dissabte, 22 de maig del 2021

Alemania Federal, 3- URSS, 0 (Euro 72-Final)

21. Gerd Müller (1-0)

Los deportistas profesionales en general, y los futbolistas en particular, tienen una vida activa muy corta. Cuando llegan a los treinta años, una edad insultantemente precoz, ya los quieren empezar a retirar y muchos de ellos dejan la actividad cuando les queda más de media vida por delante. Adaptarse a ello puede ser muy duro y todos los éxitos vividos hasta entonces pueden ser inversamente proporcionales a lo que espera en el futuro, ya sea por decadencia personal, por ruina económica o por enfermedad. Es lo que le ha pasado en las últimas décadas a un emblema del Bayern y de la selección alemana, el mítico Gerd Müller.


En 2013, cuando Müller felicitó a Miroslav Klose por superarle como máximo goleador de la selección alemana con 68 goles, el Alzheimer ya estaba haciendo estragos en su cerebro. Dos años antes, viajando con los equipos inferiores del Bayern, en los que trabajaba después de una época turbia, con el alcohol como peligroso compañero de viaje, tuvo que ser recogido de la calle en Trento, en Italia. Había salido del hotel y no sabía regresar. Enseguida volvió a casa y le diagnosticaron la terrible enfermedad.

Esto le está pasando todavía hoy en día a un personaje particular. Lo tenía que ser por su tipo de juego. Un futbolista sin capacidades físicas, ni técnicas aparentes pero con una gran obsesión: la portería contraria. Sus cifras goleadoras aún se mantienen vivas. Hace pocas semanas, Robert Lewandowski se puso segundo en la clasificación de realizadores de la Bundesliga, pero aún le faltan cien goles para llegar a Müller, lo que demuestra la magnitud de su gesta.

Comenzó a destacar a finales de los sesenta y fue conocido en todo el mundo después de convertirse en el máximo anotador del mundial de México, en 1970, con diez goles. Ya había ganado dos ligas, cuatro Copas y una Recopa con el Bayern cuando llegó la Eurocopa del 1972, la primera a cuya fase final llegó Alemania Federal. Fue una de las mejores selecciones teutonas de la historia, con una fase de clasificación brillante y una eliminatoria recordada contra Inglaterra de la mano del binomio que formó con el centrocampista del Borussia Mönchengladbach Günter Netzer. Entre ellos dos anotaron los dos goles que derrotaron a Bélgica, el anfitrión, en las semifinales de Amberes. La final se disputó cuatro días después en Heysel.


El gol

Los alemanes eran claros favoritos ante una selección soviética que disputaba su tercera final en cuatro Eurocopas. El equipo de Aleksandr Ponomarev había vencido en las semifinales a Hungría gracias a un solitario gol de Konkov, pero había perdido a estrellas como el portero Yashin y salía como víctima, pronóstico que se confirmó a los 28 minutos.


Beckenbauer inició la jugada con elegancia rompiendo líneas desde su posición de líbero. Combinó con Müller y este descargó hacia Netzer, que envió un espectacular disparo al larguero. El rebote fue al defensa del CSKA de Moscú Istomin, que quiso rechazar, pero le entregó el balón a Heynckes. Este remató cruzado, Rudakov desvió el disparo, pero lo hizo mal. Dejó la bola delante de la portería y eso, ante un cazagoles como Müller, es sinónimo de muerte segura. El 1-0 abrió la lata.

Después, llegarían dos goles más, de Herbert Wimmer y del mismo Gerd Müller en la segunda parte, que culminaron una de las finales más desequilibradas de la historia. Fue el inicio de los años dorados de un delantero que marcaría el gol con el que Alemania Federal se proclamaría campeona del mundo de 1974. Además, se convertía en el máximo goleador de la historia de las Copas del Mundo, con 14 anotaciones . Habría que esperar un cuarto de siglo para que lo superara Ronaldo, primero, y Klose, después. Además, con el Bayern enlazó tres Copas de Europa, entre 1974 y 1976. Pero algunas cosas ya no eran normales.

Después de la Copa del Mundo decidió renunciar a la selección, un hecho del que más tarde dijo que se había arrepentido siempre. Jugó en el Bayern hasta 1979, cuando ya tenía 33 años, y luego estuvo tres temporadas actuando en la emergente, y posteriormente desaparecida, liga de los Estados Unidos. El problema le llegó cuando dejó el fútbol. Quedó sin razón de ser en la vida, sin balón y sin goles por marcar.

Empezó a beber en Florida y siguió al volver a Múnich. En algunos partidos amistosos de veteranos, dejaba el campo y seguía bebiendo a escondidas. Algunos de sus ex compañeros de la selección y del Bayern, como Sepp Maier o Uli Höness, le intentaron ayudar y gestionaron su ingreso en una clínica de desintoxicación de Murnau, a 70 kilómetros de Múnich. Salió bien de ella y le emplearon en el Bayern, como entrenador de delanteros y también como relaciones públicas, recibiendo a personalidades en el palco.

2011 marcó su futuro. El episodio de Trento provocó que lo visitaran y descubrieran que tenía Alzheimer en una fase incipiente. En 2014, cuando Alemania volvió a ser campeona del mundo, ya no recordaba casi nada. Desde entonces, retirado a una residencia y visitado cada día por su esposa, camina por las sombras. Según ella, su actitud es pacífica y va avanzando despacio hacia el final. Triste epílogo para un goleador único, para alguien que siempre decía que lo único que recordaba era donde se encontraba la portería, y que no había razón para marcar goles bonitos porque valían tanto como los feos, seguramente como el de Bruselas, el que abrió el camino hacia la primera Eurocopa de Alemania.

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