divendres, 11 de juny del 2021

Checoslovaquia, 2 (5) - Alemania Federal, 2 (3)

1. Antonín Panenka (5-3 en los penaltis)

La función de esta lista ha sido divertir, entretener y aprender. Cada uno tendrá un gol favorito de los 366 (incluso más) que han aparecido, o incluso alguno que no ha sido incluido. El orden del ránking es totalmente personal e intercambiable. Sobre lo que no hay dudas, de todos modos, es que el número 1 es un gol que va más allá del partido en concreto en que sucedió, de aquel torneo y casi del juego en sí. Fue una genialidad en un momento de máxima tensión, una práctica a la que todavía se alude cuando alguien la lleva a cabo y ha convertido a su protagonista en leyenda. Eso sí, no fue un gol de jugada, sino en una tanda. Se trata del lanzamiento sorprendente del centrocampista checo Antonín Panenka.


Checoslovaquia fue un país particular. Formado por personas de diferentes nacionalidades, principalmente los checos por un lado (Bohemia y Moravia) y los eslovacos por otro, existió durante 74 años, salvo en los siete de la Segunda Guerra Mundial, en que fue anexionado por el Tercer Reich alemán. Futbolísticamente, fue importante. En su palmarés hay dos subcampeonatos del mundo, en 1934 y en 1962, a parte de un oro olímpico, en 1980, y una plata, en 1964. Dentro de los países del este de Europa, los checoslovacos siempre fueron los más creativos, y de su factoría surgió una figura como la de Panenka.

Como quedó claro en otra entrada de este ranking, nunca actuó en un conjunto puntero, ni siquiera en su país. Se mantuvo fiel, a veces por obligación, al Bohemians, conjunto de Praga con el que lo máximo que consiguió fue quedar tercero de la liga tres veces. Panenka no era rápido, ni físico, pero sí muy técnico, con gran visión de juego y un gran disparo a portería, sobre todo a balón parado. Debutó en la selección en 1973, a punto de cumplir 25 años, en un periodo en el que el equipo quedó fuera del mundial de 1974 después de haber disputado el de México 70, en el que había fracasado.

Checoslovaquia se basaba a media década de los setenta en la plantilla del Slovan de Bratislava, conjunto eslovaco que había quedado campeón de la Recopa en 1969. De hecho, los eslovacos eran mayoría en una selección comandada por un checo, Vaclav Jezek, pero con un representante de la otra comunidad, Jozef Venglos, como segundo técnico, que hacía de contrapeso y que se convertiría después en seleccionador.

El equipo llegó a la final a cuatro de 1976 después de haber dejado fuera a Inglaterra por un solo punto en la fase de grupos y de haberse deshecho del hermano mayor soviético en la eliminatoria de cuartos de final. En la ida de esta ronda, Panenka disputó uno de los dos únicos partidos en los que apareció en todo este camino y anotó un gol en el 2-0 final, que ya no sería remontado por los soviéticos en Moscú (2- 2). Checoslovaquia llegaba al campeonato como cenicienta junto al campeón del mundo, Alemania Federal, el subcampeón, los Países Bajos, y el anfitrión, Yugoslavia.

La primera sorpresa llegó en las semifinales de Zagreb, cuando derrotó a los Países Bajos por 3-1 en un durísimo, lluvioso y controvertido partido que significó el ocaso de Johan Cruyff con el equipo neerlandés. Los problemas internos de los naranja fueron bien aprovechados por los checoslovacos, mucho más sólidos como equipo, que se clasificaron para la final. En el partido decisivo, el rival serían los alemanes, que habían remontado un 2-0 contrario ante Yugoslavia gracias a tres goles del gigante Dieter Müller en Belgrado. La final parecía tener claro color teutón, pero no fue así.

Porque en una primera parte sorprendente, los checoslovacos se adelantaron por 2-0, gracias al oportunismo de Svehlik y a un disparo lejano del lateral Dobias. Como ocurrió en las semifinales, Alemania Federal reaccionó y lo hizo con otro remate de Dieter Müller a la media hora y, posteriormente, en el último minuto, con un cabezazo de Hölzenbein facilitado por una mala salida del portero Viktor. La prórroga avanzó sin goles y se llegó a la tanda de penaltis, la primera en toda la historia de un gran campeonato de selecciones.


El gol

Los checoslovacos, y posteriormente los checos, tienen una gran marca en las tandas de los campeonatos: nunca han fallado ninguno de los disparos que han intentado. Esto, en 1976 todavía no se sabía antes de iniciar una tanda particular en los siete primeros lanzamientos.


Fue porque mientras el portero alemán Maier, uno de los mejores de la época, acertó la dirección de algunos de los disparos de Masný, Nehoda, Ondrus o Jurkemík, el checoslovaco, Viktor, ni se aproximó a tocar los de los alemanes Bonhof, que pegó en el palo antes de entrar, Flohe y Bongartz. De esta manera se llegó al octavo, a los pies de una de las grandes estrellas del Bayern campeón de Europa de ese momento, Uli Hönness.


Parecía que, dada la poca pericia de Viktor en los penaltis, si iba a portería ya sería gol. Pero su disparo fue terrible. Empaló el balón por debajo y éste salió por encima de la portería. El error dejaba la oportunidad a Checoslovaquia de ser campeona si anotaba su quinto disparo. La transmisión televisiva de la época, llena de cortes, casi dejó al mundo sin poder disfrutar de un momento histórico. Uno de los checos del equipo, el centrocampista Panenka, era el encargado de abordar el lanzamiento.


Y lo que pasó después ya lo sabe todo el mundo. Vio como Maier se iría hacia su izquierda y, con gran tranquilidad, golpeó con suavidad la pelota que, sin levantarse demasiado de tierra, entró lentamente por el centro de la portería. No sólo había convertido a Checoslovaquia, por fin, en campeona, sino que había inventado una acción que se convertiría en un genérico, en una manera de explicar un disparo que todo el mundo conocería a partir de entonces. El penalti de Panenka superó a su propio autor.

En entrevistas posteriores, el jugador del Bohemians ha declarado que ya hacía tiempo que lo practicaba, sobre todo en partidos de la liga local. Pero entonces no había tanto acceso a la información como ahora y nadie en el oeste de Europa había visto un disparo de este tipo. Panenka explica que lo ensayaba con el portero del Bohemians, Hruska, y que el de la selección, Viktor, sabía que lo intentaría en la final. Pensó que Maier se movía mucho en los penaltis. De hecho, en el segundo de la tanda de Belgrado, el de Nehoda, el jugador checoslovaco ya disparó por el medio, aunque más fuerte.

Aunque se hizo famoso con el gol, Panenka continuó disparando penaltis de este tipo, incluso en partidos internacionales. Como muestra, este duelo contra Francia disputado casi tres años después de la final de Belgrado.


El duelo en Bratislava contra los franceses abría la fase de clasificación para la Eurocopa posterior, la de 1980. Faltaban 25 minutos para el final y el resultado era de empate a cero, cuando el colegiado, curiosamente alemán, Aldinger, indicó penalti sobre Masný. Panenka tomó la responsabilidad. Parecía que todo el mundo tenía que saber que podía hacer este lanzamiento menos el portero francés Dropsy, del Estrasburgo. Se lanzó hacia el otro lado de lo que había hecho Maier en 1976, pero se tragó igualmente el disparo de Panenka, Checoslovaquia ganaría aquel partido por 2-0 y se clasificaría para la Eurocopa por un solo punto sobre los galos. El penalti Panenka había vuelto a ser decisivo.

