dijous, 22 d’octubre del 2020

República Checa, 1- Alemania, 2 (Euro 96-Final)

233. Patrik Berger (1-0)

La rivalidad en las Eurocopas entre las diferentes versiones de las selecciones alemana y checa ha dado mucho de sí. Cuando los primeros eran Alemania Occidental y los segundos, Checoslovaquia, disputaron una final, en 1976, que terminó siendo histórica por el gol de penalti de Panenka, que dio el título a un combinado con mayoría de eslovacos. Cuatro años más tarde, los alemanes se revancharon venciendo en la fase de grupos en Roma y dando un buen paso para ser campeones. Dieciséis años después, ya como Alemania unificada y República Checa, se encontraron en la Eurocopa de 1996 dos veces, en la primera fase y en la final. El primer gol de aquel último partido lo anotó un centrocampista zurdo de grandes condiciones físicas y técnicas que hizo carrera en el país rival, Alemania, y sobre todo en Inglaterra. Era Patrik Berger.


Nacido en Praga y formado en la cantera del Slavia, el joven Patrik tenía genes de futbolista ya que un tío suyo, Jan, había sido treinta veces internacional absoluto. Tras debutar con el primer equipo y perder tres ligas seguidas contra el gran rival, el Sparta, a los 22 años lo fichó el Borussia Dortmund, con el que se estrenó en la Champions y ganó la Bundesliga. Había combinado esta ascensión con una gran fase de clasificación con el combinado checo, que se clasificaba para la Eurocopa con seis goles suyos en ocho partidos después de ser primero en un grupo en el que sacó un solo punto en los Países Bajos y a Noruega, que quedó fuera por diferencia de goles. En este momento dulce encaró el torneo europeo.

Los checos comenzaron con una derrota contra los alemanes por 2-0, pero sorprendieron derrotando  a Italia por 2-1 en el segundo partido. Berger actuaba de una especie de media punta junto a jugadores de gran trayectoria pasada y futura como Nedved, Bejbl o Poborsky, pero el equipo necesitó suerte y un gol de Smicer en el último minuto contra Rusia para entrar en los cuartos de final. El sueño seguía adelante y se hizo mayor al derrotar a Portugal por 0-1. En las semifinales, una Francia en plena construcción del equipo que sería campeón del mundo dos años después cayó en la tanda de penaltis, en la que Berger anotó su lanzamiento, el tercero de la lista. Los checos, representantes de un país independiente de sólo dos años y medio, después de la separación de Eslovaquia, estaban en la final y Alemania volvía a estar delante.

El gol

Y esta vez, Chequia plantó más cara que en el partido de la primera fase. El duelo llegó igualado y empatado a cero al descanso y se desequilibró por una acción de contraataque en el minuto 14. El delantero Kuka se avanzó en un balón largo al central Helmer y tocó con la cabeza para la penetración del rapidísimo Poborský. Este parecía que ya estaba en el área cuando recibió la entrada a la desesperada de Matthias Sammer. ¿Dentro o fuera? Sin VAR, entre el colegiado, el italiano Pierluigi Pairetto, y su asistente, Donato Nicoletti, decidieron que era penalti. Patrik Berger tomó la determinación de chutarlo y lo hizo fuerte y por el medio. Por suerte para él, el portero Köpke dejó un espacio por debajo de su cuerpo por donde se coló el esférico.



Los checos parecían tenerlo todo controlado. Hasta que entró el tanque Oliver Bierhoff, Dos goles suyos, uno de ellos en la prórroga y que fue de oro, dieron el tercer título europeo a los alemanes que, ahora sí, se tomaban la revancha total de 1976.

La actuación global del Berger en la Eurocopa encantó el técnico entonces del Liverpool, Roy Evans, el equipo de Anfield lo fichó por 3,5 millones de euros y le sacó rendimiento. Jugó siete temporadas con los reds, con los que ganó una Copa, una Supercopa y una Copa de la UEFA, la de 2001 contra el Alavés, en la que fue suplente en la final. El año anterior había tenido una lesión de rodilla que le hizo pasar por el quirófano en Estados Unidos. Después de la recuperación, ya no volvió a ser el mismo. Con la selección no pudo disputar ningún mundial y sólo jugó un partido más de un gran torneo internacional, en una victoria estéril contra Dinamarca en la Eurocopa de 2000 en Bélgica y los Países Bajos.

Salió del Liverpool con treinta años e inició un peregrinaje por equipos de segunda y tercera fila de la Premier, como el Portsmouth, el Aston Villa o el Stoke City. Mantenía la calidad que le había hecho exclamar a su ex compañero Steven Gerrard que "la izquierda de Patrik es la mejor que he visto nunca", pero físicamente ya no era tan potente como en el inicio y su estrella se fue apagando. En 2008 volvió a casa pero no lo hizo al Slavia, sino al Sparta, el gran rival, del que llegó a ser capitán y todo. Ganó la liga el segundo año, pero una lesión en la rodilla operada le hizo retirar-se del fútbol a punto de cumplir 37 años. Ya hacía catorce de su gran momento, el del penalti de Wembley.

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