con los checos esperando a que llegara una contra. Y ésta se presentó de la manera menos esperada, con una resolución brillante.


Poborský dejó la banda y recibió entre líneas. Tuvo un poco de suerte, ya que la pelota fue tocada por Paulo Sousa, rebotó en Océano y le quedó perfecta. A partir de aquí, sin embargo, todo se debió a su talento. Entró en el área y, cuando cualquiera se habría ofuscado disparando fuerte, vio como se le cruzaba el central Hélder y que la única alternativa era la aerea. Puso el pie por debajo del esférico y envió una vaselina descomunal que se elevó mucho, por encima del defensor y del portero Vítor Baía, antes de ver como el balón entraba en la portería. Sólo era el minuto 8 de la segunda parte y Portugal tenía mucho tiempo para reaccionar, pero la defensa checa se encargó de contrarrestar todas sus ofensivas.

En su primer gran torneo, los checos superaron también a Francia en las semifinales por penaltis, en la particular revancha de Poborský con respecto a Zidane. Él anotó su tiro de la tanda e hizo buena la tradición que dice que nunca ningún checo, ni eslovaco, no han fallado un penalti en la resolución de un gran campeonato. En la final, provocó el penalti que transformó Berger y que a dio ventaja a la selección contra Alemania, pero los dos goles de Bierhoff le arrebataron la oportunidad de ser campeón de Europa. El segundo, ya lo pilló en el banquillo, relevado por Smicer.

La gran Eurocopa permitió que Poborsky recibiera muchas ofertas y aceptó la del Manchester United de Alex Ferguson, que pagó por él 4 millones de euros. Estuvo allí dos temporadas. En la primera fue campeón de liga y el equipo llegó a las semifinales de la Champions, pero su estrella cayó en la segunda en que, además, los checos no pudieron clasificarse para el mundial de Francia. Así, en 1998 fue fichado por el Benfica.

En sus tres temporades en Portugal, el país al que había eliminado de la Eurocopa en 1996, volvió a tener un rendimiento decreciente. Como mínimo, pudo volver a competir en un torneo europeo de selecciones, el del 2000, aunque allí los checos cayeron en un grupo duro, con Francia y los Países Bajos, Una derrota contra los neerlandeses y otra ante los galos, que se tomaban la revancha de cuatro años antes, por un solo gol les dejó eliminados. Poborský anotó un gol estéril, precisamente contra Francia.

Después del torneo fue fichado por una Lazio que acababa de ser campeona de liga. Fue su vuelta a un gran campeonato, pero el club fue perdiendo poder económico paulatinamente, a pesar de que él jugó bien, y en 2002, ya con treinta años y sin poder llegar a otro mundial, decidió volver a casa. Pero no lo hizo en el Slavia, sino en el Sparta, el gran rival ciudadano, al que condujo a dos ligas y una Copa a razón de título por año en las tres temporadas en las que estuvo.

Y es que la madurez de Poborský fue buena como la juventud. Sin tanta velocidad, pero con más comprensión del juego, ejerció de veterano de la selección checa, gran favorita en la Eurocopa de Portugal hasta que se estrelló contra el muro griego en las semifinales. Ahora eran ellos los que dominaban y los adversarios los que les ponían las trampas. En 2006, por fin, se pudo retirar del equipo nacional tomando parte de un mundial, un torneo que comenzó bien con una victoria contra Estados Unidos pero que finalizó con dos derrotas, ante Ghana e Italia. Su última temporada sirvió para Poborský volviera a casa y colgara las botas en el Ceske Budejovice con un año tranquilo.

Después de dejarlo, Poborsky no se dedicó a nada más relacionado con el fútbol y volvió a ser noticia hace cinco años cuando estuvo a punto de morir por una infección cerebral que le dejó la cara paralizada. Si hubiera llegado más tarde al hospital, seguramente no lo contaría. Afortunadamente lo puede hacer, eso y una carrera lanzada al estrellato con la vaselina en Birmingham que ponía a un nuevo país, reminiscencia de un campeón anterior, en el mapa futbolístico europeo.

dilluns, 19 d’abril del 2021

Francia, 0- Grecia, 1 (Euro 2004-Cuartos de final)

54. Angelos Charisteas (0-1)

Ya nos hemos hartado decir en esta lista que la victoria de Grecia en la Eurocopa de 2004 es una de las grandes sorpresas de la historia del fútbol. Y aún más, de la forma en que se produjo. Los helenos sacaron un extraordinario partido a los siete goles que anotaron en seis partidos y, sobre todo, a los tres marcados en las tres eliminatorias, que ganaron por 1-0, un logro sólo mejorado por los cuatro 1-0 de un combinado con un juego antagónico como España en el mundial de Sudáfrica de 2010. El primero de estos tres goles sirvió para tumbar a un campeón y lo anotó un jugador que ya había marcado en la primera fase y que ya ha aparecido en el ranking. El delantero Angelos Charisteas.