La trayectoria de Panenka terminó siendo larga, tanto en el terreno de juego, como los despachos porteriormente. Checoslovaquia ya no existe como país unido desde 1993. Más tarde, los checos han llegado a ser subcampeones de Europa, en 1996, y han dispuesto de grandes jugadores de la escena continental. Pero cada vez que llega una Eurocopa, como la que comienza hoy, y se recuerdan los grandes momentos de este torneo, nadie puede pasar por alto la novedad que representó ese penalti, una suerte aún vigente, arriesgada y temeraria, que cualquier jugador puede haber aprendido y ejecutar en el momento menos pensado.

dijous, 10 de juny del 2021

URSS, 0- Países Bajos, 2 (Euro 88-Final)

2. Marco van Basten (0-2)

Para muchos este es el mejor gol de la historia de la Eurocopa, el más icónico y el que hace pensar en este torneo cuando se ve una y otra vez. No fue determinante, ni del todo decisivo, pero sí fabuloso y no hay manera de encontrar un defecto en un remate perfecto de uno de los delanteros más talentosos, pero también efímeros, de la historia del fútbol. En el minuto 9 de la segunda parte de la final de 1988 en Múnich llegó el instante de gloria con la selección del genial Marco van Basten.

El cisne de Utrecht, apodo que le pusieron por la gracilidad de sus movimientos, tenía 23 años en el momento de la Eurocopa y ya había vivido mucho. Había llegado al campeonato después de una temporada casi en blanco por culpa de una lesión de tobillo, lo que no la había dejado brillar en su primera campaña en el Milan. Pero se recuperó a tiempo y fue incluido en la lista de Rinus Michels para el torneo alemán.

Allí, en dos semanas había pasado de la nada al todo. Los Países Bajos habían debutado contra la URSS en Colonia en un partido que habían perdido por 0-1, con un gol de Rats, y en el que él no había sido titular. El técnico había apostado por Johnny Bosman y, a pesar de haber entrado en la segunda parte, él no pudo marcar. Su explosión llegó en el segundo partido, con tres goles de una sola tacada que dejaban a Inglaterra fuera del torneo. Aun faltaban la victoria contra Irlanda, con un milagroso remate de Wim Kieft, y la batalla de semifinales de Hamburgo, en el que un gol suyo en el último minuto supuso la revancha histórica contra Alemania Federal.

Así, catorce días después de la derrota contra la URSS, que llegó en domingo, llegaba la final, en un sábado por la tarde en el Estadio Olímpico, con un conjunto neerlandés mucho más reforzado pero también con un combinado soviético que, a pesar que disponía de bajas en defensa, era muy rocoso y difícil de vencer.


El gol

Los soviéticos pagaron la falta del central Kuznetsov y del lateral Bessonov, amonestados en las semifinales ante Italia, y pronto se vieron superados en el marcador después de que Aleinikov, improvisado libre, rompiera el fuera de juego y propiciara el gol de Gullit a pase del mismo Van Basten. El duelo estaba lejos de quedar finiquitado, pero a los nueve minutos de la reanudación llegó la volea de todos los tiempos.


Fue en un pase arriesgado de Jidiatulín a Zavarov, que no lo controló bien. El marcador Van Tiggelen le robó el esférico y combinó a la izquierda, donde evolucionaba el veterano Mühren. Este envió un centro al área que no era nada del otro mundo, muy alto, muy bombeado y muy pasado hacia el segundo palo. Allí avanzaba Van Basten, seguido a distancia por Rats, precisamente el autor del gol de la derrota en el debut en Colonia. Parecía que el delantero devolvería el balón al medio, pero sin pensarlo soltó una volea con poquísimo ángulo que representó la perfección. Porque el balón fue hacia arriba, lo justo para superar la posición de Dassaev, y caer a plomo para impactar con violencia con la parte interior de la red del otro lado. Nadie se lo creía, un golazo descomunal que representaba el 0-2.

En su reciente autobiografía llamada "Frágil", Van Basten ha reconocido que quizás si no hubiera tenido el tobillo lesionado desde hacía años, físicamente no habría sido posible que su disparo adquiriera aquella trayectoria. La realidad es que entró y se convirtió en un icono de aquel título. Porque los soviéticos reaccionaron e incluso provocaron un penalti para acortar la distancia, pero Van Breukelen detuvo el disparo de Belanov y los Países Bajos se convirtieron en campeones por primera y, hasta ahora, única vez.

Aquella Eurocopa fue el inicio de los grandes años de la trayectoria de Marco van Basten. En concreto, fueron cuatro y medio, en los que atesoró tres Balones de Oro, ganó dos Copas de Europa con el Milan, fue a otro mundial, en el que fracasó en Italia, y una Eurocopa, en la que un error suyo desde el punto de penalti supuso la eliminación contra los sorprendentes daneses y, sobre todo, fue considerado el mejor delantero del mundo.

Fue en diciembre de 1992, sin embargo, cuando una operación en su tobillo maldito supuso el principio del fin. Van Basten ya no volvió a ser el mismo y su retirada virtual tuvo lugar con la final de la Copa de Europa de 1993, perdida ante el Olympique de Marsella. A partir de ahí, un calvario para una recuperación que nunca llegó y que forzó su retirada a los 28 años.

Más allá de su etapa como futbolista, Van Basten también vivió otra Eurocopa desde el banquillo. Fue en 2008, veinte años después de su volea y, como todo vuelve, los antiguos soviéticos, ahora rusos, fueron los que se vengaron del gol de Múnich. Los Países Bajos estaban llevando a cabo un torneo sensacional, con pleno de puntos en la primera fase, y eran máximos favoritos al título hasta que se cruzaron con Rusia en los cuartos de final de Basilea. Allí, un equipo tocado por asuntos extradeportivos, como la muerte de la hija del central Bouhlarouz, u otros desafortunados, como la lesión de Robben, claudicó y quedó fuera del torneo. Fue el final de la etapa de Van Basten en los banquillos, tras haber llegado a los octavos de final del mundial de dos años antes.

Como se puede leer en la autobiografía antes destacada, que ya es un best seller, la trayectoria deportiva y vital de Marco van Basten no fue fácil debido a una personalidad particular y a los problemas con las lesiones. Pero hay acciones en la historia del fútbol que convierten en inmortal a su protagonista, más allá de la importancia deportiva que tuviera. Su volea de Múnich es una de las jugadas más plásticas y más imposibles de volver a ver de la historia del fútbol, un momento único e imposible de olvidar.

dimecres, 9 de juny del 2021

Portugal, 1- Francia, 0 (Euro 2016-Final)

3. Éder (1-0)

Esta puede ser la historia de un antihéroe, de la persona que surgió cuando nadie lo esperaba y que dio a un país el mayor éxito de su historia sin que nadie hubiera pensado que él sería el protagonista. Durante décadas, el fútbol portugués buscó un gran título. A menudo se estrelló en semifinales de Eurocopa y de mundiales e incluso perdió una final en casa. En 2016, cuando el equipo no estaba entre los favoritos, llegó la victoria contra pronóstico proviniente del pie derecho de un futbolista que nunca ha pasado por ninguno de los equipos grandes del país. Fue el momento de Ederzito António Macedo Lopes, Éder.



Además, el protagonista de este gol no ni nació en Portugal. Lo hizo en Guinea Bissau, una de las antiguas colonias africanas del país europeo. Desde muy pequeño, a los tres años, llegó a la metrópoli junto con su familia, pero ésta no podía mantener y tuvo que ingresar a un orfanato cercano a Coimbra, la Lar Girassol. Allí comenzó a jugar al fútbol en un equipo llamado Adémia. Tenía un pacto con un carnicero de la zona, que le regalaba una chuleta cada vez que anotaba un gol.

A los 18 años lo contrató el Tourizense, de unos kilómetros al noreste de su ciudad adoptiva, y poco después el Académica Coimbra, con el que debutó en la máxima categoría, con veinte años, en 2008. El juego de Éder no es excesivamente técnico sino más bien de potencia. Delantero centro de buenas cualidades físicas, destaca por el remate, aunque tampoco tiene cifras de goles altas. En los primeros años fue jugando y alcanzó el título de Copa de 2012, aunque él no actuó ni en la vuelta de las semifinales, ni en la final. Aquel verano lo fichó el Sporting de Braga.

