dilluns, 31 de maig del 2021

Italia, 1- Yugoslavia, 1 (Euro 68-Final, 1º partido)

12. Angelo Domenghini (1-1)

Ha habido jugadores en la historia que han tenido la facultad de estar situados casi siempre en el mejor lugar, en el mejor momento. Al ser un deporte colectivo, el fútbol no sólo depende de las aptitudes personales, sino también de estar rodeado de equipos ganadores. Estos futbolistas han podido nutrir de trofeos sus vitrinas y han sido valiosos para sus formaciones y equipos nacionales en épocas importantes de sus trayectorias. Esto ocurrió con los equipos y con la selección italiana que tuvieron la fortuna de contar con el delantero Angelo Domenghini.


Nacido en Lallio, al lado mismo de Bérgamo, en Lombardía, Domenghini se formó en uno de los planteles, aún hoy en día, más prolíficos del fútbol transalpino, el de la Atalanta. Él mismo explicaba que su infancia no fue fácil. Eran nueve hermanos, seis chicas y tres chicos, que se hacinaban en dos habitaciones. Se trataba de ponerse a trabajar cuanto antes para traer dinero a casa. Él, además, era muy travieso de pequeño, no paraba quieto, pero también tenía habilidad para jugar al fútbol. Le convencieron para disputar un torneo de bar y de allí a la Atalanta hubo un paso.

Debutó a los 19 años en la máxima categoría con la Dea, a la que llevó al título de Copa tres años después, en una final ganada al Torino con tres goles suyos en San Siro. Curiosamente, la victoria no pudo ser celebrada en la ciudad porque al día siguiente murió el papa Juan XXIII, originario de Bérgamo. Se mantuvo en la formación un año más y en 1964 fue fichado por el Inter, vigente campeón europeo. En su primera temporada, fue campeón de liga, de la Intercontinental y de la Copa de Europa, aunque él no disputó ni las semifinales, ni la final del torneo, en una época en que aún no se habían introducido las sustituciones.

Había debutado con la selección efímeramente cuando aún estaba en la Atalanta, en un choque de calificación para la Eurocopa de 1964 contra la URSS, pero se consolidó tras el fracaso transalpino en el mundial de 1966, en Inglaterra, del que él quedó descartado. El nuevo seleccionador, Ferruccio Valcareggi, confió en él en la fase de clasificación para el torneo europeo de 1968 y le respondió con cuatro goles en siete partidos, entre ellos uno en los cuartos de final contra Bulgaria. El país sería el anfitrión de la final a cuatro y él, uno de los protagonistas.

En el duelo de semifinales, en Nápoles, Italia resistió como pudo con diez hombres en el campo, por la lesión de Rivera, sin que entonces hubiera sustituciones, y se vio favorecida por el sorteo posterior al partido, porque no había penaltis . La final era ante Yugoslavia en Roma, y ​​fue muy complicada.


El gol

Domenghini arrancó de inicio, junto a Anastasi y Prati en la delantera, pero la iniciativa fue balcánica. La joven estrella Dzajic adelantó a su equipo antes del descanso y el conjunto de Rajko Mitic dispuso de muchas oportunidades para sentenciar, entre ellas un remate que pasó cerca del palo y al que el mismo Dzajic no llegó por poco. La desesperación crecía en los anfitriones, pero llegó una falta en la frontal del área.


El central Paunovic saltó de manera torpe encima de Lodetti y le hizo caer. El árbitro suizo Dienst no tuvo ninguna duda en indicar la infracción. Domenghini asumió la responsabilidad de chutar. Los yugoslavos siempre han protestado la jugada, al entender que el colegiado estaba situando la barrera, pero en las imágenes se ve el muro bien puesto. El problema fue que uno de sus componentes, el centrocampista Holcer, abrió las piernas y dejó vendido al portero Pantelic. El gol del delantero del Inter salvaba a Italia del desastre.

La prórroga siguiente no vió ningún gol y la final se tuvo que repetir dos días después en el mismo escenario. Yugoslavia había perdido su gran oportunidad e Italia se impuso con dos goles en la primera mitad de Luigi Riva y de Pietro Anastasi. Éstas fueron las anotaciones que dieron el título, pero sin el acierto de Domenghini, nada habría sido posible.

Actuó un año más en el conjunto milanés y, en 1969, dio un paso arriesgado y fichó por un emergente Cagliari para completar una gran delantera con Riva. Le volvió a salir bien la apuesta y se convirtió en uno de los futbolistas del equipo sardo que entraron en la leyenda como campeones de liga. Después, fue al mundial, a pesar de haberse perdido algunos partidos de la fase de clasificación, y fue un fijo en el equipo que llegó a la final, perdida ante Brasil por 4-1. Él anotó un gol, el de la victoria ante Suecia del debut. Aun tenía 29 años, pero sólo disputó cuatro partidos más, de clasificación para la siguiente Eurocopa, con el equipo nacional.

Domenghini siguió en el Cagliari hasta 1973, antes de fichar por la Roma y retirarse de la serie A en el modesto Foggia, a los 35 años. Antes ya había descendido una temporada en la Serie B, en Verona, y terminó en tercera categoría, con el Olbia y el Trento. En 1979, con 37 años, colgó definitivamente las botas. Ya hacía muchos que no era tan decisivo como en la primera parte de su carrera, pero para el recuerdo había dejado títulos y goles, como el que evitó que Italia perdiera la Eurocopa en casa.

diumenge, 30 de maig del 2021

Francia, 2- España, 0 (Euro 84-Final)

13. Michel Platini (1-0)

Es totalmente casual que este gol sea el número 13 de la lista, es decir, el de la mala suerte, pero realmente es uno de los más desgraciados de todo el ránking. Marcó la carrera del gran portero Luis Arconada, que formó parte de la mejor Real Sociedad de la historia y que se mantuvo durante más de cuatro años como indiscutible en la portería del equipo español. El gol, sin embargo, fue trascendental para que un gran jugador no se retirara de la selección sin un título que merecía y que se ganó con una actuación inmejorable en la Eurocopa de 1984. Es la última aparición de Michel Platini.


Hacía cuatro días que Platini había decidido una semifinal épica contra Portugal con un gol en el último minuto de la prórroga que había evitado una agónica tanda de penaltis. La final contra España era la gran oportunidad de rubricar una carrera espléndida en la que, curiosamente, todavía faltaban sus mejores momentos. Estaba triunfando en Italia, en la Juventus, conjunto con el que ese mismo año había ganado la liga, en la que había sido máximo goleador con 20 goles, y la Recopa, pero le faltaba llevarse un título con la selección y también una Copa de Europa, que caería durante la primavera siguiente.

El rival en la final era una selección española que había ido pasando pantallas de manera milagrosa. Para empezar, se había clasificado para el torneo ganando por 12-1 a Malta en el último duelo de la ronda previa y dejando en la cuneta a los Países Bajos. Después, en el campeonato, arrancó con dos tristes empates y salvó los muebles con un gol de Maceda en el último minuto para destronar a los campeones, los alemanes. Y finalmente, había remontado en los semifinales contra una Dinamarca que parecía superior y a quien había vencido en la tanda de penaltis. El equipo de Miguel Muñoz era un superviviente nato, y eso lo hacía más peligroso, a pesar de que no contaba con los dos centrales, Maceda y Goikoetxea, para el duelo decisivo del Parque de los Príncipes.


El gol

Y Francia encontró problemas en la primera parte. Dominaba territorialmente, pero no podía someter a un conjunto español bien posicionado que pensaba que el paso del tiempo la favorecía y que los anfitriones se podían poner nerviosos. Todo parecía controlado cuando una acción, a los once minutos de la reanudación, lo cambió todo.


El colegiado eslovaco Vojtech Christov, muy protestado por los españoles, decretó una falta de Salva, sustituto de Maceda, a Lacombe en la frontal del área. La ocasión para los franceses era clara, y más con Michel Platini en el lanzamiento. La estrella gala había anotado desde la misma posición contra Yugoslavia en la primera fase y su compañero Domergue también había anotado de falta directa en la semifinal ante Portugal. Arconada, el portero español, había sido el mejor de su equipo durante el torneo, con grandes intervenciones, y nada hacía pensar que tendría problemas para detener el disparo flojo y por su palo del jugador de la Juventus. Pero cuando ya parecía que tenía la pelota atrapada, se le coló por debajo del cuerpo y, con una mano, se lo introdujo en la portería. Su esfuerzo final para evitar que el esférico atravesara la línea de gol ya fue inútil.

Con el gol a favor, Francia se dedicó a defender sin complejos y a salir a la contra. No se puede decir que sufriera demasiado para conservar el resultado y, además, en el tiempo de descuento, encontró un contraataque que finalizó Bruno Bellone con el segundo gol. Los franceses conseguían su primer gran título y Platini se coronaba como rey del continente. A finales de año, sumaría el segundo de los tres Balones de Oro que ganó en su carrera.

Ésta duró los terrenos de juego hasta los 32 años y después siguió en otras esferas. Primero, como entrenador. Fracasó en el intento de clasificar a Francia para el mundial de Italia 90, pero siguieron confiando en él. Entró con mucho lucimiento, como mejor combinado de todos los grupos, en la fase final de la Eurocopa de Suecia, en 1992, pero el equipo fue eliminado en la primera fase después de dos empates y una derrota contra Dinamarca. Después se dedicó a los despachos y fue uno de los presidentes del comité organizador del mundial de Francia, en 1998. Su trabajo fue bueno, su prestigio enorme, y fue escalando en el escalafón de las grandes organizaciones.

Así, en 2007 derrotó al sueco Lennart Johansson y se convirtió en presidente de la UEFA durante nueve años. Pero en 2016 le salpicó todo el escándalo de corrupción que supuso la salida de la FIFA de su máximo dirigente, Joseph Blatter. Platini fue encontrado culpable por corrupción, por haber recibido dos millones de euros de Blatter en concepto de trabajos de asesoría sin que los pagos estuvieran justificados. Fue condenado a ocho años sin ejercer ningún cargo del mundo del deporte. También ha desvelado asuntos como que Francia y Brasil fueron sorteados de manera que no se pudieran encontrar hasta la final en el mundial de 1998 y ha sido implicado en casos como la compra de votos para que Qatar fuera sede del mundial de 2022. Temas feos tras una carrera futbolística brillante, que llegó al máximo nivel en aquella Eurocopa de 1984.

dissabte, 29 de maig del 2021

Dinamarca, 2- Alemania, 0 (Euro 92-Final)

14. Kim Vilfort (2-0)

Vivir el mejor momento de tu vida y el peor en sólo diez días. Hay que ser muy fuerte para resistir este tobogán emocional. En 1992, la selección danesa, que no estaba clasificada para la Eurocopa, ganó con un grupo mayoritariamente de obreros que, en ese momento, tenía que estar de vacaciones. Uno de sus futbolistas vivió un torneo inolvidable en los dos sentidos, que no terminó cuando levantó la copa de campeones, justo después de un gol suyo, sino diez días más tarde con una gran tragedia. Era el centrocampista Kim Vilfort.