El atacante, que aquel verano dejaría el Werder Bremen por el Ajax, ya había anotado en la primera fase de la competición. Había sido un gol contra España que luego sería fundamental para que su equipo pasara de fase por primera vez en la historia. Después, los griegos tuvieron mucha suerte y se clasificaron a pesar de perder el último enfrentamiento contra Rusia gracias a la diferencia de goles con los hispanos, a quien ya habían derrotado en la fase de clasificación. La anotación del otro delantero del equipo, Zisis Vryzas, había sido determinante a pesar de la derrota.

De cara a las eliminatorias directas, el carácter defensivo de Grecia aun se haría más evidente. De la mano del técnico alemán Otto Rehhagel, no había ningún miedo a ceder la iniciativa al rival y a esperar atrás a una oportunidad. Los franceses habían sido primeros de su grupo y, aunque con una formación veterana, querían reeditar la victoria de cuatro años antes en Bélgica y los Países Bajos y vengarse de su mal papel en el mundial de 2002, en el que no habían superado la primera fase. Aunque habían mostrado dudas, sobre todo ante Inglaterra y Croacia, eran claros favoritos contra los griegos.


El gol

Pero se llegó al descanso sin apenas ocasiones por ambas partes. Los helenos habían conseguido cerrarse bien atrás y, aunque no amenazaban, estaban haciendo bueno el plan. Había que esperar a un momento adecuado para hacer daño y llegó a los veinte minutos de la reanudación.


Fue cuando Zagorakis, que posteriormente sería designado el mejor jugador del torneo, recibió desde la banda derecha y se adelentó al intento de corte del lateral Lizarazu. Profundizó, levantó la cabeza y vio tres opciones en el área. Apostó por una de ellas y envió un centro perfecto hacia la del medio, Charisteas. Este se levantó e impartió un clínic de cómo cabecear. Saltando solo, y marcando espectacularmente los tiempos, imprimió una gran fuerza al balón y superó un Barthez vendido. Faltaba mucho, pero los franceses ya no se reharían del golpe. Grecia entraba en las semifinales, que también superaría por un gol, así como la final, con otra anotación de Charisteas de cabeza que, evidentemente, veremos más adelante.

Tras el éxito de la Eurocopa, y con sólo 24 años, todo un mundo se abría para el delantero de Serres quien, de todos modos, no disfrutó de la trayectoria esperada a nivel de clubes. En los nueve años más que duró su carrera jugó en nueve equipos diferentes, con lo cual podemos decir que su trayectoria fue de todo, menos estable. Sólo estuvo dos años en el Ajax, donde ganó una Copa y una Supercopa antes de ir al gran rival, el Feyenoord, donde superó por un gol, 9 a 8, su mejor registro en Amsterdam, pero donde dejó al conjunto de Rotterdam en un dramático séptimo lugar.

Después, decidió volver a Alemania, donde había triunfado en el Werder Bremen, pero ni el Núremberg, con una temporada en segunda división incluida, ni en el año de cesión al Leverkusen no triunfó. Se refugió, ya con treinta años, en el Arles-Avignon francés, con el que sólo jugó siete partidos antes de recibir una buena oferta del Schalke. No jugó casi nada pero, oficialmente, es campeón de Copa con el conjunto minero. Entonces, volvió a Grecia, donde jugó 24 partidos con el Panetolikos antes de cerrar su trayectoria buscando más el rendimiento económico, que el deportivo, en el Al-Nassr saudí. Encima, perdió allí la final de Copa en una tanda de penaltis en la que él erró uno. Era nueve años después de su gran momento, el de los tres goles en Portugal, en el segundo de los cuales había tumbado al rey en aquel partido en el estadio Alvalade de Lisboa.

diumenge, 18 d’abril del 2021

Inglaterra, 1- Islandia, 2 (Euro 2016-Octavos de final)

55. Kolbeinn Sigthorsson (1-2)

La trayectoria de la mayoría de futbolistas no es lineal sino que describen subidas y bajadas. Los más regulares consiguen que, sobre todo las segundas, no sean excesivamente pronunciadas, pero hay otros que alternan momentos de euforia con otros de indiferencia absoluta por parte del mundo del fútbol. Algo así podría definir el itinerario deportivo del delantero islandés Kolbeinn Sigthórsson.


