dissabte, 31 d’octubre del 2020

Escocia, 0- Alemania, 2 (Euro 88- Primera fase)

224. Stefan Effenberg (0-2)

La historia del fútbol alemán está llena de jugadores de carácter irascible y no muy queridos por los contrincantes, que han protagonizado polémicas, incluso con su propia afición. Pero este mismo mal café lo han utilizado en favor del club que los pagaba o de la propia selección, que se ha nutrido de ellos para conseguir grandes éxitos. Uno de estos jugadores, cuya cara no engañaba, fue Stefan Effenberg.



Nacido en Hamburgo y formado en el Viktoria, un club de la ciudad hanseática que ha conocido tiempos mejores, Effenberg fue captado por el Borussia Mönchengladbach, con el que debutó en la Bundesliga en 1987. Pronto triunfó con los potros, partiendo primero desde la banda derecha, con un juego lleno de potencia, pero también de toque y de remate. 1990 fue importante para él, ya que fichó por el Bayern y, además, a finales de año, debutó con la selección, con una derrota en Gales del conjunto que se había proclamado campeón del mundo, en la clasificación para la Eurocopa de Suecia. El nuevo seleccionador, Berti Vogts, confió en él de cara a la fase final y fue titular en el primer partido, un sufrido empate, y gracias, contra la Comunidad de Estados Independientes, antigua URSS. El segundo duelo era contra Escocia y se tenía que vencer.

El gol

Y aunque el juego no fue brillante, hubo victoria, iniciada a la media hora con una acción típica de la delantera del momento, dejada de Klinsmann y remate de Riedle al fondo de la portería de Goram. El duelo aún no estaba sentenciado, pero lo comenzó a estar a los dos minutos de la reanudación.




Effenberg, cayendo a la banda derecha del centro del campo, fue avanzando sin encontrar a nadie que se le pusiera delante. Sólo cuando llegó el lateral del área pensó en centrar con el defensor británico Maurice Malpas delante. Colgó el balón, este tocó en la pierna del escocés, que lo quería rechazar, con tan mala suerte que describió una parábola que sorprendió al portero Goram quien, además, cayó al suelo. El 0-2 sería definitivo. Sería el único gol de Effenberg en un gran torneo de selecciones.

El jugador del Bayern no pudo ser campeón porque el equipo cayó contra los Países Bajos en el tercer partido. Sin embargo llegó a semifinales, en la que venció Suecia por 2-3, pero perdió en la final de manera sorprendente por 2-0 ante Dinamarca. Aquel verano fichó por la Fiorentina con la que bajó a la Serie B. Todo un internacional como él actuó en la segunda categoría y logró el ascenso antes de dejar el club para volver a Mönchengladbach.

Aquel verano se disputó el mundial de Estados Unidos y Effenberg era una de las estrellas. Pero fue casi su final con la Mannschaft. En el tercer partido, contra Corea del Sur, Alemania ganaba por 3-0 y los coreanos estuvieron a punto de igualar. La afición empezó a abuchear al equipo y Effenberg les dedicó una peineta en señal de desprecio. Desde entonces, en Alemania, hacer este gesto se llama "Effe". A él le supuso ser expulsado del equipo. Sólo volvió en 1998 para disputar dos amistosos.

La carrera de Effenberg se relanzó en Mönchengladbach, con una Copa, y con su regreso al Bayern, en 1998, en el que ya jugaba totalmente de organizador. Ganó tres ligas y, sobre todo, disputó dos finales de la Champions. En la primera, derrota cruel contra el Manchester United en Barcelona con los dos goles en el descuento. En la segunda, triunfo contra el Valencia, con gol suyo en la final, de penalti, y después transformando el suyo en la tanda. En 2002, ya con 34 años, fichó por el Wolfsburgo, donde se retiró.

Aparte del tema del dedo, la carrera de Effenberg ha estado salpicada de escándalos, como la historia que mantuvo con la mujer de su compañero del Bayern y la selección, Thomas Strunz. Provocó el divorcio de la pareja y él hizo lo mismo para acabar casándose con su anterior amante. O en el libro de memorias que escribió, en un pasaje del que tildaba de "cagón" a Lothar Matthäus. Ahora sigue impartiendo cátedra con unas opiniones que nunca pasan desapercibidas.

divendres, 30 d’octubre del 2020

Irlanda, 1- URSS, 1 (Euro 88-Primera fase)

URSS, 2- Italia, 0 (Euro 88-Semifinales)

225. Oleg Protásov (1-1 y 2-0)

A veces, dos acciones similares, dos goles en este caso, sirven para explicar cómo actuaba un jugador. La Unión Soviética de finales de los ochenta era un equipo rocoso físicamente y rapidísimo arriba, con todas las características del fútbol ucraniano de la época, y de años posteriores, personalizados en la figura del técnico Valery Lobanovsky. En este esquema, destacaban futbolistas que llegaban bien al área y marcaban con facilidad. Todas estas características, y una gran potencia, adornaban el juego del ucraniano Oleg Protásov.



Sólo tenía 24 años cuando jugó la Eurocopa de 1988, pero ya había conseguido varias metas importantes en su carrera. Nacido en Dnipropetrovsk, había actuado en el Dnipro (entonces Dniepr, con la pronunciación rusa), con el que había ganado la liga soviética de 1983 y donde estuvo hasta 1987. Había sido elegido mejor jugador de la liga, había debutado en la Copa de Europa, en la que forzó unos penaltis en los cuartos de final del 1985, y había sido convocado para el mundial de México, de 1986, en el que jugó 67 minutos contra Canadá.

En 1987 lo fichó el gigante de la zona, el Dinamo de Kiev. Entre los dos equipos totalizó 125 goles en la liga, con lo cual se convirtió en el octavo máximo goleador de la historia de la competición unificada. Con el mismo entrenador que en el Dinamo, Lobanovsky, se convirtió en un fijo del equipo nacional. Colaboró ​​en la eliminación de Francia en la fase de clasificación y consiguió el pasaporte para una fase final de Alemania en la que anotó dos goles tan similares que hay que mostrarlos juntos para definir su olfato anotador .

Los goles

Protásov fue titular desde el inicio, en una victoria sorprendente contra los posteriores campeones y rivales en la final, los Países Bajos. El segundo partido era contra Irlanda y se complicó por culpa de un golazo de Ronnie Whelan en la primera parte. En la segunda, la URSS buscó el empate y lo encontró en una acción directa.



Fue en un balón largo del portero Bonner que recogieron entre Kuznetsov y Demianenko. Este envió el esférico adelante hacia Belanov, que intentó hacerse un autopase de primeras. Pero cuando fue a recogerlo, le adelantó como un tren Protásov quien, viniendo de atrás, remató y batió al portero irlandés. El empate final, unido a la posterior victoria contra Inglaterra por 1-3, clasificó a la URSS para las semifinales como primera de grupo.

El rival en la penúltima fase fue Italia. El duelo se disputó bajo una intensa lluvia en Stuttgart. Se llegó con igualdad a cero al descanso y se desatascó en tres minutos mágicos. En el 61, Litovshenko abrió la lata y, poco después, una jugada muy similar al gol contra Irlanda. Esta vez es Zavarov que entra por la banda izquierda, la misma en la que estaba Belanov el día anterior. El futuro jugador de la Juventus centró y entrando justamente por el mismo sector que pocos días antes, Protásov remató en semifallo y superó a Zenga. Era el 2-0 definitivo.



Lamentablemente para los soviéticos, los Países Bajos que se encontraron en la final fueron muy diferentes de los de la primera ronda y dejaron escapar la oportunidad de ganar el título europeo, en una final, la de Múnich, con penalti errado incluido de Belanov.

Protásov ganó con el Dinamo la liga de 1990, justo antes de la detonación de la Unión Soviética. Participó en el mundial de Italia, en el que marcó un estéril gol contra Camerún en un partido en el que la formación de Lobanovski ya estaba eliminada. Disputó la fase de clasificación para la Eurocopa de 1992, pero ya no llegó a la fase final con la Comunidad de Estados Independientes. Había iniciado un recorrido internacional que lo llevó a equipos de segunda y tercera fila. Ganó dos Copas con el Olympiakos. Tuvo unos buenos años en el Gamba Osaka del emergente fútbol japonés y volvió a Grecia. donde se retiró en 2000 con el desconocido Panalefnisiakos. Antes, aún tuvo tiempo de disputar un partido, en 1994, con la nueva selección ucraniana, contra Lituania.

Protásov inició entonces una trayectoria como entrenador que comenzó muy bien, con dos títulos de liga con el Olympiakos, pero que luego fue cayendo. Fue al Steaua y también al Dnipro, donde alternó luces y sombras. Su carrera como técnico fue tan nómada como la de jugador, con paso por el Kuban, el Iraklis, el Astra Giurgiu rumano o el Aris de Salónica. Tan grande como su campo de acción en el terreno de juego, demostrado en sus dos goles en la Euro 88, fue su recorrido como jugador y entrenador.

dijous, 29 d’octubre del 2020

Portugal, 1- Grecia, 2 (Euro 2004-Primera fase)

226. Angelos Basinas (0-2)

Hay futbolistas a los que el mejor éxito de su carrera les llega cuando ésta ya ha alcanzado o ha superado el ecuador. Cuando este triunfo aparece de golpe, sin esperarlo, es posible que sea el punto de partida hacia una evolución en la que ya no pensaba. En algunos jugadores, es el cambio entre ser valorado en casa, en el club de toda la vida, a recibir ofertas incluso del extranjero para crecer. Es lo que la Eurocopa de 2004 aportó al centrocampista Angelos Basinas.


Nacido en Spata, un pueblo de 12.000 habitantes a veinte kilómetros de Atenas, el equipo de Basinas hasta los 29 años fue el Panathinaikos. Formado en la cantera de los verdes de la capital del país, tuvo que estar durante muchas temporadas a la sombra de un Olympiacos que ha dominado la liga en las primeras décadas del siglo XXI. Debutó en la competición en 1997, con 21 años, y se mantuvo allí durante ocho temporadas, en las que ganó dos ligas y tres Copas. Además, participó en competiciones europeas con el PAO y accedió dos veces en la segunda fase de grupos de la Champions. Su carrera parecía totalmente estabilizada.

Con la selección, debutó en un amistoso en 1999 y poco a poco fue entrando en los planes de Vassilis Daniil primero, y después del alemán Otto Rehhagel, fichado por la federación para intentar dar un salto de calidad al fútbol helénico. El equipo estuvo lejos de entrar en el mundial del 2002, en un grupo de clasificación con Inglaterra y Alemania, pero sorprendió en la de la Eurocopa de 2004, en que quedó delante de España con un recordado triunfo en Zaragoza, con gol de Giannakopoulos. Basinas sólo jugó cinco partidos, con tres victorias y dos derrotas, pero su gran campaña 2003-2004 con el Panathinaikos, con doblete de liga-Copa incluido, hizo que Rehhagel contara con él. En los amistosos pre-Eurocopa, fue suplente en una derrota por 4-0 contra los Países Bajos y en otra ante Polonia por 1-0, pero entró de titular en un triunfo por 0-2 en Liechtenstein y ya no abandonó el puesto de cara al debut.