Cuando llegó el torneo de Suecia tenía 29 años y una larga trayectoria básicamente en su país, sobre todo en el Bröndby. Nacido en Valby, un suburbio de Copenhague, Vilfort llegó a jugar 470 partidos con el club amarillo y azul y se convirtió en el máximo goleador de su historia. Después de unos inicios como delantero, se consolidó en la máxima división de su país en las filas del Frem y allí probó la internacionalidad en un amistoso contra Honduras. Pero no tuvo continuidad en un equipo nacional que había sido semifinalista en la Eurocopa del año anterior, la de Francia, y que mostraría un juego sensacional en el mundial del año siguiente, en 1986, en México.

Vilfort intentó una aventura en el extranjero. Fue en Francia, en Lille, donde anotó un solo gol en 24 partidos en un equipo que finalizó en media tabla clasificatoria. No fue un fracaso rotundo, pero pensó que lo mejor era volver a casa y fichó por el club más popular del país, el Bröndby, el mismo 1986. Durante los siguientes doce años ganaría siete Ligas y tres Copas, actuaría en unas cuantas Copas de Europa, llegaría a unos cuartos de final de la UEFA, eliminado por el Tenerife, y se consolidaría en la selección.

Así, disputó dos ratos de la Eurocopa del 1988, en el que una Dinamarca crepuscular quedó eliminada, y sin puntuar, en la primera fase. Rumanía dejó al equipo nacional fuera del mundial de 1990, pero las buenas actuaciones en el Bröndby, ya como centrocampista ofensivo, lo catapultaron a disputar más partidos con la selección. Actuó en los ocho de la fase de clasificación para la Eurocopa, de la que quedó fuera ya que Yugoslavia había sumado más puntos. Pero todo cambió cuando estalló el conflicto de los Balcanes y la UEFA dejó a los yugoslavos fuera del torneo. El segundo del grupo, Dinamarca, ocuparía su lugar.

Como ocurrió con muchos de sus compañeros, Vilfort estuvo disputando con el Bröndby partidos hasta dos días antes del torneo. El seleccionador, Richard Möller-Nielsen, lo convocó para el campeonato. Pero el centrocampista tenía en la cabeza un problema mucho más importante que el de jugar la Eurocopa: el estado de salud de Line, su hija de siete años. Le habían diagnosticado leucemia y estaba ingresada en un hospital. Su padre se debatía entre ir al torneo o estar a su lado, pero encontró un aliado: la proximidad de la sede del campeonato.

Porque Dinamarca jugó los partidos de la primera fase a caballo entre Malmö, muy próxima a Copenhague, y la relativamente cercana Estocolmo. Además, pareció que el estado de salud de la niña era mejor aquellos primeros días de junio. Vilfort disputó los dos primeros duelos, un empate contra Inglaterra y una derrota ante Suecia. Viendo que era improbable la clasificación, Möller-Nielsen lo liberó del tercer partido para que estuviera al lado de la hija. Cuando dejó la concentración, Vilfort dijo a los compañeros que volvería para la final.

Y Dinamarca dio la sorpresa. A veinte minutos de la habitación de hospital de la niña, Lars Elstrup anotó un gol histórico contra Francia que clasificó a la selección para las semifinales de manera totalmente inesperada. Viendo que había opciones, Vilfort viajó a Gotemburgo para jugar las semifinales contra los Países Bajos y la selección volvió a dar la campanada con dos goles de Henrik Larsen, el jugador que le había sustituido ante los franceses, que ya había marcado en el duelo anterior y que se había mantenido en el equipo. Dinamarca venció por penaltis en una tanda en la que él disparó el cuarto de su conjunto. Luego, volvió a Copenhague pensando que no disputaría la final.

Pero en los cuatro días entre un partido y otro, la pequeña Line le convenció para que volviera y ganara el partido por ella. Finalmente, hizo de tripas corazón y volvió a Gotemburgo. Ni que decir tiene que fue titular para afrontar el partido más importante de su vida.


El gol

Y las cosas no pudieron empezar mejor. Dinamarca se adelantó a los 19 minutos con un gran disparo de John Faxe Jensen. El panorama era perfecto, con ventaja y posibilidad de defender y contraatacar. Los alemanes asediaron la portería de un gran Schmeichel, seguro en el juego aéreo y prodigioso en una parada en un cabezazo de Klinsmann. Faltaban doce minutos, y el empate no sólo no llegó, sino que la que lo hizo fue la sentencia.


Brian Laudrup provocó una falta de Brehme a unos metros del área de Illgner. Poulsen la estrelló en la barrera y los alemanes rechazaron. El lateral Claus Christiansen, que había entrado diez minutos antes en el lugar del lesionado Sivebaek, ganó el salto al pequeño Thomas Hässler y, con la defensa teutona saliendo, el esférico cayó a Vilfort. Éste, con una gran sangre fría, encaró el área, recortó a Brehme y a Helmer, y soltó un disparo no muy fuerte, pero sí colocadísimo con la pierna izquierda que pegó en el palo antes de entrar en la portería . Era la sentencia definitiva, la gran sorpresa del torneo y el mayor éxito de casi todos los jugadores de aquel equipo.

En las siguientes temporadas, Vilfort siguió ganando ligas con el Bröndby y yendo a la selección. No se clasificó para el mundial de Estados Unidos, pero sí para la Eurocopa de Inglaterra, en 1996, en la que actuó en dos partidos como despedida de la camiseta roja, ya con 33 años. En 2014 fue elegido el mejor jugador del siglo de la liga de su país y es respetado y querido por su fuerza de voluntad. Pero seguro que cambiaría todos estos logros por evitar lo que pasó sólo diez días después de marcar el gol contra Alemania en la final, la muerte de la pequeña Line, que aún llegó a tiempo de celebrar el gran momento de su padre.

divendres, 28 de maig del 2021

Alemania Federal, 1- Países Bajos, 2 (Euro 88-Semifinales)

15. Marco van Basten (1-2)

La rivalidad entre Alemania Federal y los Países Bajos en el fútbol es absoluta. Tiene componentes históricos, sobre todo tras la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y luego se trasladó a un campo de batalla menos sangriento, pero también muy pasional. El triunfo de los teutones sobre los oranje en la final del mundial de 1974, campeonato que debía encumbrar a la naranja mecánica de Johan Cruyff, volvió a abrir una distancia que los neerlandeses tardaron catorce años en sellar. Quien puso la rúbrica fue la gran estrella de su equipo en ese campeonato, el enorme delantero Marco van Basten.


Para llegar al partido del 21 de junio de 1988 había que retroceder en el tiempo. Los neerlandeses todavía recuerdan la ocupación del Tercer Reich durante la guerra. Aparte de asesinar a muchas personas, entre ellas a la niña Anna Frank, autora de su famoso diario y capturada en Amstedam, una de las acciones de los alemanes fue robar todas las bicicletas a los neerlandeses. Este vehículo es la señal de identidad y la mayor fuente de movilidad de sus habitantes, y aún más a mediados del siglo XX. Este episodio tendrá importancia al final de esta historia.

Desde el punto de vista futbolístico, durante décadas no hubo color. Alemania Federal ya fue campeona del mundo en 1954, cuando los Países Bajos eran unos comparsas en el Viejo Continente. Pero a finales de la década de los sesenta, los neerlandeses fueron despertando, de la mano del nuevo Ajax de Cruyff, y encadenaron cuatro Copas de Europa seguidas, primero con una del Feyenoord y luego con tres del equipo de Amsterdam, que también había sido finalista en 1969. En el mundial 74, disputado en Alemania, los neerlandeses deslumbraron, pero cayeron en una final en la que se habían adelantado a manos de la practicidad local. Después, se habían vuelto a encontrar en el mundial de 1978, en Argentina, donde un empate facilitó el camino de los Países Bajos hacia una final que perderían ante, nuevamente, los locales, y en la Eurocopa de 1980, en un duelo de primera fase que vio un hat-trick de Klaus Allofs y que clasificó virtualmente a los germanos para una final que ganarían a Bélgica.

En 1988, después de no haber participado en los tres últimos torneos, los neerlandeses volvían a tener una gran selección. Habían llegado a las semifinales después de haber superado una derrota inicial contra la URSS con dos triunfos, contra Inglaterra, con tres goles de Van Basten, y agónica ante Irlanda, con un remate de Wim Kieft. Más sencillo había sido el trayecto anfitrión, con cinco puntos en tres partidos, dos victorias y un empate inicial. La sede del partido también tenía su propia historia.

El Volksparkstadion de Hamburgo había sido el escenario de una de las derrotas más amargas de Alemania Federal. Fue en el tercer partido de la primera fase de grupos del mundial de 1974. En aquel campeonato debutaba la otra Alemania, la llamada Democrática. El partido tenía que determinar cuál de las selecciones quedaba primera de grupo y el hermano pobre venció de manera sorprendente con un gol de Jürgen Sparwasser. Después se dijo que Alemania Federal se había dejado vencer para no quedar primera de grupo y cruzarse con los neerlandeses, ni con Brasil, en la segunda fase del torneo. El hecho, sin embargo, es que la derrota hizo mucho daño, aunque días después se medio olvidaría por el título mundial conseguido. Por lo tanto, el estadio no traía los mejores recuerdos a los locales.

Pese a ello, las cosas parecieron ir bien cuando un polémico penalti sobre Klinsmann propició el gol de Lothar Matthäus. Minutos después, el colegiado rumano Igna lo compensaría con otra pena máxima, esta del todo inexistente, de Köhler a Van Basten que propició el empate de Koeman. Como en 1974, los dos primeros goles habían llegado de penalti. Hacía falta saber de qué lado caería el decisivo.


El gol

El enfrentamiento, muy tenso como todos los de este tipo, parecía que iba directo a la prórroga. Pero en el último minuto, una acción lo cambió todo y demostró el gran estado de gracia de un delantero que prácticamente no había disputado ningún partido durante toda la temporada por culpa de una lesión de tobillo que, a la larga, segaría su brillante carrera.


