divendres, 14 de maig del 2021

Francia, 4- Yugoslavia, 5 (Euro 60-Semifinales)

29. Drazan Jerkovic (4-4 y 4-5)

Las remontadas han estado a la orden del día en la Eurocopa. Lss ha habido de todos los colores, algunas de ellas muy épicas, como ya se ha destacado en este ránking. Una de las más espectaculares llegó en el primer partido de una fase final. Francia vencía por 4-2 a Yugoslavia en el Parque de los Príncipes y faltaba un cuarto de hora para el final. Pero los balcánicos anotaron tres veces en cuatro minutos y llegaron a la final. Los dos últimos goles fueron obra del delantero croata Drazan Jerkovic.


Jerkovic creció en Sibenik, donde nacería años después otro mito del deporte de su país que tenía el mismo nombre de pila, el baloncestista Drazan Petrovic. Él fue un delantero centro implacable, la punta de lanza de un equipo que dos años más tarde conseguiría su mejor hito en una Copa del Mundo, el cuarto lugar en Chile'62, con él de máximo goleador, trofeo compartido con de otros jugadores.

De hecho, él es originario de la isla de Hvar, situada frente a la costa de la Croacia continental, al sur de Split y de Sibenik, donde su familia se trasladó a vivir. Después, por un tema laboral, sus padres se desplazaron hasta Zagreb, la actual capital y entonces la segunda ciudad más importante de Yugoslavia. Se formó en el Dinamo, con el que ganó dos ligas a finales de los años 50 e, incluso, actuó en dos partidos de la Copa de Europa, en los que su equipo fue eliminado por el Dukla de Praga checoslovaco.

El debut con la selección le llegó justo antes de la primera edición de la Eurocopa. Él, que entonces tenía 23 años, no participó en ninguno de los partidos de clasificación, pero contó para el grupo de seleccionadores en un amistoso que Yugoslavia disputó en Wembley y que terminó en un espectacular 3-3. Un mes y medio más tarde, era titular en las semifinales del torneo europeo.

El partido, el primero de la historia del campeonato, fue una locura. Salvo el gol inicial de Milan Galic, Francia llevó siempre la iniciativa. A pesar de las bajas por lesión de Just Fontaine, Raymond Kopa y Roger Piantoni, sus tres delanteros titulares, que habían causado sensación en el último mundial de Suecia, los franceses se situaron con un 3-1 favorable, con goles de Vincent, Heutte y Wisnieski. Zanetic redujo la distancia hasta el 3-2, pero el mismo Heutte respondió con su segundo gol. Con 4-2, en el minuto 75, todo parecía definido. Pero faltaba el último giro de guión, con la ayuda del portero galo.


Los goles

Georges Lamia, del Niza, no era el habitual dos años antes en el mundial, pero había relevado al veterano Claude Abbès, del St. Etienne, en la fase de clasificación. En cuatro minutos se creó toda una leyenda con tres errores dramáticos para los franceses. Primero, dejó el palo libre en un remate de Knez que se convirtió en el 4-3 y, después, en tres minutos, llegó el desastre y el gran momento de Jerkovic.


En el minuto 77, el portero entregó el balón a un contrario con la defensa saliendo. Éste terminó en los pies de Kostic, que centró. Lamia no rechazó bien e hizo rebotar el balón en el delantero croata quien, solo, acabó introduciendo el balón en la portería. Pero justo después de que los franceses sirvieran de centro, llegó el quinto. Una nueva jugada de Kostic por la izquierda termina con un fuerte disparo nuevamente de Knez. Lamia rechaza, pero deja el balón muerto en el área pequeña a los pies de un Jerkovic que anota el 4-5 final. Los anfitriones, eliminados. Lamia, que tenía 27 años en ese momento, sólo jugó un partido amistoso más con la selección en toda su carrera.

Yugoslavia disputó la primera final de la Eurocopa, en el mismo escenario, cuatro días más tarde, contra la Unión Soviética. Aunque Galic se volvió a adelantar en el marcador, los goles de Metreveli y de Ponedélnik dieron el título a la URSS. Fue la gran oportunidad de toda una generación para obtener un título.

Dos años después, en el mundial de Chile, Jerkovic contribuyó con cuatro goles a la cuarta posición de su selección en el campeonato. Marcó uno contra Uruguay, dos ante Colombia, en la primera fase, y anotó el gol del momentáneo empate ante Checoslovaquia en la semifinal disputada en Viña del Mar, que los balcánicos perdieron por dos goles de Scherer, uno de penalti, en los diez últimos minutos. Después, caerían en la final de consolación ante los amfitriones. Compartió el honor de ser el máximo anotador con el chileno Leonel Sánchez, los brasileños Vavá y Garrincha, el soviético Ivanov y el húngaro Albert.

Tenía 25 años, pero sólo disputaría dos partidos más con la selección, que no entró en la Eurocopa de 1964. Al año siguiente, aprovechó la posibilidad que tenían los jugadores yugoslavos de fichar por un equipo extranjero cuando llegaban a los 28 y recaló en el Gante belga. De este modo, según las normas de ese momento, se declaraba inválido para jugar en la selección, ya que sólo admitía futbolistas que actuaran en la liga nacional. Dejó el Dinamo habiendo anotado 322 en 315 partidos, una auténtica barbaridad.

Pero la salida de Yugoslavia no fue tan bien como esperaba. Se lesionó en un entrenamiento y tuvo que rescindir el contrato e, incluso, retirarse del fútbol. Luego comenzó una larga carrera de entrenador que le llevó al Dinamo, a Austria e, incluso, a ser seleccionador yugoslavo. Más tarde, con la independencia de Croacia, tuvo el honor de ser el entrenador en su primer partido, una victoria por 2-1 ante los Estados Unidos en el estadio Maksimir de Zagreb. Pero sus últimos años fueron duros.

Sufría diabetes desde hacía tiempo y eso le provocó una mala circulación en la pierna izquierda. En 2008, los médicos le dijeron que había que amputarsela a la altura de la rodilla. Al cabo de nueve días de la operación, un infarto acabó con su vida. Antes de la intervención, había llegado a decir que no le hacía falta ninguna pierna izquierda porque nunca había anotado ningún gol con ella. Se equivocaba. Los dos del Parque de los Príncipes, los de la gran remontada ante Francia, los marcó justamente con ella.

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