El gol

Por lo tanto, Basinas era de los once elegidos para enfrentarse a Portugal, en Oporto, en el primer partido de la Eurocopa lusa. Como sucedió en la fase de clasificación, el tramado defensivo y de centrocampistas de los griegos hizo que el favorito se encallara y, encima, Karagounis adelantó a los visitantes en el minuto 7 de partido. El segundo gol llegó en una acción que demostraba la desesperación local.



Fue en un balón que el lateral Seitaridis interceptó en un pase de Costinha a Cristiano Ronaldo. Lo descargó a Charisteas, quien avanzó y le devolvió al defensa una vez le salió Andrade al paso. Seitaridis entró al área, seguido por el mismo Cristiano y éste, con poca habilidad, se le lanzó encima, en acción propiciada también por el frenazo del griego, y cometió un penalti diáfano. Asumió la responsabilidad Basinas y, con gran clase, engañó a Ricardo y alojó el esférico muy cerca de la escuadra. Los griegos aguantaron hasta el final y el gol de Cristiano en un córner, en tiempo de descuento, fue una anécdota.

Fue el principio de la gran Eurocopa griega. Basinas, jugador de buena calidad técnica, de gran visión y de más que aceptable toque a balón parado, no jugó contra España el segundo día, en un duelo en el que Rehhagel prefirió reforzar físicamente el centro con Katsouranis. Volvió y se lesionó en la primera parte en la derrota mínima contra Rusia, que no impidió la clasificación para los cuartos. Desde allí, siempre titular en las tres victorias por 1-0 contra Francia, la República Checa y en la final, nuevamente contra Portugal, en el que lanzó el córner que remató a la red Charisteas.

Basinas aguantó un año más en Atenas pero la Eurocopa había proyectado su juego al mundo y, en 2005, fue fichado por el Mallorca, justo después de una Copa Confederaciones en la que Grecia no superó la fase inicial. Le costó entrar en el equipo balear, ya que no convenció a Héctor Cúper con su juego, pero la llegada al banquillo de Gregorio Manzano le supuso un respiro. A partir de esa temporada, ya fue un fijo y se mantuvo en el equipo dos campañas más, en las que el Mallorca, sobre todo en la tercera, estuvo a punto de entrar en Europa.

El centrocampista griego, ya con 32 años, volvió a casa, pero no al PAO sino al AEK de Atenas. Sólo cumplió medio año de los tres que firmó, ya que en el mercado de invierno recibió la oferta del Portsmouth, que entonces estaba en la Premier. La aceptó y se mantuvo hasta final de campaña, en la que vivió la cara, la clasificación para la final de Copa, que él no jugó, y la cruz, el descenso a Championship.

Con la selección, vivió el canto del cisne de la gran generación del título de 2004 en 2008, cuando Grecia perdió los tres partidos, con él jugándolos, de la Eurocopa de Suiza y Austria. Su último partido sería contra Israel, en la fase de clasificación para el mundial de 2010, que los griegos superaron, pero él ya no. Con 34 años, no fue convocado por Rehhagel y aquel verano tanto él como Charisteas, la pareja mágica de la final de Lisboa, emprendieron el camino al Arles francés, donde se retiró al cabo de dos meses después de jugar sólo cinco partidos.

dimecres, 28 d’octubre del 2020

Francia, 0- Italia, 2 (Euro 2008-Primera fase)

227. Daniele de Rossi (0-2)

La Roma ha tenido en la plantilla en los últimos años a dos jugadores absolutamente icónicos. Uno ha sido Francesco Totti, un One Club Man que es Dios en la Ciudad Eterna. Un coetáneo suyo, a un nivel más bajo, ha significado lo mismo en el centro del campo. Nacido también en la capital, sólo la dejó al final para iniciar una exótica aventura en Buenos Aires. Es Daniele de Rossi.


De Rossi es casi siete años menor que Totti, pero su trayectoria es similar. Jugó dieciocho temporadas en el club romanista, de las que en dieciséis coincidió con el delantero. Se marchó del club con la espina de no haber ganado nunca ninguna liga, sólo dos Copas y dos Supercopas. Era un centrocampista duro, de los que ocupaba mucho terreno de juego y con mucha capacidad de recuperación. Un ejemplo de cómo disfrutaba haciéndolo es el tatuaje de un triángulo que rodea un "tackle", acción en la que el jugador entra duro con el pie por delante para llevarse un balón dividido.

Hijo de otro ex jugador de la Roma, Alberto de Rossi, debutó en 2001 con dieciocho años en una ronda preliminar de Champions contra el Anderlecht. Aquella temporada volvió a actuar en cuatro partidos de liga más, en los que ya marcó dos goles. Ser anotador no ha sido su principal característica, por posición sobre el campo. Su máximo registro en la liga han sido siete goles, pero disponía de un buen disparo de lejos y también de una excelente llegada desde segunda línea.

De Rossi también había mostrado una gran trayectoria con las selecciones inferiores. 2004 fue un gran año para él. Ganó el europeo sub-21, con un gol suyo contra Serbia en la final, y conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Atenas. Perdió la semifinal contra Argentina pero superó a Irak en el duelo de consolación. El mismo año debutó con la selección, en un amistoso contra Finlandia, y actuó en ocho partidos de la fase de clasificación para el mundial del 2006. De Rossi, junto a Totti, fue campeón del mundo en Alemania. Él actuó en tres partidos, entre ellos la final, en la que entró de suplente y anotó un lanzamiento en la tanda de penaltis decisiva.

Totalmente consolidado, el nuevo seleccionador, Roberto Donadoni, siguió confiando en él y llegó al siguiente campeonato, la Eurocopa de 2008. No jugó el primer partido y el equipo perdió por 3-0 contra los Países Bajos. El entrenador hizo cambios contra Rumania, en un partido en el que un gol de Panucci y un penalti parado por Buffon evitaron la eliminación transalpina. El fútbol les daba otra oportunidad. Había que superar a Francia en el tercer partido.

El gol

Era la revancha de la final del mundial de dos años antes y quien perdía se iba a la calle. Además, un empate abría todo un mundo de posibilidades, ya que los dos equipos estaban igualados a goles marcados y recibidos. Quizás habría que recurrir a las tarjetas amarillas. No hizo falta. Un penalti transformado por Andrea Pirlo en la primera parte abrió el camino de los italianos, que resolvieron en una acción de rebote.



Fue en una falta muy lejana. De Rossi, que tenía un gran disparo, lo intentó y, a fuerza de ser sinceros, su disparo seguramente iba fuera. Pero en la barrera francesa, aunque en el vídeo se habla de que es Henry quien toca el esférico, finalmente lo hizo Karim Benzema, situado en el segundo lugar del muro. La acción despistó al portero Coupet y se convirtió en el 0-2 definitivo. Italia pasó a cuartos, pero se topó con España y con los penaltis, que esta vez fueron esquivos. Además, De Rossi erró su lanzamiento, el segundo de la tanda, y se marchaba a casa con frustración.

Su carrera siguió en la Roma hasta 2019, más o menos siempre igual, con compañeros nuevos y con esperanzas antes de empezar la temporada que, con más o menos suerte, con clasificación para la Champions o no, siempre se desvanecían . Con la selección participó en dos mundiales, con eliminación en la primera ronda en Sudáfrica, en que marcó un gol contra Paraguay en un córner, y en Brasil, y también en dos Eurocopas. En la del 2012 estuvo cerca del título, pero perdió la final contra España por 4-0. En la del 2016, todo iba bien hasta que se lesionó en un muslo contra los mismos españoles en el partido de octavos de final, ganado por 2-0 en la revancha de cuatro años antes. No pudo actuar en la eliminación por penales ante Alemania.

Su despedida de la squadra azzurra, después de 117 partidos y 21 goles, fue amarga, la eliminación ante Suecia en el play-off que impidió a los italianos ir al mundial de Rusia. De hecho, en el partido de vuelta en Milán fue protagonista de una imagen para el recuerdo cuando se negó a entrar en la segunda parte. El motivo era que quería que lo hiciera otro delantero, el napolitano Insigne, porque faltaba un gol para igualar la eliminatoria. El seleccionador, Gian Piero Ventura, ya desesperado, le hizo caso.

Y es que el carácter de De Rossi es muy fuerte y de los que hace grupo. En 2019 decidió ir a jugar a Argentina, donde consiguió una liga con Boca Juniors, aunque no tuvo mucha trascendencia. Antes, volvió a demostrar sus principios con otro acto emotivo. Viajó hasta el lugar donde está enterrado quien fue encargado de material en el mundial del 2006 y dejó la medalla de campeón del mundo encima de su tumba.

dimarts, 27 d’octubre del 2020

Alemania Federal, 2- Dinamarca, 0 (Euro 88-Primera fase)

228. Olaf Thon (2-0)

En la década de los ochenta y una buena parte de la de los noventa, coincidiendo con los últimos años de separación y con la reunificación del país, Alemania Federal dispuso de una inacabable nómina de centrocampistas de una gran calidad. Jugadores como Thomas Hassler, Pierre Littbarski o Andreas Möller huían del estereotipo de medios físicos. Muchos de ellos eran de baja estatura, pero guardaban en sus botas una fantástica visión que les permitía nutrir de balones a los delanteros. Uno de estos, aunque más intermitente en la selección que otros compañeros suyos, era Olaf Thon.


Nacido en Gelsenkirchen, Thon fue una leyenda en el Schalke 04, con el que inició y terminó su carrera salvo un periodo de seis años en el inevitable Bayern. Aunque era bajo, 1.70 metros, su peso en los partidos era muy grande. Destacaba por una gran conducción y también por un espléndido disparo desde la larga distancia. Debutó en el primer equipo con diecisiete años cuando el Schalke estaba en la segunda categoría y, con catorce goles, colaboró ​​en el ascenso del equipo. Además, comenzó a ser conocido en una semifinal de Copa contra el Bayern, que terminó con un espectacular empate a seis goles al Parkstadion. La derrota por 3-2 en la vuelta evitó que jugara la primera final.

Pero pudo debutar en la máxima categoría, en la que no bajó nunca los ocho goles las cuatro primeras temporadas, y estrenarse con la selección en la fase de clasificación para el mundial de México. Fue convocado para la fase final, aunque Franz Beckenbauer no le dio ningún minuto. Thon, sin embargo, fue mejorando y volvió a entrar en la lista para la Eurocopa del 88. Además, era un verano especial, ya que había fichado por el Bayern para la campaña siguiente.