El partido agonizaba cuando Koeman sacó una pelota jugada hacia Wouters. Este se revolvió y, al mismo tiempo, el balón daba un bote que lo situaba perfectamente para pasarlo hacia adelante. Marco van Basten, con la elegancia habitual, proyectó un desmarque y ganó un metro de distancia sobre su implacable marcador, Jürgen Köhler. El pase de Wouters al espacio fue perfecto y Van Basten, lanzándose al suelo, cruzó el esférico lejos del alcance del portero Immel. El 1-2, esta vez, era holandés, y sin tiempo para remontar. Cuatro días después, los Países Bajos completarían su revancha proclamándose campeones en el Estadio Olímpico de Múnich, el mismo donde habían perdido la final de 1974.

La rivalidad seguiría dos años después en el mundial. En otro partido brusco en Milán, Alemania Federal, liderada por los tres jugadores del Inter, Brehme, Matthäus y Klinsmann, derrotó a los Países Bajos de los tres futbolistas del Milan, Gullit, Van Basten y Rijkaard, en un duelo marcado por las expulsiones de este último y de Rudi Völler, con escupitajo incluido del primero. Fue la venganza de la venganza teutona. Pero en 1988, los que se rieron fueron los neerlandeses, que hicieron popular una pancarta con la que celebran cada triunfo ante los vecinos alemanes: "Oma, we hebben je fiets gevonden". Traducido: "Abuela, hemos encontrado tu bicicleta".

dijous, 27 de maig del 2021

Francia, 3- Portugal, 2 (Euro 84-Semifinales)

16. Michel Platini (3-2)

En el tercer capítulo de la mejor actuación de cualquier jugador en una fase final de la Eurocopa llegamos a las semifinales. Fue uno de los partidos más impresionantes de la historia del torneo, incluso comparable a la célebre prórroga del mundial de 1970 en el que Italia derrotó a Alemania Federal por 4-3. El partido se disputó en la caldera del Velodrome de Marsella, tuvo alternativas constantes y se decidió en el último minuto gracias al oportunismo del gran Michel Platini.


El partido llegaba después de que ambas formaciones hubieran trazado caminos diferentes hasta la penúltima instancia. Los franceses habían hecho pleno de puntos en su grupo, pero sufriendo en dos partidos. En el primero, una victoria corta contra Dinamarca, con un gol de su estrella, y en el tercero una remontada contra la ya eliminada Yugoslavia, con un hat-trick del crack de la Juventus. La formación de Michel Hidalgo sólo había mostrado todo su esplendor en el triunfo por 5-0 ante Bélgica del segundo día.

Por su parte, los portugueses habían mostrado un perfil bajo, pero con resultados meritorios. Dos empates, contra Alemania Federal y España, y una victoria por 1-0, con gol de Nené en el tramo final, ante Rumanía les había dado la segunda plaza de su grupo y un cruce muy complicado ante los anfitriones. Pero el conjunto de Fernando Cabrita era rocoso, con buenas individuales, y quería aprovechar un momento que hacía dieciocho años que esperaba, desde el tercer lugar del conjunto de Eusébio en el mundial de Inglaterra, en 1966.

El duelo fue extraordinario desde el comienzo. Uno de los grandes protagonistas del partido fue inesperado, el lateral Jean-François Domergue, que abrió el marcador con una falta directa a los 24 minutos. El partido se disputó durante la víspera de San Juan, con mucho calor en Marsella, y los lusos igualaron en la reanudación, un cuarto de hora antes del final, con un remate de su delantero centro Jordao. El choque iba hacia la prórroga.

Ésta fue tremenda. El mismo Jordao adelantó a los portugueses en el primer periodo con un remate picado que sorprendió al portero Bats. Francia fue al ataque con todo y encontró nuevamente a Domergue cuando sólo faltaban seis minutos para llegar a los penaltis. La emoción había llegado a su grado máximo.


El gol

Todos pensaban que los lanzamientos desde los once metros decidirían el finalista. Francia tenía una mala experiencia en esta suerte de dos años antes. En las semifinales del mundial de España, el conjunto galo había perdido contra Alemania Federal por culpa de un error de su central Maxime Bossis, que en Marsella también estaba en el campo. Seguramente por este recuerdo, el grupo de Hidalgo los quería evitar y, en el último minuto, llegó el golpe de orgullo de tres cuartas partes de su gran línea de medios.


Fue el pulmón del equipo, Luis Fernández, quien robó un pase peligroso de Chalana y combinó con otro prodigio físico, Jean Tigana. El centrocampista del Girondins quiso combinar por primera vez con Platini, situado casi de segundo delantero, pero el pase fue interceptado por Lima Pereira. De todos modos, el esférico volvió a Tigana, quien emprendió una acción llena de fuerza, teniendo en cuenta que llevaba 120 minutos en las piernas. Llegó a la línea de fondo y centró. El balón superó la estirada del portero Bento, cogió a contrapié a Jaime Pacheco, que cayó al suelo y fue recogido por Platini quien, con una gran sangre fría, lo hizo pasar por entre los cuerpos de tres rivales para anotar el gol del triunfo. Faltaba un minuto para el final.

Aquél no sería el momento álgido de la Eurocopa para Francia, que cuatro días después se proclamaría por primera vez campeona de un gran torneo al superar a España en la final. Platini, con nueve goles en cinco partidos, se situaba en el olimpo de los grandes jugadores de la historia.

En la temporada siguiente, el centrocampista galo sumaría el último gran torneo que le faltaba en su palmarés a nivel de clubes. Condujo a la Juventus al triunfo en la Copa de Europa, aunque éste fue agrio. Su gol, gracias a un penalti inexistente que el colegiado suizo André Daina indicó sobre Boniek, quedó eclipsado por la tragedia de ese día en Heysel, donde 39 aficionados, en su mayoría italianos, perdieron la vida. Ese mismo 1985, ganó la Copa Intercontinental.

Platini sólo aguantó sobre el campo hasta los 32 años. Disputó el mundial de 1986, en el que Francia estuvo a punto de volver a llegar a la final. El equipo destronó a los campeones, Italia, en los octavos y superó a Brasil, en los cuartos, los dos partidos con goles suyos, pero se volvió a encontrar con los alemanes en las semifinales. Sólo disputaría tres partidos internacionales más antes de retirarse en 1987. Según él, ya no disfrutaba de lo que hacía. Pero no sería una retirada del fútbol. Platini todavía tenía que mostrar una nueva vertiente en los banquillos y en los despachos.

dimecres, 26 de maig del 2021

Alemania Federal, 2- Bélgica, 1 (Euro 80-Final)

17. Horst Hrubesch (1-0)

"Panzer" es la palabra alemana, abreviada, para nombrar a un tanque blindado. En el transcurso de la historia del fútbol del país centroeuropeo, se ha utilizado para hablar de los delanteros grandes, fuertes y con capacidad para perforar las defensas contrarias gracias a sus cualidades físicas. En 1980, Alemania Federal logró su segunda Eurocopa en su tercera final en ocho años y el gran protagonista fue un "panzer" por excelencia, el enorme delantero del Hamburgo Horst Hrubesch.


Aunque ya tenía 29 años, Hrubesch no ofrecía una larga trayectoria en el mundo del fútbol profesional, al que se incorporó a una edad muy tardía. Nacido en Hamm, en el land de Renania del Norte-Westfalia, su itinerario deportivo hasta los 24 años había discurrido en equipos de categorías muy bajas y, además, combinaba el fútbol con un trabajo muy particular y con poco glamour, el de arreglar los tejados de las casas. Militaba en el Westtünnen, un equipo de la cuarta división, cuando tras marcar cinco goles en un partido llamó la atención de los dirigentes del Rot-Weiss Essen, conjunto histórico que entonces estaba en la Bundesliga. No dudaron en contratarlo y debutó en la máxima división casi viniendo de la nada.

Su rendimiento fue inmediato. En la primera temporada anotó 18 goles en 22 partidos, la mayoría en remates de cabeza sacando partido de su enorme cuerpo y de su letal juego aéreo, inalcanzable para muchos defensas. Su equipo bajó la temporada siguiente, a pesar de sus veinte goles, y tuvo que jugar en Segunda, donde pulverizó todos los récords. Anotó 41 goles en 35 partidos y llamó la atención de uno de los conjuntos grandes de país en aquella época, el Hamburgo, que le contrató por unos 500.000 euros.

Su entrada en el equipo, ya con 27 años, fue espectacular. En la primera temporada, logró la liga y anotó trece goles. Comenzó a tejer una asociación espectacular con el lateral Manfred Kaltz, que le solía servir todos los centros para que él las rematara a portería. Sin embargo, aún no era internacional. Lo consiguió al final del segundo año, cuando Alemania Federal ya había obtenido su plaza para participar en la Eurocopa. El Hamburgo perdió la liga por diferencia de goles respecto del Bayern y cayó en la final de la Copa de Europa contra el Nottingham Forest tras haber eliminado al Real Madrid por 5-1 en las semifinales, con dos goles suyos . Aquel mes de abril debutó con la selección de Jupp Derwall y, después de dos amistosos, entró en la lista para el torneo europeo. Había marcado 31 goles en todas las competiciones.

Hrubesch no fue titular en el debut, una victoria contra Checoslovaquia, revancha de la final de 1976. A pesar del triunfo, el seleccionador ideó cambios para jugar contra los Países Bajos y él entró en el lugar del centrocampista Cullmann. Su presencia ayudó a abrir hueco a los compañeros y de ello se benefició Klaus Allofs, autor de tres goles en la victoria por 3-2 ante los neerlandeses. En el tercer partido, ya casi intrascendente, los alemanes no anotaron en un triste empate a cero contra Grecia, pero eran finalistas. Y ese fue el gran momento de Hrubesch.


El gol

El rival en la final de Roma era una Bélgica que había dado la sorpresa dejando fuera de la competición a los anfitriones, Italia, y también a una Inglaterra que parecía llamada a grandes cosas, después de no haber participado en las cuatro últimas grandes citas internacionales. Para el partido, Derwall confió en el mismo equipo que contra los Países Bajos, con Rummenigge y Allofs detrás del tanque. Sólo hubo que esperar diez minutos para ver los resultados.


