dilluns, 22 de març del 2021

Francia, 0 (5) - Países Bajos, 0 (4)

82. Laurent Blanc (5-4, en la tanda de penaltis)

Hay quien dice que a partir de los treinta años los jugadores ya entran en el descenso, tanto físico, como futbolístico, y que lo que no han dado hasta entonces, ya no lo darán. Parece complicado que atravesado este umbral se puedan obtener los títulos y el reconocimiento que no han llegado hasta entonces. Pero algunos lo consiguen. En 1996, Francia venía de una serie de traumas importantes y había que renovar a toda la selección. Pero el técnico, Aimé Jacquet, supo alargar la carrera de algunos de los elementos que parecía que ya lo habían dado todo y les sacó un gran rendimiento. Es lo que ocurrió con el central Laurent Blanc.


Nacido en Alès, entre Marsella, Montpellier y Nimes, con 30 años ya había cubierto un recorrido importante por el fútbol de su país e, incluso, había jugado un año en la liga italiana, pero hasta entonces los títulos se le habían negado casi siempre. Central elegante, dotado de una gran calidad para sacar el balón jugado e incluso con facilidad para actuar, en los primeros tiempos, en el centro del campo, Blanc debutó en la élite en el Montpellier con 18 años, y con el equipo del sur de Francia alcanzó un título de Copa, en 1990, en una final ganada contra el Racing de París con tres goles en la prórroga, entre ellos el suyo.

De hecho, los datos goleadoras de Blanc en el Montpellier, a base de marcar penales y en remates de cabeza a las salidas de faltas y córners, son impresionantes, con 76 anotaciones en 243 partidos. Su buen rendimiento no había pasado inadvertido para la selección, pero el combinado galo quedó sorprendentemente fuera del mundial de 1990, en Italia, a manos de Yugoslavia y Escocia. En 1991, Blanc probó la aventura en el Nápoles, con el que no hizo un mal año, con seis goles. Pero no se sintió a gusto y volvió a Francia para actuar en el modesto Nimes, con el que no pudo evitar la última posición.

Sin embargo, Michel Platini lo convocó para la Eurocopa de Suecia de 1992. Jugó los tres partidos y fue testigo de excepción del fracaso y del gol de Elstrup para Dinamarca que dejaba a la selección fuera del torneo a las primeras de cambio. Aquel verano lo fichó el St. Étienne y, con la selección, volvió a protagonizar otro desastre. Él jugaba el día en que Emil Kostadinov marcó en el último minuto en el Parque de los Príncipes y dejaba a Francia fuera del mundial de 1994, en Estados Unidos. La seleccióna abordó una limpia absoluta, pero Jacquet, que era el ayudante del destituido Houllier, decidió seguir contando con él. Y en 1995 cambió su suerte.

Fue a los treinta años cuando hizo la temporada de su vida en el modesto Auxerre del sempiterno Guy Roux. Junto a los Silvestre, Taribo West, Lamouchi, Martins, Diomède o Laslandes conquistó un impensable título de liga. Evidentemente, fue convocado para la Eurocopa del verano siguiente, en Inglaterra, donde Francia intentaría redimirse.


El gol

La primera fase fue buena, con victorias sobre Rumanía y Bulgaria, ésta con un gol suyo incluido, y un empate suficiente contra España. Con la primera plaza del grupo asegurada, llegaba el duelo de cuartos de final ante los Países Bajos en Liverpool. El partido fue cerrado y terminó sin goles. Habría que ir a la tanda de penaltis. Y esta la terminó de decidir Blanc.


Todo el mundo fue marcando sus lanzamientos, De Kock, Ronald de Boer y Kluivert para los neerlandeses y Zidane, Djorkaeff y Lizarazu para los galos. En el cuarto tiro, Seedorf permitió la parada de Lama, un disparo que hoy se haría repetir porque el portero se adelantó demasiado, en una acción no castigada por el colegiado malagueño López Nieto. Guérin metió el cuarto para Francia y Blind, el quinto de los oranje. Toda la responsabilidad recaía en el pie derecho de Blanc quien, con calma, engañó a Van der Sar, pese a un resbalón porterior, y clasificó a Francia para las semifinales.

A pesar de la derrota posterior, también por penaltis, con  la anotación del propio Blanc, contra la República Checa, sus siguientes años con la selección fueron los mejores de su vida. Aquel verano fichó por el FC Barcelona, ​​por donde pasó sin pena ni gloria desde el punto de vista personal, que no de títulos, durante un curso, con Copa, Recopa y Supercopa, y en 1997 fue contratado por el Olympique de Marsella. De hecho, una trayectoria hasta entonces poco brillante se fue enriqueciendo, ya que después de dos años en el Vélodrome todavía jugaría en el Inter de Milán y el Manchester United, con el que ganó una liga.

Su explosión, sin embargo, llegaría a nivel de selección. En 1998 fue mariscal del equipo que ganó el mundial, aunque una tarjeta le hizo perderse la final. En el torneo, en los octavos contra Paraguay, se convirtió en el primer jugador de anotar un gol de oro en una Copa del Mundo. Su gran trayectoria se completó en 2000, con 34 años, cuando fue vital en la consecución de la Eurocopa de Bélgica y los Países Bajos, en su último partido internacional.

Cuando se retiró, en 2003, inició una larga trayectoria de entrenador que aún dura y en la que ha entrenado al Burdeos, al París Saint-Germain y a la selección francesa. Fue el encargado de sustituir al irascible Raymond Domenech después del mundial de Sudáfrica de 2010 y llegó a cuartos de final en la Eurocopa del 2012 tras devolver una paz al equipo nacional de la que se beneficiaría Didier Deschamps en los años posteriores. Blanc, un líder silencioso y elegante que sobrevivió unos años veinte de su vida poco exitosos para celebrar lo mejor en una madurez que comenzó en aquella Eurocopa de Inglaterra.

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