Fue entonces cuando debutó con la selección portuguesa de la mano de Paulo Bento. Con el Braga fue campeón de la Copa de la Liga en el primer año y su perfil, distinto al de los otros atacantes del equipo nacional, lo hizo ir convocado para el mundial de Brasil de 2014, en que fue suplente en los dos primeros partidos y entró en el tercero desde el inicio por la lesión del veterano Hélder Postiga.

Portugal relevó a Paulo Bento y situó en su lugar, en el banquillo, a Fernando Santos, que siguió confiando en Éder aunque sus datos anotadores tampoco eran estelares. En 2015, el verano antes de la Eurocopa, dio un giro a su carrera y a su vida y fue contratado por el Swansea, de la Premier League. Sólo estuvo medio curso en Gales y, en el mercado de invierno, lo fichó el Lille francés. El final de temporada fue bueno, con seis goles en trece partidos del campeonato, y por eso Santos lo incluyó en la lista para el torneo europeo.

No se puede decir que su actuación en Francia fuera deslumbrante. Sólo jugó trece minutos antes de la final, en los empates de la primera frase contra Islandia y Austria. No entró en terreno de juego en ninguna de las eliminatorias, ni en el decisivo duelo de la primera ronda ante Hungría. Tenía delante a Cristiano, Nani y Quaresma que le cerraban el paso. Pero en la final de Saint-Denis, ante la amifitriona, Francia, un hecho le favoreció.

Cristiano Ronaldo se lesionó en la primera parte del duelo decisivo y Quaresma entró en su lugar. Este hecho abría la puerta a la entrada de otro atacante durante el partido. Este momento fue a once minutos para el final. Santos buscó a un delantero de referencia para los balones largos, con los dos conjuntos ya cansados, alguien que fijara a los centrales y lo encontró en Éder. El partido llegó a la prórroga.


El gol

En el tiempo suplementario parecía que el empuje de los franceses no era tan fuerte. Portugal podía salir más de su campo y, a los tres minutos de la segunda parte de la prórroga, un momento del partido en el que los lusos habían perdido dos semifinales contra los franceses en ediciones anteriores, llegó el instante que nadie vio venir.


Un servicio de banda sin aparente peligro fue bien presionado por Moutinho, otro de los suplentes, que encontró a Éder muy lejos de la portería y de espaldas al área. Éste se revolvió ante Koscielny, que no le pudo seguir, y encaró a un Umtiti muy contemplativo. Cuando nadie lo pensaba, soltó un disparo violentísimo y raso. El portero Lloris parecía que lo tenía controlado, pero el balón se le fue alejando cada vez más hacia el poste y perforó su portería. Fue el gol que Francia ya no pudo igualar, pese a un palo en el tramo final, y que dio a Portugal el título que hacía décadas que buscaba, con un héroe del todo inesperado.

La vuelta a la realidad de Éder, que entonces ya tenía 28 años, fue dura ya que tuvo que regresar a Lille, en el país al que había quitado el campeonato. Llevó a cabo una temporada correcta y en verano de 2017 lo fichó el Lokomotiv de Moscú, con el que ha ganado una liga, una Copa y una Supercopa y ha participado en la Liga de Campeones, aunque con un rendimiento irregular.

Tras su histórico gol, su trayectoria en la selección tuvo poca continuidad. Sólo jugó cinco partidos más, tres de ellos oficiales, y no fue convocado para el mundial de Rusia, en 2018. Aún ahora, dos días antes del inicio de la Eurocopa del 2021, su gol se mantiene como el último del torneo con cinco años de vigencia. Portugal ha tenido grandes jugadores en su historia, desde Eusébio, a Jordao, a Figo, Rui Costa, Déco o Cristiano Ronaldo. La mayoría de ellos han aparecido en esta lista que está a punto de cerrarse. Pero el único que le ha dado un título fue un niño que creció en una casa de acogida, el patito feo que un día, con un gran disparo, se convirtió en cisne.

dimarts, 8 de juny del 2021

Francia, 2- Italia, 1 (Euro 2000-Final)

4. David Trezeguet (2-1)

La Eurocopa se decidió en dos ediciones consecutivas gracias a una normativa que se había cambiado a media década de los noventa. En 1996, los alemanes se impusieron gracias al Gol de Oro de Oliver Bierhoff, que determinaba que el partido se acababa en el momento en que uno de los dos conjuntos perforaba la portería contraria en el tiempo suplementario. La norma se instauró en el mundial de 1998 y sólo se tuvo que aplicar una vez, en un triunfo en octavos de final de Francia contra Paraguay. Esta misma selección, precisamente, resultaría beneficiada en el torneo europeo del 2000 y fue con la anotación de David Trézéguet.


El atacante de origen argentino, que ya ha tenido otra aparición en esta lista, por un gol que anotó posteriormente, tuvo en el transcurso de su carrera una relación de amor-odio con las finales, primero, y con los italianos, después. Trézéguet llegaba a la Eurocopa del 2000 con 22 años y después de haber sido campeón del mundo en 1998, donde jugó todos los partidos excepto la final. Su gran temporada con el Mónaco, con el que se había proclamado campeón de liga, le hicieron consolidarse en las convocatorias del equipo nacional, que ahora dirigía Roger Lemerre, pero no en la titularidad.

Así, en la Eurocopa, no disputó ninguno de los dos primeros partidos. El técnico confiaba en la nueva gran estrella, Thierry Henry, y en un Nicolas Anelka que, a pesar de un curso irregular, había sido campeón de Europa con el Real Madrid. Fue en el tercer partido cuando debutó, con un tridente extraño con Wiltord y Dugarry que no pudieron evitar la derrota contra los Países Bajos y quedar segundos de grupo.

Trézéguet volvió a ser suplente en los cuartos de final, ante España, en el que no saltó ningún minuto al terreno de juego. En las semifinales entró al inicio de la segunda parte de la prórroga ante Portugal y asistió, sobre el campo, al penalti que permitió a Zidane clasificar al equipo para la final. De cara al partido decisivo, volvió a arrancar desde el banquillo. El rival, Italia, un país donde encontraría el futuro.

Porque aquel 2 de julio, en Rotterdam, hacía pocas horas que Trézéguet ya era jugador de la Juventus, en la que marcó época y donde llegó por más de 23 millones de euros. El rival en el partido era el combinado transalpino, que sorprendió a todos con un juego mucho más alegre que en las semifinales y se adelantó con un remate de Marco Delvecchio en la segunda mitad. El partido se ponía muy en contra para los campeones del mundo y Lemerre tuvo que utilizar el cargamento pesado.


El gol

Después de que Wiltord entrara por un poco hábil Dugarry, a 14 minutos para el final Trézéguet hizo lo mismo en el lugar de Djorkaeff, jugador más asociativo con el centro del campo. Francia buscaba el juego directo y, aunque estuvo a punto de recibir un gol de Del Piero, empató de manera milagrosa con un remate de Wiltord en el descuento, tras una acción directa que había ganado el nuevo atacante de la Juventus. Comenzaba una prórroga que tardaría trece minutos en resolverse.


Es Zidane quien parece que maree el balón a la zona de medios y trata de combinar con Henry, que pierde el balón. Pero los centrales italianos, los habitualmente seguros Cannavaro y Nesta, no se entienden y éste va a parar a los pies de Pirès, otro joven suplente que había entrado cinco minutos antes de los noventa. Éste no se lo pensó y realizó un gran eslálon por la banda izquierda. Superó a Cannavaro y envió un centro perfecto al corazón del área. Allí, Trézéguet utilizó el recurso que lo hizo rico, el remate al primer toque, y sin pensarlo, soltó un obús con la izquierda que perforó la escuadra de Toldo. Segundo gol de oro seguido, tanto para Francia, como en una final de la Eurocopa, y segundo título para los galos ante la alegría del jugador y de sus compañeros.

