diumenge, 11 d’abril del 2021

España, 0 (4) - Italia, 0 (2) (Euro 2008-Cuartos de final)

62. Cesc Fábregas (4-2, en los penaltis)

Ha habido una serie de selecciones en el transcurso de la historia que no han podido superar techos de cristal. Los Países Bajos, por ejemplo, han disputado tres finales de mundiales sin conseguir el título; un hecho similar sucedió con Yugoslavia, que jugó y perdió dos finales de Eurocopa; o México, que hace siete campeonatos seguidos que no pasa de los octavos de final de una Copa del Mundo. Pero otros los han roto, como Portugal ganando el último torneo europeo. España no había superado nunca una ronda de cuartos de final, tanto en Eurocopas, como en mundiales, y además hacía 88 años que no dejaba fuera a Italia de un gran campeonato. Todo se terminó después de un penalti transformado por Cesc Fábregas.


Las únicas veces en que la selección española había quedado entre los cuatro primeros de un gran torneo no había cuartos de final en la fase final. En el mundial de Brasil, en 1950, la fase de grupos conducía a una liguilla definitiva de cuatro equipos, de la que los españoles fueron últimos, y en la Eurocopa ganada en 1964, los cuartos eran una eliminatoria a doble partido anterior al torneo. En la otra final disputada, la de 1984, también había fase de grupos antes de las semifinales. España, además, no eliminaba a Italia de un gran campeonato desde los Juegos Olímpicos de Amberes, en 1920. Posteriormente, los transalpinos les habían echado de la Copa del Mundo de 1934 y de la de 1994, justamente en los cuartos, además de eliminarlos en la primera fase de la Eurocopa de 1988.

Aparte del historial nefasto contra los italianos, España había caído en varios cuartos de final recientemente. Había pasado en el Mundial de México, en 1986, ante Bélgica y en la Eurocopa del 1996, contra Inglaterra, en ambos casos por penaltis. También derrota contra Francia en el torneo europeo de 2000, con un penalti fallado por Raúl en el último minuto, y caída en tanda de la Copa del Mundo del 2002 contra Corea del Sur, nuevamente desde el punto fatídico y después de un arbitraje muy adverso del egipcio Al-Ghandour. En España se creía que había una maldición.

Pero el equipo se mostraba muy confiado en la Eurocopa de 2008. Luis Aragonés había dotado de un estilo a la selección española, aunque le había costado al inicio, con una formación muy reconocible que comenzó con dos delanteros, Villa y Torres, y que acabó con uno solo por la lesión en las semifinales del asturiano. En el centro del campo, un único medio centro, Marcos Senna, hacía el trabajo sucio para que se lucieran Xavi, Iniesta y Silva. En este entramado, el primer suplente que entraba era Cesc.

Entonces tenía 21 años y era la estrella de un Arsenal que había perdido durante el verano anterior a Thierry Henry. En el conjunto londinense actuaba además de director de juego, pero en la selección era un elemento clave cuando entraba habitualmente en el lugar de uno de los dos delanteros para crear una gran superioridad el centro del campo. Ya había actuado en el último mundial y en Austria había entrado los dos primeros partidos de suplente y había sido titular en la intrascendente victoria ante Grecia. España iba lanzada, pero la bestia negra se cruzaba en el camino.

Italia había tenido muchos problemas para entrar en los cuartos de final, tras una clara derrota ante los Países Bajos y de un empate trabajado contra Rumanía, con penalti parado por Buffon a Mutu incluido. Un triunfo contra una débil Francia, en la reedición de la última final del mundial, había dado el billete al conjunto de Roberto Donadoni que, como siempre, sería un rival temible en Viena.


El gol

El partido, que con el tiempo representaría un enfrentamiento entre el vigente campeón del mundo y el siguiente, fue una batalla de estilos sin ganador. Italia no dejó que España practicara su juego rápido e incluso habría podido vencer con una ocasión muy clara de Camoranesi. No hubo goles, ni en los 90 minutos, ni en la prórroga y, por tanto, había que ir a la tanda, de tan mal recuerdo para los hispanos en otros campeonatos. Pero esta vez la cosa fue rodada. Villa, Grosso y Cazorla anotaron los tres primeros entre los dos conjuntos, pero Casillas detuvo el de De Rossi. A continuación, marcaron Senna y Camoranesi. Güiza podía establecer el 4-2, pero lo falló y todo se volvía a igualar. Fue entonces cuando Casillas le detuvo el disparo a Di Natale y dio la oportunidad a Cesc de hacer historia.


El centrocampista catalán, el más joven de la convocatoria de Luis Aragonés, tendría la gran responsabilidad y no falló. Engañó totalmente a Buffon e hizo entrar a España en las semifinales. El resto es historia, con clara victoria contra Rusia por 0-3 y victoria en la final, contra Alemania, por 1-0 con el gol de Torres. Todo en el mismo estadio. Curiosamente, cuatro años más tarde, Cesc también anotaría el penalti que clasificaría a España para la segunda final de la Eurocopa seguida, en Polonia y Ucrania, que significaría el tercer título continental para la selección.

Mucho se ha hablado de que hubiera pasado si España, uno combinado habitualmente fatalista, hubiera perdido la tanda de los cuartos de la Eurocopa de 2008. Posiblemente, la sensación de invulnerabilidad que proyectó en los años posteriores habría estado falta de una dosis de confianza. España ganó el mundial dos años después superando todos los partidos eliminatorios por 1-0, con dos prórrogas incluidas. Pero entonces jugaba con la ventaja de haber roto un techo de cristal, el que cayó cuando Cesc Fàbregas introdujo el balón en la portería del Estadio Ernst Happel, en el Prater vienés.

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