El joven Bernd Schuster fue la estrella del campeonato. El centrocampista del Colonia, que unos meses después ficharía por el FC Barcelona pero que no disputó ningún otro torneo con la selección después de aquella Eurocopa, movía a todo el equipo y también lo hizo en esta acción. Recogió el esférico en la línea del centro del campo y avanzó. Combinó con Allofs y siguió adelante venciendo la oposición de Van Moer. En la línea de medios picó el balón sutilmente para encontrar a Hrubesch. Éste la paró con el pecho para hacerse sitio ante el pobre marcaje de Meeuws y, sin pensarlo ni un segundo, envió un disparo fuerte y poco colocado. El portero Pfaff, que tuvo mejores momentos en el transcurso de su carrera, vio como se le doblaban las manos y el balón entraba en el portería.

Fue el gol que sirvió a Alemania Federal para abrir la lata de un rival que dejaba pocos espacios. Pero aún faltaban muchos momentos importantes en el partido, uno de los cuales veremos más adelante con el mismo protagonista.

dimarts, 25 de maig del 2021

URSS, 0- Países Bajos, 2 (Euro 88-Final)

18. Ruud Gullit (0-1)

La selección neerlandesa campeona de Europa de 1988 consiguió su objetivo de ganar un título al que no pudieron llegar a sus antecesores de la naranja mecánica de los años setenta por varios motivos. Entre ellos estuvo el de haber juntado una serie de futbolistas que se encontraban en el mejor momento de sus carreras y haberlos unido a los conocimientos del técnico que había perdido la mítica final del mundial 74. Aquella formación disponía de muchos líderes , como Koeman, Rijkaard, Wouters, y mucha calidad, ejemplificada en los goles de Van Basten. Pero en ese momento, el icono de una selección mestiza e identitaria del nuevo país era un futbolista total, centrocampista al inicio, pero con capacidad para actuar delante y, en los últimos años de su carrera, incluso de defensa. Era Ruud Gullit.


Evidentemente, la imagen de Gullit no pasaba desapercibida. Un físico descomunal con unas enormes rastas que no eran tan frecuentes en su época lo convertían en un símbolo de los Países Bajos. Durante la Eurocopa del 88 tenía 25 años y se encontraba en plenitud física y técnica como resultado de una formación que, al principio, no fue fácil. Cuando nació, en Amsterdam, se llamaba Rudi Dil y era hijo de George Gullit, un emigrante surinamés que llegó a la metrópoli junto con Herman Rijkaard, el padre de Frank, y su amante, Ria Dil. Él era profesor de economía y ella trabajaba en el Rijskmuseum, uno de los museos de arte de la capital neerlandesa.

El joven Rudi se formó en equipos de barrio de la ciudad hasta que llegó al DWS, entidad en la que comenzó a asumir el apellido de su padre para el deporte, aunque en la vida privada continúa utilizando el apelativo de nacimiento. En el club coincidió con futuros campeones de Europa como él, como los hermanos Koeman o el delantero Kieft.

A punto de cumplir 17 años debutó en la máxima categoría con el modesto Haarlem, con el que jugó tres temporadas y convirtió la formación en cuarta clasificada de la liga, detrás de los grandes. Los 14 goles anotados en el último ejercicio provocaron que el Feyenoord se fijara en él y lo contratara tras ser descartado por un Ipswich Town de Bobby Robson que acababa de ganar la Copa de la UEFA. En Rotterdam se consolidó con un doblete la temporada 1983-84 junto al padre futbolístico de aquella generación, Johan Cruyff, que había fichado por el Feyenoord por despecho hacia el Ajax y había conducido al gran rival del club de su corazón al éxito.

Gullit ya había debutado con la selección absoluta con la que había vivido una gran desilusión. Marcó cinco goles en ocho partidos en la fase de clasificación para la Eurocopa del 1984, pero los Países Bajos se quedaron fuera por culpa del 12-1 de España a Malta. En 1985 lo contrató el PSV Eindhoven y ganó dos ligas seguidas con grandes demostraciones de fuerza. Ya estaba en el radar de los principales clubes de Europa, aunque no se pudo exhibir el mundial de México, ya que los Países Bajos fueron eliminados por Hungría en la fase previa.

En verano de 1987 lo fichó un Milan en crecimiento, donde tenía que hacer pareja con Marco van Basten, proveniente del Ajax. El delantero se estuvo casi toda la temporada lesionado y Gullit tiró del equipo para conseguir el título de liga. Además, la selección se había clasificado para la Eurocopa con facilidad con varios recitales suyos, como dos goles marcados en Polonia. El torneo llegaba en el mejor momento de su vida.

Pero no empezó bien. El debut, en Colonia, se saldó con una derrota contra la Unión Soviética. Había que ganar los dos siguientes enfrentamientos y se consiguió, primero con tres goles de Van Basten contra Inglaterra y, después, con un tanto milagroso de su ex compañero de juventud Kieft ante Irlanda. Las semifinales fueron una revancha de la final del mundial 74. Si entonces los alemanes habían remontado un gol de penalti de Neeskens, en esta ocasión fueron los neerlandeses los que equilibraron una anotación desde los once metros de Matthäus. Y lo hicieron de la misma manera, con un penalti para empatar, anotado por Koeman, y con un remate de su goleador, en este caso Van Basten como había sido Gerd Müller catorce años antes. La final se jugaría en el escenario de la derrota del 74, el Estadio Olímpico de Múnich, y viviría otra revancha, en este caso del partido inicial, contra los soviéticos.


El gol

Aunque se quiera vender que el duelo fue dominado por los neerlandeses, la realidad es que encontraron mucha oposición. No se pudieron avanzar hasta el minuto 33 y fue en una acción en la que Gullit demostró una gran parte de su catálogo de habilidades.


Primero, puso a prueba al portero Dassaev con un gran lanzamiento de falta. Después, intentó rematar al primer palo en el saque de esquina lanzado por Erwin Koeman. La jugada siguió y el balón volvió a éste, que envió el esférico al interior del área. La defensa soviética salió en masa, pero Aleinikov se quedó enganchado y habilitó a Van Basten. El atacante, con gran inteligencia, no remató directamente sino que dio el pase de la muerte aérea a Gullit quien, desmarcado, y también con la cabeza, fusiló al portero del Spartak, que la temporada siguiente jugaría en el Sevilla.

La final no estaba decidida. La empezó a dejar Van Basten con el gol más fabuloso de la historia del campeonato, pero aún hizo falta sufrir porque Belanov dispuso de un penalti para reducir la distancia. El portero Van Breukelen, que había conducido al PSV al título de campeón europeo semanas antes, impidió el gol y comenzó a conducir a su país hacia el título.

Los mejores años tenían que llegar para un Gullit que fue campeón de Europa de clubes en los dos años posteriores con el Milan, proyectando una gran sensación de poder. De todos modos, las lesiones en la rodilla le afectaron y fueron recurrentes durante toda su trayectoria. En la temporada 1989-90, por ejemplo, sólo pudo jugar un partido en la Copa de Europa, la final, y llegó muy corto de físico a un mundial de Italia en el que los Países Bajos fueron eliminados por Alemania Federal en los octavos de final.

Estuvo a punto de volver a ser campeón de Europa de selecciones en 1992, pero Dinamarca cerró el paso a la final de los neerlandeses. Se quedó una temporada más en el Milan y, con 30 años, dejó el equipo y fichó por la Sampdoria, donde recuperó el gusto por el fútbol. Anotó 15 goles y condujo al conjunto genovés al tercer lugar, por lo que fue recuperado por el Milan. Pero las lesiones lo volvieron a frustrar. Veía que sus mejores días habían pasado y, de hecho, ya no había disputado el mundial de Estados Unidos, en 1994. Aquel año jugó su último partido con la selección, media parte de un amistoso ante Escocia.

Gullit retornó a Génova por unos meses y, con 32 años, probó la aventura de la Premier League con el Chelsea. Tardó en adaptarse, pero al final se consolidó tanto y se divirtió de tal forma que asumió el cargo de jugador-entrenador de los londinenses. Los llevó a un triunfo en la Copa, aunque fue destituido de una manera poco amistosa y relevado por Gianluca Vialli durante la temporada 1997-98. Después entrenó al Newcastle, al Feyenoord, club del que siempre se ha declarado seguidor, y tuvo dos aventuras exóticas en Los Ángeles Galaxy y en el Terek Grozni.

La antigua estrella de la selección ha destacado en los últimos años como comentarista deportivo en varias cadenas de su país y de Inglaterra con notable éxito. Se explica fuera de la misma manera que en el campo, con un juego exuberante y atractivo que alcanzó el cénit aquel verano de 1988, una plenitud demostrada con la fuerza del cabezazo que empezó a dar a los Países Bajos su único título hasta ahora.

dilluns, 24 de maig del 2021

Dinamarca, 2- Alemania, 0 (Euro 92-Final)

19. John Jensen (1-0)

Durante el verano de 1992, a muchos futbolistas daneses les cambió la vida. Tenía que ser una época para estar de vacaciones, pero en aquellas semanas lograron el mejor y más inesperado éxito de sus carreras. Algunos de esos jugadores aprovecharon el sorprendente título continental alcanzado por Dinamarca en Gotemburgo para conseguir buenos contratos en clubes europeos y forjar una carrera que, de otro modo, habría estado lejos de sus posibilidades. Uno de ellos fue el centrocampista John Jensen.


Durante toda su trayectoria, y aún hoy en día, es conocido por el apelativo "Faxe". Le viene de cuando era juvenil y, tras una victoria, sus compañeros del Bröndby le ducharon con la cerveza que lleva este nombre, proveniente del sur de la isla donde está Copenhague, la ciudad en la que nació y donde comenzó a jugar a fútbol. Se formó en los equipos inferiores del conjunto de la capital y debutó en la máxima categoría con dieciocho años.

Su juego pronto fue reconocido. En 1987, justo el año después de que la Dinamita Roja deslumbrara, hasta encontrarse con Butragueño en Querétaro, en el mundial de México, fue elegido jugador del año en su país. Había debutado con el equipo nacional justo después de la Copa del Mundo y fue seleccionado para la Eurocopa de Alemania, donde jugó media parte en la derrota contra España y todo el partido en el duelo perdido ante Italia, que significaba el adiós al campeonato. Aquel verano, después de haber ganado dos ligas con el Bröndby, fichó por el Hamburgo.

En el equipo hanseático su rendimiento fue de más a menos. Hizo un buen primer año, en el que el conjunto del norte de Alemania fue cuarto en la liga, pero su presencia bajó en el segundo, tras el cual decidió volver al Bröndby. Se estableció en el equipo nacional, pero Rumanía, por un punto, le dejó sin disputar el mundial de Italia 90. Jensen se retiró sin poder jugar ninguna Copa del Mundo, una de sus asignaturas pendientes.