El gol consolidó a Trézéguet antes de ir a Italia, donde ganó dos ligas con los turineses, con los que conseguiría 138 goles en 245 partidos. El de la final de la Eurocopa fue uno de los momentos más importantes de su carrera, pero el atacante no tuvo una buena relación con momentos decisivos de las finales en el futuro, sobre todo con las tandas de penalti.

Así, en 2003, llegó con la Juventus a la final de la Liga de Campeones contra el Milan en Manchester. El partido se decidió en esta ocasión con la tanda de tiros desde los once metros. Trézéguet erró el primero y, aunque no sería el único, ya que se fallarían cuatro más, dos por equipo, fue decisivo en la derrota final.

Aún fue peor en la final del mundial de 2006. Entonces, Trézéguet ya tenía 28 años y no era titular en la formación de Raymond Domenech. En la final entró al campo a los 10 minutos de la prórroga, justo antes de la expulsión de Zidane con su cabezazo, y tuvo que volver a asumir la responsabilidad en la tanda. El rival, los italianos, los mismos a los que había fulminado seis años antes en Rotterdam. Esta vez, en Berlín, salió cruz. Efectuó el segundo disparo y lo envió al larguero. Fue el único error de la tanda, que evitaba que Francia volviera a reinar.

Además, aquel verano fue doblemente duro para un Trézéguet que vio como la Juventus era descendida por el escándalo Moggigate de compra de partidos. Él, sin embargo, se quedó en la segunda categoría y, con sus goles, ayudó al equipo a ascender de nuevo donde le correspondía. No fue la última vez que lo haría. En 2012, ya en el crepúsculo de su carrera, fichó por River Plate cuando el equipo de Buenos Aires había bajado a la Primera B y también le ayudó a subir en una último trabajo dedicado al país de origen de sus padres. Trézéguet, que se retiró dos años más tarde en la India, después de haber jugado también con Newell 's Old Boys, fue un delantero centro de primer orden, con momentos complicados en su trayectoria pero con uno estelar, aquella volea con la izquierda, aquel gol de oro que convirtió a Francia en campeona de Europa en los Países Bajos.

dilluns, 7 de juny del 2021

República Checa, 1- Alemania, 2 (Euro 96-Final)

5. Oliver Bierhoff (1-2)

Un partido puede cambiar la carrera de un jugador. Ha habido casos en el transcurso de la historia y aún más si son en enfrentamientos destacados, decisivos o finales. Incluso, la trayectoria más bien mediocre de un futbolista que ya tiene 28 años puede experimentar un giro gracias a una actuación puntual y pasar de actuar en conjuntos de segunda línea y no contar en los campeonatos internacionales a estar presente en todas las listas de convocados. Es lo que le sucedió, gracias a sus dos goles en la final de la Eurocopa del 1996, al alemán Oliver Bierhoff.


Hace unas semanas ya vimos cómo se gestó su llegada a la selección, con la que debutó el mismo año del torneo europeo. Formaba parte de la plantilla del Udinese, conjunto que no es de los principales de Italia, y andaba lejos del radar del seleccionador Berti Vogts. Pero su gran temporada en el Friuli, con 17 goles en la liga, convenció al técnico que posiblemente le iría bien un ariete del estilo de los Dieter Müller o Horst Hrubesch, que tan buen resultado habían dado en el pasado. Bierhoff, por tanto, entró en el lista para Inglaterra.

Allí sólo jugó ocho minutos en el primer partido, contra la República Checa, y 85 del segundo, contra Rusia. Vogts decidió contar con otros atacantes más dinámicos en el resto de partidos antes de la final, nuevamente contra los checos. Pero en el partido decisivo lo necesitó.


El gol

Tras la anotación inicial de Patrik Berger, le hizo entrar en el campo y los cuatro minutos consiguió el gol del empate, que condujo a la prórroga. Por primera vez había gol de oro, es decir, triunfo para el equipo que marcara primero, y el delantero del Udinese entró en la historia.


No se puede decir que un gol tan histórico fuera excesivamente trabajado. A los cuatro minutos de la prórroga, el central Thomas Helmer no tuvo ningún remilgo para mandar un balón largo buscando a sus dos referencias en ataque, el potente Bierhoff y el veterano Klinsmann. El primero ganó la acción a Rada y el segundo recogió el esférico. Se dio la vuelta, ante la oposición de Suchoparek, y le devolvió la bola a su compañero. Éste, aun con Rada, se movió como un pívot de baloncesto, se revolvió y disparó con la pierna izquierda casi a donde fuera el balón. Éste pasó por el lado del defensa Hornák y es posible que esto despistara al portero Kouba, que puso las manos con poca fuerza y ​​permitió que el balón entrara mansamente en la portería tras pegar en el palo. Alemania era campeona, no había posibilidad de cambio.

Hasta los 28 años, Bierhoff sólo había disputado cinco partidos con el equipo nacional. A partir de aquella Eurocopa jugó 61 más en seis años. Los goles en la final de Wembley y su evolución le dieron un estatus que le permitieron, por ejemplo, marcar seis goles en nueve partidos en la fase de clasificación para el mundial del 1998, en Francia, en la que marcó tres goles más, aunque el equipo quedara eliminado en los cuartos de final para Croacia.

En 1998, a los 30 años, Bierhoff fichó por el Milan y en su primera temporada en San Siro ganó su único título a nivel de clubes, la liga. Vistió tres temporadas de rojinegro y después de la segunda volvió a participar en una Eurocopa, aunque esta vez sin tanta fortuna. Sólo jugó un partido, el primero, un empate ante Rumanía, a pesar de que sus compañeros no lo hicieron mucho mejor y el combinado dirigido por Erich Ribbeck quedó eliminado en la primera fase. En 2001, Bierhoff dejó la liga que la había catapultado, la italiana, y probó fortuna en la francesa.

Estuvo una sola campaña en el Mónaco, con el que estuvo a punto de bajar a la Ligue 2. Aunque sus actuaciones no muy buenas, otro delantero mítico, Rudi Völler, ahora seleccionador, confió en él para el mundial de Japón y Corea. Miroslav Klose le había quitado el puesto de titular, pero él salía siempre en la reanudación y aun marcó un gol, en el debut contra Arabia Saudita. Tras el torneo, decidió abandonar la selección, ya con 34 años. Después volvió a Italia y ayudó el Chievo a ser séptimo, una de sus mejores clasificaciones en la liga.

La carrera de Bierhoff tras retirarse siguió muy ligada a la selección. Desde su posición de manager y de director deportivo ha estado detrás de la estabilidad que ha tenido el equipo, con Jürgen Klinsmann, primero, y con Joachim Löw, después. Y es que por muy tarde que llegues a los lugares, siempre puede haber tiempo para hacer buen trabajo. Bierhoff aprovechó sus dos goles en la final de la Euro 96 para hacerse un nombre, agarrar el destino con las manos y no soltarlo.

diumenge, 6 de juny del 2021

España, 2- URSS, 1 (Euro 64-Final)

6. Marcelino (2-1)

Durante muchas décadas, el fútbol español de selecciones vivió de dos éxitos, la plata en los Juegos Olímpicos de 1920 en Amberes, superada 72 años después por el oro en Barcelona, ​​y por un triunfo en una de las Eurocopas más politizadas de la historia. La dicotomía entre el fascismo del general Franco y el comunismo soviético, que ya se había mostrado cuatro años antes, se resolvió en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid en la final de la segunda edición del torneo, determinada por un remate del delantero gallego del Zaragoza Marcelino Martínez.


España acogió la fase final del campeonato después de que su selección se hubiera autoexcluido de la de 1960. Franco no quiso jugar contra los máximos representantes del comunismo como eran los soviéticos en los cuartos de final y facilitó el camino hacia el título de los futuros campeones. Cuatro años más tarde, los españoles habían entrado entre los cuatro mejores del continente y convencieron al dictador que, para el régimen, sería una buena propaganda organizar el evento. Eso sí, uno de los contendientes volvía a ser la URSS, con lo que una posible derrota contra el comunismo en Madrid preocupaba terriblemente al Caudillo.

