dilluns, 21 de desembre del 2020

Dinamarca, 0- URSS, 3 (Euro 64-Semifinales)

173. Valery Voronin (0-1)

El fútbol ofrece a menudo historias propias de una película, con protagonistas que han vivido odiseas que, en algunos casos, han tenido finales trágicos. Las trayectorias de muchos jugadores del países de la Europa del otro lado del telón de acero, durante la Guerra Fría y la época comunista, conservan esa pátina y merecen ser contadas. Una de ellas es la de uno de los mejores centrocampistas soviéticos de la historia, Valery Voronin.


Nacido en Moscú, el padre de Voronin tenía una tienda de comestibles en Peredelkino, un pueblo situado a pocos kilómetros al sur-oeste de la gran urbe. En la época estalinista, esta era una profesión de poder, ya que permitía encontrar y consumir bienes raros para la población normal. Además, la ciudad era conocida por la gran cantidad de escritores que la habitaba. Así, el joven Valery conoció a premios Nobel como Boris Pasternak

Él comenzó a jugar a fútbol y fue captado por uno de los equipos más prestigiosos del momento, el Torpedo. Ligado a la industria automovilística soviética, el club estaba a punto de vivir sus mejores años, durante los sesenta. Voronin debutó en 1958 y ya no lo dejó hasta diez años más tarde. Se trataba de un centrocampista defensivo de grandes condiciones físicas y técnicas que le convirtieron en una pieza fundamental en la gran selección de la URSS de los años posteriores.

Debutó en ella en 1960, con 21 años, justo después del título de la Eurocopa ganado por el equipo nacional. Con él, la selección se clasificó sin problemas para el mundial de Chile, en el que actuó en los cuatro partidos, entonces no había cambios, antes de ser eliminado por los anfitriones en los cuartos de final. Con el Torpedo ya había ganado una liga y una Copa, justamente el año del estreno con la selección, pero su mejor momento sería en 1964. A pesar de no lograr el campeonato, fue elegido el mejor futbolista del país del año y entró en la convocatoria para la fase final de la segunda edición de la Eurocopa, que se jugaría en España.


El gol

La URSS debutaría en el Camp Nou de Barcelona contra la sorprendente Dinamarca. El formato era de cuatro equipos, con semifinales y final, y en el horizonte estaba un posible partido por el título contra los anfitriones, un duelo de connotaciones políticas entre el ogro comunista y la España fascista del general Franco. Cuatro años antes, los españoles se habían negado a viajar a Moscú a disputar el enfrentamiento de cuartos de final, por deseo del dictador, y ahora se podía jugar el mismo partido, pero en Madrid. Faltaban las semifinales. En estas, por la parte soviética, no hubo mucho color y todo se empezó a decidir en el minuto 22.


Fue en una jugada por la banda izquierda tras un saque de esquina en corto. El extremo Jusaínov centró dos veces. En la primera hubo un rebote, pero la segunda fue hasta la frontal del área. Allí estaba Voronin, quien remató en una especie de tijera. Para las imágenes, parece que el balón rebotó en alguien, no queda claro si en un defensa o en otro delantero, y despistó al portero Leif Nielsen. La UEFA siempre ha dado el gol al centrocampista del Torpedo.

La URSS ganó el partido por 0-3, con dos goles más de Ponedelnik e Ivanov y se clasificó para la final. Allí, aunque igualó momentáneamente el partido, con un gol de Jusaínov, tuvo que abdicar del título por culpa del famoso cabezazo de Marcelino. España ganaría por 2-1.

Voronin volvió a ganar la liga con el Torpedo en 1965, en que fue elegido de nuevo jugador del año en la URSS, y en 1966 disputó su segundo mundial, el de Inglaterra, después de dejar fuera a Gales, a Grecia y a la propia Dinamarca en la ronda previa. La URSS superó el grupo con Corea del Norte, Italia y Chile, de quien se tomó la revancha de la derrota de cuatro años antes, superó los cuartos de final contra Hungría, con Voronin actuando en todos los enfrentamientos excepto ante los asiáticos, y llegó a la semifinal contra Alemania Federal. La URSS la perdió por 3-1 y también la final de consolación contra Portugal por el mismo resultado. Pero Voronin recibió un trofeo inconcebible hoy en día, el del jugador más guapo del torneo, entregado por la misma reina Isabel II.

Más allá del fútbol, ​​Voronin fue una figura adoptada por el régimen post-estalinista para encarnar el sueño soviético, opuesto al americano. En el país necesitaban héroes, como el cosmonauta Yuri Gagarin, el atleta Valeri Brumel, y él mismo. Pero sus ideas eran diferentes. Leía mucha literatura occidental y hablaba varios idiomas. Por ello, la KGB lo seguía de cerca. Pero él no se escondía y cultivaba amistades con estrellas como George Best, Bobby Charlton y Pelé. Las normativas de su país no le dejaron probar suerte en el lado capitalista y él sentía un profundo desafecto por su país.

Su carrera se terminó en 1968, con sólo 29 años, de manera traumática. Tuvo un durísimo accidente de coche y no pudo jugar más al fútbol. Por este motivo comenzó a beber y se convirtió en un alcohólico. Ya no quedaba nada del ídolo que todo el mundo seguía. Evitó la vida pública y sólo se relacionaba con el cantante disidente Vladimir Vysotsky.

El 19 de mayo de 1984, cuatro años después de la muerte del artista por una sobredosis de sedantes, las autoridades informaron que habían encontrado también el cuerpo de Voronin en un bosque a las afueras de Moscú con un golpe en la cabeza. Los rumores sobre los motivos del fatal desenlace se multiplicaron, pero nunca han sido aclarados. Voronin fue enterrado en un funeral seguido por una multitud en la capital soviética. Muchas de las personas asistentes no olvidaban a uno de los referentes de aquel sueño soviético que nunca llegaría.

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