dimarts, 17 de novembre del 2020

España, 1- Italia, 1 (Euro 2012-Primera fase)

207. Cesc Fábregas (1-1)

El fútbol español ha sido históricamente importador. Hasta hace unos años, por lo menos hasta la segunda década del siglo XXI, eran pocos los jugadores que emprendían aventuras en el extranjero y aún menos los que triunfaban. En cambio, hoy en día es habitual ver a una gran cantidad de legionarios en cualquier convocatoria de la propia selección o en cualquier liga del mundo. Uno de los pioneros y que, además, triunfó fuera antes de hacerlo en su país, fue el centrocampista Cesc Fàbregas.



El jugador de Arenys de Mar se formó en la cantera del FC Barcelona pero no se puede considerar que siga los mismos parámetros que otros futbolistas que estuvieron allí antes de llegar a profesionales. De la misma generación que Piqué o Messi, nacidos en 1987, se trataba de una de las promesas de los equipos de base azulgrana cuando decidió dar un giro a su vida y aceptar la oferta del Arsenal para ir a Inglaterra con dieciséis años, justo después de ser una de las estrellas en un mundial sub-17, el de Finlandia de 2003, en el que España fue subcampeona, al perder la final contra Brasil.

Arsène Wenger le reclutó para su proyecto y, aún en edad de formación, comenzó a adaptar particularidades del fútbol británico en su juego que le han acompañado durante su trayectoria, principalmente la verticalidad y la llegada al área. Debutó con dieciséis años en algunos partidos de la Copa de la Liga de la temporada 2003-04 y en la siguiente hizo lo mismo en la liga y en la Champions. En el segundo año, ya establecido en la titularidad, y con sólo 19, fue titular en la final de Saint-Denis que el Arsenal perdió contra "su" Barça.

Su trayectoria era meteórica. Ese mismo 2006 fue convocado para el mundial de Alemania y disputó los cuatro partidos. Dos años más tarde, formaría parte de la selección española campeona de Europa, justamente contra los alemanes, en Viena. Transformó un penalti decisivo en la tanda de cuartos de final contra Italia y jugó de titular la final por la lesión de Villa. Paralelamente, con la marcha de Thierry Henry del club, justamente en Barcelona, ​​el mismo año, se convirtió en el capitán más joven de la historia de los gunners, con los que, en ocho años, sólo ganó una Copa y una Copa de la Liga.

Cada verano empezó a sonar su nombre para volver a casa y su posible fichaje se convertía en un serial. Parecía hecho después de ganar el mundial de Sudáfrica, en 2010, e incluso se le hicieron bromas en las celebraciones, pero se tuvo que esperar hasta 2011 para volver a un Barça que había sido campeón de Europa dos veces en tres años. En su primera temporada en el Camp Nou, la última de Guardiola como entrenador, ganó Supercopa, mundialito de clubes y Copa del Rey con fases brillantes acompañadas de otras en que parecía que no se le encontraba el lugar correcto en el campo. En este contexto llegó la Eurocopa de 2012.

El gol

Y España la afrontó con la intención de repetir título. El debut, en Gdansk, era contra Italia y el seleccionador, Vicente del Bosque, ante la baja de Villa por lesión y el dudoso estado de forma de Torres planteó el partido de la misma manera que había hecho Guardiola en la final del mundial de clubes contra el Santos, sin delantero fijo. Cesc era el falso nueve. El partido, sin embargo, se atascó e Italia se adelantó con un gol de Di Natale al cuarto de hora de la reanudación. Sólo cuatro minutos más tarde, el delantero mentiroso de los españoles apareció.



Fue en una típica internada de Iniesta por la izquierda. Combinó con el canario David Silva y éste hizo uso de sus grandes técnica e imaginación para mandar un pase descomunal con el exterior del pie izquierdo hacia dentro del área. Cesc ocupó el espacio del nueve superando la cobertura insuficiente de Giaccherini y batió a Buffon. El resultado ya no se movería.

España acabaría revalidando el título, con victorias contra Irlanda, con un gol suyo, y Croacia en la primera fase, ante Francia en los cuartos, en unas semifinales luchadísimas ante Portugal, resueltas por penaltis y en las que, como había pasado en Viena cuatro años antes, el lanzamiento final de Cesc fue decisivo, y con un partido contra los italianos en la final muy diferente al de la primera fase y que terminó con un rotundo 4-0 para los conservadores del trono.

Cesc, que disputaría con España tres torneos más, la Copa Confederaciones del año siguiente, con subcampeonato en Brasil, el mundial del mismo país, con eliminación en la primera fase, y la Eurocopa de 2016 en Francia, con revancha italiana en los octavos de final, no acabó de triunfar en el Barça. En aquel 2012 sólo tenía 25 años y parecía que toda una gran trayectoria por delante para tomar el relevo de Xavi e Iniesta, pero dejó el club en 2014, después de haber ganado la liga del 13 y de haber perdido la última en el último partido, dejando la sensación que siempre había sido un cuerpo extraño en la maquinaria azulgrana, pese a unos buenos registros de 28 goles en 96 partidos. En el Camp Nou nunca ejerció el liderazgo que sí tenía en el Emirates.

Por eso decidió volver a la ciudad que la había visto triunfar, Londres, pero ahora con el Chelsea, donde tuvo un primer año espectacular con José Mourinho y ganó la Premier. Repetiría liga dos años después con Antonio Conte en el banquillo, y también se llevó una Copa de la Liga y una Copa. En el mercado de invierno de 2019, viendo que no contaba para Maurizio Sarri, abandonó la competición inglesa y fue a Mónaco, donde aún continúa. Cesc ha sido, seguramente, un centrocampista de difícil catalogación entre la organización de sus equipos y la llegada al área, pero con una trayectoria que, cuando se retire, y a pesar de algunos detractores por un juego que en el tramo final de la su carrera ha pecado de cierta indolencia, habrá que calificar de magnífica.

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