El gol

Alemania debutó contra Italia con un empate a un gol y con él de titular. Repitió el segundo día en un partido muy especial, en su estadio hasta entonces, el Parkstadion, contra Dinamarca. Era la revancha de la derrota en el Mundial de México de dos años atrás y Jürgen Klinsmann se empezó a sacar la espina con un gol al inicio del partido. El resultado se mantuvo igual hasta el tramo final y, en el minuto 87, llegó el momento de Thon en una acción inesperada.



Porque nadie espera que un jugador de 1.70 metros pueda rematar directamente un saque de esquina rodeado de torres. Pero así fue. Littbarski realizó un lanzamiento de esquina hacia el punto de penalti y, allí, el pequeño Thon se elevó por encima de los 1,90 metros de Ivan Nielsen y superó a Schmeichel y a los dos defensas que cubrían los palos. El centrocampista jugó todos los minutos posibles del torneo, con victoria posterior contra España y decepción con la derrota contra los Países Bajos en la semifinal por culpa de un gol de Van Basten.

Pero empezaban grandes años a nivel de títulos. En seis temporadas ganó tres ligas y una Supercopa con el Bayern y, además, en 1990, se proclamó campeón del mundo, aunque su protagonismo se redujo a seis minutos contra Colombia y al partido entero de semifinales contra Inglaterra en el que, además, anotó su disparo de penalti en la tanda, el último de los alemanes. No le sirvió para jugar la final.

Su presencia comenzó a bajar en el equipo nacional y no fue ni a la Eurocopa del 92, ni al mundial del 94, ni en la Euro 96, ganada por los germanos. En 1994 había regresado al Schalke donde, con 31 años, ganó una recordada UEFA contra el Inter, el único título europeo del club. El año siguiente, además, fue convocado por Berti Vogts para el mundial de Francia, su último gran torneo, aunque su presencia no fue demasiada destacada, actuando en tres partidos. Hacía años que había reconvertido su posición y ahora utilizaba la inteligencia para actuar de libre en defensa de cinco, como también hizo Matthäus. Se retiró a los 36 años, en 2002. Las lesiones lo crucificaron los últimos años y no pudo estar presente en las dos finales de Copa ganadas por el Schalke, contra el Leverkusen y el Union Berlín. Pero los títulos están en su palmarés.

dilluns, 26 d’octubre del 2020

Países Bajos, 3- Alemania, 1 (Euro 92-Primera fase)

229. Rob Witschge (2-0)

Hay jugadores que tienen que superar más obstáculos que otros. O al menos eso es lo que parece. Para llegar al mejor momento de sus carreras deben emprender aventuras como abandonar el club que te ha formado e ir al eterno rival o, incluso, superar la comparación con un hermano pequeño de quien todos dicen que tiene más futuro que tú y que juega en uno de los grandes de Europa. Pero, a veces, las tornas cambian y eso es lo que le sucedió en la Eurocopa del 1992 al centrocampista holandés Rob Witschge.


La foto que ilustra este escrito no es de él con la camiseta naranja de la selección porque nadie, ni siquiera la empresa que elaboraba los cromos, no pensaba que el mayor de los Witschge sería convocado para el torneo. El bueno, según todos, era su hermano Richard, al que fichó el FC Barcelona en el verano anterior y se acababa de proclamar campeón de Europa, a pesar de no haber disputado la final por lesión. Pero él, Rob, había hecho un buen final de campaña con el Feyenoord, el equipo al que había ido a parar después de salir de la cantera del Ajax.

Porque los Witschge son de Amsterdam y crecieron en la cantera del cuatro veces campeón de Europa. Rob empezó bien su carrera y llegó a ser titular en la final de la Recopa ganada al Lokomotiv de Leipzig en Atenas, en 1987, con el cabezazo de Van Basten. En Zaragoza lo recuerdan bien, ya que los neerlandeses eliminaron al conjunto aragonés en las semifinales de aquel torneo. Dos de los seis goles del Ajax entre los dos partidos los marcó él. Rob Witschge volvió a jugar la final de la Recopa del año siguiente, que los de Amsterdam perdieron contra el Malinas, y decidió fichar por el Saint-Etienne.

En Francia jugó dos temporadas. La primera fue muy bien, con nueve goles anotados gracias a una gran pierna izquierda, pero en la segunda tuvo menos intervención y decidió volver a su país. La mejor oferta que tuvo llegó de Rotterdam y no dudó en jugar en el Feyenoord, el gran adversario histórico del Ajax. En los dos primeros años no ganó la liga y, paralelamente, vio como su hermano Richard crecía en el Ajax y le fichaba el Barça. Él sólo había jugado tres partidos con la selección, pero en la primavera de 1992, todo cambió. Sus buenas actuaciones, con título de Copa incluido y dos goles en las semifinales de la Recopa contra el Mónaco, le valieron la convocatoria. Además, era en el lugar de su hermano, que pagó haber jugado poco en Barcelona, ​​eclipsado por Koeman, Laudrup y Stoichkov.

El gol

A los Países Bajos les costó ganar su primer partido, contra Escocia por 1-0 con un gol de Bergkamp. En el segundo, empate a cero contra la Comunidad de Estados Independientes, el nombre para la ocasión de la antigua Unión Soviética. Había que vencer a Alemania en el tercer partido para no sufrir. Y en quince minutos llegaron dos goles. En el tres, en un cabezazo de Frank Rijkaard, y en el quince, el momento esperado por el mayor de los Witschge.


Fue en una falta muy lejana cometida por Effenberg a Gullit, en buena posición para un zurdo. Habitualmente, con tantos metros hasta la portería, las chutaba Ronald Koeman. Esta vez, sin embargo, el defensa la tocó en corto y Witschge disparó no muy fuerte. El problema para el portero Illgner fue que Riedle se movió de la barrera, dejó un hueco entre él y Klinsmann y el esférico, lentamente y muy colocado, fue recto hasta el fondo de la portería.

Alemania recortaría la distancia con un gol de Klinsmann, pero Bergkamp sentenció a un cuarto de hora para el final. El rival en las semifinales sería Dinamarca, y los Países Bajos, vigentes campeones, eran los favoritos, pero el duelo llegó a los penaltis, tras un 2-2, y un error en el lanzamiento de Van Basten condenó a los oranje, aunque Rob Witschge anotó el suyo, el cuarto de la tanda.

Con la convocatoria para la Eurocopa llegaron buenos momentos para el hermano mayor, que contó para el posterior seleccionador, Dick Advocaat, y ganó la liga con el Feyenoord al año siguiente. En el campeonato del mundo, con 28 años, vio como Brasil eliminaba a los Países Bajos. Sólo disputaría cuatro partidos más con el equipo nacional y no podría coincidir con su hermano en la Eurocopa de 1996, en la que Richard, que se había recuperado en el Girondins de Burdeos, sí fue convocado. Los hermanos, que actuaban en la misma posición y son zurdos ambos, se fueron alternando en cuatro torneos diferentes y no coincidieron nunca. A nivel de clubes, Rob Witschge jugó en su nueva casa, en el Feyenoord, hasta 1996, antes de disputar dos años en el Utrecht y uno en Arabia Saudí y retirarse. Volvió al Ajax y a la selección como técnico asistente de sus ex compañeros Marco van Basten y John van't Schip, aquellos con los que, siendo tan jóvenes, había tocado el cielo en Atenas.

diumenge, 25 d’octubre del 2020

Turquía, 3- República Checa, 2 (Euro 2008-Primera fase)

230. Jaroslav Plasil (0-2)

Disputar más de cien partidos con la selección nacional del propio país, 103 concretamente, no es fácil y no han sido tantos los jugadores que lo han conseguido, aunque la proliferación de partidos internacionales provoca que cada vez haya más. Disputar cuatro Eurocopas y un Mundial, casi siempre de titular, y contar para todos los entrenadores que se ha tenido está en las manos de futbolistas que, en caso de que no sean estrellas, es porque son muy profesionales y siempre cumplen con lo se les pide. Fue el caso del centrocampista checo Jaroslav Plasil.



Destacaba por ser un auténtico pulmón en el centro del campo, con capacidad para llegar al área, aunque no pasó de más de cuatro goles en una liga. Él era más bien el que luchaba, el que robaba balones y también, por qué no, el que construía y trabajaba en la intendencia siempre apreciada por los técnicos. Nacido en Opočno, al noreste del país, entre la frontera polaca y la ciudad de Hradec Kralove, creció en este equipo pero muy pronto, a los dieciocho años, fue fichado por el Mónaco. Le cedieron un año al Créteil, de Segunda, y su regreso al principado fue por la puerta grande.

Porque en la temporada 2003-04 intervino en casi todos los partidos del equipo monesgasco en la Liga de Campeones, incluido el 8-3 contra el Deportivo, en el que marcó un gol, y la eliminación del Real Madrid. En la final, no contó para el técnico, Didier Deschamps, que lo mantuvo en el banquillo, desde donde vio la derrota por 0-3 contra el Oporto.

Con el equipo nacional fue convocado el mismo año para la Eurocopa de Portugal sin haber disputado antes ningún partido con la absoluta. Sólo jugó setenta minutos, en la victoria contra Alemania en la primera fase por 1-2. Era muy complicado entrar en el centro del campo del equipo que hizo el mejor juego del campeonato.

A la vuelta, se consolidó en el Mónaco, donde jugaba al ser convocado para su único mundial, en 2006 en Alemania. Actuó en los tres partidos, pero el equipo fue eliminado en la primera fase. En el verano siguiente dejaría su zona de confort y buscaría crecer en la liga española, en las filas de Osasuna. En el club navarro es muy apreciado, aunque sólo estuvo allí dos años. El equipo evitó el descenso por un punto en el primero y él fue convocado para su segunda Eurocopa, la de Suiza y Austria.

El gol

Las cosas comenzaron bien, con un triunfo en el partido inaugural del campeonato contra los suizos, aunque le siguió una derrota ante Portugal por 1-3 en un partido en el que los checos merecieron muchísima mejor suerte. El duelo decisivo era contra Turquía, que llegaba en la misma situación. Además, el empate favorecía a los otomanos por diferencia de goles. Fue el ejemplo de cómo se puede escapar una clasificación cuando ya parece hecha, aunque el partido, para Plasil, también será recordado por haber marcado su único gol en un torneo internacional.


Los centroeuropeos se habían adelantado en la primera parte con un remate de cabeza del gigante Jan Koller y, en el minuto 18 de la reanudación, parecieron sentenciarlo todo. Fue en un gran centro por la derecha de Libor Sionko. Los centrales turcos, preocupados de Koller, fueron a cerrarlo y dejaron libre el segundo palo. Allí, Plasil ganó la espalda a Sabri Sarioglu, que había entrado en el descanso y desatendía sus obligaciones defensivas, se lanzó con el pie izquierdo, el dominante, por delante y batió al portero Volkan.