El equipo español venía de decepcionar en el mundial de Chile y se entregó sus riendas a un militar. José Villalonga, que había ganado las dos primeras Copas de Europa del Real Madrid. La selección se convirtió en un crisol de jugadores de varios clubes. Uno de los más destacados del momento era el Zaragoza, que estaba creando el conjunto de los Cinco Magníficos que en las temporadas posteriores se llevaría títulos como la Copa o la Copa de Ferias. El estilete de aquel equipo era Marcelino.

Nacido en Ares, en Galicia, había sido seminarista de joven y sólo tenía un año de experiencia en Segunda, con el Ferrol, y con dos goles anotados, cuando lo ficharon los aragoneses. A los 19 años llegó a orillas del Ebro y casi desde el inicio comenzó a marcar goles. Se trataba de un delantero alto, el típico cazagoles que acababa las acciones de los compañeros a un toque y, muchas veces, con un gran remate de cabeza. Debutó con la selección en 1961, en una eliminatoria contra Marruecos de clasificación para el mundial, pero no entró en la lista definitiva de Helenio Herrera para el torneo. Era demasiado inexperto para destronar a Di Stéfano, Puskas, Adelardo o Collar, los atacantes de aquella formación.

Eso sí, participó en dos partidos y con dos goles contra Irlanda en los cuartos de final previos a la fase definitiva del 1964. Aquella temporada, el Zaragoza ganó la Copa contra el Atlético de Madrid por 2-1 y la Copa de Ferias ante el Valencia, con un gol suyo en el Camp Nou, y tanto él como sus compañeros Lapetra y Reija fueron convocados por Villalonga. En el debut, España venció a Hungría en la prórroga por 2-1 con un gol de Amancio tras una dejada de Marcelino. La final contra los soviéticos era un hecho.


El gol

Los primeros minutos fueron muy movidos. Pereda adelantó a los españoles y, a continuación, Jusaínov empató por los soviéticos. El partido, durante el cual llovió, no daba tregua y podía caer de cualquier lado, ante el nerviosismo del Generalísimo en el palco. Fue seis minutos antes del final cuando llegó la acción decisiva.


Una combinación de la delantera española termina con una ascensión a zonas atacantes del defensa Rivilla. Éste encuentra a Pereda, que había recorrido todo el frente de ataque. El centrocampista del FC Barcelona lleva a cabo una acción fantástica por la banda derecha, encuentra espacio ante Anichin y envía un centro perfecto al área. Allí, el defensa Shustikov, que ya había fallado en el primer gol, no toca la pelota y Marcelino, con ambos pies plantados en el suelo, suelta un terrible cabezazo ajustado al palo que sorprende a Yashin.

Sería el gol decisivo que, sin embargo, tuvo una historia detrás protagonizada por Televisión Española. Durante muchos años, esta no fue la imagen del gol que se difundió, sino la siguiente.


El noticiario NODO mostró una acción del gol según la cual el centro era de Amancio, jugador del Real Madrid, y no de Pereda. El ente público argumentó que no había podido registrar toda la acción y que había sido necesario un montaje entre un centro de Amancio de otra jugada y el gol de Marcelino. De hecho, en las mismas imágenes se puede ver Pereda, con el dorsal 8, viniendo de la banda y yendo a abrazar el autor del gol. Pero este hecho despertó suspicacias y se dijo que el mismo Franco había incentivado el montaje para ensalzar al madridista Amancio, uno de sus futbolistas favoritos.

Lo cierto es que el gol de Marcelino se convirtió en un símbolo de la España de la época y hasta los tres títulos seguidos, dos Eurocopas y un Mundial, de este siglo fue la mayor hazaña de la selección hispana. En cuanto al delantero gallego, que entonces tenía 24 años, tenía que vivir sus mejores temporadas. Ganó una Copa, dos años más tarde, y en aquel 1966 llegó a participar en el mundial de Inglaterra. Dio una asistencia de gol a Fusté en el duelo decisivo ante Alemania Federal, pero el equipo perdió en aquel partido, el único que jugó Marcelino, y se tuvo que ir a casa. Fue su último gran campeonato internacional con la selección, con la que jugaría un solo partido más, a los 27 años, en Checoslovaquia.

El final de su etapa de futbolista le llegó temprano a Marcelino. A los 29 años, después de un curso en el que sólo disputó seis partidos en el tramo inicial de la temporada, decidió que ya era suficiente. Volvió a Ares y se dedicó a los negocios de la construcción hasta su jubilación. No quiso saber nada más de fútbol, aunque aparecía en los medios cada vez que se recordaba el título del 1964 y ese cabezazo decisivo con el que España fue campeona por primera vez.

dissabte, 5 de juny del 2021

Alemania Federal, 2- Bélgica, 1 (Euro 80-Final)

7. Horst Hrubesch (2-1)

Salvo la victoria en la Eurocopa del 1972, todas las finales que ha ganado la selección alemana han tenido un componente épico. En todas ellas hubo un héroe que anotó el gol decisivo. En los mundiales, Rahn ante Hungría, en 1954, Gerd Müller contra los Países Bajos, en 1974, Andreas Brehme frente a Argentina, en 1990 y Mario Götze, con el mismo rival, en 2014. Y en las Eurocopas, Oliver Bierhoff anotó el gol de oro de 1996. En 1980, los teutones también dispusieron de un estilete decisivo que apareció cuando no se le esperaba. Fue el gigante Horst Hrubesch.


Hace sólo diez días se explicaba en este ranking su trayectoria, desde el anonimato casi absoluto, hasta la élite y prácticamente a debutar con el equipo alemán en un gran torneo. Hrubesch había sido el delantero de la temporada en el campeonato alemán y también en la Copa de Europa, que se resistió por culpa del Nottingham Forest en el Bernabéu. El atacante del Hamburgo se había ido haciendo un lugar en la selección de Jupp Derwall y explotó en la final de Roma.

Anotó el primer gol de aquel partido, con un disparo nada colocado pero sí fuerte, ante el que no presentó oposición el portero belga Jean-Marie Pfaff. Pero la final del Estadio Olímpico estaba muy abierta y los belgas aprovecharon un grave error del colegiado rumano Nicolae Rainea, que indicó como penalti una falta fuera del área de Stielike a Van der Elst. El lanzamiento lo transformó Van der Eycken en el gol del empate. La final volvía a empezar.


El gol

Los alemanes, favoritos ante un adversario recién llegado a la élite europea y que disputaba su primera final, parecían más obligados a ir a buscar la victoria. No se sabe qué habría pasado si el duelo se hubiera ido a la prórroga. Y nunca se sabrá porque una jugada a balón parado decidió el partido.


Una buena acción de los germanos terminó con un córner cedido por Pfaff a un minuto y medio para el final de los noventa reglamentarios. Rummenigge envió el lanzamiento al corazón del área pequeña. Los defensas belgas practicaban la cobertura en zona y entre Millecamps y Mommens no pudieron detener la entrada del tanque Hrubesch, que cogió carrera desde lejos y remató con toda la fuerza. Cabe decir, también, que por segunda vez en el partido el portero Pfaff estuvo desacertado, quedándose enganchado a media salida y dejando la portería vacía. Alemania Federal obtenía su segunda Eurocopa de las tres últimas.

Fueron buenos años para Hrubesch, que saldó las temporadas siguientes con 17 y 27 goles en la Bundesliga y con el título en 1982. A pesar de su éxito en el Euro, no era uno de los fijos de Derwall en la selección, donde competía con Klaus Fischer, otro gran anotador y de características similares. Fue convocado para el mundial de España, donde fue protagonista de uno de los episodios más lamentables de la historia de la Copa del Mundo, un triunfo contra Austria por 1-0 en Gijón en el que ambas formaciones pactaron el resultado para dejar fuera a Argelia.