Seguramente es uno de los elementos más talentosos de la selección insular que entusiasmó en la Eurocopa del 2016 y que también logró la clasificación para el mundial del 2018. Se dio a conocer en uno desde clubes más populares de Europa, el Ajax, y su nombre sonó durante tiempo para ir a conjuntos de mayor potencial. Al final, su carrera ha quedado a medias, aunque en el torneo europeo de selecciones hace cinco años tuvo momentos de gloria, como la anotación de uno de los goles más importantes de la historia del país.

Sigthórsson, nacido en la capital, se formó en la cantera del Vikingur, uno de los clubes con más tradición del país, pero a los 16 años cambió de equipo y fichó por el HK Kopavogur, conjunto de una localidad situada justo al sur de Reikiavik. Su participación en fases previas de campeonatos de Europa con las diferentes selecciones llamó la atención de grandes del continente, como el Real Madrid o el Arsenal, pero él fue más despacio y aceptó la oferta de el AZ Alkmaar neerlandés cuando ya había debutado en la liga de su país y tenía 20 años.

Allí jugó una sola temporada, pero el resultado fue brillante. Marcó 18 goles entre liga y Liga Europa y fue fichado por el Ajax por 4,5 millones de euros. Fue en el club de Amsterdam donde su cotización subió. Estuvo allí  cuatro temporadas y, aunque no pasó nunca de los diez goles en la liga, ganó tres campeonatos. No era titular fijo, a las órdenes de Frank de Boer, pero jugaba mucho, compartiendo punta de ataque con compañeros que iban desde Bojan a Milik, pasando por Siem de Jong.

Había debutado en la selección en 2010, cuando militaba en el AZ, y participó en dos fases de clasificación para grandes campeonatos de las que Islandia salió eliminada. De todos modos, él se fue consolidando como titular, en lucha con dos delanteros más, Finnbogason y Bödvarsson, por una de las dos posiciones del habitual 4-4-2 del equipo nacional. En la fase previa para la Eurocopa de Francia de 2016, lo jugó prácticamente todo y marcó tres goles en la clasificación histórica del país para el torneo.

La fase final pilló a Sigthorsson con 26 años y uno después de haber dado un nuevo vuelco a su vida. De manera sorprendente, había fichado por Nantes francés, un club histórico, pero en decadencia, cuando parecía que disponía de mejores opciones. En su primer año con los canarios decepcionaron bastante, con 3 goles en 26 partidos en un equipo que terminó en una mediocre 14ª posición. Él no es un ariete, ni un goleador, sino un delantero que juega mejor con un acompañante y con una notable técnica individual, pero con los galos parecía que se había olvidado de ello. De todos modos, los seleccionadores, el sueco Lagerbäck y el islandés Hallgrímsson, lo incluyeron en la convocatoria para la Eurocopa.


El gol

Islandia fue la sensación del torneo, dentro y fuera del campo, desde el empate a un gol contra Portugal del primer día. Una igualada más contra Hungría y la victoria ante Austria le dieron una envenenada primera posición del grupo F que lo conducía a afrontar los octavos de final ante Inglaterra. Sigthórsson había jugado de titular, y había sido relevado, en las tres citas. Volvió a arrancar de inicio contra los ingleses, que se adelantaron con un penalti tranformado por Rooney. El partido tuvo veinte minutos iniciales vibrantes. Islandia igualó en una acción ensayada para el central Ragnar Sigurdsson y, en el minuto 18, llegó el momento del delantero del Nantes.


Fue en la continuación de una acción a balón parado. El balón  cayó al jugador de más calidad del equipo, Gylfi Sigurdsson, que inició una combinación perfecta hacia los dos delanteros. Bödvarsson se la pasó a Sigthórsson y éste, ante la pasividad de Cahill, chutó colocado. El portero Hart habría podido poner las manos con más fuerza, pero el disparo se las dobló y el esférico entró lentamente en la portería. Aunque aún quedaban 72 minutos en Niza, fue la anotación que los ingleses ya no pudieron remontar.