Pero el partido terminó en tragedia para los checos por culpa de quien habitualmente no fallaba nunca. El portero, Petr Cech, habría podido hacer algo más en el 1-2 de Arda Turan y definitivamente mucho más en el 2-2, en el que dejó caer al suelo un centro que tenía en las manos y posibilitó el empate de Nihat. El 3-2 del mismo delantero ya fue el remate final para el equipo, que quedaba eliminado cuando quince minutos antes parecía que lo tenía todo resuelto

Plasil jugó una temporada más en Osasuna y, con 27 años, volvió a Francia donde inició diez campañas seguidas, hasta el final de su carrera, en el Girondins de Burdeos, que le fichaba después de haber sido campeón de liga. Llegó a cuartos de final de la Champions, en la que fue eliminado por el Olympique de Lyon. Sólo hubo una interrupción en esta década, en la temporada 2013-14, cuando jugó en la liga italiana, en el Catania, con el que perdió la categoría.

Su tercera Eurocopa llegó en 2012, con acceso a cuartos de final y eliminación a manos de Portugal por culpa de un gol en el tramo final de Cristiano Ronaldo, y la última, en 2016, en Francia. Nuevamente los turcos, con una victoria por 0-2, le cerraron el paso a la fase de eliminatorias. Volvió a ser titular, como siempre en los últimos diez años con el equipo nacional. Esta vez no pudo marcar, como había conseguido ocho años atrás en Ginebra, con aquel remate que no sirvió de nada.

dissabte, 24 d’octubre del 2020

Alemania Federal, 1- Italia, 1 (Euro 88-Primera fase)

231. Roberto Mancini (0-1)

El fútbol italiano ha tenido siempre sentimientos encontrados respecto de los jugadores talentosos. Los ha idolatrado, pero también han sido siempre los primeros criticados cuando las cosas no han ido bien. A finales de la década de los ochenta, la formación transalpina tenía que renovar el equipo que había ganado el mundial de España'82, pero que posteriormente no se había clasificado para la Eurocopa del 84 y había fracasado en la Copa del Mundo de México, en 1986. En el horizonte, el mundial que se iba a disputar en casa, dos años más tarde. En 1988, ante la Eurocopa de Alemania, el nuevo seleccionador, Azeglio Vicini, confió en una delantera de estilos opuestos que daría los mejores años a la Sampdoria, la fuerza de Gianluca Vialli y el virtuosismo encarnado en Roberto Mancini.


Mancini era el típico jugador que pasaba rato desapercibido pero que entonces obsequiaba el personal con una jugada de fantasía. Creaba acciones de peligro y tenía, también, mucho gol. Nacido cerca de la costa Adriática, debutó en la Serie A con 17 años en el Bolonia y en su primera campaña ya anotó nueve goles. Una aparición tan fulgurante no fue menospreciada por la Sampdoria, conjunto que acababa de ascender, que apostó por aquel joven talento.

Con él, el conjunto genovés fue creciendo. De hecho, ganó dos Copas, en 1985 y 1988 y, aunque no igualó los registros goleadores del debut, él iba progresando en su juego. Debutó con la selección en 1984, pero su presencia fue intermitente. Con el antiguo seleccionador, Enzo Bearzot, no fue aun al mundial de 1986 y formó parte de la nueva hornada de Vicini. Aunque disputó sólo tres partidos en la clasificación para la Eurocopa de 1988, en que Italia superó con facilidad a Suecia, Portugal y Suiza, salió de titular en el debut en el único gran campeonato en el que estuvo sobre el campo . Y el partido era de los importantes.


El gol

Porque Italia debutó contra el anfitrión, una Alemania Federal que venía de dos finales perdidas en dos mundiales, de caer eliminada en la primera fase de la última Eurocopa y a la que no valía nada que no fuera ganar. El partido fue intenso e igualado y se resolvió en tres minutos. La presión italiana dio resultado a los ocho de la reanudación. Después de un servicio de banda efectuado por el mismo Mancini, provocó que entre Matthäus y el central Herget no pudieran alejar el balón. Fue Donadoni, a las puertas de ser pieza clave en el Milan de Sacchi, quien lo recuperó. Entró en el área y dio el pase de la muerte para que Mancini, que había seguido la acción, no se lo pensara y superara el portero Immel con un tiro cruzado.



La alegría de los italianos duró poco, ya que Brehme empató de falta directa sólo tres minutos más tarde. Mancini no podía saber entonces que aquel sería el único gol que marcaría en un gran torneo de selecciones. El duelo acabaría en empate. El camino italiano siguió con buena marcha, con victorias contra España y Dinamarca, pero la URSS se cruzó en las semifinales y derrotó al conjunto de Vicini por 2-0. Mancini jugó los cuatro partidos, pero el inaugural fue el único entero.

Sus mejores años con la Sampdoria estaban a punto de llegar. En Marassi, durante las seis campañas siguientes, ganó una liga, en 1991, dos Copas más, una Supercopa italiana y una Recopa. Se quedó a las puertas de la Copa de Europa, perdida por culpa del gol de Koeman en Wembley. También le faltó jugar en un mundial. De hecho, fue convocado para el de casa, en 1990, pero el seleccionador Vicini no le dio ni un solo minuto en siete partidos, ni siquiera en la final de consolación. Debía de ser difícil de gestionar cuando no jugaba. Cuatro años más tarde, tampoco fue al mundial de Estados Unidos después de una disputa con el nuevo técnico, Arrigo Sacchi, que no le aseguraba un puesto de titular. Mancini debió pensar que no quería volver a ir a una Copa del Mundo a figurar. Ya no se volvería a vestir más la camiseta azzurra.


En 1997, ya con 32 años, fichó por la Lazio, donde realizó tres espléndidas campañas llenas de títulos, con otra liga, Copa, Supercopa italiana y europea y la última Recopa de la historia. Pudo decir que su último partido en la Serie A fue ganando un campeonato. Aún tuvo fuerzas para emprender una aventura inglesa, en el Leicester, aunque sólo disputó cinco partidos. A media temporada, llamó al club diciendo que no volvería porque había recibido una oferta de la Fiorentina para entrenar. Fue el inicio de una larga y exitosa carrera, que aún dura, y que de momento ha acabado con el puesto de seleccionador italiano. Devolvió al equipo a un gran torneo después de que, en manos de Gian Piero Ventura, no se clasificara para el Mundial de Rusia. En la Eurocopa 2021 intentará retomar el camino iniciado con el gol en Düsseldorf, el primero del torneo de 1988.

divendres, 23 d’octubre del 2020

Irlanda, 1- Suecia, 1 (Euro 2016-Primera fase)

232. Wes Hoolahan (1-0)

Una de las mejores cosas de los grandes torneos de selecciones es que dan oportunidad de lucirse a jugadores de todo tipo. Junto a las grandes estrellas de los transatlánticos mundiales, hay formaciones más modestas con futbolistas que han tenido que luchar mucho y picar mucha piedra para llegar a obtener una participación que ya ven como un premio. Esta sensación de rey por un día, o por un instante, la tuvo en junio de 2016 el centrocampista irlandés Wes Hoolahan.


Los jugadores de la Isla Esmeralda, tanto los del sur, como los de Irlanda del Norte, saben que tienen que moverse a la de al lado para destacar. Los no tan virtuosos lo hacen a Escocia y los mejores, a Inglaterra. Hoolahan, que comenzó a destacar en un deporte que no se asocia mucho a Irlanda como el fútbol sala, fue a parar al Shelbourne, conjunto dominante de la liga del país con el que conquistó tres ligas. Con 19 años, y después de ser elegido jugador joven irlandés del año, dio el salto hacia Escocia, pero a ninguno de los equipos grandes sino al Livingston. Dieciséis partidos le valieron para subir el siguiente escalón e ir a Inglaterra, pero a una categoría baja, la League One (tercera) con el Blackpool.

Hoolahan, centrocampista de pequeña estatura, pero dinámico y bastante bueno a la hora de dar un cierto sentido al, a veces, desbocado juego de los conjuntos británicos, disfrutó de un ascenso con los Seasiders y fue contratado, ya en segunda categoría, por el equipo ascensor por excelencia del fútbol inglés, el Norwich City. Y se convirtió en una referencia, con diez temporadas que fueron una montaña rusa, con descenso a Tercera, ascenso seguido en dos años hasta la Premier, dos permanencias y dos ascensos y dos descensos de la élite y hacia Segunda. En 2016, por ejemplo, los canaries acababan de bajar cuando Hoolahan fue convocado para su primer gran torneo internacional.

El gol

Aunque ya jugaba con el Norwich en la Premier, no había ido al torneo de cuatro años antes en Polonia y Ucrania, que rompía una racha de dos décadas sin ver a los irlandeses en un gran campeonato, desde las grandes actuaciones de la selección del llorado Jackie Charlton a finales de los ochenta y principios de los noventa. Hoolahan sí intervino en diez partidos, con un gol contra Gibraltar, en la fase de clasificación para Francia, en la que hubo que derrotar Bosnia-Herzegovina en el play-off. El debut era el campo más grande, en Saint-Denis, contra otra selección rocosa, la Suecia de Ibrahimovic. La primera parte terminó sin goles, y a los tres minutos de la reanudación llegó el gran momento.



Fue en una acción que él mismo inició con un centro al área. La defensa sueca rechazó y Whelan cedió el balón a la banda, hacia el siempre poco valorado lateral Seamus Coleman. Este se deshizo de Forsberg y protagonizó una gran internada tras la que tuvo tiempo de levantar la cabeza. Puso el esférico en el segundo palo y Hoolahan, que venía del otro lado, empaló una espléndida volea a bote pronto que superó a Isaksson.

La lástima para Hoolahan fue que un autogol de su compañero Ciaran Clark, 23 minutos más tarde, determinara el empate final. Pero él ya había conseguido un gran logro, después de tantos años de trabajo, a veces poco reconocido, el de marcar en una gran cita. En el resto del campeonato, Irlanda pasó a octavos gracias a un triunfo sobre Italia con un gol de un Robbie Brady que también anotó en la eliminatoria contra Francia. Pero dos goles de Griezmann pusieron final a la aventura.

