dijous, 5 de novembre del 2020

Francia, 2- Italia, 1 (Euro 2000-Final)

219. Marco Delvecchio (0-1)

En del universo de delanteros italianos de finales del siglo XX y principios del XXI, como ya ha quedado comentado, se podían encontrar algunos que eran potentes físicamente, como Christian Vieri, combinados con otros oportunistas, como Filippo Inzaghi, seguidos de los terceros, más bien media puntas, dotados de una gran técnica, como Alessandro del Piero. Pero había uno que juntaba las tres virtudes. Era muy alto, goleador y también era capaz de mostrar cualidades técnicas que lo alejaban del típico tanque. Era el milanés Marco Delvecchio.



Aunque es originario del norte de Italia y debutó en la máxima categoría con el Inter, donde triunfó Delvecchio fue en la Roma. Se estrenó con diecinueve años en San Siro y, tras cesiones al Venecia y en el Udinese, volvió al club nerozzurro, pero no se consolidó, a pesar de una gran carrera de jugador de base que lo llevó a dos títulos europeos sub-21.Fue al inicio de la temporada 1995-96 cuando se confirmó su traspaso a la Roma a cambio de dinero y del atacante Marco Branca. No se lo tomó muy bien, pero pronto comenzó a rendir con la camiseta giallorossa.

En las temporadas siguientes se convirtió en un hombre importante en el equipo a las órdenes de técnicos tan diferentes como Carletto Mazzone o Zdenek Zeman. Delvecchio no era un gran anotador, pero solía pasar de los diez goles cada año y en 1999 llegó a dieciocho. Su altura le hacía ir bien de cabeza y también solía caer a las bandas, por lo que era combinable con todo tipo de compañeros, como el líder del equipo, Francesco Totti, más media punta, o un rematador insaciable como Vincenzo Montella.

A pesar de sus registros y de sus éxitos con las selecciones inferiores, incluida la participación en los Juegos Olímpicos de 1996, Delvecchio no era llamado por los seleccionadores de la absoluta. Por eso fue una sorpresa cuando Dino Zoff lo convocó para la Eurocopa del 2000 con sólo tres amistosos disputados en su carrera con la squadra azzurra. Durante el torneo su participación fue muy escasa, pero se pudo convertir en el héroe de la nación.

El gol

Porque sólo jugó catorce minutos en el partido de la primera fase contra Turquía y entró en la reanudación, para aguantar el empate, en la heroica semifinal contra los Países Bajos, en la que los italianos jugaron con diez casi todo el partido y en la que vieron como Toldo paraba dos penaltis. Así, si sorprendente fue su convocatoria, aún lo fue más que el seleccionador le eligiera como titular, por primera vez, para jugar la gran final. Y fue pieza clave.



Porque en el minuto 10 de la segunda parte llegó su gran momento. Tras una primera mitad igualada, los transalpinos iniciaron un buen ataque que terminó en la banda derecha, en el lateral de la Juventus Gianluca Pessotto. Este huyó del marcaje de Lizarazu y dibujó un centro perfecto para que Delvecchio, con el pie izquierdo, superara a Barthez.

Su rendimiento no sólo consistió en el gol. Se hartó de desmarcarse y buscar espacios que hicieron posibles oportunidades para sus compañeros, como una de Del Piero que estuvo a punto de liquidar la final. Pero en una de esas acciones de difícil comprensión, Dino Zoff le relevó cuatro minutos antes del minuto 90 con el 0-1 a favor por su compañero de equipo Montella. Este es más rematador y goleador, pero seguramente no era tan bueno para conservar el esférico, ya que no tenía tanto cuerpo. Lo cierto es que 360 ​​segundos después del cambio, los franceses marcaron mediante Wiltord y provocaron una prórroga que resolvió Trézéguet con un gol de oro. Delvecchio pasó de ídolo a olvidado en pocos minutos.

Aquel sería el último partido de Delvecchio en un gran torneo internacional y sólo actuaría en 14 citas más con la selección, ocho de las cuales, amistosas. En total, anotaría cuatro goles. Los otros tres serían ante Georgia, Rumania e Irlanda del Norte, de un pedigrí muy inferior a Francia en una final de la Eurocopa, momento en el que había llegado el primero.

Delvecchio tenía entonces 27 años y la mayor alegría la recibió a la primavera siguiente, cuando se proclamó campeón de liga con la Roma. Su versatilidad queda demostrada con el hecho de que, en aquella formación de Fabio Capello, con elementos delante como los mencionados Totti o Montella, a los que se añadió Batistuta, él jugó 31 partidos y sólo anotó tres goles. Uno fue contra la Lazio. De hecho, uno de sus apodos era "Uomo Derby" por la frecuencia con la que anotaba contra el eterno rival ciudadano.

Jugó cuatro años más en la Roma, con la que totalizó diez campañas, y entonces inició el declive, ya con 32 años, en el Brescia, el Parma y el Ascoli. Incluso y disputó una última temporada con el Pescatori Ostia, un conjunto de quinto nivel italiano de las afueras de la capital. Delvecchio no se convirtió en entrenador pero no ha dejado de aparecer en la última década en los medios, sobre todo en programas de baile, del que se ha llegado a mostrar un virtuoso. Con sus 1,86 metros continúa demostrando, como encima del campo, que la altura no le hace ser torpe y seguramente, de vez en cuando, aunque piensa cuántos días debería bailado de alegría si no se la hubiera relevado cuatro minutos antes de que un gol suyo hubiera convertido a Italia en campeona de Europa.

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