Fue titular en los tres partidos de la fase inicial, pero no jugó en la segunda. Apareció en las semifinales, desde el banquillo, contra Francia y anotó el último penalti de la tanda ganadora. En la final, perdida por 3-1 ante Italia, entró al campo cuando Paolo Rossi ya había conseguido el primer gol y no tuvo ninguna influencia en el resultado. Fue su último partido internacional, con 31 años.

Pero su último año en el Hamburgo le escondía una bonita sorpresa. Aparte de volver a ganar la liga, llegó de nuevo a la final de la Copa de Europa, esta vez contra la Juventus en Atenas. Él había marcado dos goles en el torneo, en las fases iniciales. En la final no lo hizo, pero la anotación de Magath dio el trofeo a los hanseáticos. Fue su último partido al equipo. Después, jugó dos años en el Standard de Lieja belga y se retiró a los 35 años con una última campaña en Dortmund.

Pero Hrubesch siguió ligado al mundo del fútbol como entrenador. Preparó un gran número de equipos de Alemania, Austria y Turquía y, sobre todo, pasó más de una década como técnico de las selecciones de base de su país, con las que logró buenos éxitos. Entre ellos, forjó las selecciones campeonas de Europa sub-19 y sub-21 de 2008 y 2009 de donde salieron muchos de los campeones del mundo de 2014 y también logró una medalla de plata en los Juegos de Río, al perder por penales la final ante Brasil. En 2018 también preparó durante ocho partidos a la selección femenina, una versatilidad en los banquillos que no demostraba en el campo, donde con un repertorio bastante lineal desarrolló una gran carrera y llevó a su país a un título europeo.

divendres, 4 de juny del 2021

Francia, 2- Italia, 1 (Euro 2000-Final)

8. Sylvain Wiltord (1-1)

En el cine hay premios para los mejores actores secundarios. Sus intervenciones en las películas son esenciales para explicar la historia, a pesar de que su nombre no aparezca nunca en las primeras páginas de los medios de comunicación. En el fútbol también ha habido, en los grandes equipos, un gran elenco de secundarios sin los que las victorias no habrían sido posibles. En la selección francesa campeona de Europa de 2000 y subcampeona del mundo de 2006, los focos iban hacia Henry o Trezeguet, pero sobre todo en el primer caso tuvo una importancia vital el atacante que salía desde el banquillo. Era Sylvain Wiltord.


Era un jugador de difícil catalogación. No se trataba de un extremo nato, ya que le faltaba velocidad, ni tampoco un ariete, por falta de cuerpo, ni un media punta, por déficit de toque. Era un delantero con una gran capacidad asociativa, buena ética de trabajo y frecuente relación con el gol. Sus padres procedían de las Antillas y él era el octavo y último de ocho hermanos que crecieron en una localidad cercana a París. Pronto demostró talento para el fútbol y jugaba en categorías superiores a las de su edad.

A los diecisiete años, mientras estaba en el Joinville, club amateur, el presidente del club, persona con contactos con el Rennes, les ofreció que evaluaran al jugador. Como explica el jefe del centro de rendimiento del club bretón, Patrick Rampillon, en ese momento estaban buscando atacantes y les gustó lo que vieron, aunque le tuvieron que pulir una disciplina un poco dispersa al inicio. Después de comenzar el segundo equipo del Rennes, debutó con los mayores con 19 años y ayudó con nueve goles al ascenso del equipo.

Wiltord actuó cuatro años en el equipo rojinegro durante los cuales fue internacional sub-21 y llegó a ser tercero en un europeo. En ese período fue fichado por el Deportivo de la Coruña, aunque no llegó a debutar con el equipo gallego, que lo cedió a su club de origen y ya no lo recuperó. Ese mismo año participó en los Juegos de Atlanta y en 1997 fichó por el Burdeos. Era el año premundialista. Ya tenía 24 pero Aimé Jacquet aún no le había llevado a la absoluta. Prefirió al delantero del Auxerre Guivarc'h para ir a la Copa del Mundo ganada por su país. El ejercicio 1998-99 fue el mejor. Fue campeón de liga con el Girondins y comenzó a ser convocado por el equipo nacional, que ahora dirigía Roger Lemerre. Marcó dos goles en la complicada fase de clasificación para la Eurocopa y debutó en la Champions, donde marcó cuatro goles. Al final del curso siguiente, entró en la lista para su primer gran torneo.

Wiltord fue suplente en todos los partidos de ese campeonato menos en el tercero de la fase de grupos, con Francia ya clasificada para los cuartos. Incluso no disputó ningún minuto en esta ronda, contra España. Había marcado un gol en el debut, ante Dinamarca, a pesar de estar solo ocho minutos en el campo. En las semifinales, con Portugal, entró a los 72 minutos y fue decisivo al protagonizar el disparo que interceptó Abel Xavier con una mano a tres minutos para el final de la prórroga y que permitió a Zidane clasificar al equipo para la final . En ésta volvería a asumir el papel de revulsivo.


El gol

En el partido decisivo de Rotterdam, muy cerrado, Italia se adelantó en la segunda parte con un gol de Marco Delvecchio y perdonó la sentencia, sobre todo en una ocasión clarísima de Alessandro del Piero. Wiltord entró al campo en el minuto 58, en el lugar de un inefectivo Dugarry. Ya en el tiempo de descuento, los italianos estaban abrazados a punto de celebrar el título, cuando una acción lo cambió todo.


En lugar de conservar el esférico, los italianos provocaron un fuera de juego en su ataque en un pase al espacio de Pessotto a Totti, aunque el que entraba era Montella y seguramente el colegiado, el sueco Frisk , no lo tenía que haber indicado. Barthez envió a la desesperada el balón arriba. Trezeguet ganó el salto a los defensas y Cannavaro no estuvo nada acertado en el corte. El esférico cayó a Wiltord, establecido en el lado izquierdo, que con poco ángulo disparó. El balón pasó por entre las piernas de Iuliano, dobló la mano izquierda de Toldo y entró en la portería. No se llegó ni a servir del centro del campo. Fue un gol milagroso para Francia que, pocos minutos después, ganaría la final con un gol de oro de David Trezeguet.

Ese mismo verano, Wiltord fichó por el Arsenal, club en el que actuó cuatro campañas y ganó dos ligas, entre ellas la de 2004, en la que el equipo finalizó invicto el torneo. Como en la selección, tampoco era titular, pero jugaba mucho, principalmente en los tres primeros años, aunque en el último ya no lo hizo tanto. En este periodo también ganó dos Copas y una Supercopa inglesa.

Con la selección ya era un fijo. Ganó allí dos Copas Confederaciones seguidas, en 2001 y 2003, a pesar de que fracasó con todo el equipo en 2002, en el mundial de Corea y Japón, en el intento de revalidar el título, justo cuando se había hecho con la titularidad. En 2004, Francia, de la mano de Jacques Santini, también fue eliminada prematuramente en la Eurocopa de Portugal por Grecia, en los cuartos de final. Tras el torneo, dejó el Arsenal y fichó por el gran Olympique de Lyon de las siete ligas seguidas. Él consiguió tres, entre 2005 y 2007.

En 2006, fue convocado para su segundo mundial, el de Alemania. Fue titular los dos primeros días, con Raymond Domenech de entrenador, pero después de un empate contra Corea del Sur en el segundo partido fue relegado a la suplencia, de la que ya no salió. Se proclamó subcampeón del mundo. En la final, contra Italia, el rival al que había quitado el título seis años antes, jugó los trece últimos minutos de la prórroga. Tres después, Zidane sería expulsado por el cabezazo a Materazzi. Él efectuó el primer disparo de la tanda y lo marcó. El error de Trezeguet, precisamente el autor del gol de la victoria en Rotterdam, en 2000, condenó a los galos. Wiltord jugaría sólo tres partidos más con la selección. En total 92, con 26 goles.