Dos temporadas más tarde, Hoolahan dejó su Norwich por otro conjunto de los que suben y bajan toda la vida, el West Bromwich Albion, en una temporada rara ya que llegó con un contrato temporal que fue alargado posteriormente. Pero no jugó mucho y decidió probar en otra isla, esta vez muy lejana: Australia. Le ficharon los Newcastle Jets, con los que jugó hasta que todo se detuvo por la pandemia. Toda la situación provocó que interrumpiera su trayectoria en las antípodas y firmó un contrato de un año, ya con 34, con el Cambridge United, de cuarta categoría. Conociéndolo, es probable que aún luche por el enésimo ascenso de una carrera llena de altibajos y con la estrella de aquel gol en Saint-Denis que alegró durante un rato a su país.

dijous, 22 d’octubre del 2020

República Checa, 1- Alemania, 2 (Euro 96-Final)

233. Patrik Berger (1-0)

La rivalidad en las Eurocopas entre las diferentes versiones de las selecciones alemana y checa ha dado mucho de sí. Cuando los primeros eran Alemania Occidental y los segundos, Checoslovaquia, disputaron una final, en 1976, que terminó siendo histórica por el gol de penalti de Panenka, que dio el título a un combinado con mayoría de eslovacos. Cuatro años más tarde, los alemanes se revancharon venciendo en la fase de grupos en Roma y dando un buen paso para ser campeones. Dieciséis años después, ya como Alemania unificada y República Checa, se encontraron en la Eurocopa de 1996 dos veces, en la primera fase y en la final. El primer gol de aquel último partido lo anotó un centrocampista zurdo de grandes condiciones físicas y técnicas que hizo carrera en el país rival, Alemania, y sobre todo en Inglaterra. Era Patrik Berger.


Nacido en Praga y formado en la cantera del Slavia, el joven Patrik tenía genes de futbolista ya que un tío suyo, Jan, había sido treinta veces internacional absoluto. Tras debutar con el primer equipo y perder tres ligas seguidas contra el gran rival, el Sparta, a los 22 años lo fichó el Borussia Dortmund, con el que se estrenó en la Champions y ganó la Bundesliga. Había combinado esta ascensión con una gran fase de clasificación con el combinado checo, que se clasificaba para la Eurocopa con seis goles suyos en ocho partidos después de ser primero en un grupo en el que sacó un solo punto en los Países Bajos y a Noruega, que quedó fuera por diferencia de goles. En este momento dulce encaró el torneo europeo.

Los checos comenzaron con una derrota contra los alemanes por 2-0, pero sorprendieron derrotando  a Italia por 2-1 en el segundo partido. Berger actuaba de una especie de media punta junto a jugadores de gran trayectoria pasada y futura como Nedved, Bejbl o Poborsky, pero el equipo necesitó suerte y un gol de Smicer en el último minuto contra Rusia para entrar en los cuartos de final. El sueño seguía adelante y se hizo mayor al derrotar a Portugal por 0-1. En las semifinales, una Francia en plena construcción del equipo que sería campeón del mundo dos años después cayó en la tanda de penaltis, en la que Berger anotó su lanzamiento, el tercero de la lista. Los checos, representantes de un país independiente de sólo dos años y medio, después de la separación de Eslovaquia, estaban en la final y Alemania volvía a estar delante.

El gol

Y esta vez, Chequia plantó más cara que en el partido de la primera fase. El duelo llegó igualado y empatado a cero al descanso y se desequilibró por una acción de contraataque en el minuto 14. El delantero Kuka se avanzó en un balón largo al central Helmer y tocó con la cabeza para la penetración del rapidísimo Poborský. Este parecía que ya estaba en el área cuando recibió la entrada a la desesperada de Matthias Sammer. ¿Dentro o fuera? Sin VAR, entre el colegiado, el italiano Pierluigi Pairetto, y su asistente, Donato Nicoletti, decidieron que era penalti. Patrik Berger tomó la determinación de chutarlo y lo hizo fuerte y por el medio. Por suerte para él, el portero Köpke dejó un espacio por debajo de su cuerpo por donde se coló el esférico.



Los checos parecían tenerlo todo controlado. Hasta que entró el tanque Oliver Bierhoff, Dos goles suyos, uno de ellos en la prórroga y que fue de oro, dieron el tercer título europeo a los alemanes que, ahora sí, se tomaban la revancha total de 1976.

La actuación global del Berger en la Eurocopa encantó el técnico entonces del Liverpool, Roy Evans, el equipo de Anfield lo fichó por 3,5 millones de euros y le sacó rendimiento. Jugó siete temporadas con los reds, con los que ganó una Copa, una Supercopa y una Copa de la UEFA, la de 2001 contra el Alavés, en la que fue suplente en la final. El año anterior había tenido una lesión de rodilla que le hizo pasar por el quirófano en Estados Unidos. Después de la recuperación, ya no volvió a ser el mismo. Con la selección no pudo disputar ningún mundial y sólo jugó un partido más de un gran torneo internacional, en una victoria estéril contra Dinamarca en la Eurocopa de 2000 en Bélgica y los Países Bajos.

Salió del Liverpool con treinta años e inició un peregrinaje por equipos de segunda y tercera fila de la Premier, como el Portsmouth, el Aston Villa o el Stoke City. Mantenía la calidad que le había hecho exclamar a su ex compañero Steven Gerrard que "la izquierda de Patrik es la mejor que he visto nunca", pero físicamente ya no era tan potente como en el inicio y su estrella se fue apagando. En 2008 volvió a casa pero no lo hizo al Slavia, sino al Sparta, el gran rival, del que llegó a ser capitán y todo. Ganó la liga el segundo año, pero una lesión en la rodilla operada le hizo retirar-se del fútbol a punto de cumplir 37 años. Ya hacía catorce de su gran momento, el del penalti de Wembley.

dimecres, 21 d’octubre del 2020

Polonia, 1- Grecia, 1 (Euro 2012-Primera fase)

234. Robert Lewandowski (1-0)

Mucha gente recuerda a los primeros goleadores de grandes campeonatos. El partido inaugural de los torneos, habitualmente con una ceremonia anterior, es seguido por más espectadores que la mayoría de enfrentamientos. Algunos de estos anotadores no son muy conocidos por el gran público, que los relaciona inmediatamente con un gol que ha marcado su trayectoria. Otros, sin embargo, ya están consolidados. Es el caso de uno de los mejores delanteros centros europeos de la última década, el polaco Robert Lewandowski.




Polonia dispuso de una selección muy potente durante los años setenta y principios de los ochenta. Fue dos veces bronce en una Copa del Mundo, de la mano de jugadores como Grzegorz Lato, máximo goleador del mundial de 1974. A partir de entonces, sin embargo, entró en una larguísima travesía del desierto en que sus equipos nacionales no entraron en ningún gran campeonato, ni europeo, ni universal. La mala racha se rompió en la Copa del Mundo de Alemania, en 2006, pero el equipo tampoco mostró una gran actuación y cayó eliminado en la primera fase. La reválida debía llegar a casa, en la Eurocopa de 2012, que organizaba conjuntamente con Ucrania.

Afrontaba el torneo con un grupo en formación en el que destacaba el delantero Robert Lewandowski. Ya había demostrado su potencial en todos los amistosos previos y en la fase de clasificación para el mundial de Sudáfrica, a pesar de que el equipo había quedado lejos de entrar. Lewandowski, nacido en Varsovia, había sido rechazado por las categorías inferiores del Legia y había tenido que destacar en el Lech Poznán. Después de anotar 18 goles en la liga, fue fichado por el Borussia Dortmund, donde poco a poco se fue haciendo con un puesto de titular desbancando al argentino nacionalizado paraguayo Lucas Barrios. Así, en la temporada 2011-12 marcó 22 goles en la Bundesliga, torneo que su equipo se llevó con ocho puntos de ventaja sobre el Bayern. En esta situación llegaba la Eurocopa de casa.

El gol

El partido inaugural se jugó en el Estadio Nacional de su ciudad. La motivación era máxima y aún lo fue más después de diecisiete minutos. Blaszczykowski entró por la banda derecha del conjunto griego, rival en el enfrentamiento, y mandó un centro descomunal. Pero tan importante como esta acción fue el desmarque al primer palo de Obraniak, que atrajo la mirada del central Sokratis. Entre esto y la nefasta salida del portero Chalkias permitieron a Lewandowski entrar solo en el segundo palo y cabecear a la red.


La fiesta no fue completa porque Grecia empató en la segunda parte, con un gol de Salpingidis. Los polacos se fueron de su campeonato sin haber podido conseguir ninguna victoria, con un empate más contra Rusia y una derrota ante la República Checa que les dejó últimos de grupo. Lewandowski no marcó ningún otro gol.

No fue ningún éxito, pero sirvió para debutar en el escaparate internacional. El futuro del delantero fue brillante. Durante la primavera siguiente, estuvo a punto de ser campeón de Europa con el Dortmund, después de haberle marcado cuatro goles al Real Madrid en las semifinales. Su equipo cayó ante el Bayern en la final de Wembley. En 2014 no pudo disputar el mundial de Brasil, ya que el equipo no se clasificó, pero dio un gran giro a su vida. Fichó por el Bayern, en una operación que no gustó mucho en Dortmund pero que a Lewandowski le fue muy bien para ir coleccionando títulos y récords goleadores en la Bundesliga y en Europa.

Con el equipo nacional si que jugó la Eurocopa de 2016, en la que marcó un solo gol, en cuartos de final contra Portugal, el equipo con el que perdió en la tanda de penaltis. En 2018 debutó en un mundial, en Rusia. Su actuación estuvo muy floja. No perforó la portería rival y Polonia quedó fuera del torneo en un grupo muy duro, con Colombia, Japón y Senegal. Ahora mismo, Lewandowski sigue marcando goles con el Bayern, ya con 32 años, y nada hace pensar que no volverá a liderar a Polonia en la Eurocopa del 2021, en un grupo en el que, de momento, sabe que se enfrentará a España y a Suecia.

dimarts, 20 d’octubre del 2020

España, 2- URSS, 1 (Euro 64-Final)

235. Galimzián Jusaínov (1-1)

Para muchos aficionados españoles, durante décadas, el partido más importante que había disputado la selección era el de la victoria en la final de la Eurocopa de 1964. Hasta el periodo 2008-2012, era el único título conseguido. Para todo el mundo es el partido del famoso gol de Marcelino. Algunos incluso recuerdan que abrió el marcador Chus Pereda. Pero no tantos saben quien anotó para los visitantes. Fue un atacante tártaro, que consiguió pocas anotaciones con la selección soviética pero que tuvo una importante y destacada trayectoria en su país. Era Galimzián Jusaínov.



Nacido en la República de Tataristán, cerca de Kazán, Jusaínov fue un jugador muy trabajador, muy destacado por sus compañeros, que siempre hizo equipo y que también tuvo que pasar por alguna tragedia en su vida. Desde muy joven se trasladó al sur, a la populosa Samara, donde empezó a jugar en el Krylia Sovetov. En 1960, el año en que la URSS ganó la Eurocopa en París, fue fichado por el Spartak de Moscú, después de que otros grandes equipos de la capital como el Torpedo o el CSKA le hubieran ido detrás. Ese mismo año debutó con la Unión Soviética y fue convocado para el mundial de Chile, en 1962. Sólo disputó un partido, de primera fase, con victoria contra Uruguay en la desértica Arica.