De vuelta a casa, continuó siendo imprescindible como un centrocampista de pelea, de pie fuerte, de mucho recorrido y de buena llegada al área. Ganó la liga de 1991 y disputó cuatro partidos de la fase de clasificación para la Eurocopa de 1992. Dinamarca fue eliminada por Yugoslavia y sus jugadores se preparaban para un verano sin fútbol. Pero no fue así. Faxe estuvo jugando con el Bröndby hasta dos días antes del inicio del torneo en Suecia y a tres de su debut ante Inglaterra en Malmö, a veinte minutos de casa.

Fue titular desde el principio en el entramado montado por Richard Möller-Nielsen, con tres centrales, dos laterales largos y un centro del campo rocoso que compartía con Kim Vilfort, uno de los posteriores héroes del campeonato. Dinamarca empató el primer partido a cero contra los ingleses, cayó ante Suecia en el segundo por culpa de un gol de Tomas Brolin y se clasificó milagrosamente tras derrotar a Francia, en el tercer duelo, con una anotación de Lars Elstrup . La rocosidad danesa quedó probada en las semifinales, ganadas por penaltis ante los Países Bajos. El sueño seguía y Dinamarca, eliminada en la fase previa, jugaría la final de Gotemburgo contra la campeona del mundo, Alemania.


El gol

Faxe Jensen tenía algunas cuentas pendientes con los alemanes, después de haber tenido que dejar la Bundesliga sin triunfar en ella por completo. Ahora, a los 27 años, era el eje sobre el que pivotaba una selección que, aunque no era tan brillante como la de los años ochenta, se estaba mostrando más efectiva. Las gradas del estadio Ullevi se llenaron de banderas rojas y blancas que tardaron pocos minutos en celebrar el primer gol.


La presión danesa sobre los rivales era una de las claves de ese equipo y se demostró en el minuto 19, cuando Köhler robó un balón a Poulsen y lo cedió a Brehme. Este no vio llegar a Kim Vilfort, que segundos antes había ganado de cabeza en un servicio del portero Schmeichel. Hoy en día, seguramente se señalaría falta del centrocampista danés, pero el colegiado suizo Bruno Galler dejó que el juego siguiera. Poulsen volvió a recoger el esférico y vio la incorporación de Jensen. Pasó el balón hacia la frontal del área y allí el jugador del Bröndby superó la oposición de un Effenberg que se había tirado a sus pies y soltó un disparo seco y durísimo que superó la estirada de Bodo Illgner.

Alemania notó el golpe y, aunque dominó territorialmente el partido, no fue nunca capaz de superar la presión danesa, que contaba con el apoyo de su gente y con el convencimiento de que se encontraban disputando el partido más importante de las sus vidas. Así, doce minutos antes del final, otro disparo lejano, esta vez de Kim Vilfort, selló una de las sorpresas más grandes de la historia del torneo, el título danés.

La gran Eurocopa sirvió de escaparate para Jensen, que fue contratado por el Arsenal por 1,6 millones de euros. Jugó cuatro años en Inglaterra en un equipo que, en aquella época, practicaba un juego físico muy diferente del que preconizó al poco tiempo en las manos de Arsène Wenger. Ganó una Copa tras la primera temporada, con mucha participación, pero esta fue bajando cada vez más. Encima, tuvo la desilusión de no poder clasificarse para el mundial de Estados Unidos, a pesar de ser un puntal importante del equipo, nuevamente por culpa de España, y se quedó fuera también de la Eurocopa 1996, a pesar de haber jugado cinco partidos de la fase previa, Möller-Nielsen ya no contó con él, que entonces tenía 31 años.

Aquel verano volvió al Brondby, donde ganó dos ligas más. A los 33 años llegó a disputar una fase de grupos de la Champions en el que se encontró con el Bayern, el Manchester United y el FC Barcelona en el mismo grupo. Al final de aquella campaña le contrató el modesto Helfolge, con el que logró la hazaña de ganar el campeonato, el único de la historia de la entidad. En 2001 se retiró. Después inició una carrera de entrenador de equipos daneses y también de técnico asistente. Durante dos temporadas lo fue de Michael Laudrup en el Getafe, con el que llegó a unos históricos cuartos de final de la Copa de UEFA en que fue eliminado por el Bayern de Múnich de manera milagrosa.

Hace un par de años, Jensen dirigió durante unos días a la selección tras una disputa por las nóminas y por el cobro de derechos entre los jugadores y los dirigentes. En esta pugna también entró el seleccionador, el noruego Age Hareide. Jensen dijo que lo hacía porque "la selección ha representado muchas cosas para mí y sólo quiero ayudarla y que los partidos [ante Gales y Eslovaquia] se puedan disputar". Como hacía en el campo con su trabajo oscuro, Jensen salió al corte, buscando un bien colectivo como el que alcanzó aquella soleada tarde de junio en Gotemburgo, cuando un disparo suyo comenzó a hacer entrar Dinamarca en la lista de los equipos campeones.

diumenge, 23 de maig del 2021

Italia, 2- Yugoslavia, 0 (Euro 68-Final, 2º partido)

20. Luigi Riva (1-0)

La fidelidad es una virtud cada vez menos frecuente en el deporte profesional. Los jugadores ya no suelen mantenerse durante toda su carrera en el mismo equipo. Los beneficios que se extraen de los traspasos, de los que muchas personas salen beneficiadas, propician un cambio continuado en las plantillas. Por eso no es habitual encontrar casos de futbolistas internacionales, que han llegado a ser campeones de Europa por selecciones y finalistas mundiales, que se hayan quedado catorce temporadas en una misma formación y menos si ésta no es una de las más laureadas del país. Pasó en Cerdeña y el protagonista fue su delantero Luigi Riva.


Riva era un prodigio físico. Podía parecer tosco por su gran físico y porque era un zurdo cerrado, que parecía que sólo dominara una pierna, pero era increíblemente ágil y capaz de anotar goles acrobáticos. Seguramente esta fuerza con la que actuaba e iba a buscar cualquier balón le afectó físicamente y propició que sufriera muchas lesiones y tuviera que abandonar el fútbol demasiado pronto.

Aunque su nombre está asociado a Cagliari, no es sardo. Nació en la Lombardía, cerca de Varese, muy próximo a la frontera suiza, y su infancia no fue fácil. Cuando tenía ocho años su padre murió en un accidente laboral y él fue internado en un estricto internado religioso mientras su madre se ganaba la vida como podía de criada, antes de morir poco después. Comenzó a jugar al fútbol y, ya mayor, encontró trabajo en una empresa de ascensores. Debutó en la tercera categoría con 18 años en el Legnano, equipo cercano a Milán. Tampoco destacó demasiado desde el punto de vista goleador, pero llamó la atención del presidente del Cagliari, conjunto que entonces estaba en Segunda, y allí comenzó su historia de amor a unos colores, el azul y el rojo del conjunto isleño.

En su primera temporada en Cerdeña, la 1963-64, ayudó al equipo a ascender a la Serie A y en su debut en la élite logró marcar nueve goles. Esto le abrió las puertas de la selección. Fue uno de los suplentes del equipo que fracasó en el mundial de 1966, en Inglaterra. A partir de allí, la renovación del grupo y la llegada al cargo de entrenador de Ferruccio Valcareggi lo convirtieron en titular. Marcó seis goles en tres partidos de la fase de clasificación para la Eurocopa y su evolución sólo se vio frenada por una rotura de tibia y peroné que le hizo estar unos meses de baja. De todos modos, llegó a tiempo para participar en la fase final, que se disputaba en el país transalpino.

Italia tuvo suerte en el debut, jugado en Nápoles. El seleccionador decidió no contar con él para el debut, en el que la selección resistió, con Rivera lesionado durante todo el partido, ante la Unión Soviética. El 0-0 tras la prórroga provocó un sorteo del que los transalpinos resultaron ganadores. En la final, en Roma, Riva volvió a quedar fuera del equipo titular. Entonces no había todavía sustituciones. Yugoslavia estuvo a punto de ganar la Eurocopa con un gol de Dzajic, pero Domenghini igualó a poco para el final. No hubo anotaciones en la prórroga y se decretó un desempate, que se jugó dos días después.


El gol

En esta ocasión Valcareggi sí decidió apostar por el delantero lombardo. Lo hizo entrar en el lugar del milanista Pierino Prati y compartió delantera con otro atacante de gran tamaño, el debutante Anastasi. A los 13 minutos de partido, la variación dio resultado.


Italia lanzó un córner a la derecha del portero Pantelic. Domenghini intentó un disparo en la primera acción, pero el balón salió rebotado en la defensa antes de volver al delantero del Inter, que al verano siguiente, precisamente, ficharía por el Cagliari. Volvió a probar un remate con la pierna izquierda. Éste salió defectuoso, pero con la suerte que fue a parar a Riva, situado entre los dos centrales balcánicos. El delantero recogió el balón y disparó con la izquierda, cruzado, lejos del alcance del portero yugoslavo. Era el gol que abría el camino hacia el título. El partido fue mucho más sencillo para los italianos, ante unos yugoslavos convencidos de que habían perdido su gran oportunidad 48 horas antes, y Anastasi, pasada la media hora de juego, remató un 2-0 que ya sería inamovible.

Riva tenía 23 años y se encontraba al inicio de sus mejores años. El Cagliari se reforzó. La temporada siguiente quedó segundo de la liga, superado por la Fiorentina, pero la 1969-70 fue la buena. Con la selección anotó siete goles en cuatro partidos en la fase de clasificación para el mundial de México y, con su equipo, anotó 21 dianas para llevarlo al único título de la liga de su historia, que le convirtió en leyenda. Con compañeros como el portero Albertosi participaría en la Copa del Mundo. Marcó en ella tres goles, dos a México en los cuartos de final y uno en la épica semifinal ganada por 4-3 a Alemania Federal. Lamentablemente, Italia no pudo hacer nada en la final ante el mejor Brasil de todos los tiempos y perdió por 4-1.

