dilluns, 3 de maig del 2021

República Checa, 1- Alemania, 2 (Euro 96-Final)

40. Oliver Bierhoff (1-1)

Los especialistas, en el fútbol, pueden ser importantes en momentos determinados. Son jugadores que no muestran un muestrario de virtudes excesivamente elevado, ​​pero que explotan perfectamente aquellas en las que son dominantes. Los hay que son importantes en los lanzamientos a balón parado, o incluso, a pesar de que cada vez menos por el juego zonal que se impone, practicando marcajes a medida a la estrella rival. Y luego están los especialistas en el juego aéreo, esenciales para desatascar partidos y, a veces, torneos. Fue el caso del alemán Oliver Bierhoff.


Como sucede con un buen grupo de jugadores que hemos repasado, tampoco pasó a ser reconocido hasta un momento avanzado de su carrera, cuando ya se acercaba a los 28 años. En las temporadas anteriores, era el atacante de equipos de media clasificación o de la parte baja de Italia y, de repente, pasó a ser internacional y vital para conseguir una Eurocopa.

Nacido en Karlsruhe, en el suroeste del país, Bierhoff rompe con el estereotipo de jugador que sale de la calle, ya que de pequeño no le faltó de nada. Su padre, Rolf, aparte de ser ex portero del Colonia fue gerente de importantes compañías eléctricas y, por ello, el pequeño Oliver creció en un ambiente acomodado. Tras formarse en Essen, a los 18 años fichó por el juvenil del Bayer Uerdingen y desarrolló una trayectoria nada destacada en Alemania Federal. En 73 partidos entre este equipo, el Hamburgo y el Mönchengladbach sólo anotó diez goles. Era un atacante alto y fuerte, con buen juego aéreo, pero de acciones muy limitadas y de rango muy corto.

En 1990, Bierhoff decidió probar la aventura en el extranjero, en las filas del Salzburgo. Allí las cosas fueron mucho mejor. Anotó 23 goles en 32 partidos y despertó el interés del Ascoli, un modesto conjunto italiano que le contrató para poderse mantener en la Serie A. No lo consiguió. Acabó perdiendo la categoría y él sólo consiguió dos goles en todo el curso. Sin embargo, el conjunto adriático siguió confiando en él en la Serie B, donde permaneció tres campañas más, hasta 1995 año en que, además, el equipo bajó al tercer nivel. Todo, un año antes de la Eurocopa.

Parecía todo perdido, pero apareció el Udinese, club de la Serie A conocido por tener una amplia red de espías y para encontrar gangas en todas partes. Le contrató y su rendimiento, a las órdenes de Alberto Zaccheroni, fue espectacular. Anotó 17 goles en 31 partidos y comenzó a sonar en todo el continente. A media temporada, Berti Vogts, el seleccionador alemán, se fijó en el país transalpino y lo probó en un amistoso con victoria en Portugal, en el que actuó media parte. Un mes más tarde, en Munich, anotó dos goles en el triunfo en otro partido sin puntos en juego ante Dinamarca. Aquel delantero que hacía pocos meses había bajado a la Serie C, ahora se convertía en un arma más para la Eurocopa que debía comenzar en junio en Inglaterra.

Bierhoff, que había sido internacional sub-21, disputó cinco minutos en su debut en el torneo contra la República Checa y casi todo el partido en el triunfo por 3-0 contra Rusia. Vogts no encontraba la delantera ideal, probando a Bobic, Kuntz y Klinsmann indistintamente. A pesar de la victoria ante los rusos, Bierhoff no apareció más en el equipo en los tres partidos posteriores, contra Italia, Croacia e Inglaterra. Sólo faltaba la final de Wembley, nuevamente ante los checos.


El gol

El partido definitivo fue diferente al de la primera fase. Kuntz y Klinsmann fueron los titulares delante, pero Alemania no podía penetrar en el entramado rival y, además, vio como un inexistente penalti de Sammer a Poborský derivaba en el gol de Patrick Berger desde los once metros. Alemania tenía que cambiar el estilo. Vogt buscó el juego más directo, retiró del campo al virtuoso Mehmet Scholl e hizo entrar al panzer del Udinese. Tardó cuatro minutos en darle la razón.


Visto su poder en el juego aéreo, los alemanes fueron buscando faltas laterales. En el minuto 73, encontraron una cuando Nemec se mostró demasiado impulsivo ante Strunz. El carrilero Christian Ziege realizó el lanzamiento, de fuera hacia dentro. Es probable que, si hubiera estado en el campo, la falta la hubiera lanzado un diestro como Andreas Möller, pero estaba sancionado. Ziege era zurdo y por eso el balón se fue cerrando, justo hacia la zona entre los defensas y el portero Kouba. Probablemente, la cobertura no tenía bien fijada la marca del recién incorporado y Bierhoff, sólo, cabeceó haciendo imposible la mínima oposición del portero checo.

Alemania, que durante todo el campeonato había buscado el juego terrestre y rápido, pero que históricamente ha tenido en el aéreo su gran aliado, volvía a encontrar un gol salvador. Los teutones, campeones en 1980 gracias a dos anotaciones de otro tanque, Horst Hrubesch, abrían la posibilidad a otro tanto que aún tardaría unos minutos en llegar.

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