Ese año ganó la liga y, al siguiente, la Copa y fue utilizado de manera intermitente en las eliminatorias de clasificación para la Eurocopa de 1964, a la que sólo llegaban cuatro equipos. Los soviéticos lo consiguieron, dejando fuera a Suecia en un partido en el que él actuó y con victoria por 3-1. La URSS tenía ganas de viajar a España para vengarse de la situación de cuatro años antes, cuando una decisión de Franco no permitió a los españoles viajar a Moscú para enfrentarse a ellos en los cuartos de final de la Eurocopa anterior. Por ello, cuando España eliminó a Hungría y la Unión Soviética hizo lo mismo con Dinamarca y vieron que se encontrarían en la final, sabían que llegaba algo más que un partido.

El gol

Porque la dictadura franquista se tenía que enfrentar en un terreno de juego al gran monstruo comunista, como era visto entonces. Los soviéticos, vigentes campeones, querían repetir, pero vieron como a los cinco minutos ya perdían por culpa de un gol de Pereda. Entonces llegó el momento en que el pequeño tártaro, un futbolista que no se podría catalogar ni de extremo, ni de centrocampista, halló su rincón en la historia.



Fue en una transición iniciada por el portero Yashin y seguida por el lateral del Dinamo, Mudrik. Este levantó la cabeza y vio como Jusaínov ya le había ganado la espalda a Rivilla. El jugador del Spartak dejó correr el balón y, antes de que Calleja llegara al corte, puso la punta del pie derecho. El remate, con poco estilo, sorprendió a Iribar, que se lo tragó. Era el empate a uno y sólo habían pasado siete minutos.

El partido fue largo y no terminó bien para Jusaínov y sus compañeros, que cedieron el título por culpa del cabezazo de Marcelino a cinco minutos para el final. No fue un buen día, pero llegarían mejores. Le quedaban nueve años más en el Spartak, con el que ganó otra liga y anotó 102 goles en 347 partidos. También disputó el mundial de Inglaterra, ya totalmente consolidado en la selección, con la que llegó a las semifinales, donde cayó ante Alemania Federal. Ya tenía 29 años y sólo le quedaban tres compromisos más con la camiseta de la CCCP.

Aparte de sus características futbolísticas, Jusaínov fue un futbolista muy querido por sus compañeros, que valoraban un esfuerzo físico que a veces consideraban inhumano para un cuerpo tan pequeño, de 1,63 metros. Todo el mundo sintió mucho su peor día, cuando perdió a su hija, Marina, de sólo un año y medio por culpa de un desafortunado accidente doméstico. Pero al cabo de dos semanas ya volvía a jugar, demostrando la capacidad de sacrificio de un hombre que entró en la historia por un gol que, al final, fue anecdótico.

dilluns, 19 d’octubre del 2020

Bélgica, 1- Alemania Federal, 2 (Euro 80-Final)

236. René Vandereycken (1-1)

En la historia de los grandes campeonatos hay jugadas polémicas que han podido decidir títulos. Muchos recuerdan el tercer gol de Inglaterra en la final del mundial de 1966, en la que el balón botó sobre la línea después de pegar en el larguero, y en que el árbitro dio gol. O el penalti a favor de Alemania en la final del mundial de 1990, aún hoy en día protestado por los argentinos. En otras finales ha habido errores arbitrales que, al final, por el resultado, no han sido decisivos, pero que han existido. Uno de ellos permitió marcar al rocoso centrocampista belga René Vandereycken.



Nacido en Hasselt, al este del país, fue captado a los veinte años por el Brujas, el gigante de la otra punta del estado belga. Allí es donde hizo carrera y donde formó parte del equipo que ganó cuatro ligas en la parte final de la década de los setenta y que estuvo a punto de ser dos veces campeón de una competición continental. Siempre tuvo al mismo verdugo delante, el Liverpool, que venció en la final de la Copa de la UEFA de 1976, a doble partido, y en la de la Copa de Europa de 1978, a enfrentamiento único, por culpa de un gol de Kenny Dalglish.

Vandereycken era un centrocampista de los de antes, que corría todo el campo y con un notable sentido táctico. No estaba exento de técnica con una fiable pierna izquierda, con la que hacía grandes desplazamientos de balón e incluso disparaba a puerta. También tenía un fuerte carácter que le jugó malas pasadas en algunos momentos de su carrera.

Bélgica no pudo entrar en el mundial del 1978, pero el seleccionador Guy Thijs sí contó con él en la fase de clasificación para la Eurocopa de 1980. Jugó todos los partidos y los belgas, basados ​​en la potencia de sus clubes y en una táctica de reducción de espacios que las daba muchas ventajas, se plantaron en Italia tras superar Austria, Escocia y Portugal, entre otros.

Y en el torneo fueron la revelación. Con Vandereycken de pilar en el centro del campo, vencieron a España y con dos empates, contra los anfitriones e Inglaterra, se clasificaron para una final en la que no eran esperados. El rival era Alemania Federal.

El gol

Los alemanes se adelantaron en la primera parte con un disparo cruzado de su delantero centro, el gigante Horst Hrubesch. A dieciocho minutos para el final del partido, la jugada polémica. Los belgas enganchan una contra con el rival mal situado y el centrocampista Frankie van de Elst va corriendo solo hacia la portería de Schumacher. Antes de entrar en el área, es cazado por detrás por Uli Stielike en una acción que hoy en día sería roja directa. Entonces no existía la norma del último defensa. Tampoco había VAR y el colegiado rumano Nicolae Rainea, pésimamente ayudado por su juez de línea, decretó penalti. La falta fue un par de metros antes de llegar a la línea. Nadie protestó. Vandereycken tomó la responsabilidad y anotó el tercer y último gol que marcaría con la camiseta de los diablos rojos.




Pero el gol no tuvo trascendencia porque en el último minuto Hrubesch, con un cabezazo, dio el título a los alemanes y dejó a los belgas sin el trofeo que han tenido más cerca en toda su historia.

Vandereycken dejó el Brujas el verano siguiente e intentó una aventura italiana en el Genoa. En la primera temporada, las cosas fueron muy bien. Fue muy utilizado y fue al mundial de España, aunque no actuó durante ningún minuto. Ya empezaba a tener problemas con el seleccionador, Guy Thijs, que prefirió a otros jugadores. El segundo año fue un desastre por culpa de una lesión en la segunda jornada en el campo de la Fiorentina que le hizo perder casi todo el curso.

A finales de año decidió volver a casa pero el gran rival del Brujas, el Anderlecht, de cara a preparar la Eurocopa de 1984. Jugó los tres partidos de titular, ya recuperado de la lesión, pero el equipo fue eliminado por culpa de una remontada recibida por Dinamarca. Con su equipo, aquella primavera, había disputado la final de la UEFA, perdida contra el Tottenham, y ganó dos ligas en tres temporadas.

Parecía que llegaba en forma al Mundial de México 86, ya con 33 años, y disputó los dos primeros partidos, pero después de vencer a Irak se volvió a encarar con el seleccionador Thijs y fue enviado a casa. Fue su último partido con la camiseta nacional, con lo cual no pudo celebrar el cuarto puesto mundialista de la formación. Aquel verano probó la aventura en Alemania, con el Blau-Weiss Berlín, nuevo conjunto de la Bundesliga que volvió a bajar tal como había subido. Finalizó su carrera a los 36 años después de dos campañas en Gante.

Como entrenador, pasó por un gran número de equipos en los que ya había jugado, como el propio Gante o el Anderlecht, a parte del Standard, el Molenbeek, el Mainz alemán, el Twente neerlandés o el Genk, antes de ser nombrado seleccionador en 2006. Le tocó gestionar un periodo de vacas flacas del equipo nacional y fue cesado tres años más tarde sin haber podido clasificar al equipo para ningún torneo.

diumenge, 18 d’octubre del 2020

Francia, 3- Yugoslavia, 2 (Euro 84-Primera fase)

237. Michel Platini (1-1, 2-1 y 3-1)

Hemos oído hablar, en el transcurso de la historia, de grandes actuaciones individuales en campeonatos internacionales. Se habla de la influencia decisiva de Maradona en el título mundial argentino de 1986, o las de Pelé en Suècia'58 y en Mexico'70, entre otros. Pero seguramente no ha habido una intervención tan colosal en un torneo de pocas semanas como la que mostró el francés Michel Platini en la Eurocopa de 1984 en su propio país.



Porque hacer nueve goles en cinco partidos son cifras de otra época, de su compatriota Just Fontaine, en 1958, por ejemplo, que anotó trece en seis. Platini, además, tuvo la particularidad de marcar en todos los enfrentamientos y ser vital al menos en cuatro de los cinco, con goles decisivos que condujeron a Francia a su primer título internacional. Tan grande fue su presencia, que en esta lista saldrá cuatro veces, por lo que se hará un recorrido a su trayectoria por tramos.

Nacido en Joeuf, al noreste del país, muy cerca de las fronteras con Luxemburgo y Francia, se formó en los equipos inferiores del Nancy, ciudad situada unos kilómetros al sur. Debutó con diecisiete años en la liga, en el tramo final de la 1972-73, y en sólo cinco partidos ya anotó dos goles, todos contra el Lyon. Sus temporadas en el club a partir de la tercera fueron espectaculares, con cuatro años seguidos sin bajar de los doce goles anotados. En 1975 ayudó al equipo a ascender y el 1978 fue un año crucial para él. El Nancy ganó la Copa de Francia y él fue convocado para su primer gran torneo, el mundial de Argentina, en el que destacó, con un gol anotado, aunque el equipo fuera eliminado en la primera fase, Se mantuvo un año más en el Nancy antes de ser traspasado al gran equipo de la década de los setenta en Francia, un St. Étienne que había sido subcampeón de Europa en 1976.

Sería en el siguiente mundial, en 1982, cuando Platini explotaría ante los ojos del mundo y se ganaría un traspaso al equipo que lo catapultó a la fama, la Juventus. Ya estaba en el club italiano cuando afrontó la Eurocopa de su país, la de 1984, rodeado de una talentosa camada de compañeros, sobre todo centrocampistas, que iniciaron el torneo venciendo a Dinamarca con un gol suyo. En el segundo partido, contra Bélgica, él se apuntó tres goles en el 5-0 final. El primer lugar del grupo estaba asegurado y faltaba un último partido, contra Yugoslavia, y en un estadio que él conocía bien, ya que había jugado allí durante tres temporadas, el Geoffroy-Gichard de St. Étienne.

Los goles

Francia salió a verlas venir, sin tanta presión como en otras ocasiones, y los balcánicos, ya eliminados, lo aprovecharon para adelantarse con un gol de Sestic a la media hora. Se llegó al descanso y, en el tramo central de la reanudación, llegaron dieciocho minutos terroríficos de Platini, con tres goles casi consecutivos.