El atacante se encontraba en el mejor momento de su carrera y en una gran edad, 25 años. Fue tentado por todos los grandes del fútbol italiano. Estuvo cerca de la Juventus, pero él prefirió mantenerse fiel al Cagliari, con el que jugó la Copa de Europa posterior. El equipo superó al Saint-Étienne pero fue eliminado por el Atlético de Madrid en los octavos de final, a pesar de un gol suyo en el triunfo en la ida por 2-1. Aquella temporada comenzaron sus problemas con las lesiones, como una rotura de tibia en un partido de clasificación para la Eurocopa en Austria, víctima de una entrada del defensa Norbert Hof. Aquel año, el Cagliari sólo fue séptimo en la liga.

Volvió al equipo nacional un año más tarde y tuvo una participación fundamental en la clasificación para el mundial del 1974, en Alemania. En la fase final disputó dos partidos, en el triunfo ante Haití y en el empate ante Argentina, pero una derrota con Polonia, en un duelo en el que no actuó, precipitó el adiós transalpino en la competición. A los 29 años fue su último servicio a la patria. Sólo jugó dos años más a nivel profesional y su despedida fue triste. Castigado por lesiones durísimas de hombro y de cadera, sólo apareció en quince partidos la temporada 75-76, en la que el Cagliari terminó último de la liga y volvió a la Serie B, justo donde estaba cuando Riva desembarcó .

Asumió varios papeles a la entidad sarda una vez se retiró e incluso fue su presidente durante unos meses. La devoción por él es tan grande en el club que, en 2005, le retiraron la camiseta con el número 11. También colaboró ​​con la selección y fue miembro del equipo técnico que asesoró a Marcello Lippi en 2006, cuando el equipo nacional fue campeón del mundo en Alemania. Fue el momento de recordar otro título, el europeo de 1968, el único continental del squadra azzurra, que se empezó a forjar con una imagen icónica del fútbol transalpino, un zurdazo letal de Riva que acabó en el fondo de la portería.

dissabte, 22 de maig del 2021

Alemania Federal, 3- URSS, 0 (Euro 72-Final)

21. Gerd Müller (1-0)

Los deportistas profesionales en general, y los futbolistas en particular, tienen una vida activa muy corta. Cuando llegan a los treinta años, una edad insultantemente precoz, ya los quieren empezar a retirar y muchos de ellos dejan la actividad cuando les queda más de media vida por delante. Adaptarse a ello puede ser muy duro y todos los éxitos vividos hasta entonces pueden ser inversamente proporcionales a lo que espera en el futuro, ya sea por decadencia personal, por ruina económica o por enfermedad. Es lo que le ha pasado en las últimas décadas a un emblema del Bayern y de la selección alemana, el mítico Gerd Müller.


En 2013, cuando Müller felicitó a Miroslav Klose por superarle como máximo goleador de la selección alemana con 68 goles, el Alzheimer ya estaba haciendo estragos en su cerebro. Dos años antes, viajando con los equipos inferiores del Bayern, en los que trabajaba después de una época turbia, con el alcohol como peligroso compañero de viaje, tuvo que ser recogido de la calle en Trento, en Italia. Había salido del hotel y no sabía regresar. Enseguida volvió a casa y le diagnosticaron la terrible enfermedad.

Esto le está pasando todavía hoy en día a un personaje particular. Lo tenía que ser por su tipo de juego. Un futbolista sin capacidades físicas, ni técnicas aparentes pero con una gran obsesión: la portería contraria. Sus cifras goleadoras aún se mantienen vivas. Hace pocas semanas, Robert Lewandowski se puso segundo en la clasificación de realizadores de la Bundesliga, pero aún le faltan cien goles para llegar a Müller, lo que demuestra la magnitud de su gesta.

Comenzó a destacar a finales de los sesenta y fue conocido en todo el mundo después de convertirse en el máximo anotador del mundial de México, en 1970, con diez goles. Ya había ganado dos ligas, cuatro Copas y una Recopa con el Bayern cuando llegó la Eurocopa del 1972, la primera a cuya fase final llegó Alemania Federal. Fue una de las mejores selecciones teutonas de la historia, con una fase de clasificación brillante y una eliminatoria recordada contra Inglaterra de la mano del binomio que formó con el centrocampista del Borussia Mönchengladbach Günter Netzer. Entre ellos dos anotaron los dos goles que derrotaron a Bélgica, el anfitrión, en las semifinales de Amberes. La final se disputó cuatro días después en Heysel.


El gol

Los alemanes eran claros favoritos ante una selección soviética que disputaba su tercera final en cuatro Eurocopas. El equipo de Aleksandr Ponomarev había vencido en las semifinales a Hungría gracias a un solitario gol de Konkov, pero había perdido a estrellas como el portero Yashin y salía como víctima, pronóstico que se confirmó a los 28 minutos.


Beckenbauer inició la jugada con elegancia rompiendo líneas desde su posición de líbero. Combinó con Müller y este descargó hacia Netzer, que envió un espectacular disparo al larguero. El rebote fue al defensa del CSKA de Moscú Istomin, que quiso rechazar, pero le entregó el balón a Heynckes. Este remató cruzado, Rudakov desvió el disparo, pero lo hizo mal. Dejó la bola delante de la portería y eso, ante un cazagoles como Müller, es sinónimo de muerte segura. El 1-0 abrió la lata.

Después, llegarían dos goles más, de Herbert Wimmer y del mismo Gerd Müller en la segunda parte, que culminaron una de las finales más desequilibradas de la historia. Fue el inicio de los años dorados de un delantero que marcaría el gol con el que Alemania Federal se proclamaría campeona del mundo de 1974. Además, se convertía en el máximo goleador de la historia de las Copas del Mundo, con 14 anotaciones . Habría que esperar un cuarto de siglo para que lo superara Ronaldo, primero, y Klose, después. Además, con el Bayern enlazó tres Copas de Europa, entre 1974 y 1976. Pero algunas cosas ya no eran normales.

Después de la Copa del Mundo decidió renunciar a la selección, un hecho del que más tarde dijo que se había arrepentido siempre. Jugó en el Bayern hasta 1979, cuando ya tenía 33 años, y luego estuvo tres temporadas actuando en la emergente, y posteriormente desaparecida, liga de los Estados Unidos. El problema le llegó cuando dejó el fútbol. Quedó sin razón de ser en la vida, sin balón y sin goles por marcar.

Empezó a beber en Florida y siguió al volver a Múnich. En algunos partidos amistosos de veteranos, dejaba el campo y seguía bebiendo a escondidas. Algunos de sus ex compañeros de la selección y del Bayern, como Sepp Maier o Uli Höness, le intentaron ayudar y gestionaron su ingreso en una clínica de desintoxicación de Murnau, a 70 kilómetros de Múnich. Salió bien de ella y le emplearon en el Bayern, como entrenador de delanteros y también como relaciones públicas, recibiendo a personalidades en el palco.

2011 marcó su futuro. El episodio de Trento provocó que lo visitaran y descubrieran que tenía Alzheimer en una fase incipiente. En 2014, cuando Alemania volvió a ser campeona del mundo, ya no recordaba casi nada. Desde entonces, retirado a una residencia y visitado cada día por su esposa, camina por las sombras. Según ella, su actitud es pacífica y va avanzando despacio hacia el final. Triste epílogo para un goleador único, para alguien que siempre decía que lo único que recordaba era donde se encontraba la portería, y que no había razón para marcar goles bonitos porque valían tanto como los feos, seguramente como el de Bruselas, el que abrió el camino hacia la primera Eurocopa de Alemania.

divendres, 21 de maig del 2021

España, 4- Italia, 0 (Euro 2012-Final)

22. David Silva

En la selección española que reinó durante el tramo final de la primera década de siglo y el inicial de la segunda los focos se centraron en algunos jugadores. En el centro del campo existía una analogía entre el juego del FC Barcelona de Guardiola y el equipo estatal y en ambos casos se jugaba al ritmo que marcaban Xavi e Iniesta. Pero en aquella zona ancha también había otros jugadores de talento sin los cuales muchos de los logros no habrían llegado. Uno de ellos era el canario David Jiménez Silva.


Jugador fino, de un talento exquisito, con buena llegada al área y una pierna izquierda de seda, Silva es canario y nacido en Arguineguín, la misma población que otro virtuoso centrocampista español de unos años antes, Juan Carlos Valerón, que también ha aparecido en esta lista. Creció en Gran Canaria y es hijo de un ex policía municipal y de Eva Silva, una mujer de origen japonés de la que heredó los rasgos faciales. Comenzó a jugar en Maspalomas y los 14 años recibió una oferta de las categorías inferiores del Valencia, club en el que se formó.

En 2004, año en que el equipo del Turia hizo doblete de liga y Copa de la UEFA, fue cedido al Eibar, en Segunda División, y la experiencia le fue muy bien. Le reforzó en un juego físico al que él aportaba la calidad. Los guipuzcoanos estuvieron a tres puntos de subir a Primera y él volvió a ser cedido, esta vez al Celta, que había ascendido a la máxima categoría. Allí jugó casi todos los partidos y, de la mano del técnico Fernando Vázquez, clasificó el equipo para Europa y se ganó el regreso a Mestalla.

Silva ya era un habitual de las selecciones de base. En 2003 fue elegido el tercer mejor jugador en un mundial sub-17 en el que España perdió la final contra Brasil. Fue el año en que destacaba un Cesc Fábregas con quien, en uno de los goles más importantes de su carrera, reeditó años después una gran conexión. Más tarde fue campeón de Europa sub-19, ganando en Suiza una final contra Turquía. El debut con la absoluta llegó justo después del mundial de Alemania, y pronto se convirtió en un fijo para Luis Aragonés.

En la vuelta al Valencia fue un puntal de un conjunto irregular. Ganó la Copa del Rey de la temporada 2007-08 y aquel verano se consolidó con la selección con la Eurocopa ganada en Suiza y Austria. Su presencia, junto a Senna, Xavi, Iniesta y ocasionalmente Cesc era innegociable e incluso marcó un gol en las semifinales contra Rusia.

El 2010 fue un año importante para él por dos razones. Se proclamó campeón del mundo en Sudáfrica, aunque con un regusto amargo. Jugó el primer partido de titular, derrota contra Suiza, fue relevado y ya no disputó ningún más minuto en todo el torneo. La presencia de un doble pivote, Busquets-Xabi Alonso, restringió la presencia de otro centrocampista y le afectó. Sin embargo, recibió una oferta suculenta del Manchester City e inició, a los 24 años, la aventura en la Premier League.

Las cosas no le pudieron ir mejor. Durante diez años se ha convertido en uno de los mejores jugadores de la historia del club a quien, con diferentes técnicos, lo ha llevado a ganar cuatro ligas y dos Copas, entre otros trofeos. En verano de 2012 acababa de ganar el campeonato gracias a un gol milagroso del Kun Agüero contra el Queen 's Park Rangers, con Roberto Mancini de técnico, cuando llegó una Eurocopa que le permitió redimirse.