En 2007, con 33 años, volvió al Rennes, pero no se retiró. Actuó allí dos campañas y después aún tuvo tiempo de jugar en el Marsella, el Metz y el Nantes antes de retirarse, con 38 años en Segunda División y con ocho goles en su campaña final. Luego fue comentarista de televisión, se entretiene jugando a footgolf y 2015 se convirtió en embajador de Rennes, el club en el que dio el gran salto. Wiltord no debe estar entre los diez jugadores más citados de la gran generación francesa del cambio de siglo, pero fue decisivo en muchas ocasiones, sobre todo en aquella noche de julio en la que impidió que Francia perdiera su segunda Eurocopa.

dijous, 3 de juny del 2021

URSS, 2- Yugoslavia, 1 (Euro 60-Final)

9.Viktor Ponedelnik (2-1)

Ya no queda vivo ningún integrante de la selección soviética que ganó la primera Eurocopa, la de 1960. El pasado mes de diciembre nos dejó el último que, curiosamente, fue el que dio el título a su país con un remate seis minutos antes del final de la prórroga. El delantero centro de aquel equipo había debutado un mes antes y fue el segundo jugador de la historia de hacerlo sin haber disputado ningún partido en la máxima categoría. Era el decisivo atacante Viktor Ponedelnik.


Su apellido es muy poco habitual. En ruso, Ponedelnik significa "lunes". Según una bisabuela del jugador, cuando sus antepasados ​​salieron de Moscú después de la abolición de la servidumbre en el país, en la revolución campesina de 1961, se trasladaron al sur, a Rostov. Al ser inscritos, un funcionario que iba bebido les apuntó el día en que hizo el trámite en la columna de los apellidos, y ese día era lunes, ponedelnik.

De pequeño, Viktor jugó en la academia militar del Don y en un equipo que primero se llamaba Torpedo y luego se pasó a llamar Rostselmash. En 1959 lo fichó el Rostov, de la segunda categoría, y gracias a sus méritos, tal como se estilaba en ese momento, recibió una invitación para jugar en el equipo nacional. El debut no pudo ser mejor, con tres goles en un 7-1 ante Polonia. Faltaban seis semanas para la primera edición de la Eurocopa y el seleccionador, Gavriil Kachalin, lo incluyó en la lista.

Y no sólo eso, sino que fue titular en el debut, una fácil victoria ante Checoslovaquia en que Ivanov anotó dos goles y él metió el tercero.


Fue después de una acción de Bubukin que terminó en una cesión hacia la derecha que el atacante del Rostov, que entonces tenía sólo 23 años, alojó en la red. Dos partidos y cuatro goles. Evidentemente, sería el 9 titular en la final de cuatro días después en el Parque de los Príncipes, contra Yugoslavia.


El gol

El partido comenzó a las ocho y media de la noche de un domingo, una hora más tarde en Moscú, y no fue fácil para el equipo soviético. A punto de terminar la primera parte, Milan Galic avanzó a los yugoslavos, que venían de superar a Francia por 4-5 en una semifinal espectacular. Pero justo al inicio de la segunda parte, Slava Metreveli empató el duelo, que llegó al final de los noventa minutos sin más cambios. El partido entró en el tiempo suplementario y, con los dos combinados cansados, y cuando todo el mundo ya creía que habría un enfrentamiento de desempate, llegó la acción decisiva.


Fue en una larga jugada de ataque que terminó con un centro de Bubukin al que no llegó Voinov. El esférico cayó a la izquierda, donde Ivanov envió un gran centro al corazón del área. Allí, Ponedelnik se elevó en medio de los centrales yugoslavos y soltó un cabezazo inapelable al que no pudo responder Vidinic. Era el minuto 114. En Moscú, ya pasaban de las doce de la noche y ya era lunes, es decir, ya era "ponedelnik".

El atacante jugaría con la selección soviética hasta 1966 y dejó este periplo con 29 partidos jugados y 20 goles, una gran marca. Colaboró ​​en la clasificación para el mundial de Chile, en el que participó y anotó dos goles, uno en otra victoria ante Yugoslavia y el otro contra Colombia, en la primera fase. En esta ocasión, sin embargo, los anfitriones se cruzaron en el camino soviético. La selección llegaría más lejos en la Eurocopa de 1964, a la final contra España que él jugó. Había marcado un gol en las semifinales ante Dinamarca, pero cayó en el partido decisivo. Sólo jugaría dos encuentros más con la URSS antes de retirarse de la misma, con 29 años.

A nivel de clubes, en 1961 lo fichó el CSKA, pero no llegó a debutar y decidió volver al Rostov, donde volvió a rendir. En el tramo final de su carrera, volvió a irse a Moscú, pero quedaba claro que aquél no era su lugar, ya que en el Spartak tampoco llegó a debutar. Eso sí, fue objeto de un homenaje por parte de la URSS, la selección a la que había hecho campeona seis años antes, en su retirada en un partido contra la República Democrática Alemana en el estadio Lenin.

Después de su etapa de jugador, Ponedelnik entrenó al Rostselmash y luego se pasó al lado oscuro. Siguió los pasos de su padre, que había sido periodista, y se convirtió en un reputado columnista deportivo, no sólo de fútbol, ​​sino también de hockey hielo, deporte que también dominaba mucho. En noviembre de 2019, se convirtió en el último superviviente del equipo campeón del 1960, con la muerte de su compañero Krutikov. Él sólo sobrevivió poco más de un año, ya que el 5 de diciembre de 2020 murió tras una larga enfermedad. Aquel día no era lunes, sino sábado. El primer día de la semana lo guardaba para los grandes momentos, como aquel cabezazo en el Parque de los Príncipes, en 1960.

dimecres, 2 de juny del 2021

Portugal, 0- Grecia, 1 (Euro 2004-Final)

10. Angelos Charisteas (0-1)

La Eurocopa ha sido, en el transcurso de su historia, un torneo de grandes sorpresas. Si lo comparamos con el mundial, veremos que mientras en la Copa del Mundo ha habido sólo ocho campeones para 21 ediciones, el campeonato europeo ha tenido diez vencedores en quince torneos y sólo Alemania, España y Francia han repetido. Por lo tanto, es un certamen sin favoritos claros. En medio de este panorama, si tuviéramos que decidir cuál ha sido el resultado más sorprendente, tendríamos pocas dudas: el campeonato de Grecia en 2004, decidido por un gol del delantero Angelos Charisteas.



Y es que hay muchos motivos para considerar el título de Grecia como el más inesperado. Hasta 2004, el país heleno sólo había participado en una fase final del campeonato, y fue casi testimonial. En 1980, el equipo se clasificó para la fase final de ocho equipos en Italia, pero sólo sumó un punto, con una igualada estéril contra la posterior campeona, Alemania Federal, y marcó un gol, el de Nikos Anastopoulos ante Checoslovaquia.

Además, su presencia en grandes torneos internacionales era muy limitada. De hecho, sólo había participado en una edición de la Copa del Mundo, diez años antes, en Estados Unidos, con un resultado muy decepcionante, con tres derrotas, ningún gol a favor y diez en contra. Por lo tanto, se puede considerar que el fútbol griego, tanto a nivel de selecciones como de clubes, no estaba en ninguno de los vagones líderes del Viejo Continente.

En los cuatro años anteriores al torneo, tampoco se puede decir que su explosión se viera venir. Para la Eurocopa del 2000, Grecia fue tercera en un grupo liderado por Noruega y con Eslovenia en segunda posición, dos combinados que vivían buenas épocas, pero muy lejos de ser inaccesibles. De cara a 2002, el resultado fue aún peor. Es cierto que había quedado encuadrada en un grupo muy difícil, con Inglaterra y Alemania, pero también que un conjunto nada potente del panorama europeo, Finlandia, le había sacado cinco puntos de diferencia. De todos modos, había algunos brotes verdes, ya con el alemán Otto Rehhagel como entrenador, como un empate a dos goles en Wembley.

