diumenge, 23 de maig del 2021

Italia, 2- Yugoslavia, 0 (Euro 68-Final, 2º partido)

20. Luigi Riva (1-0)

La fidelidad es una virtud cada vez menos frecuente en el deporte profesional. Los jugadores ya no suelen mantenerse durante toda su carrera en el mismo equipo. Los beneficios que se extraen de los traspasos, de los que muchas personas salen beneficiadas, propician un cambio continuado en las plantillas. Por eso no es habitual encontrar casos de futbolistas internacionales, que han llegado a ser campeones de Europa por selecciones y finalistas mundiales, que se hayan quedado catorce temporadas en una misma formación y menos si ésta no es una de las más laureadas del país. Pasó en Cerdeña y el protagonista fue su delantero Luigi Riva.


Riva era un prodigio físico. Podía parecer tosco por su gran físico y porque era un zurdo cerrado, que parecía que sólo dominara una pierna, pero era increíblemente ágil y capaz de anotar goles acrobáticos. Seguramente esta fuerza con la que actuaba e iba a buscar cualquier balón le afectó físicamente y propició que sufriera muchas lesiones y tuviera que abandonar el fútbol demasiado pronto.

Aunque su nombre está asociado a Cagliari, no es sardo. Nació en la Lombardía, cerca de Varese, muy próximo a la frontera suiza, y su infancia no fue fácil. Cuando tenía ocho años su padre murió en un accidente laboral y él fue internado en un estricto internado religioso mientras su madre se ganaba la vida como podía de criada, antes de morir poco después. Comenzó a jugar al fútbol y, ya mayor, encontró trabajo en una empresa de ascensores. Debutó en la tercera categoría con 18 años en el Legnano, equipo cercano a Milán. Tampoco destacó demasiado desde el punto de vista goleador, pero llamó la atención del presidente del Cagliari, conjunto que entonces estaba en Segunda, y allí comenzó su historia de amor a unos colores, el azul y el rojo del conjunto isleño.

En su primera temporada en Cerdeña, la 1963-64, ayudó al equipo a ascender a la Serie A y en su debut en la élite logró marcar nueve goles. Esto le abrió las puertas de la selección. Fue uno de los suplentes del equipo que fracasó en el mundial de 1966, en Inglaterra. A partir de allí, la renovación del grupo y la llegada al cargo de entrenador de Ferruccio Valcareggi lo convirtieron en titular. Marcó seis goles en tres partidos de la fase de clasificación para la Eurocopa y su evolución sólo se vio frenada por una rotura de tibia y peroné que le hizo estar unos meses de baja. De todos modos, llegó a tiempo para participar en la fase final, que se disputaba en el país transalpino.

Italia tuvo suerte en el debut, jugado en Nápoles. El seleccionador decidió no contar con él para el debut, en el que la selección resistió, con Rivera lesionado durante todo el partido, ante la Unión Soviética. El 0-0 tras la prórroga provocó un sorteo del que los transalpinos resultaron ganadores. En la final, en Roma, Riva volvió a quedar fuera del equipo titular. Entonces no había todavía sustituciones. Yugoslavia estuvo a punto de ganar la Eurocopa con un gol de Dzajic, pero Domenghini igualó a poco para el final. No hubo anotaciones en la prórroga y se decretó un desempate, que se jugó dos días después.


El gol

En esta ocasión Valcareggi sí decidió apostar por el delantero lombardo. Lo hizo entrar en el lugar del milanista Pierino Prati y compartió delantera con otro atacante de gran tamaño, el debutante Anastasi. A los 13 minutos de partido, la variación dio resultado.


Italia lanzó un córner a la derecha del portero Pantelic. Domenghini intentó un disparo en la primera acción, pero el balón salió rebotado en la defensa antes de volver al delantero del Inter, que al verano siguiente, precisamente, ficharía por el Cagliari. Volvió a probar un remate con la pierna izquierda. Éste salió defectuoso, pero con la suerte que fue a parar a Riva, situado entre los dos centrales balcánicos. El delantero recogió el balón y disparó con la izquierda, cruzado, lejos del alcance del portero yugoslavo. Era el gol que abría el camino hacia el título. El partido fue mucho más sencillo para los italianos, ante unos yugoslavos convencidos de que habían perdido su gran oportunidad 48 horas antes, y Anastasi, pasada la media hora de juego, remató un 2-0 que ya sería inamovible.

Riva tenía 23 años y se encontraba al inicio de sus mejores años. El Cagliari se reforzó. La temporada siguiente quedó segundo de la liga, superado por la Fiorentina, pero la 1969-70 fue la buena. Con la selección anotó siete goles en cuatro partidos en la fase de clasificación para el mundial de México y, con su equipo, anotó 21 dianas para llevarlo al único título de la liga de su historia, que le convirtió en leyenda. Con compañeros como el portero Albertosi participaría en la Copa del Mundo. Marcó en ella tres goles, dos a México en los cuartos de final y uno en la épica semifinal ganada por 4-3 a Alemania Federal. Lamentablemente, Italia no pudo hacer nada en la final ante el mejor Brasil de todos los tiempos y perdió por 4-1.

El atacante se encontraba en el mejor momento de su carrera y en una gran edad, 25 años. Fue tentado por todos los grandes del fútbol italiano. Estuvo cerca de la Juventus, pero él prefirió mantenerse fiel al Cagliari, con el que jugó la Copa de Europa posterior. El equipo superó al Saint-Étienne pero fue eliminado por el Atlético de Madrid en los octavos de final, a pesar de un gol suyo en el triunfo en la ida por 2-1. Aquella temporada comenzaron sus problemas con las lesiones, como una rotura de tibia en un partido de clasificación para la Eurocopa en Austria, víctima de una entrada del defensa Norbert Hof. Aquel año, el Cagliari sólo fue séptimo en la liga.

Volvió al equipo nacional un año más tarde y tuvo una participación fundamental en la clasificación para el mundial del 1974, en Alemania. En la fase final disputó dos partidos, en el triunfo ante Haití y en el empate ante Argentina, pero una derrota con Polonia, en un duelo en el que no actuó, precipitó el adiós transalpino en la competición. A los 29 años fue su último servicio a la patria. Sólo jugó dos años más a nivel profesional y su despedida fue triste. Castigado por lesiones durísimas de hombro y de cadera, sólo apareció en quince partidos la temporada 75-76, en la que el Cagliari terminó último de la liga y volvió a la Serie B, justo donde estaba cuando Riva desembarcó .

Asumió varios papeles a la entidad sarda una vez se retiró e incluso fue su presidente durante unos meses. La devoción por él es tan grande en el club que, en 2005, le retiraron la camiseta con el número 11. También colaboró ​​con la selección y fue miembro del equipo técnico que asesoró a Marcello Lippi en 2006, cuando el equipo nacional fue campeón del mundo en Alemania. Fue el momento de recordar otro título, el europeo de 1968, el único continental del squadra azzurra, que se empezó a forjar con una imagen icónica del fútbol transalpino, un zurdazo letal de Riva que acabó en el fondo de la portería.

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