Porque el seleccionador, Vicente del Bosque, basándose en el estilo de juego de aquella temporada anterior de Pep Guardiola en el Barça, aprovechó la lesión de David Villa para vaciar la delantera de atacantes puros. Con Cesc de falso nueve, volvió a fiarse de los centrocampistas y Silva volvió a entrar. Aunque fue relevado en todos los partidos menos en uno, era indispensable e incluso anotó un gol en la primera fase, en la victoria por 4-0 ante Irlanda. España avanzó hasta la final, con Italia como rival en Kiev.


El gol

Ambos equipos ya habían coincidido en la primera fase. Entonces, en un partido muy igualado, el resultado había sido de 1-1. Pero la final fue muy diferente. España dominó desde el primer momento y el espacio que dejaba Cesc hacía ir de cabeza a los defensas italianos. En una de estas jugadas llegó el gol que lo desatascó todo.


Después de una eterna circulación de todo el equipo, fue Iniesta quien encontró el espacio por el que Cesc rompió en profundidad buscando la espalda del entonces lateral izquierdo Chiellini. Este llegó a la línea de fondo y, forzado, envió un centro potente atrás. Silva se adelantó a Barzagli y puso la cabeza como pudo, con la fortuna que pudo dirigir el remate perfectamente al fondo de la portería de un descolocado Buffon. Sólo se había disputado un cuarto de hora de partido y fue el inicio de un recital que terminó con tres goles más de los españoles y con los italianos jugando casi toda la segunda parte con diez hombres, ya que Thiago Motta se lesionó cuando el seleccionador, Cesare Prandelli, ya había introducido las tres variaciones.

La carrera de David Silva con la selección duraría seis años más. Fue subcampeón de la Copa Confederaciones del 2013, pero también participó en la derrota en la primera fase del mundial de Brasil y en la eliminación en los octavos de final de la Eurocopa de Francia, de 2016, el tramo final de la carrera de del Bosque con el equipo nacional.

Paralelamente, se iba convirtiendo en un mito en Manchester, superando todo tipo de obstáculos, entre ellos uno de personal con el difícil nacimiento de su hijo Mateo, resuelto afortunadamente de manera favorable. Tanto con Mancini, como con Pellegrini, como después con Guardiola en el banquillo fue indispensable y su papel creció con la llegada de un técnico, el de Santpedor, que reforzaba sus cualidades técnicas. En 2018 fue titular en un mundial complicado para España, por la destitución del seleccionador, Julen Lopetegui, justo antes del torneo. Cayó eliminado nuevamente en los octavos de final, por Rusia, y a los 32 años dijo que se retiraba del equipo nacional.

El verano pasado volvió a dar un giro a su carrera y dejó la Premier League. Volvió a la liga española, en este caso a un conjunto en crecimiento y con gusto por el buen fútbol como la Real Sociedad, muy cerca de Eibar, donde empezó a destacar a la élite. Las lesiones le han castigado durante todo el año, pero cuando puede jugar demuestra la maestría que ha repartido durante muchas temporadas y que tuvo un premio imborrable con un gol, el de Kiev, que allanó el camino para la tercera Eurocopa de España.

dijous, 20 de maig del 2021

Francia, 2- Portugal, 1 (Euro 2000-Semifinales)

23. Zinedine Zidane (2-1)

Lo dejamos en el número 87 de esta lista anotando un gol decisivo ante España en la Eurocopa que Francia acabaría ganando en 2000 en los Países Bajos. Las semifinales de aquel torneo harían revivir un clásico, una rivalidad entre franceses y portugueses que se ha repetido en varios campeonatos y en fases muy avanzadas y que ha proporcionado episodios magníficos de la historia de las selecciones. En este caso, se resolvió de manera inesperada y quién tuvo la llave fue el genial Zinedine Zidane.


El papel de los franceses en el campeonato fue un poco desconcertante. Venían de quedar campeones del mundo dos años antes en casa y, a pesar de que habían cambiado de entrenador, los rasgos de identidad continuaban siendo los mismos. Roger Lemerre no quiso cambiar mucho del ideario de Aimé Jacquet pero, además, disponía de más armas, una de ellas clave. Thierry Henry, sin mucha participación en la Copa del Mundo de dos años antes, ahora era una gran estrella después de haber encarado bien su carrera en el Arsenal. De todas formas, la trayectoria del equipo en el torneo no había sido del todo perfecta.

Sí que lo inició con una fácil victoria ante Dinamarca. Pero después sufrió mucho para vencer por 1-2 a la República Checa y finalizó la primera fase reservando a muchos titulares y casi sin competir por la primera plaza de su grupo con los Países Bajos. Este hecho podía ser interpretado como falta de competitividad o también como gran confianza en las posibilidades propias. Los posibles rivales eran España o Yugoslavia, conjuntos de similar potencial, o Noruega, en caso de no haber llegado el milagroso gol de Alfonso en Brujas. Lemerre priorizó hacer descansar a jugadores a luchar por la primera plaza y el tiempo le terminó dando la razón, aunque con un punto de suerte.

Porque en los cuartos de final, Francia venció por 2-1 pero tuvo mucha fortuna con que Raúl fallara un penalti con el tiempo cumplido que habría conducido a una prórroga imprevisible, en cuanto al resultado. El rival en las semifinales era un viejo conocido, una selección portuguesa que, seguramente, se encontraba en su mejor momento desde 1966 y que, además, quería revancha.

Dieciséis años antes, Francia y Portugal habían protagonizado uno de los mejores partidos de la historia de las Eurocopas en Marsella. En una prórroga inolvidable, los galos habían remontado un 1-2 en el tiempo suplementario y se habían clasificado para una final que luego ganarían ante España. La población portuguesa en Francia es enorme y, por tanto, la proximidad con Bruselas, la sede del partido, también lo era. El estadio de Rey Balduino se preparaba para un gran espectáculo.


El gol

Y éste empezó bien, con un gol de una de las revelaciones del torneo, el portugués Nuno Gomes, en la primera mitad. Pero al inicio de la reanudación, Thierry Henry igualó el enfrentamiento y éste se igualó mucho. Ambos equipos querían vencer, pero también defender el marcador y se entró en la prórroga. Hacía dos años que se había instaurado el gol de oro. En el último mundial, había servido a los franceses para eliminar a Paraguay y se demostró, con el tiempo, que lejos de provocar que los equipos fueran al ataque para conseguir la anotación salvadora los convertía en más conservadores para evitar un KO directo. Hay que recordar que, en el gol de oro, cuando un equipo marcaba se acababa el partido. La prórroga de Bruselas, sin embargo, fue abierta y se resolvió dos minutos antes de llegar a los penaltis.


Hacía sólo un minuto que el lateral -Rui Jorge había cortado como había podido un pase de Zidane a Wiltord que le dejaba solo ante el portero Vitor Baía. Después de un disparo flojo de Sergio Conceiçao, los franceses iniciaron otra transición y, en esta ocasión, el defensa luso se quedó cerca de interceptar un pase de Thuram al mismo Wiltord. Éste combinó con Trézéguet, quien quiso regatear a Baía. El portero le tocó el balón y este volvió a recaer en Wiltord quien, con poco ángulo, disparó a portería. El balón parecía que entraba, pero fue desviado por Abel Xavier.

El colegiado, el austriaco Günter Benko, marcó córner, pero fue su asistente, el eslovaco Igor Sramka, quien le avisó de que Abel Xavier había tocado el balón con la mano. Entonces todavía no había VAR, pero en las sucesivas repeticiones se puede observar que así fue. Los jugadores portugueses protestaron mucho. Figo incluso se quitó la camiseta y Nuno Gomes fue expulsado. Pero no había marcha atrás. Zidane se apresuró en coger la pelota y, con gran tranquilidad, engañó a Vítor Baía y clasificó a Francia para su segunda final de la Eurocopa, de nuevo dejando a Portugal en la cuneta en el último minuto de una prórroga.

Cuatro días después, los franceses se proclamarían campeones en otro partido con alargue y con otro gol de oro, de los que hablaremos más adelante. Completaban el doblete de mundiales y de Eurocopas y se confirmaban como la mejor selección del momento, a pesar de los caminos no siempre rectos por los que habían tenido que pasar para llegar al éxito. No se acabaría la rivalidad con Portugal. Seis años después, Francia volvió a vencer al equipo ibérico en otra semifinal, ahora del mundial de Alemania, con otro gol de penalti de Zidane. Pero la venganza es un plato que se sirve frío y en 2016 Portugal se tomó la revancha total venciendo en la final de la Eurocopa a los franceses en su propio jardín, el Stade de France, en Saint-Denis. Habían pasado dieciséis años desde el penalti de Abel Xavier en Bruselas y desde la lección de tranquilidad de Zidane desde los once metros.

dimecres, 19 de maig del 2021

España, 2- Hungría, 1 (Euro 64-Semifinales)

24. Amancio (2-1)

La selección española de mediados de los sesenta se nutría de jugadores de varios equipos que estaban obteniendo títulos en Europa o los habían conseguido en los años precedentes. El FC Barcelona aportaba a Pereda o Olivella al equipo titular; el Athletic, la juventud del portero Iribar; el Atlético de Madrid, la solvencia de defensas como Calleja o Rivilla; el gran Zaragoza de los magníficos, el acierto de Marcelino o la rapidez de Lapetra e, incluso, tenía el refuerzo del "extranjero" Luis Suárez, campeón de Europa con el Inter de Milán. Pero el equipo que dominaba la liga nacional era el Real Madrid post-Di Stéfano, que tenía como una de sus figuras a un extremo rápido y con gran relación con el gol. Era el gallego Amancio Amaro.

Él fue uno de los pocos jugadores por los que el sempiterno presidente blanco, Santiago Bernabéu, perdió la cabeza. Nacido en La Coruña y formado en el Deportivo, llegó a Madrid sin haber debutado en la máxima categoría, con 22 años. En el conjunto blanquiazul completó campañas espectaculares en Segunda, culminadas con la cuarta y última, la 1961-62, con 25 goles, con los que se aseguró el trofeo de máximo goleador y condujo al equipo a Primera .