Y en los tres demostró grandes características suyas. En el primero, encontró el espacio libre en el área, el que dejó su compañero Rocheteau, que lo encontró y le dio el pase. Se adelantó al portero Simovic y le batió, a pesar de recibir un golpe. Era el minuto 14. Tres más tarde, el remate puro y duro. Una combinación entre Tigana, Giresse y Battiston terminó con un gran centro del lateral. Platini se lanzó en plancha y anotó el empate en una acción de gran factura plástica. Y faltaba el gol marca de la casa. La estrella francesa era, entonces, el mejor especialista europeo en los disparos de falta directa. Dispuso de una a trece minutos para el final y, con una gran sutileza, la situó por encima de la barrera, fuera del alcance del portero. Era su segundo hat-trick seguido y el séptimo gol en tres partidos.

Yugoslavia redujo la distancia al final, con un penalti transformado por Stojkovic, pero ya no pudo igualar el resultado. Francia cumplía con la voluntad de llegar con pleno de puntos a las semifinales, al partido más complicado que encontraría en el campeonato y en el que Platini, como veremos más adelante en esta serie, fue vital.

dissabte, 17 d’octubre del 2020

Italia, 1- Rumania, 1 (Euro 2008-Primera fase)

238. Christian Panucci (1-1)

En todos los grandes equipos y selecciones hay estrellas, jugadores que marcan la diferencia en momentos determinantes de los partidos. Pero sin un conjunto detrás, un esqueleto formado por trabajadores, jugadores fiables que aguantan toda la temporada con un rendimiento notable, el éxito no es posible. Este es el papel que, en el transcurso de toda su carrera, desarrolló el lateral italiano Christian Panucci.


Nacido en Savona, pronto fue captado por el Genoa, uno de los dos equipos de la capital de la Liguria cercana a su ciudad de llegada al mundo. Panucci era un jugador fuerte físicamente, de buena envergadura, que sólo aguantó dos años en Il Grifone. El Milan de Fabio Capello se fijó en él el verano de 1993, después de una temporada en la que, además, marcó tres goles, uno de los cuales al Inter, el eterno rival milanés. Y no pudo ir mejor. La primavera siguiente, los lombardos se proclamaban campeones de Europa con él jugando de lateral izquierdo en la final contra el FC Barcelona ante las bajas de los centrales Baresi y Costacurta, que obligaron a situar Maldini al eje de la retaguardia.

Con la selección sub-21 ya había sido dos veces campeón de Europa y llegó a la absoluta tras el subcampeonato del mundo en Estados Unidos. De todas formas, diversas circunstancias, sobre todo un enfrentamiento con el seleccionador, Arrigo Sacchi, provocaron que no pudiera disputar un gran campeonato hasta el mundial del 2002, en Japón y Corea, cuando ya tenía 29 años. Eso sí, jugó cuatro grandes temporadas en el Milan hasta que siguió los pasos de Fabio Capello y fichó por el Real Madrid, en 1996. Ganó la liga y se quedó, a pesar de la salida del técnico, para volver a ser campeón de Europa, en 1998.

Salió para ir al Inter, al Chelsea y al Mónaco y firmó por la Roma en 2002, justo el verano en que jugaría el mundial. No sabía que le esperaban ocho temporadas en la capital italiana. Fue a la Eurocopa de Portugal, pero no entró en la lista de Marcello Lippi en la selección campeona del mundo en Alemania, en 2006. El seleccionador lo ignoró, quizás pensando que con 33 años ya era demasiado mayor. Pero volvió a vestirse la camiseta azzurra. El cambio de seleccionador propició la llegada de Roberto Donadoni, ex compañero en el Milan. Por ello fue convocado para la Eurocopa de 2008, cuando ya tenía 35 años.

El gol

Panucci fue titular en el adverso debut, una derrota por 3-0 contra los Países Bajos y siguió formando parte del equipo en el decisivo segundo partido contra Rumania. Había que ganar, pero un error de Zambrotta había permitido a Mutu adelantar al equipo de los Cárpatos. Los vigentes campeones del mundo, sin embargo, sólo tardaron un minuto en reaccionar.



Fue en un córner a la derecha del portero Lobont. De Rossi lo lanzó muy pasado y Chiellini remató hacia el segundo palo. Parecía que el defensa Tamas podría rechazar el esférico, pero chutó al aire. Tras él, Panucci, siempre bien situado en las acciones de estrategia, sólo tuvo que poner el pie para empatar el partido. Fue uno de los cuatro goles que marcó en 56 partidos con la selección absoluta. Italia se salvó de perder porque Buffon le detuvo después un penalti a Mutu que habría significado la eliminación.

El empate parecía poca cosa, pero lo hizo bueno una victoria por 0-2 en el último partido de la fase contra Francia. Los transalpinos entraban en cuartos de final, pero allí se cruzaron con la selección española, que les dejó fuera del torneo en la tanda de penaltis. Aquel fue el último partido de Panucci con la camiseta nacional.

Aun alargó su carrera un año más en la Roma y otro con el Parma. Se retiró con 37 años en un espléndido estado físico e inició una tarea de entrenador que le llevó al Livorno, al Ternana y a una selección, la de Albania, que había entrado en la Eurocopa 2016 pero que, con él , no pudo hacer lo mismo con el mundial de Brasil. Fue relevado tras una derrota contra Turquía en el inicio de la fase de clasificación para la Euro 2021.

Panucci es una persona afortunada en la vida. Toda esta carrera, casi toda ella, no habría sido posible de no haber sido por el azar. En 1996 fue seleccionado para ir a los Juegos de Atlanta, pero dejó la concentración por una lesión. Tenía que tomar un vuelo de la compañía TWA de Nueva York a Roma, vía París, pero perdió el equipaje y tuvo que encontrar otra conexión con un avión de Alitalia que llegaba a Milán directamente. El primero de los aparatos, el de la TWA, se estrelló en uno de los accidentes más controvertidos y más dudosamente resueltos de la historia de la aviación civil en que murieron los 230 pasajeros.

divendres, 16 d’octubre del 2020

Ucrania, 0- Polonia, 1 (Euro 2016-Primera fase)

239. Kuba Blaszczykowski (0-1)

En el gol número 305 de esta lista ya se habló de la durísima historia personal de Jakub Kuba Blaszczykowski antes de llegar al estrellato, tanto en la selección, como en sus clubes, sobre todo en el Borussia Dortmund. Seguramente este crecimiento repentino lo convirtieron en una persona que lo da todo encima del campo y, por ello, es querido por los aficionados.


Cuatro años después de haber marcado un gol tan histórico como estéril en la Eurocopa de su país, Blaszczykowski, ya con 31 años, volvió a ser convocado para la cita de Francia, en 2016. Acababa una temporada en Italia, en que no había destacado en la Fiorentina, y había fichado por el Wolfsburgo, de regreso a la Bundesliga, donde siempre ha rendido más. La experiencia en el torneo europeo de selecciones, al que Polonia llegaba por segunda vez consecutiva, sería una montaña rusa parecida a la que ha vivido en toda su vida, pero concentrada en pocos días.

Polonia inició bien el torneo, con una victoria sobre Irlanda del Norte por 1-0, bastante corta, pero suficiente. Blaszczykowski jugó de titular y, a pesar de que había dificultades en ataque, el seleccionador, Adam Nawalka, volvió a confiar en él para enfrentarse a Alemania. El 0-0 no era un mal resultado para los polacos, que tenían un pie en los octavos de final. Pero el técnico decidió introducir un relevo en el tercer partido para mejorar las prestaciones ofensivas. Ya contra los alemanes, Blaszczykowski fue sustituído por el joven Bartosz Kaputska a diez minutos para el final. Se trataba de un prometedor extremo de veinte años, captado por las categorías inferiores del Leicester campeón de la Premier. Ante Ucrania, él sería el titular y el veterano Blaszczykowski comenzaría desde el banquillo. Como siempre, Kuba se reveló contra su destino.

El gol

Porqué la primera parte se acabó con empate a cero y sin muchas ocasiones. Al descanso, Nawalka miró hacia el banquillo y vio al veterano jugador de banda. Le hizo entrar al campo pero no en el lugar de Kaputska, sino en el de un centrocampista más puro, Zielinski. La solución tardó nueve minutos en dar resultado.



Fue en un córner a favor de los polacos que lanzó en corto el propio Kaputska. Cedió al delantero Milik y éste introdujo el esférico en el área donde apareció el dinamismo de Kuba. Recibió el esférico, recortó a un central y envió un disparo con la pierna izquierda lejos del alcance del portero Pyatov. Sería el único gol del partido.

Blaszczykowski se había ganado el derecho de volver al equipo inicial y lo hizo en los octavos de final contra Suiza, en los que volvió a marcar en la primera parte. Su gol habría dado la victoria a la selección de no haber sido por una impresionante chilena de Shaqiri que provocó que los suizos forzaran la prórroga y, después, los penaltis. En la tanda, el nuevo jugador del Wolfsburgo volvió a asumir la responsabilidad y anotó el cuarto. Un error de Xhaka en el segundo clasificó a Polonia para los cuartos de final.

Kuba volvió a ser titular contra Portugal, y las cosas empezaron muy bien con un gol de Lewandowski a los dos minutos. Pero el empate de Renato Sanches en la segunda parte condujo el partido nuevamente al tiempo suplementario y a los lanzamientos desde los once metros. El destino, cruel y amable a partes iguales con Blaszczyskowski, fue esta vez esquivo. Los lusos habían marcado los cuatro primeros penaltis y los polacos, tres de ellos. En el cuarto, nuevamente, Kuba tomó la responsabilidad y lo lanzó colocado. Pero Rui Patrício respondió con una fantástica intervención y lo dejó todo de cara para que Quaresma clasificara a Portugal.

Polonia se clasificó para el siguiente mundial, el de Rusia, en el que Blasczykowski también vivió un momento amargo. Jugó de titular en el debut contra Senegal, pero dos goles de los africanos provocaron que fuera relevado al descanso. Ya no jugó más en todo el torneo, aunque su cambio no sirvió para que la selección llegara a octavos de final. Quizá por esta capacidad de lucha contra todas las dificultades, de las que siempre se suele levantar, es el motivo por el que Kuba Blaszczykowski acaba siendo un futbolista tan apreciado.

dijous, 15 d’octubre del 2020

Inglaterra, 1- URSS, 3 (Euro 88-Primera fase)

240. Oleksiy Mikhaylichenko (1-2)

El tramo final de la historia de la selección de la Unión Soviética vio como el equipo pasaba de la posibilidad de proclamarse campeón de Europa a quedar totalmente desmembrado en el tiempo que media entre una Eurocopa y otra. 1988 fue un gran año para el fútbol del país unificado, con el subcampeonato en la Eurocopa de Alemania y, posteriormente, con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Seúl. Una de las estrellas emergentes de aquel equipo era el ucraniano Oleksiy Mikhaylichenko.




