dilluns, 31 de maig del 2021

Italia, 1- Yugoslavia, 1 (Euro 68-Final, 1º partido)

12. Angelo Domenghini (1-1)

Ha habido jugadores en la historia que han tenido la facultad de estar situados casi siempre en el mejor lugar, en el mejor momento. Al ser un deporte colectivo, el fútbol no sólo depende de las aptitudes personales, sino también de estar rodeado de equipos ganadores. Estos futbolistas han podido nutrir de trofeos sus vitrinas y han sido valiosos para sus formaciones y equipos nacionales en épocas importantes de sus trayectorias. Esto ocurrió con los equipos y con la selección italiana que tuvieron la fortuna de contar con el delantero Angelo Domenghini.


Nacido en Lallio, al lado mismo de Bérgamo, en Lombardía, Domenghini se formó en uno de los planteles, aún hoy en día, más prolíficos del fútbol transalpino, el de la Atalanta. Él mismo explicaba que su infancia no fue fácil. Eran nueve hermanos, seis chicas y tres chicos, que se hacinaban en dos habitaciones. Se trataba de ponerse a trabajar cuanto antes para traer dinero a casa. Él, además, era muy travieso de pequeño, no paraba quieto, pero también tenía habilidad para jugar al fútbol. Le convencieron para disputar un torneo de bar y de allí a la Atalanta hubo un paso.

Debutó a los 19 años en la máxima categoría con la Dea, a la que llevó al título de Copa tres años después, en una final ganada al Torino con tres goles suyos en San Siro. Curiosamente, la victoria no pudo ser celebrada en la ciudad porque al día siguiente murió el papa Juan XXIII, originario de Bérgamo. Se mantuvo en la formación un año más y en 1964 fue fichado por el Inter, vigente campeón europeo. En su primera temporada, fue campeón de liga, de la Intercontinental y de la Copa de Europa, aunque él no disputó ni las semifinales, ni la final del torneo, en una época en que aún no se habían introducido las sustituciones.

Había debutado con la selección efímeramente cuando aún estaba en la Atalanta, en un choque de calificación para la Eurocopa de 1964 contra la URSS, pero se consolidó tras el fracaso transalpino en el mundial de 1966, en Inglaterra, del que él quedó descartado. El nuevo seleccionador, Ferruccio Valcareggi, confió en él en la fase de clasificación para el torneo europeo de 1968 y le respondió con cuatro goles en siete partidos, entre ellos uno en los cuartos de final contra Bulgaria. El país sería el anfitrión de la final a cuatro y él, uno de los protagonistas.

En el duelo de semifinales, en Nápoles, Italia resistió como pudo con diez hombres en el campo, por la lesión de Rivera, sin que entonces hubiera sustituciones, y se vio favorecida por el sorteo posterior al partido, porque no había penaltis . La final era ante Yugoslavia en Roma, y ​​fue muy complicada.


El gol

Domenghini arrancó de inicio, junto a Anastasi y Prati en la delantera, pero la iniciativa fue balcánica. La joven estrella Dzajic adelantó a su equipo antes del descanso y el conjunto de Rajko Mitic dispuso de muchas oportunidades para sentenciar, entre ellas un remate que pasó cerca del palo y al que el mismo Dzajic no llegó por poco. La desesperación crecía en los anfitriones, pero llegó una falta en la frontal del área.


El central Paunovic saltó de manera torpe encima de Lodetti y le hizo caer. El árbitro suizo Dienst no tuvo ninguna duda en indicar la infracción. Domenghini asumió la responsabilidad de chutar. Los yugoslavos siempre han protestado la jugada, al entender que el colegiado estaba situando la barrera, pero en las imágenes se ve el muro bien puesto. El problema fue que uno de sus componentes, el centrocampista Holcer, abrió las piernas y dejó vendido al portero Pantelic. El gol del delantero del Inter salvaba a Italia del desastre.

La prórroga siguiente no vió ningún gol y la final se tuvo que repetir dos días después en el mismo escenario. Yugoslavia había perdido su gran oportunidad e Italia se impuso con dos goles en la primera mitad de Luigi Riva y de Pietro Anastasi. Éstas fueron las anotaciones que dieron el título, pero sin el acierto de Domenghini, nada habría sido posible.

Actuó un año más en el conjunto milanés y, en 1969, dio un paso arriesgado y fichó por un emergente Cagliari para completar una gran delantera con Riva. Le volvió a salir bien la apuesta y se convirtió en uno de los futbolistas del equipo sardo que entraron en la leyenda como campeones de liga. Después, fue al mundial, a pesar de haberse perdido algunos partidos de la fase de clasificación, y fue un fijo en el equipo que llegó a la final, perdida ante Brasil por 4-1. Él anotó un gol, el de la victoria ante Suecia del debut. Aun tenía 29 años, pero sólo disputó cuatro partidos más, de clasificación para la siguiente Eurocopa, con el equipo nacional.

Domenghini siguió en el Cagliari hasta 1973, antes de fichar por la Roma y retirarse de la serie A en el modesto Foggia, a los 35 años. Antes ya había descendido una temporada en la Serie B, en Verona, y terminó en tercera categoría, con el Olbia y el Trento. En 1979, con 37 años, colgó definitivamente las botas. Ya hacía muchos que no era tan decisivo como en la primera parte de su carrera, pero para el recuerdo había dejado títulos y goles, como el que evitó que Italia perdiera la Eurocopa en casa.

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