divendres, 28 de maig del 2021

Alemania Federal, 1- Países Bajos, 2 (Euro 88-Semifinales)

15. Marco van Basten (1-2)

La rivalidad entre Alemania Federal y los Países Bajos en el fútbol es absoluta. Tiene componentes históricos, sobre todo tras la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y luego se trasladó a un campo de batalla menos sangriento, pero también muy pasional. El triunfo de los teutones sobre los oranje en la final del mundial de 1974, campeonato que debía encumbrar a la naranja mecánica de Johan Cruyff, volvió a abrir una distancia que los neerlandeses tardaron catorce años en sellar. Quien puso la rúbrica fue la gran estrella de su equipo en ese campeonato, el enorme delantero Marco van Basten.


Para llegar al partido del 21 de junio de 1988 había que retroceder en el tiempo. Los neerlandeses todavía recuerdan la ocupación del Tercer Reich durante la guerra. Aparte de asesinar a muchas personas, entre ellas a la niña Anna Frank, autora de su famoso diario y capturada en Amstedam, una de las acciones de los alemanes fue robar todas las bicicletas a los neerlandeses. Este vehículo es la señal de identidad y la mayor fuente de movilidad de sus habitantes, y aún más a mediados del siglo XX. Este episodio tendrá importancia al final de esta historia.

Desde el punto de vista futbolístico, durante décadas no hubo color. Alemania Federal ya fue campeona del mundo en 1954, cuando los Países Bajos eran unos comparsas en el Viejo Continente. Pero a finales de la década de los sesenta, los neerlandeses fueron despertando, de la mano del nuevo Ajax de Cruyff, y encadenaron cuatro Copas de Europa seguidas, primero con una del Feyenoord y luego con tres del equipo de Amsterdam, que también había sido finalista en 1969. En el mundial 74, disputado en Alemania, los neerlandeses deslumbraron, pero cayeron en una final en la que se habían adelantado a manos de la practicidad local. Después, se habían vuelto a encontrar en el mundial de 1978, en Argentina, donde un empate facilitó el camino de los Países Bajos hacia una final que perderían ante, nuevamente, los locales, y en la Eurocopa de 1980, en un duelo de primera fase que vio un hat-trick de Klaus Allofs y que clasificó virtualmente a los germanos para una final que ganarían a Bélgica.

En 1988, después de no haber participado en los tres últimos torneos, los neerlandeses volvían a tener una gran selección. Habían llegado a las semifinales después de haber superado una derrota inicial contra la URSS con dos triunfos, contra Inglaterra, con tres goles de Van Basten, y agónica ante Irlanda, con un remate de Wim Kieft. Más sencillo había sido el trayecto anfitrión, con cinco puntos en tres partidos, dos victorias y un empate inicial. La sede del partido también tenía su propia historia.

El Volksparkstadion de Hamburgo había sido el escenario de una de las derrotas más amargas de Alemania Federal. Fue en el tercer partido de la primera fase de grupos del mundial de 1974. En aquel campeonato debutaba la otra Alemania, la llamada Democrática. El partido tenía que determinar cuál de las selecciones quedaba primera de grupo y el hermano pobre venció de manera sorprendente con un gol de Jürgen Sparwasser. Después se dijo que Alemania Federal se había dejado vencer para no quedar primera de grupo y cruzarse con los neerlandeses, ni con Brasil, en la segunda fase del torneo. El hecho, sin embargo, es que la derrota hizo mucho daño, aunque días después se medio olvidaría por el título mundial conseguido. Por lo tanto, el estadio no traía los mejores recuerdos a los locales.

Pese a ello, las cosas parecieron ir bien cuando un polémico penalti sobre Klinsmann propició el gol de Lothar Matthäus. Minutos después, el colegiado rumano Igna lo compensaría con otra pena máxima, esta del todo inexistente, de Köhler a Van Basten que propició el empate de Koeman. Como en 1974, los dos primeros goles habían llegado de penalti. Hacía falta saber de qué lado caería el decisivo.


El gol

El enfrentamiento, muy tenso como todos los de este tipo, parecía que iba directo a la prórroga. Pero en el último minuto, una acción lo cambió todo y demostró el gran estado de gracia de un delantero que prácticamente no había disputado ningún partido durante toda la temporada por culpa de una lesión de tobillo que, a la larga, segaría su brillante carrera.


El partido agonizaba cuando Koeman sacó una pelota jugada hacia Wouters. Este se revolvió y, al mismo tiempo, el balón daba un bote que lo situaba perfectamente para pasarlo hacia adelante. Marco van Basten, con la elegancia habitual, proyectó un desmarque y ganó un metro de distancia sobre su implacable marcador, Jürgen Köhler. El pase de Wouters al espacio fue perfecto y Van Basten, lanzándose al suelo, cruzó el esférico lejos del alcance del portero Immel. El 1-2, esta vez, era holandés, y sin tiempo para remontar. Cuatro días después, los Países Bajos completarían su revancha proclamándose campeones en el Estadio Olímpico de Múnich, el mismo donde habían perdido la final de 1974.

La rivalidad seguiría dos años después en el mundial. En otro partido brusco en Milán, Alemania Federal, liderada por los tres jugadores del Inter, Brehme, Matthäus y Klinsmann, derrotó a los Países Bajos de los tres futbolistas del Milan, Gullit, Van Basten y Rijkaard, en un duelo marcado por las expulsiones de este último y de Rudi Völler, con escupitajo incluido del primero. Fue la venganza de la venganza teutona. Pero en 1988, los que se rieron fueron los neerlandeses, que hicieron popular una pancarta con la que celebran cada triunfo ante los vecinos alemanes: "Oma, we hebben je fiets gevonden". Traducido: "Abuela, hemos encontrado tu bicicleta".

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