En el partido de cuartos, Islandia tenía que enfrentarse a Francia y los aficionados del Nantes no entendían como aquel atacante que había hecho tan mala temporada con su equipo ahora había echado a los ingleses del torneo. Incluso temían que hiciera lo mismo con los franceses. Pero no fue así. El conjunto de Didier Deschamps se impuso por un clarísimo 5-2. Sigthórsson anotó el momentáneo 4-1, al inicio de la segunda parte.

Desde entonces, los dientes de sierra de su carrera se han convertido más bien en un continuado descenso. Estuvo en el Nantes hasta 2019, aunque en medio hubo una cesión extraña al Galatasaray, que la canceló sin ni haberlo visto debutar. Volvió a Francia, rechazando una oferta del Göteborg, y llegó a jugar incluso en el equipo B antes, de ahora sí, recaer en la liga sueca, pero al AIK Solna. Posteriormente sí fichó por el Göteborg, donde aún sigue.

Todo esto le costó estar una época apartado de la selección, con lo cual se perdió el mundial de Rusia de 2018. Eso sí, cuando volvió a competir seriamente entró en los planes del nuevo seleccionador, el sueco Erik Hamrén y, aparte de actuar en dos Ligas de Naciones, fue jugando, aunque no de titular, en la clasificación para la Eurocopa del 2021. Estuvo en la semifinal, con victoria contra Rumania, pero no en la final, con una derrota durísima en Budapest que dejó a los islandeses fuera del próximo torneo. Quizás un Sigthórsson más en forma habría sido decisivo en ese partido, como lo fue aquella noche de Niza en la que la pequeña Islandia, gracias a un gol suyo, eliminó al gigante inglés.

dissabte, 17 d’abril del 2021

España, 2- Hungría, 1 (Euro 64-Semifinales)
España, 2- URSS, 1 (Euro 64-Final)

56. Chus Pereda (1-0 y 1-0)

Algunos jugadores pasan a la historia por haber conseguido el gol de la victoria en un gran campeonato. Su nombre es recordado, pero a menudo esto sucede en partidos en los que ha habido otras anotaciones o jugadas sin las cuales no se habría podido llegar a ese final. Durante 44 años, el único título de la selección española fue la Eurocopa del 64, recordada por el célebre gol de Marcelino en la final, o incluso por el de Amancio en la prórroga de las semifinales. Pero en ambos partidos, acabados con 2-1, un jugador había conseguido abrir el marcador y en el segundo, además, dio el pase de la victoria. Fue el centrocampista Chus Pereda.

Se trataba de un futbolista de gran generosidad y despliegue físico y buena relación con el gol que, durante toda su carrera, quedó ocultado por el virtuosismo de otros y al que quizás faltó suerte para llegar más lejos. Nacido en Medina de Pomar, en el norte de la provincia de Burgos, Pereda se formó en la vecina Euskadi, en concreto en Indautxu, cerca de Bilbao. Su espacio natural debía ser del Athletic, pero junto con algunos compañeros no fue fichado por el club vasco por su lugar de nacimiento, fuera de los territorios de Euskal Herria. Todos ellos se movieron hacia la capital de España y, mientras algunos fueron al Atlético, él fue fichado por el Real Madrid.

Su palmarés con los blancos es de una liga y una Copa de Europa, las únicas de su trayectoria, durante el medio año en que estuvo allí, pero sus intervenciones, cuando tenía 20 años, fueron esporádicas. Era la temporada 1957-58 y sólo jugó cinco partidos. En uno de ellos, una vuelta de la máxima competición europea con la eliminatoria ya decidida por un 8-0 de la ida, marcó dos goles en el campo del Sevilla. El año siguiente, después de una temporada cedido al Valladolid, fue moneda de cambio por primera vez. El Madrid fichó al sevillista Pepillo y traspasó a los andaluces los derechos de Pereda. En Nervión vivió dos buenas temporadas, sobre todo la primera, con 11 goles, que le llevaron a debutar con la selección en seis amistosos, la mayoría en una gira que el equipo español realizó por América del Sur en el verano de 1960, dos años antes de que Chile acogiera el mundial.

