dimecres, 17 de març del 2021

España, 1- Francia, 2 (Euro 2000-Cuartos de final)

87. Zinédine Zidane (0-1)

Si la Francia campeona de la Eurocopa de 1984 tuvo un líder absoluto en la persona de Michel Platini, la que encadenó el mundial de 1998 y la Eurocopa del 2000 tenía otro. Seguramente no era tan extrovertido como el primero, pero gozaba del talento de los elegidos, compartía con su antecesor el hecho de haber triunfado en la liga italiana y en el mismo equipo, la Juventus y, además, tenía la misma habilidad en los lanzamientos de falta. Es Zinédine Zidane.


En otro gol de esta lista ya vimos su habilidad en los libres directos, demostrada en la Eurocopa de cuatro años más tarde de la de 2000, que es la que nos ocupa ahora. En ese momento de su carrera, ya con 28 años, la figura de Zidane era incontestable en el fútbol internacional desde hacía dos veranos, cuando se había proclamado campeón del mundo con Francia en casa. Pero aquella generación quería demostrar que también podía ganar en el extranjero y tendría la oportunidad en el torneo europeo de Bélgica y los Países Bajos.

Zidane era originario de Marsella, donde nació después de que sus padres, argelinos, emigraran desde la Cabilia, en el país norteafricano. Allí creció con figuras del Olympique como Francescoli y Papin como ídolos y jugaba en equipos de barrio. Hasta que pudo ir a disputar un torneo organizado por la federación francesa y fue descubierto por el club de la vecina Cannes. Allí se transformó en jugador profesional, pero también comenzó a descubrir la cara negra del racismo, al ser insultado en algunos partidos. Sus entrenadores le convencieron para que trasladara su rabia en el campo y mostrara sus virtudes como manera de hacer más daño a aquellos que le faltaban al respeto.

Y lo hizo. Zidane mostró pronto un caudal de soluciones inacabable. Era un falso lento, un jugador que parecía que hiciera las cosas bailando sobre el terreno de juego, que dominaba la pausa y el arranque como quería, con una gran potencia física, una calidad técnica indiscutible y también una buena relación con el gol gracias a un potente disparo a portería. Después de un debut aislado con sólo dieciséis años, se consolidó en Cannes y, en 1992, fue traspasado al Burdeos por 7 millones de euros. Fue allí donde explotó.

En las siguientes cuatro temporadas, el club no pasó del cuarto lugar en la liga, pero su aportación era regular e iba creciendo. Su gran temporada fue la 1995-96, cuando el Girondins arrancó disputando la Copa Intertoto, la competición estival clasificatoria para la UEFA, y finalizó el curso enfrentándose al Bayern de Múnich, contra quien perdió, en la final del torneo, tras una recordada eliminatoria de cuartos de final en la que remontó un 2-0 al Milan de Fabio Capello. Zidane y Dugarry eran las estrellas del equipo y aquel verano salieron hacia destinos opuestos, el Milan, precisamente, para el delantero, y la Juventus para el centrocampista.

Además, Zidane ya hacía dos años que había debutado en la selección. El fracaso de la eliminación en la fase previa del Mundial de Estados Unidos de 1994, con el recordado gol del búlgaro Kostadinov en París, supuso el final del seleccionar Gérard Houllier y la llegada de Aimé Jacquet al banquillo. Él debía ser el encargado de regenerar la selección y lo hizo. En la Eurocopa de 1996, Zidane ya había asumido los galones en el centro del campo con sólo 24 años, pero el equipo había perdido por penaltis en las semifinales contra la República Checa con la final a su alcance.

Pocas semanas después se incorporó a una Juventus campeona de Europa y cayó de pie. Impulsó al equipo a dos ligas seguidas, a parte de una Supercopa y una Intercontinental, y la cosecha aún pudo ser mayor de no haber perdido dos finales de la Liga de Campeones seguidas, contra el Borussia Dortmund por 3-1 y ante el Real Madrid por 1-0. Pero al cabo de unas semanas de este partido vivió su momento de gloria, con el mundial ganado en casa y con dos goles suyos en la final ante Brasil (0-3).

Cuando estaba en la cima del fútbol, ​​con 26 años, sin embargo, las cosas se torcieron un poco. No ganó ninguna de las dos siguientes ligas con la Juventus, con una sexta posición en la primera y por un punto contra la Lazio en la segunda. Además, en 1999 quedó fuera de su tercera final europea seguida cuando todo parecía hecho ante el Manchester United. La Eurocopa de 2000, por lo tanto, era un buen lugar para reivindicarse. Y Zidane respondió con un gran torneo.


El gol

Quizá no lo fue tanto al inicio. Francia debutó con dos victorias más efectivas que brillantes ante Dinamarca, por 3-0, y contra la República Checa por 1-2. Además, perdió el primer puesto del grupo contra los Países Bajos por 2-3 en un duelo en el que el seleccionador, que ahora ya era Roger Lemerre, el segundo de Jacquet hasta el 98, utilizó muchos suplentes. Esto provocó que Francia tuviera que jugar contra España en Brujas en los cuartos de final al en un típico partido de rivalidad que ver los tres goles en once minutos.


Y quien primero golpeó fue Francia. A los 33 minutos, una falta de Aranzabal a Djorkaeff en la frontal del área quedó situada en un lugar magnífico para Zidane. Mientras algunos protestaban, el jugador de la Juventus plantó el balón, miró, y soltó un disparo perfecto, por encima de la barrera, ante el que Cañizares no pudo hacer nada. Golazo y 0-1.

El partido fue intensísimo. Cuatro minutos más tarde, empataría Mendieta tras un penalti de Thuram a Munitis, pero antes del descanso llegaría el 1-2 de Djorkaeff. España habría podido igualar de nuevo el partido en el último minuto, pero Raúl envió un penalti desviado cuando Barthez ya estaba superado. Quién sabe qué habría pasado en la prórroga, pero en aquel partido, Zidane y su equipo salieron triunfadores. Faltaban dos pasos para el título y el siguiente sería ante Portugal en las semifinales de Bruselas.

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