diumenge, 20 de desembre del 2020

 Croacia, 2- España, 1 (Euro 2016-Primera fase)

174. Nikola Kalinić (1-1)

El carácter fuerte de los jugadores es un arma de doble filo. A los entrenadores les gusta, si está bien dirigido, ya que puede empujar a los compañeros para que den más de sí mismos y también condiciona el juego de los rivales, a los que desestabiliza tener que centrarse en algún elemento que les saque de sus casillas. Pero cuando este carácter no se canaliza en la buena dirección, produce interferencias. Estas han llegado demasiado a menudo, sobre todo en la selección, en la carrera deportiva del croata Nikola Kalinić.


Sus condiciones técnicas y físicas lo convertían en un futbolista capaz de marcar una época en el fútbol europeo. Rápido y fuerte, con instinto goleador, se podía convertir en un quebradero de cabeza para cualquier defensa. Pero sus decisiones no han sido siempre las correctas y, con el paso de los años, ha ido cayendo de las agendas de los grandes clubes, dejando siempre la sensación de que había desperdiciado su mejor momento o que había decepcionado cuando le tocaba dar la cara.

Kalinic nació en las afueras de Split, en 1988, y por eso vivió la guerra cuando era muy pequeño y casi no se acuerda. Cuando creció, entró en los equipos inferiores del Hajduk, en el que se estableció como titular a los 20 años después de cesiones al Pula y al Sibenik. En el equipo dálmata nunca logró vencer la supremacía del Dinamo de Zagreb en la liga, pero recibió una buena oferta de la Premier League, del Blackburn Rovers, y allí comenzó un largo peregrinaje en 2009.

Antes, había debutado con la selección de su país y, además, había actuado en una Eurocopa, la de 2008, donde había dispuesto de dieciséis minutos en un duelo intrascendente de la primera fase. Pero su presencia en el equipo nacional sería intermitente en los siguientes años. La competencia con buenos delanteros del país, sobre todo Klasnic y Olic, primero, y Mandzukic, más tarde, le cerraban el paso. Además, su rendimiento en los diferentes equipos, no era constante.

En 2011, decidió aceptar la oferta de un aspirante a nuevo rico, el Dnipro ucraniano. Era un campeonato menor, en el que podría explotar sus cualidades sin tanta presión. Fue el momento más estable de su carrera, con 37 goles en poco más de ochenta partidos, pero tuvo dos decepciones con la selección que seguramente marcarían sus decisiones posteriores. En 2012 fue convocado para la Eurocopa, pero no fue utilizado ni un minuto. Dos años más tarde, en 2014, caería de la lista para el mundial de Brasil en beneficio del nacionalizado Eduardo.

En 2016, las cosas parecían diferentes. Con el Dnipro había llegado a la final de la Europa League del año anterior, en 2015, que perdería por 3-2 contra el Sevilla pero en el que marcaría un gol en la final. Después volvió a una gran liga, la italiana, al fichar por la Fiorentina. Disputó varios partidos amistosos previos y el seleccionador, Ante Cacic, lo volvió a convocar para un gran torneo, la Eurocopa de Francia.


El gol

Las cosas no volvieron a empezar demasiado bien, ya que el técnico balcánico jugaba con un planteamiento que dejaba a un solo delantero arriba, y este era Mandzukic. Kalinic esperó su turno durante los dos primeros partidos hasta que Cacic confió en él en el tercero, contra España, por la baja del titular. Hacía falta ganar para lograr el primer puesto del grupo, pero los españoles se adelantaron mediante Morata. Justo antes del descanso, Croacia consiguió un gol psicológico.


El joven Marko Rog abrió el balón a la izquierda, donde Perisic encaró a Juanfran. El extremo amagó con la izquierda, pero centró con la derecha al primer palo y allí, Kalinic, se adelantó a Sergio Ramos y al portero De Gea y con un sutil taconazo, de gran calidad, introdujo la balón en la portería. El partido cambiaba con esta anotación. Porque España erró un penalti en la segunda parte, mediante el mismo Ramos, y tres minutos antes del final, Perisic marcaría el 2-1 definitivo que dejaba a Croacia como primera de grupo y en la parte más fácil del cuadro. Kalinic volvió al banquillo y entró para jugar la prórroga de los octavos de final contra Portugal. No pudo marcar y vio como un gol de Cuaresma dejaba a su equipo fuera del torneo.

Con la Fiorentina, Kalinic llevó a cabo dos temporadas muy destacables y eso le valió el fichaje por el Milan, muy deseado por su familia, ya que como él mismo había declarado, en casa eran del equipo italiano desde el época de Arrigo Sacchi como entrenador, cuando él era muy pequeño. Su temporada en San Siro fue muy irregular, pero aún así Cacic lo llevó al mundial de 2018, donde se cavó su tumba en el equipo arlequinado.

Había sido importante en la fase de clasificación, con un gol en el play-off clasificatorio contra Grecia, pero en el debut, ante Nigeria, volvía a calentar banquillo. Cuando el seleccionador quiso hacerle entrar, dijo que le dolía la espalda y se negó. A su cabeza debían estar los desencantos de 2012 y de 2014, así como la suplencia, a pesar del gol, de 2016, y debió pensar que no quería volver a pasar por lo mismo. Cacic lo expulsó de la concentración y se perdió el camino hasta la final. Después, renunció a la medalla de plata de subcampeón que le tocaba por estar en la convocatoria.

A continuación, fichó por el Atlético de Madrid, donde parecía que congeniaría con un técnico de carácter como Simeone. Pero tal como ocurrió con Mandzukic, Kalinic tampoco triunfó en el Wanda en su primer año y en el segundo fue cedido a la Roma. A la selección, no volvió más. No aceptó su rol y ahora es complicado que se lo vuelvan a llamar, ya con 33 años, para la Eurocopa de 2021. Una lástima que un gran talento, como ocurre muchas veces, no se haya podido exprimir al máximo.

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