Todas estas oportunidades le dieron renombre y en 1961, con 23 años, volvió a uno de los punteros del fútbol español. Luis Suárez había sido traspasado por el FC Barcelona al Inter de Milán por 25 millones de pesetas. 7 de estos los invirtió en Pereda, que actuó las ocho temporadas siguientes en el Camp Nou. Por desgracia, le tocó una época de sequía en el club azulgrana, en la que no ganó ninguna liga en catorce años. Pero el hecho de jugar en el Barça le permitió frecuentar más el equipo nacional. Regresó a él en 1962, tras el fracaso de España en el mundial, y fue fijo en la eliminatoria de cuartos de final de la Eurocopa en la que España eliminó a Irlanda. El país acogería la fase final en 1964 y el seleccionador, José Villalonga, tenía toda la fe.


Los goles

España debutó en las semifinales contra Hungría en el estadio Bernabéu, que distaba mucho de presentar una gran entrada a pesar de la importancia del duelo. Era la segunda edición de la Eurocopa y seguramente aún no había penetrado tanto en los aficionados como para considerarla una competición de primer orden. Los españoles tardaron poco más de media hora en adelantarse


Fue en una típica centrada del madridista Amancio por la banda derecha. Pereda, un llegador de primer orden, se adelantó a la defensa magiar y, con un gran cabezazo, anotó el primer gol. Hungría empataría cinco minutos antes del final con un gol de Bene, pero en la prórroga, a los tres minutos de la segunda parte, Amancio marcaría el gol que daría a España el billete para la final.

Esta sí que despertó más expectación ya que era contra la URSS. En plena dictadura fascista del general Franco, los soviéticos eran vistos como el ogro comunista. Además, cuatro años antes, los españoles se habían negado a viajar a Moscú para jugar la eliminatoria de cuartos de final, previa a la fase definitiva que la URSS ganó en Francia. Eran los vigentes campeones y el Bernabéu se llenó hasta la bandera. Además, tardó poco en ver goles.


Como explica el mismo Pereda en este vídeo, Luis Suárez, el hombre que, marchándose, le había llevado al Barça, robó un balón a Ivanov en el centro del campo. Combinó con Amancio y, de inmediato, envió un centro al área. El balón rebotó en el cuerpo de soviético Shustikov y quedó muerto para un Pereda que había vuelto a llegar desde segunda línea. El centrocampista no lo dudó y fusiló a Yashin con un disparo fortísimo. Sólo dos minutos más tarde, la URSS empató con un remate de Jusaínov que se tragó Iribar y los locales tuvieron que esperar al minuto 85 para llevarse el título gracias a un remate de cabeza de Marcelino en una acción en la que Pereda también fue protagonista, ya que es quien le mandó el centro, tras recibir el esférico de Rivilla. Curiosamente, en las imágenes que se difundieron durante años, el centro era de Amancio. Y es que los operadores de cámara no captaron el momento de la acción y se dice que Franco ordenó que se montara haciendo ver que había sido obra del extremo del Real Madrid, que era uno de sus jugadores favoritos.

Pereda, a pesar del título y su gran protagonismo, sólo disputaría tres partidos más con la selección, dos en la clasificación para el mundial del 66, en el que curiosamente marcó tres goles, de nuevo a Irlanda, y uno para el del mundial del 70, en la que España no conseguiría su objetivo. Durante su trayectoria con el FC Barcelona no completó nunca una temporada entera, víctima de suplencias y lesiones, pero consiguió dos Copas y una Copa de Ferias. Su último partido de azulgrana fue la dolorosa derrota en la final de la Recopa de 1969 en Basilea contra el Slovan de Bratislava, por 3-2. Después, agotó su carrera en el Sabadell, donde sólo actuó en cinco partidos hasta que se retiró, con 32 años, en 1970.

Posteriormente, Pereda sostuvo una gran carrera como entrenador de equipos de base de la federación española. Volvió a ser campeón de Europa, en este caso sub-16, con el equipo estatal en 1988, en una final ganada por penaltis, también en Madrid pero el campo del Rayo, contra Portugal. Antes, en 1985, había sido subcampeón del mundo juvenil, perdiendo la final, curiosamente en la URSS, contra Brasil por 1-0 en la prórroga. Su única experiencia como primer entrenador de club fue con el Xerez, durante medio año en la temporada 1995-96. Después, Pereda se quedó a vivir a Barcelona, ​​donde murió en 2011, a los 73 años, víctima de un cáncer. Muy querido por todos, por su carácter directo y a veces fuerte, pero siempre honesto, la Eurocopa del cabezazo de Marcelino no se explicaría sin sus dos goles y su asistencia, las obras de un héroe casi anónimo.