dissabte, 10 d’octubre del 2020

Gales, 2- Eslovaquia, 1 (Euro 2018-Primera fase)

245. Gareth Bale (1-0)

Los futbolistas de gran potencial lo tienen todo para convertirse en estrellas del fútbol mundial. Eso sí, hoy en día, sin esfuerzo y profesionalidad, el escalón que les puede convertir en icónicos e históricos es imposible de ascender. A los entrenadores, seguramente, estos futbolistas son los que les roban más horas de sueño, aquellos que podrían conseguirlo todo poniendo interés, porque ya lo han hecho en el pasado, pero que no acaban de explotar al máximo, aunque que su palmarés luzca lleno de títulos y hayan mostrado apariciones brillantes. Pocos futbolistas en los últimos años mezclan tanto con esta definición como el galés Gareth Bale.




Bale tiene genes de futbolista ya que un tío suyo es el máximo goleador de la historia del Cardiff City. Él comenzó a jugar en la capital galesa y los diez años fue captado por uno de los planteles más prolíficos de Inglaterra, el del Southampton. En este equipo debutó como profesional en la Segunda División, The Championship, cuando aún no había cumplido ni diecisiete años y en la segunda temporada ya se consolidó como lateral izquierdo titular en unos Saints que se quedaron a un paso de la Premier. No hizo falta debutar en la máxima categoría para ser fichado por el Tottenham por 14,7 millones de euros, contando incentivos. En White Hart Lane se convirtió en estrella desde el lateral.

Con una potencia brutal y una pierna izquierda que era un cañón, Bale se transformó en un jugador determinante partiendo desde atrás, un hecho poco habitual. Fue en el tramo final de sus seis temporadas en el Tottenham cuando se le empezó a buscar una posición más avanzada ante sus ganas de hacer goles y del cada vez menor sacrificio defensivo que mostraba. En el último curso en Londres anotó 21 goles en la Premier. Dos años antes había debutado en la Champions, en la que el equipo había sido eliminado por el Real Madrid. El verano de 2013, los blancos pagarían 101 millones de euros por él en el traspaso más cuantioso de la historia hasta entonces.

Pero el corazón de Bale es de su país. Con Gales es cuando actúa más motivado, pero jugar en una selección pequeña dificulta mucho la clasificación para los grandes torneos. Su liderazgo en el equipo nacional cada vez era mayor y su fama, también. En su primer año, un gol suyo fue decisivo para el triunfo del Real Madrid en la final de la Champions de Lisboa por 4-1 ante el Atlético. Marcó el 2-1 en la prórroga. También marcó el gol que determinó la victoria de los blancos en la final de la Copa contra el FC Barcelona (1-2). Estos buenos momentos puntuales los mezclaba con grandes etapas lesionado y con una indolencia penalizada por el público del Bernabéu en muchas ocasiones. Ahora ya se había establecido como atacante, preferiblemente por la banda derecha para disparar con la izquierda.

Fue en este momento cuando pudo prever que jugaría un gran torneo de selecciones. La Eurocopa se amplió a 24 selecciones y Gales, por fin, se clasificó para el torneo aprovechando un grupo débil, en el que fue segundo detrás de Bélgica, completado por Bosnia-Herzegovina, Israel, Chipre y Andorra. Con otra Champions en el zurrón, la de 2016 en Milán, con gol suyo en la tanda de penaltis decisiva otra vez ante el rival ciudadano, afrontó el torneo en Francia.

El gol

El primer partido de Gales en un gran campeonato desde la participación en el mundial del 1958 fue en Burdeos contra Eslovaquia. Las gradas estaban llenas de compatriotas y los británicos tardaron diez minutos en inaugurar el marcador en una de las acciones preferidas de Bale. Con el tiempo fue perfeccionando los lanzamientos de falta, tanto con potencia, como aprovechando los extraños que hacen los balones actuales. Explotó estas virtudes en la primera ocasión de que dispuso.


Jonathan Williams fue obstaculizado y Bale supo que la pelota era suya. Apuntó, disparó fuerte, el esférico superó la barrera e hizo un extraño que sorprendió al portero Kozacik, que había dado un paso fatal hacia su izquierda. Gales inauguraba el marcador. El partido terminó con triunfo por 2-1 gracias a un gol final de Robson-Kanu, tras el empate momentáneo de Duda. Bale marcó un gol en cada uno de los partidos de la primera fase, con derrota contra Inglaterra y triunfo ante Rusia. Después, su país avanzó hasta semifinales derrotando a Irlanda del Norte y a Bélgica y tuvo que claudicar contra Portugal. Las semifinales en su primer gran torneo no estaban mal.

Bale volvió al Real Madrid, de donde cada año parecía que se iría, pero no lo hacía nunca. Su relación tormentosa con Zinedine Zidane, el técnico madridista, le hizo ser suplente en la final de 2018 en Kiev. En la de 2017, sólo había jugado 17 minutos en la final ganada contra la Juventus por 1-4 porque salía de una lesión que, precisamente, coincidió con el mejor juego de su equipo de aquella época. En la final contra el Liverpool, fue decisivo ya que, con 1-1 en el marcador, anotó dos goles, uno con error del portero Karius y otro de chilena. Nuevamente aparecía en los grandes momentos.

Gales no fue al mundial de Rusia, pero después de muchos obstáculos sí entró en la Eurocopa del 2021. En esta fase, su desafección por el Real Madrid, en el que se ha mantenido durante siete temporadas, lo hizo aparecer con una pancarta en la que anteponía su selección y su pasatiempo favorito, el golf, el Real Madrid. Hasta que la pandemia sacó a los aficionados de los campos, los abucheos contra él eran habituales. A los 31 años, la carrera de Bale es importante, los momentos estelares, deslumbrantes, pero todo el mundo sabe que, con un poco más de sacrificio, lo habría podido ser mucho más.

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