Llamado Aleksei por la nomenclatura rusa dominante en la URSS, Mikhaylichenko nació en Kiev y desarrolló casi toda su carrera, hasta los 27 años, en el Dinamo. Aunque era joven cuando el equipo ganó la Recopa de 1986 al Atlético de Madrid. Aquel año sólo disputó un partido de la competición europea, pero ya actuó en la Supercopa perdida contra el Steaua. Se trataba de un centrocampista muy dinámico, que ocupaba mucho campo gracias a su físico, y con buena relación con el gol.

En Kiev ganó cuatro ligas y una Copa de la antigua Unión Soviética. Había debutado con la selección absoluta en la fase de clasificación para la Eurocopa de 1988 en que había marcado un importante gol contra Francia, el empate a 1 en Moscú, que posibilitaría la clasificación, en detrimento de los galos, para la fase final del campeonato disputado en Alemania.

En el torneo, fue titular desde el primer día, impulsado por la presencia de su entrenador en el Dinamo, Valery Lobanovsky, como seleccionador. Participó en la victoria contra los Países Bajos y luego en el empate ante Irlanda. El tercer partido era contra Inglaterra, y con un ojo puesto en el Irlanda-Países Bajos que se jugaba a la misma hora. Ganando, la URSS era primera de grupo y evitaba un cruce con Alemania.

El gol

Y en el partido jugado en Frankfurt, Mikhaylichenko fue esencial. El enfrentamiento tuvo una primera media hora de vértigo. Aleynikov avanzó a los soviéticos a los tres minutos y Adams empató para los británicos, que habían encadenado dos derrotas seguidas y ya no se podían clasificar. En el minuto 28 llegó el gol de Mikhaylichenko, en el que demostró todas sus virtudes.


Primero fue capital en robar un balón pase por Hoddle. Aunque Adams lo recuperó, los ingleses lo perdieron rápidamente. Los soviéticos iniciaron entonces una secuencia de pases, inaugurada por el central Khidiatulin. Fue Mikhaylichenko quien abrió el esférico a la banda y corrió al espacio vacío en el área. El lateral Rats miró, centró, y el centrocampista del Dinamo llegó justo a tiempo para rematar de cabeza al fondo de la portería de Chris Woods. Era el 1-2.

Los soviéticos ganarían el partido por 1-3 y también las semifinales contra Italia por 2-0, pero caerían en la final por el mismo resultado contra los Países Bajos en el partido del célebre gol de Van Basten. El verano, sin embargo, no se acabaría aquí para Mikhaylichenko. Fue seleccionado para los Juegos Olímpicos, que ese año se disputaban en Seúl entre septiembre y octubre. Y la cosa fue tan bien que el equipo soviético se llevó el oro al derrotar a la Brasil de Romário y Bebeto en la final por 2-1 en la prórroga. Mikhailichenko no marcó en ese partido, pero sí cinco goles en el torneo, entre ellos uno en cuartos de final contra Australia y otro decisivo ante Italia en la prórroga de las semifinales, aparte de dos contra el rival político eterno , Estados Unidos. Sólo fue superado por tres delanteros, el brasileño Romario, con 7 goles, y su compañero de equipo Dobrovolski y el zambiano Kalusha Bwalya, con seis. Con todos estos méritos, fue elegido mejor jugador soviético del año.

Dos temporadas más tarde, con 27 años, pudo abandonar una Unión Soviética que estaba a punto de caerse a pedazos e ir a una liga de las grandes de Europa. Lo fichó la gran Sampdoria de Vialli y Mancini que, con él en el equipo, ganó el campeonato italiano. Mikhaylichenko jugó 24 partidos, con tres goles anotados. También había ganado la Supercopa italiana, pero su rendimiento fue de más a menos y, a final de temporada, decidió salir. Lo fichó el Glasgow Rangers, en el que triunfó plenamente, con cinco ligas consecutivas ganadas y un juego de ida y vuelta que casaba totalmente con sus características.

El gran punto negro de Mikhaylichenko es que no pudo disputar ningún mundial. El de Italia 90, que le habría pillado en su mejor momento, se lo perdió por lesión. Volvió en la Eurocopa del 92, pero la URSS ya no existía. Actuó en el combinado de la Comunidad de Estados Independientes que fue eliminada en la primera fase. Aun llegó a tiempo de jugar dos partidos con la nueva selección de su país, Ucrania, pero sin ninguna trascendencia.

Se retiró en 1997, con 34 años, y fue acogido bajo el ala protectora de su entrenador en el Dinamo, Valery Lobanovsky. Se convirtió en el su asistente y también en su sustituto cuando el viejo técnico murió, en 2002. La carrera de Mikhaylichenko como entrenador ha ido a caballo del Dinamo y de la selección, con la que no pudo entrar en el mundial de Sudáfrica, y también vivió una breve etapa en el Hearts escocés.

dimecres, 14 d’octubre del 2020

Turquía, 0- Dinamarca, 3 (Euro 96-Primera fase)

241. Brian Laudrup (0-1 y 0-3)

Cuando se tiene el mismo apellido y se es familia de uno de los mejores jugadores del mundo puede parecer que las cosas han sido más fáciles para llegar a la cima y que ha ayudado a abrir puertas. Pero una vez se ha llegado, tienes que luchar contra las comparaciones constantes con aquel que ha destacado antes que tú, y todavía más cuando actúas en la misma demarcación y tu juego es similar. Hay que tener mucha personalidad para, siendo hermano de quien era, se pudiera completar la carrera que completó Brian Laudrup.



Porque aunque no llegó al nivel de virtuosismo, ni de continuidad de su hermano Michael, la trayectoria de Brian en la élite fue importante, actuando en grandes clubes y en grandes competiciones por selecciones con buenas actuaciones. Además, lideró a Dinamarca a su título más importante, la Eurocopa de 1992, en un campeonato en el que no estaba la estrella de la familia.

Brian Laudrup, cinco años menor que su hermano, nació en Austria porque en ese momento su padre, Finn, jugaba al Wiener Sport-Club de la capital del país centroeuropeo. Mientras Michael ya había llegado a la liga italiana y daba pasos en la Lazio y en la Juventus, Brian conseguía dos títulos nacionales en Dinamarca con el Brondby, el equipo de la familia. Muy pronto, a los veinte años, salió al extranjero. Lo fichó el Bayer Uerdingen y terminó en el gran club del país, el Bayern de Múnich, con el que sólo ganó una Supercopa.

En ese momento llegó su gran triunfo con la selección, a los 23 años tuvo que liderar al país nórdico en una Eurocopa para la que no se había clasificado y a la que había renunciado Michael por desavenencias con el seleccionador, Richard Möller- Nielsen. Aunque no anotó ningún gol, el nivel del pequeño de los Laudrup, con un juego muy parecido a su hermano, con más rapidez y quizás con no tanto toque ni precisión, fue muy alto y Dinamarca se proclamó campeona.

Tras aquel éxito, probó la aventura italiana, pero no le fue muy bien. El primer paso fue la Fiorentina y luego fue cedido al Milan. Pero el sistema de rotación de extranjeros, antes de la ley Bosman, que había en el club lombardo lo dejaba siempre fuera y decidió no continuar en diciembre de 1993, justo después de que Dinamarca hubiera quedado eliminada del mundial 1994.

Pero durante el verano siguiente se le abrió el cielo. Walter Smith, el técnico del Glasgow Rangers, le quiso llevar a Escocia y allí encontró el lugar que necesitaba. En una liga con mucha velocidad y con unos sistemas tácticos no tan rígidos como Italia, Brian Laudrup pudo explotar todo su juego durante cuatro grandes temporadas. Tras la primera, Dinamarca ganó otro trofeo, la Copa de las Confederaciones de 1995, en la que derrotó a Argentina en la final, esta vez con los dos hermanos Laudrup en el campo. Después, llegó la Eurocopa 1996.

El gol

Y aunque Dinamarca no repitió el éxito de cuatro años antes, fue cuando se pudo ver el mejor Brian Laudrup. En el primer partido ya marcó en el empate contra Portugal (1-1). Después, cayó víctima del talento croata por 0-3. Había que vencer a Turquía en el último enfrentamiento y esperar resultados para entrar en los cuartos de final. Y fue en la segunda parte cuando surgió su talento con dos acciones muy típicas de su hermano. Sólo habían pasado cuatro minutos cuando un balón largo del portero Schmeichel fue peinado por Erik Andersen, que encontró la espalda de los defensas turcos. Brian Laudrup les ganó la partida, se deshizo del portero Rüstü y anotó el primer gol.


Veinte minutos más tarde, Allan Nielsen marcaría el segundo gol y, seis minutos antes del final, en una acción similar, llegó el tercero. Brian intentó combinar con su hermano, Michael, en la frontal del área, se les adelantó nuevamente Andersen, quien devolvió la pared a Brian. Este se perfiló frente al portero, disparó y tuvo la fortuna de que el balón tocara en el defensa Alpay y despistara a Rüstü.



A pesar del resultado, la victoria portuguesa en el otro partido contra Croacia privó a Dinamarca de pasar ronda. Brian Laudrup ganó tres ligas y una Copa con los Rangers y el verano de 1998 fue de emociones. Primero, porque fichó por el Chelsea, que acababa de ganar la Recopa. Después, porque afrontó su primer y único mundial, el de Francia 98. Era el elegido por su hermano Michael para retirarse y él, con 29 años, le siguió los pasos, tras un gran torneo en el que Dinamarca puso contra las cuerdas a Brasil en los cuartos de final. Brian Laudrup marcó dos goles en las eliminatorias, en el triunfo ante Nigeria por 1-4 y en la derrota contra los sudamericanos, en una anotación que fue icónica, el momentáneo 2-2, que celebró tumbado en el suelo de lado y sosteniéndose la cabeza con la mano.

El pequeño de los Laudrup ya no se volvió a poner más la camiseta roja. Sólo aguantó un año en el Chelsea porque tuvo el s mismos problemas que con el Milan con el sistema de rotación de extranjeros. Lamentó no haber firmado entonces por el Manchester United, aunque había recibido una llamada personal de Alex Ferguson para hacerlo. Volvió a su país para jugar en el Copenhague, pero no se encontraba a gusto y firmó por el Ajax, con 30 años. Según él, tenía hasta quince ofertas, pero pensaba que allí es donde tenía que actuar. Hizo un buen año, con 15 goles anotados, pero las constantes lesiones que le hicieron retirarse muy joven, con sólo 31 años. Cuando se habla de Laudrup, seguramente, no se piensa en Brian, pero observando su carrera queda claro que es un error.