dissabte, 24 d’abril del 2021

URSS, 2- Yugoslavia, 1 (Euro 60-Final)

49. Slava Metreveli (1-1)

La geopolítica europea del siglo XX fue tan complicada y convulsa que provocó traslados de población que lo afectaron todo, incluso el fútbol. En 1918 estalló el llamado conflicto de Sochi, entre los georgianos y los bolcheviques de Abjazia del Norte, que querían hacerse suyo un territorio que hasta entonces no les había pertenecido. Después de tres años de disputas, se fijaron las fronteras del actual estado de Georgia a partir del río Psou, que desemboca al sur de la ciudad de Sochi. Sucedió, sin embargo, que muchos georgianos se quedaron en el lado norte. Este fue el caso de los padres de uno de los héroes del primer y único título absoluto de la Unión Soviética, la Eurocopa de 1960. Era Slava Metreveli.


Porque él nació precisamente en Sochi, actualmente en la Federación Rusa y fuera de las fronteras de la república soviética de Georgia, en 1936. Allí creció jugando al fútbol y pronto destacó por su capacidad técnica y el dominio del balón. Comenzó a formar parte de las selecciones de la región de Krasnodar, de la que se proclamó campeón y, tras ser fichado por el Torpedo Victoria de Nizhny Novgorod, ya muy cerca de Moscú, fue fichado por otro Torpedo, el de la capital soviética, donde se quedó bajo las órdenes del posterior seleccionador Konstantin Beskov.

Metreveli tenía tendencia a jugar de extremo derecho, pero también a ir hacia el medio y a combinar con los compañeros. No era tan rápido como técnico. Dos años después de desembarcar en Moscú se convirtió en internacional en un escenario inmejorable, Wembley, aunque el equipo soviético, en renovación después de haber debutado meses atrás en un mundial, en Suecia 58, perdió por 5 -0. Participó en la victoria contra Hungría en la primera ronda de la Eurocopa, con un gol suyo. La URSS no tuvo que disputar los cuartos de final por la renuncia de España a jugar contra un adversario comunista y, por tanto, se clasificó directamente para la primera fase final de la historia, en Francia.

1960 fue un gran año para él. El Torpedo acabaría siendo campeón de la liga y la Copa de la URSS y él entró en la convocatoria del seleccionador, Gavriil Kachalin, para la Eurocopa. Jugó el primer partido, en el que los soviéticos no tuvieron demasiados problemas para derrotar a Checoslovaquia por 3-0. Le esperaba la final, en un caluroso 10 de julio, en el Parque de los Príncipes.


El gol

Esta no comenzó demasiado bien, porque Yugoslavia, el rival, se adelantó antes del descanso con un remate de cabeza de Milan Galic. En la media parte, los soviéticos sabían que necesitaban un gol para, al menos, forzar la prórroga, y éste llegó muy pronto.


El delantero del Lokomotiv Babukin avanzó sin que nadie lo marcara y disparó desde fuera del área con la pierna izquierda. El balón parecía fácil para el portero Vidinic, pero le dio un bote justo antes de llegar a él y no lo pudo atrapar. El rechazo cayó hacia un lado, desde donde llegó con rapidez Metreveli, quien lo alojó en el fondo de la portería. Cuatro minutos de la reanudación y todo volvía a empezar. La final no se resolvió hasta el tiempo suplementario cuando, seis minutos antes del final, Ponedelnik dio el título a la URSS, el único de su historia entre europeos y mundiales.

Tras el éxito, la carrera de Metreveli, que sólo tenía 24 años, se propulsó aún más. Participó en los cuatro partidos de clasificación, con dos goles, de la URSS para su primer mundial, el de Chile, en 1962. Aquel campeonato fue muy duro y él recibió mucha leña. El portero suplente de aquel torneo, Vladimir Malaschenko, también del Lokomotiv, recuerda la acción del primer partido del torneo, la revancha contra los yugoslavos, cuando fue a cabecear un balón dividido y recibió un golpe que le abrió la ceja. Terminó el partido, porque entonces no había cambios, pero no pudo jugar más en todo el campeonato. De todos modos, Malaschenko explica que el buen carácter de Metreveli le hacía encajar los golpes con estoicidad y sin quejarse nunca. La URSS notó su baja en la eliminación en los cuartos de final, en otra guerra, contra los anfitriones chilenos.

En 1963, Metreveli siguió a sus raíces y fichó por el Dinamo Tbilissi, el conjunto emblemático de Georgia, la tierra de sus padres. Quizá por este cambio no fue llamado por la selección que fue subcampeona de Europa en Madrid, a pesar de la posterior presencia de Beskov como seleccionador y que el Dinamo ganó la liga de la URSS. Pero después del torneo regresó y ayudó con tres goles en seis partidos en la clasificación para el mundial de Inglaterra, del 1966. Allí, la URSS llegó a semifinales, su mejor resultado, pero el técnico, Nikolay Morozov, lo usó poco. Sólo en dos partidos, entre ellos la derrota contra Portugal en el partido de consolación, en el que marcó.

Metreveli volvió a pasar tres años más sin ir con el equipo nacional, con el que jugó sólo tres partidos más, entre 1969 y 1970, antes de dejarlo definitivamente. Al año siguiente, colgaría las botas de manera definitiva con 35 años. Inició una corta carrera de entrenador en el Dinamo y el Dila, también georgiano, antes de abandonar el fútbol. Incluso regentó un restaurante. Cuando ya no era jugador fue cuando se le reconocieron todos los méritos desde las dos partes. En Sochi, su ciudad natal, pusieron su nombre a un estadio y una entidad que reúne a los georgianos que viven allí recaudaron fondos para erigirle un monumento. En Georgia, lo consideran una leyenda propia y tiene la Orden de Honor del país. Después de una larga enfermedad cerebral, murió en 1998, con sólo 61 años, sin reconocer a nadie. Metreveli, el futbolista que empató la final de la Eurocopa de 1960, se fue dejando un legado no sólo deportivo, sino también de vida, de cómo una sola persona puede unir los sentimientos de dos realidades en principio enfrentadas.

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