La fase de clasificación para la Eurocopa de Portugal arrancó con dos derrotas consecutivas, en casa contra España y en Ucrania, las dos por 2-0, pero a partir de ahí el equipo encontró una identidad. No era la más atractiva del mundo, pero sí resultó efectiva. Rehhagel blindó la defensa y Grecia no recibiría ningún otro gol en los seis partidos que faltaban. Fue primera, por delante de los españoles, y afrontó su segunda Eurocopa como cenicienta del torneo junto con Letonia.

La primera gran sorpresa llegó con el triunfo sobre el anfitrión, Portugal, con goles de Karagounis y Basinas, que le daba opciones de pasar de ronda. Después, se reencontró con España, a la que había derrotado en Zaragoza en la fase previa y a la que arrancó un empate salvador con el primer gol de Charisteas en el torneo, y se salvó de la eliminación por diferencia de anotaciones a pesar de perder por 2-1 ante Rusia con un gol, al que en ese momento no se le dio la importancia que después tuvo, de Vryzas. Con cuatro goles estaba en la segunda fase y sólo necesitó tres más para ser campeona.

Ya fue bastante sorprendente dejar fuera a la vigente campeona, Francia, con el segundo gol de Charisteas. Este resultado se pudo atribuir a la decadencia gala, que ya había quedado clara en el último mundial, en el que los franceses habían quedado eliminados en la primera ronda. El siguiente adversario fue uno de los favoritos, el equipo que ofreció mejor fútbol ofensivo, una República Checa que cayó con un gol de plata del central Traianos Dellas. Los portugueses, rivales en la final, estaban contentos porque pensaban que su equipo era superior y que se podrían vengar del debut. El Estadio da Luz dictaría sentencia.


El gol

La final siguió el guión que Rehhagel quería. Las ofensivas lusas estrellaban contra un muro ante el que ya habían chocado muchos rivales. El partido entró en la segunda parte y parecía que sería cuestión de tiempo que caería, pero los griegos estaban muy animados. La experiencia de los partidos anteriores les enseñaba que alguna ocasión tendrían, y ésta se hizo realidad a los doce minutos de la reanudación.


Como se ve en las imágenes, los griegos buscaban una acción a balón parado y la encontraron en un córner. Basinas lo lanzó a la corta, el portero Ricardo se perdió entre la maraña de atacantes y defensas y Charisteas se convirtió en eterno. El delantero entonces del Werder Bremen, un futbolista que cambió hasta trece veces de conjunto en su trayectoria, un desconocido para el gran público, se adelantó a Ricardo Carvalho, el central del Oporto campeón de todo semanas antes, e introdujo el balón en la portería.

Aunque Portugal lo intentó con toda su artillería, el daño ya estaba hecho. La dinámica era griega y entre Nikopolidis y el resto del equipo sellaron por completo la portería. Es cierto que pocos esperaban los triunfos de Checoslovaquia o de Dinamarca ante las Alemanias campeonas del mundo en 1976 y 1992, o la victoria de Portugal sobre la todopoderosa Francia en 2016, pero fue el triunfo de Grecia el más increíble de todos. Como legado, dejó participaciones en los siguientes años en dos Eurocopas (2008 y 2012) y dos mundiales (2010 y 2014). Ahora, los helenos pasan por horas bajas, pero tienen que pensar que todo es posible si trabajan bien en el futuro, como los demostró el gol de Charisteas aquella noche del 4 de julio de 2004 en Lisboa.

dimarts, 1 de juny del 2021

Alemania, 0- España, 1 (Euro 2008-Final)

11. Fernando Torres (0-1)

Salvo por la victoria en la Eurocopa de 1964, la selección española había llegado al siglo XXI bien entrado huérfana de grandes torneos absolutos en sus vitrinas. Todo cambió en cuestión de cuatro años, en los que la formación hispana sumó dos Eurocopas y una Copa del Mundo y pasó a dominar el fútbol de combinados estatales en todo el mundo. El primero de estos torneos cayó en 2008 gracias a un gol, en la final, del talentoso y precoz Fernando Torres.


Torres debutó con sólo 17 años con el Atlético de Madrid en un período muy complicado para la formación colchonera, cuando ésta se encontraba en Segunda División. Se convirtió en la gran esperanza de futuro de la entidad, a pesar de que tuvo que estar una temporada más en la segunda categoría y no debutó en Primera hasta 2002. Ya entonces, había sido decisivo en las selecciones españolas sub-16 y sub-19, a las que había dado el título europeo en años consecutivos. Se trataba de un atacante moderno, con un físico privilegiado y con suficiente técnica como para combinar con los compañeros y resolver dentro del área.

El impacto de Torres en la Primera División fue inmediato. En los cinco años en que actuó con el Atlético en su primera etapa no bajó nunca los trece goles y, dada su trayectoria, era de cajón que tenía que iniciar una larga trayectoria en el equipo nacional. Debutó en 2003 y aun llegó para disputar un par de partidos de la fase de clasificación para la Eurocopa de Portugal, del verano siguiente, que sería su primer gran torneo con 20 años. Torres fue suplente en los dos primeros partidos y titular en el último, en el que un gol de Nuno Gomes dejó al combinado de Iñaki Sáez fuera del campeonato en la primera fase.

Torres se consolidó en el equipo español con una leyenda del Atlético de Madrid en el banquillo, Luis Aragonés. Anotó seis goles en nueve partidos en la fase de clasificación para el mundial del 2006 y, en la fase final, marcó tres veces en las victorias contra Ucrania y Túnez, en este último duelo en dos ocasiones, lo que permitió a España llegar a octavos de final. En esta fase, sin embargo, la semilla del gran equipo del futuro fue eliminada por la Francia de Zidane.

Un año después, con 23, Torres dio un gran paso y dejó la liga española para fichar por el Liverpool. En Anfield, aunque no ganó ningún título en tres años y medio, se convirtió pronto en una estrella, anotó 24 goles en la primera temporada y no tuvo ningún problema para entrar en la lista de Luis Aragonés para el Eurocopa de Suiza y Austria de 2008. Allí, su entendimiento con el otro delantero del equipo, David Villa, era total. Él marcó un gol en la victoria contra Suecia por 1-2 en la primera fase y se quedó como delantero fijo cuando el asturiano se lesionó en las semifinales contra Rusia. El conjunto español, con muchos centrocampistas para surtir de balones al atacante, tenía que jugar contra Alemania la final del torneo.


El gol

Las dos selecciones tenían cuentas pendientes en las Eurocopas desde los años ochenta. Un gol de Maceda había eliminado los teutones de la de 1984 en la primera fase y dos de Rudi Völler habían hecho lo mismo con los españoles cuatro años después. El equipo de Joachim Löw buscaba el cuarto título para la Mannschaft, liderada por Michael Ballack en el campo, ante una formación que sufría una urgencia histórica al no haber ganado nada en 44 años. Pero algo había cambiado y la acción decisiva llegó pasada la media hora de juego.


Y tuvo a Xavi como protagonista. El centrocampista del FC Barcelona, ​​elegido el mejor futbolista del campeonato, demostró lo importante que era participando en el inicio de la acción y luego adelantándose entre líneas para recibir el pase del medio centro Senna. Rápidamente se giró y envió un balón al espacio, entre el lateral Lahm y la salida del portero Lehmann. Parecía que uno de los dos llegaría, pero los pasos largos de Torres le ayudaron a superar por físico al defensor, llegar al esférico y a tocarlo por encima de la salida del portero del Arsenal para anotar el único gol de un partido en el que España no maravilló, pero que dominó con solvencia.

El gol de Torres hizo cambiar la mentalidad de su generación. El segundo título europeo de España la situó al frente de la lista de favoritos del siguiente mundial, el de 2010, que conquistó, y también en la Eurocopa de cuatro años más tarde, en la que el madrileño, especialista en anotar en finales de selecciones, se convirtió en el primer jugador en meter gol en dos finales del campeonato europeo. "El Niño" se había hecho mayor y su equipo nacional, también.