diumenge, 13 de desembre del 2020

 Checoslovaquia, 0- Alemania Federal, 1 (Euro 80-Primera fase)

181. Karl-Heinz Rummenigge (0-1)

La vida después de dejar el fútbol puede ser muy dura para algunos jugadores que no se saben adaptar. Muchos de ellos inician carreras de entrenadores, pero los que no lo hacen tienen que luchar para encontrar su lugar en la sociedad. Ahora bien, cuando eres leyenda del Bayern de Múnich, la cosa cambia, ya que el club bávaro tiene una larga historia de aprovechar a sus activos en el campo para trasladarlos después a los despachos y que la rueda no pare nunca. Es lo que ocurrió con la ex estrella del club y de la selección y actual presidente, Karl-Heinz Rummenigge.


Originario de Lippstadt, en Renania del Norte-Westfalia, lo normal es que acabara jugando en el Borussia Dortmund, ciudad muy cercana, o en otros de los muchos equipos de élite que hay en la cuenca del Ruhr. Pero a los diecinueve años fue captado por el Bayern del Borussia Lippstadt, el club de su tierra, y aún tuvo tiempo de coincidir con el mítico equipo campeón de tres Copas de Europa entre 1974 y 1976. Él estaba en la plantilla durante las dos últimas y fue titular en la de 1976, con victoria ante el Saint-Etienne por 1-0 en Glasgow en la final.

Entonces, sin embargo, el Bayern no dominaba la Bundesliga. Lo hacían otros equipos como el Borussia Mönchengladbach, el Colonia o el Hamburgo y Rummenigge no ganó su primer campeonato hasta 1980. El mismo año de la final ganada, en 1976, justo después de la derrota alemana en el Eurocopa de Belgrado con el gol de Panenka, debutó con la selección. Los alemanes no tuvieron que disputar fase de clasificación para el mundial de Argentina, como vigentes campeones, y por eso se rodó en muchos amistosos hasta el torneo de 1978. Allí, un equipo de entreguerras, entre los campeones del 74 y la nueva generación, decepcionó y quedó fuera de competición en la segunda fase, pero él se empezó a mostrar al mundo con tres goles.

Rummenigge era un delantero muy completo. Con una gran facilidad para driblar, era potente y disponía de una gran intuición a la hora de rematar a portería. Tenía mucho gol. De hecho, terminó su carrera con una media muy alta de más de medio gol por partido a nivel de clubes, con 220 en 425 partidos. En la selección marcó 45, entre ellos, uno en una final de un mundial.

En 1980, después de ganar la primera liga con el Bayern, Rummenigge llegaba en forma a la Eurocopa de Italia, con 24 años, y como uno de los líderes de un conjunto renovado, de la mano de Jupp Derwall, que intentaría volver al camino de la victoria.


El gol

Y la primera oportunidad llegó con una revancha, la de la final de cuatro años antes, contra Checoslovaquia. El partido, en Roma, se jugó en familia. El público italiano dio la espalda al campeonato por los escándalos que castigaban a su fútbol. A los diez minutos de la segunda parte, el delantero del Bayern surgió para resolver un debut importante. Por primera vez, el campeonato tenía dos grupos de cuatro equipos y sólo el primero se clasificaba directamente para la final. Todo contaba.


Una falta a la izquierda del ataque alemán no fue correctamente defendía por los checoslovacos. El balón llegó al talentoso Hansi Müller quien, tras una pared, hizo un sombrero al defensa Barmos. Centró al área, el portero Netolicka estuvo indeciso en la salida y el defensa Stambachr se distrajo y Rummenigge, con la cabeza, otra de sus armas importantes, remató en parábola y marcó el único gol del partido . Los dos primeros puntos caían de la banda alemana y la revancha era un hecho.

Rummenigge no anotaría más en el torneo, pero obtendría un premio mayor, el del título europeo, que sería el único que ganaría con la selección. Él sólo dejaría de jugar 24 minutos del partido intrascendente contra Grecia y fue pieza clave en la final ganada a última hora contra Bélgica por 2-1.

Eran los mejores años de su carrera, que siguió con un extraordinario mundial de 1982, en España. Aunque el equipo lo inició con una dolorosa derrota contra Argelia (1-2), en el siguiente partido él anotó tres goles ante Chile (4-1). Eso sí, tuvo problemas físicos durante todo el campeonato y el seleccionador lo tuvo que reservar en la histórica semifinal contra Francia. Salió al campo, el equipo recibió el tercer gol (3-1) y, medio cojo, inició la remontada con un gol. Se llegó a los penaltis y allí los alemanes accedieron a la final. Él anotó su disparo. Lamentablemente, ni él, ni Alemania estuvieron a la altura en una final dominada por Italia por 3-1.

En 1984, con 28 años, decidió probar una nueva aventura y fichó por el Inter de Milán. Aquel verano, los alemanes fracasaron en la Eurocopa de Francia, en la que fueron eliminados por un gol del español Maceda en la primera fase. Dejó huella en el país transalpino durante las tres temporadas en las que estuvo, aunque el equipo no ganó ningún título. Llegaba otro mundial, cuando él ya tenía treinta años, y aunque comenzó en el banquillo, fue titular desde los octavos de final, contra Marruecos. Fue relevado ante México, en un partido con penaltis, y ante Francia y disputó su segunda final, esta vez contra la Argentina de Maradona. Cuando todo parecía perdido con el 2-0, él inició otra remontada que culminó Völler con el 2-2. El gol de Burruchaga, sin embargo, lo dejó nuevamente frustrado.

En 1987 comenzó su decadencia como jugador fichando por el Servette suizo, donde se retiró jugando al fútbol en un nivel más bajo, pero con 34 goles en 60 partidos. La media se mantenía. Una vez colgadas las botas, en 1989, Kalle, como es conocido, inició el resto de su vida y volvió al Bayern, un club que no deja nunca de lado a sus activos. Entró como vicepresidente y ahora es el presidente, cuidando e que, pasen los jugadores que pasen, los valores de la entidad se mantengan, como le enseñaron a él los miembros de generación dorada de 1974 cuando se incorporó, ya hace 45 años.

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