Las ofertas no tardaron en llegar, pero finalmente, tras muchas negociaciones y de incluir a varios jugadores, Bernabéu se lo pudo llevar al Real Madrid. Su rendimiento fue espectacular, con catorce temporadas en el primer equipo, 119 goles, 9 ligas, 3 Copas y una Copa de Europa, la del 1966 ante el Partizán de Belgrado, con él como líder de la llamada generación yé-yé.

Antes, Amancio ya había llegado a una final de la Copa de Europa, la del mismo 1964, perdida contra el Inter de Suárez en Viena, y había debutado con la selección. Fue, precisamente, en la fase de clasificación para la Eurocopa, en la que contribuyó con dos goles a la victoria sobre Irlanda, antesala del torneo, que se disputaría en casa. En las semifinales, en el Bernabéu, el rival sería un conjunto rocoso, Hungría.


El gol

Los magiares, cuartofinalistas en el último mundial de Chile 1962, en el que habían llegado a vencer a Inglaterra liderados por el posterior Balón de Oro Florian Albert, presentaron batalla. España se adelantó pronto con un gol de Pereda, pero los centroeuropeos igualaron cinco minutos antes del final, tras un error de Iribar aprovechada por el delantero Bene. El duelo tuvo que dirigirse a la prórroga y, a los tres minutos de la segunda parte, llegó la acción decisiva.


Un córner a la derecha del portero Szentmihályi fue rematado desde el punto de penalti por el delantero Marcelino, posterior gran protagonista de la final. Uno de los defensas húngaros, el que cubría el poste derecho, tardó demasiado en salir y Amancio, rompiendo el fuera de juego, puso el pie derecho adelantándose al portero y anotando el gol decisivo, el definitivo 2-1. A pesar de los ataques de Hungría durante los doce minutos restantes, España entró en una final que ganaría por 2-1 a la URSS con un gol de su asistente en las semifinales, Marcelino.

Amancio sólo jugaría un gran torneo más con la selección, el mundial de Inglaterra de dos años después, en el que anotaría un gol en la única victoria española, ante Suiza, en la primera fase. La razón es que la selección no se clasificó hasta ningún otro torneo internacional hasta doce años más tarde, en 1978, el mundial de Argentina, cuando él ya se había retirado.

Ese mismo 1966, fue campeón de Europa con el Real Madrid, con cinco goles en el torneo, tres de ellos muy importantes. Dos fueron en la remontada por 4-2 contra el Anderlecht en cuartos de final, tras la derrota por 1-0 en Bruselas. El otro, en las semifinales. El Madrid había ganado por 1-0 en Chamartín y un gol suyo en San Siro en el minuto 20 dejó fríos a los lombardos, vigentes campeones, que sólo pudieron igualar el resultado.

Durante aquellos años, el fútbol italiano, y más concretamente el Milan, le tentó. La experiencia de otro gallego, Suárez, en el Inter, provocó que su rival ciudadano quisiera contraatacar. Pero Bernabéu se mantuvo firme para mantener en la plantilla a una de sus joyas, jugador que en 1964, el año de la Eurocopa, había quedado tercero en la votación del Balón de Oro, ganada por el escocés Dennis Law , del Manchester United, y con Suárez en segunda posición.

Lamentablemente, con Amancio en el equipo español este no pudo entrar en las dos Eurocopas y los dos mundiales posteriores. Se retiró de la selección en el famoso partido de desempate contra Yugoslavia en que Katalinski dejó a España fuera de la Copa del Mundo del 1974. Con el Real Madrid tampoco jugó ninguna otra final de la Copa de Europa y la carrera de Amancio empezó a acabarse el 8 de junio del 1974, cuando fue objeto de una criminal entrada por parte del defensa del Granada Fernández que le destrozó la pierna. Ya tenía 34 años y, aunque actuó dos campañas más de blanco, el rendimiento ya no fue el mismo.

Amancio también es muy conocido por su faceta de entrenador de base. Fue el técnico del Castilla que crió deportivamente a la llamada Quinta del Buitre, con los Míchel, Butragueño, Pardeza, Sanchis o Martín Vázquez. En 1984, visto el éxito, recibió el encargo de entrenar al primer equipo, pero fracasó y fue despedido a media temporada. Continuó un tiempo entre los técnicos del club, pero luego se deligó de él. Regresó con los años, para formar parte de la candidatura de Florentino Pérez a la presidencia y para organizar el Centenario de la entidad. Y es que Amancio es la imagen del Madrid y de la selección española de una época en que el combinado nacional sólo pudo sonreír una vez, y una buena parte del mérito fue de su gol en aquella prórroga contra Hungría sin el cual no se sabe si la historia hubiera cambiado.

dimarts, 18 de maig del 2021

Alemania, 3- Turquía, 2 (Euro 2008-Semifinales)

25. Philipp Lahm (3-2)

En la gran selección alemana del periodo entre 2006 y 2016 hubo una serie de jugadores que destacaron poderosamente, sobre todo por su rendimiento ofensivo, por su acierto goleador y por la espectacularidad de su juego. Pero hasta 2014 uno de los elementos más importantes fue un futbolista que tuvo la capacidad de conseguir, muchas veces desde una posición tan marginal como la de lateral, influir en la manera de jugar del equipo. Fue el bávaro Philipp Lahm.


Pero antes de triunfar en el Bayern y en la selección, tuvo que hacer unas prácticas fuera de las que salió muy beneficiado. Jugador bajo para ser defensa, formado en los equipos inferiores muniqueses y antiguo recogepelotas en el viejo Estadio Olímpico, debutó en la máxima categoría después de haber sido internacional en categorías de base y viviendo un episodio que luego se repetiría. En 2002 fue subcampeón europeo sub-19 en Noruega después de perder la final contra España por 1-0 con un gol conseguido por Fernando Torres. Ese mismo noviembre se estrenó en la Champions, en un duelo ante el Lens.

Jugador diestro, podía actuar de lateral por ambos lados, aprovechando su velocidad y también la inteligencia que ya demostraba, cuando actuaba en la izquierda, para ir hacia el medio y asociarse con los compañeros. Ya que Sagnol y Lizarazu eran muy titulares en el Bayern que en 2001 había ganado la Champions, el club decidió cederlo al Stuttgart, y allí creció muchísimo.

Jugó allí dos temporadas, durante las cuales el equipo estuvo casi siempre en las primeras posiciones de la liga, debutó con la selección absoluta y fue convocado para la Eurocopa del 2004. A pesar de que fue titular en la selección de Rudi Völler, actuando de lateral izquierdo en una defensa de cinco, el rendimiento alemán fue un fracaso y el equipo quedó eliminado en la primera ronda.

En 2005 regresó al Bayern y esa misma campaña ganó la primera de las ocho ligas que conquistaría con el club de su vida y la primera de las seis copas. Cerraría su carrera en el club doce años más tarde con otros trofeos como una Liga de Campeones, una Supercopa de Europa y un Mundial de clubes. Su primera Copa del Mundo fue en casa, en 2006. Además, el partido inaugural lo jugó al flamante Allianz Arena del Bayern y anotó el primer gol del torneo en una jugada muy habitual en él, cortando desde el lateral izquierdo y chutando con la derecha al palo largo. Los alemanes finalizarían terceros y él fue el único jugador que completó todos los minutos sobre el terreno de juego.

Para 2008, el seleccionador, Jürgen Klinsmann, había dejado el lugar a su ayudante, Joachim Löw. Lahm fue titular desde el primer día en la Eurocopa de Suiza y Austria. Una derrota ante Croacia llevó a la selección a cruzarse con Portugal en los cuartos de final, en un partido ganado por 3-2. El rival en las semifinales era Turquía y el duelo, en Basilea, fue espectacular.


El gol

Ügur Boral adelantó a los otomanos en la primera parte, pero los alemanes dieron la vuelta al resultado con anotaciones de Schweinsteiger y de Klose, esta cuando sólo faltaban once minutos para el final. La victoria parecía un hecho, aunque en el minuto 86 Semih Sentürk anotó un gol que conducía el partido a la prórroga. Pero éste aún no había terminado, faltaba tiempo para una última acción.


Hitzlsperger combinó con Lahm quien, poco a poco, fue trazando su diagonal favorita. Se vio beneficiado por el movimiento de Schweinsteiger quien, saliendo hacia el centro del campo, arrastró al lateral de aquella parte, Sabri Sarioglu, con el dorsal 20. El espacio fue aprovechado por Lahm, que lo atacó, recibió el pase del mismo Hitzlsperger cuando tocaba y se quedó solo ante Rüstü. El disparo al primer palo fue imparable para el portero y clasificaba a los alemanes para la final de cuatro días después. Pero Lahm y los suyos no pudieron ser campeones porque perdieron la final de Viena y, cosas de la vida, como seis años atrás en el europeo sub-19, nuevamente contra España, y nuevamente por culpa de un gol de Fernando Torres.

Los españoles, precisamente, se cruzaron en el camino de Lahm en el siguiente mundial, el de Sudáfrica. Aquel, seguramente, fue el torneo en el que la selección jugó mejor, pero fue superada por España en la penúltima ronda con un remate de cabeza de Puyol en Durban. El equipo volvió a quedar tercero. La misma suerte corrió en la Eurocopa del 2012, cuando dos goles de Balotelli apartaron los teutones de la final de Kiev.

En 2013, después de haber sido campeón de Europa de clubes con el Bayern de Heynckes, Pep Guardiola entró en la vida de Lahm. El nuevo entrenador le descubrió una nueva posición en la que podía ser más influyente, la de medio centro, desde la que movía todo el ataque muniqués. En la selección compaginó su antigua posición de lateral y ésta. Así llegó el mundial de Brasil, en 2014, donde jugó más en la defensa, pero combinando mucho con sus compañeros. Actuó en todos los partidos, incluido el histórico 1-7 contra los anfitriones y también en la final, ganada a Argentina con un gol de Mario Götze en la prórroga. Fue su último partido como internacional, con sólo treinta años, y lo último que hizo fue levantar la cuarta Copa del Mundo para los alemanes.

En las tres temporadas posteriores se dedicó sólo al Bayern, con el que le quedó la cuenta pendiente de volver a levantar la gran Copa de las orejas grandes. Se retiró ganando la liga y sólo con 33 años, una edad en la que todavía habría podido seguir jugando. Desde entonces, ha creado fundaciones y participado en campañas de lucha para mejorar la vida de los niños en todo el mundo, para batallar contra la homofobia y otras iniciativas solidarias. Fuera del terreno de juego, Lahm mantiene un espíritu de equipo que mostró vestido de corto, lo que le llevó a liderar al mejor equipo y a la mejor selección del mundo.