dissabte, 31 d’octubre del 2020

Escocia, 0- Alemania, 2 (Euro 88- Primera fase)

224. Stefan Effenberg (0-2)

La historia del fútbol alemán está llena de jugadores de carácter irascible y no muy queridos por los contrincantes, que han protagonizado polémicas, incluso con su propia afición. Pero este mismo mal café lo han utilizado en favor del club que los pagaba o de la propia selección, que se ha nutrido de ellos para conseguir grandes éxitos. Uno de estos jugadores, cuya cara no engañaba, fue Stefan Effenberg.



Nacido en Hamburgo y formado en el Viktoria, un club de la ciudad hanseática que ha conocido tiempos mejores, Effenberg fue captado por el Borussia Mönchengladbach, con el que debutó en la Bundesliga en 1987. Pronto triunfó con los potros, partiendo primero desde la banda derecha, con un juego lleno de potencia, pero también de toque y de remate. 1990 fue importante para él, ya que fichó por el Bayern y, además, a finales de año, debutó con la selección, con una derrota en Gales del conjunto que se había proclamado campeón del mundo, en la clasificación para la Eurocopa de Suecia. El nuevo seleccionador, Berti Vogts, confió en él de cara a la fase final y fue titular en el primer partido, un sufrido empate, y gracias, contra la Comunidad de Estados Independientes, antigua URSS. El segundo duelo era contra Escocia y se tenía que vencer.

El gol

Y aunque el juego no fue brillante, hubo victoria, iniciada a la media hora con una acción típica de la delantera del momento, dejada de Klinsmann y remate de Riedle al fondo de la portería de Goram. El duelo aún no estaba sentenciado, pero lo comenzó a estar a los dos minutos de la reanudación.




Effenberg, cayendo a la banda derecha del centro del campo, fue avanzando sin encontrar a nadie que se le pusiera delante. Sólo cuando llegó el lateral del área pensó en centrar con el defensor británico Maurice Malpas delante. Colgó el balón, este tocó en la pierna del escocés, que lo quería rechazar, con tan mala suerte que describió una parábola que sorprendió al portero Goram quien, además, cayó al suelo. El 0-2 sería definitivo. Sería el único gol de Effenberg en un gran torneo de selecciones.

El jugador del Bayern no pudo ser campeón porque el equipo cayó contra los Países Bajos en el tercer partido. Sin embargo llegó a semifinales, en la que venció Suecia por 2-3, pero perdió en la final de manera sorprendente por 2-0 ante Dinamarca. Aquel verano fichó por la Fiorentina con la que bajó a la Serie B. Todo un internacional como él actuó en la segunda categoría y logró el ascenso antes de dejar el club para volver a Mönchengladbach.

Aquel verano se disputó el mundial de Estados Unidos y Effenberg era una de las estrellas. Pero fue casi su final con la Mannschaft. En el tercer partido, contra Corea del Sur, Alemania ganaba por 3-0 y los coreanos estuvieron a punto de igualar. La afición empezó a abuchear al equipo y Effenberg les dedicó una peineta en señal de desprecio. Desde entonces, en Alemania, hacer este gesto se llama "Effe". A él le supuso ser expulsado del equipo. Sólo volvió en 1998 para disputar dos amistosos.

La carrera de Effenberg se relanzó en Mönchengladbach, con una Copa, y con su regreso al Bayern, en 1998, en el que ya jugaba totalmente de organizador. Ganó tres ligas y, sobre todo, disputó dos finales de la Champions. En la primera, derrota cruel contra el Manchester United en Barcelona con los dos goles en el descuento. En la segunda, triunfo contra el Valencia, con gol suyo en la final, de penalti, y después transformando el suyo en la tanda. En 2002, ya con 34 años, fichó por el Wolfsburgo, donde se retiró.

Aparte del tema del dedo, la carrera de Effenberg ha estado salpicada de escándalos, como la historia que mantuvo con la mujer de su compañero del Bayern y la selección, Thomas Strunz. Provocó el divorcio de la pareja y él hizo lo mismo para acabar casándose con su anterior amante. O en el libro de memorias que escribió, en un pasaje del que tildaba de "cagón" a Lothar Matthäus. Ahora sigue impartiendo cátedra con unas opiniones que nunca pasan desapercibidas.

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