divendres, 25 de desembre del 2020

Italia, 1- España, 0 (Euro 88-Primera fase)

169. Gianluca Vialli (1-0)

Muchas veces se dice que el extracto social de los futbolistas determina su manera de jugar. Se utiliza el estereotipo cuando se afirma que los jugadores que aplican más fuerza y ​​determinación en su juego son los que han tenido que luchar desde pequeños para vencer las dificultades económicas de su familia. Pero cada vez hay más casos que dicen lo contrario. Y antes también pasaba. Lo demuestra un delantero italiano, que tenía en la potencia y el caràcter sus mejores armas a pesar de haber crecido en una familia de millonarios. Es el italiano Gianluca Vialli.


Creció en un entorno muy acomodado de Cremona, en el sureste de Milán, ya que se crió en el Castello de Belgioioso, una edificación de sesenta habitaciones, con sus cuatro hermanos. Por tanto, no le faltaba de nada. Entró en las categorías inferiores de la Cremonese con 14 años y dos después ya debutó con el primer equipo, con el que jugó en la Serie C y en la B antes de captar la atención de la Sampdoria, que le contrató el 1984, con 20 años. Allí coincidió con Roberto Mancini, otro delantero de la misma edad, pero de características diferentes, con el que había tejido una gran amistad en las selecciones inferiores italianas.

Vialli y Mancini, los gemelos del gol, estuvieron a punto de ganar la Eurocopa sub-21 en 1986, pero perdieron la final contra España. Paralelamente, iban creciendo con la Sampdoria, aunque sólo Vialli fue convocado para el mundial de México del mismo año, en el que jugó cuatro ratos entrando de suplente. Era el final de la etapa de Enzo Bearzot, el técnico campeón del mundo de 1982, previo a la llegada de Azeglio Vicini, un entrenador que otorgó todo el protagonismo a la pareja de delanteros del equipo genovés.

La Sampdoria comenzó a asomarse entre los grandes de Italia ganando dos Copas. La selección se clasificó para la Eurocopa con facilidad, después de haber faltado en 1984, y el debut sería en Düsseldorf contra Alemania Federal, el anfitrión. El resultado no fue malo, un empate a un gol, pero había que vencer a España en el segundo partido para dar un paso hacia las semifinales.


El gol

El duelo sería una revancha de la final sub-21 de dos años antes. De hecho, en los italianos estaben muchos protagonistas de aquella eliminatoria. Aparte de los dos delanteros, destacaban el portero Zenga, Donadoni o Di Napoli. Por el lado español sólo estaban los dos centrales, Sanchis y Andrinua. El partido, disputado en Frankfurt, tuvo pocas ocasiones, fue muy cerrado y no se decidió hasta un cuarto de hora antes del final.


Y fue con un gran gol. Ancelotti envió el balón a Mancini y éste, en un movimiento de gran inteligencia, amagó que se lo llevaba pero la dejó pasar despistando al defensa Andrinua. Lo hizo porque sabía que detrás estaba Vialli, en una acción mil veces repetida por ambos. Este se deshizo de la marca del lateral Tomás y con la pierna izquierda cruzó el balón lejos del alcance de Zubizarreta. A los 23 años, sería el único tanto que Vialli marcaría en un gran torneo absoluto de selecciones.

Y es un dato que choca porque su trayectoria posterior fue larga y exitosa. En aquella Eurocopa, fue titular en todos los partidos hasta que Italia fue eliminada en semifinales por la URSS. Con la Sampdoria ganó una Recopa antes de afrontar, dos años después, el mundial de casa, el de Italia'90. Lo hizo como titular y jugó los dos primeros partidos, pero fue la víctima de la irrupción del desconocido Totto Schillaci, que partía desde el banquillo pero que fue el máximo goleador del torneo. Vialli se cayó de la alineación en el tercer partido y, hasta el final, sólo jugó veinte minutos y la prórroga de la semifinal perdida contra Argentina.

Su relación con la selección se terminó dos años y medio más tarde. Después de jugar la fase de clasificación para la Eurocopa 92, en la que Italia fue eliminada por la URSS, contó para el nuevo técnico, Arrigo Sacchi. Pero se rumorea que una broma mal entendida entre ambos provocó que el seleccionador dejara de convocarlo. De hecho, Vialli marcó en su último partido con la azzurra, una victoria por 1-2 en Malta en partido de clasificación para el mundial de Estados Unidos de 1994.

Si su carrera con el equipo nacional fue corta, en los clubes pasó todo lo contrario e incluso ejerció de pionero para los futbolistas de su país en Inglaterra. Antes, había entrado en la historia al ganar la primera y única liga de la Sampdoria, en 1991. Dejó el equipo al año siguiente para fichar por la Juventus. Estuvo allí hasta 1996 y su último partido no podía ser mejor, la final de la Liga de Campeones ganada en Roma por penaltis contra el Ajax, en una competición en la que había conseguido dos goles muy importantes en las semifinales contra el Nantes. En Turín también ganó una liga, una Copa, una Supercopa y una UEFA.

Con 32 años decidió emprender la aventura inglesa y fichó por el Chelsea. Parecía que su carrera estaba en el crepúsculo, pero nada más lejos de la realidad. En un fútbol que se ajustaba tanto a sus características triunfó y se convirtió en un ídolo de la afición por su entrega

Lo fue tanto que un año y medio después de llegar fue nombrado entrenador-jugador. En febrero, el club había destituido a Ruud Gullit y él no dudó en tomar la responsabilidad. Durante un año y medio combinó las tareas de técnico con las de futbolista. En la final de la Recopa de 1998, fue titular en un equipo que él dirigía y en el que también estaban los italianos Roberto di Matteo y Gianfranco Zola, a quienes había captado. Este último, precisamente, marcó el gol de la victoria. Vialli aun ganó la Copa de la Liga el mismo año. Colgó las botas en 1999 y aguantó en el banquillo de Stamford Bridge hasta  2001, cuando fue destituido tras haber aportado cinco títulos a la entidad, entre ellos una Supercopa de Europa y una Copa.

Vialli fue contratado después por Watford, pero duró poco. Se centró en sus intervenciones en los medios de comunicación y en tareas de difusión. Por ejemplo, coescribió el libro "The Italian Job: A Journey to the Heart of Two Great Footballing Cultures", en el que comparaba los estilos de juego inglés e italiano que él conoce tan bien. Recientemente ha vuelto a ser noticia al aparecer en los medios para explicar que ha conseguido superar un cáncer de páncreas que padecía desde hacía un año y medio. Casado, con dos hijas y establecido en Londres, Vialli es un gran aficionado al golf, una pasión que, siguiendo otro estereotipo, se asocia a la gente de familia rica como ha sido siempre él, aunque por la forma como jugaba pocos lo hubieran dicho.

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