dimarts, 20 d’abril del 2021

Portugal, 0- República Checa, 1 (Euro 96- Cuartos de final)

53. Karel Poborský (0-1)

Ya ha quedado claro que una gran actuación en un torneo importante puede catapultar a un jugador que hasta entonces quizás no era tan conocido al estrellato. Antes aún sucedía más de ahora, ya que no llegaba tanta información de según qué ligas. Sucedió en 1996 con una gran cantidad de jugadores de la República Checa, que terminó como subcampeona del torneo. Uno de los que entonces disfrutó de una carrera más reconocida fue el casi incontrolable, dentro del campo, Karel Poborský.



Cuando afrontó la Eurocopa, ya tenía 24 años y esa misma temporada había llegado con su equipo, el Slavia de Praga, a las semifinales de la Copa de la UEFA, en las que había quedado eliminado por el Girondins de Burdeos de un tal Zidane, pero el nombre de Poborsky sonaba sólo para algunos entendidos. En Inglaterra, sin embargo, aquel rápido extremo, que entonces fue evolucionando hacia posiciones más centradas, entusiasmó por su verticalidad y la falta de miedo a la hora de encarar las defensas rivales.

Poborsky nació en Jindrichuv Hradec, bastante cerca de la frontera austríaca, y se formó en el Ceske Bodejovice, un club del sur del país, cerca de su población de origen. Debutó en la máxima división con 19 años y, después de un paso por el Viktoria Zizkov, club cercano a Praga con el que disputó una eliminatoria de Recopa ante el Chelsea, fichó por el Slavia justo el año antes de la Eurocopa,

Había llegado a jugar con la selección checoslovaca sub-21 antes de la división del país, en 1993, y se estrenó al año siguiente con la absoluta checa en un amistoso ganado en Turquía por 1-4 y como titular. La formación de Dusan Uhrin se iba llenando de talento paulatinamente y logró el billete para la Eurocopa tras superar un grupo durísimo, con un punto de ventaja respecto de los Países Bajos y de Noruega. Los neerlandeses obtuvieron el billete por diferencia de goles. Poborský ya había sido 14 veces internacional antes de la Eurocopa, pero sin haber anotado ningún gol.

Con el Slavia fue llegar y besar el santo. Once anotaciones y título de liga en su único año con el equipo rojiblanco y aquella UEFA en la que un gol suyo sirvió para eliminar al Lens en los octavos de final y otro no pudo ser remontado por la Roma en los cuartos. El Girondins les echó con dos mínimos 1-0. Con estas grandes actuaciones, Poborský afrontaba la Eurocopa, su primer gran torneo.

El equipo debutó con una derrota comprensible contra Alemania por 2-0 el primer día, en que fue relevado en el descanso. Después, victoria histórica contra Italia y clasificación agónica, con un gol de Smicer, para empatar a tres contra Rusia. Él disputó todos los minutos de estos partidos, que sirvieron para acceder a cuartos. La eliminatoria sería en Birmingham, contra los muy favoritos portugueses.


El gol

El conjunto luso llegaba tras una primera fase casi perfecta y exhibiendo un buen juego en su primer gran torneo en diez años. Portugal llevó el peso del partido siempre, con los checos esperando a que llegara una contra. Y ésta se presentó de la manera menos esperada, con una resolución brillante.


Poborský dejó la banda y recibió entre líneas. Tuvo un poco de suerte, ya que la pelota fue tocada por Paulo Sousa, rebotó en Océano y le quedó perfecta. A partir de aquí, sin embargo, todo se debió a su talento. Entró en el área y, cuando cualquiera se habría ofuscado disparando fuerte, vio como se le cruzaba el central Hélder y que la única alternativa era la aerea. Puso el pie por debajo del esférico y envió una vaselina descomunal que se elevó mucho, por encima del defensor y del portero Vítor Baía, antes de ver como el balón entraba en la portería. Sólo era el minuto 8 de la segunda parte y Portugal tenía mucho tiempo para reaccionar, pero la defensa checa se encargó de contrarrestar todas sus ofensivas.

En su primer gran torneo, los checos superaron también a Francia en las semifinales por penaltis, en la particular revancha de Poborský con respecto a Zidane. Él anotó su tiro de la tanda e hizo buena la tradición que dice que nunca ningún checo, ni eslovaco, no han fallado un penalti en la resolución de un gran campeonato. En la final, provocó el penalti que transformó Berger y que a dio ventaja a la selección contra Alemania, pero los dos goles de Bierhoff le arrebataron la oportunidad de ser campeón de Europa. El segundo, ya lo pilló en el banquillo, relevado por Smicer.

La gran Eurocopa permitió que Poborsky recibiera muchas ofertas y aceptó la del Manchester United de Alex Ferguson, que pagó por él 4 millones de euros. Estuvo allí dos temporadas. En la primera fue campeón de liga y el equipo llegó a las semifinales de la Champions, pero su estrella cayó en la segunda en que, además, los checos no pudieron clasificarse para el mundial de Francia. Así, en 1998 fue fichado por el Benfica.

En sus tres temporades en Portugal, el país al que había eliminado de la Eurocopa en 1996, volvió a tener un rendimiento decreciente. Como mínimo, pudo volver a competir en un torneo europeo de selecciones, el del 2000, aunque allí los checos cayeron en un grupo duro, con Francia y los Países Bajos, Una derrota contra los neerlandeses y otra ante los galos, que se tomaban la revancha de cuatro años antes, por un solo gol les dejó eliminados. Poborský anotó un gol estéril, precisamente contra Francia.

Después del torneo fue fichado por una Lazio que acababa de ser campeona de liga. Fue su vuelta a un gran campeonato, pero el club fue perdiendo poder económico paulatinamente, a pesar de que él jugó bien, y en 2002, ya con treinta años y sin poder llegar a otro mundial, decidió volver a casa. Pero no lo hizo en el Slavia, sino en el Sparta, el gran rival ciudadano, al que condujo a dos ligas y una Copa a razón de título por año en las tres temporadas en las que estuvo.

Y es que la madurez de Poborský fue buena como la juventud. Sin tanta velocidad, pero con más comprensión del juego, ejerció de veterano de la selección checa, gran favorita en la Eurocopa de Portugal hasta que se estrelló contra el muro griego en las semifinales. Ahora eran ellos los que dominaban y los adversarios los que les ponían las trampas. En 2006, por fin, se pudo retirar del equipo nacional tomando parte de un mundial, un torneo que comenzó bien con una victoria contra Estados Unidos pero que finalizó con dos derrotas, ante Ghana e Italia. Su última temporada sirvió para Poborský volviera a casa y colgara las botas en el Ceske Budejovice con un año tranquilo.

Después de dejarlo, Poborsky no se dedicó a nada más relacionado con el fútbol y volvió a ser noticia hace cinco años cuando estuvo a punto de morir por una infección cerebral que le dejó la cara paralizada. Si hubiera llegado más tarde al hospital, seguramente no lo contaría. Afortunadamente lo puede hacer, eso y una carrera lanzada al estrellato con la vaselina en Birmingham que ponía a un nuevo país, reminiscencia de un campeón anterior, en el mapa futbolístico europeo.

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