dilluns, 16 de novembre del 2020

República Checa, 2- Italia, 1 (Euro 96-Primera fase)

208- Pavel Nedved (1-0)

Los grandes torneos de selecciones sirven a algunos futbolistas, sobre todo los procedentes de las ligas menos conocidas, para dar un salto en su carrera. Una serie de buenos partidos en el momento adecuado pueden catapultar a un jugador que seguramente no habría salido de su ámbito doméstico a entrar en el foco de las grandes ligas europeas. Actualmente, esto no pasa tanto, ya que las direcciones deportivas acumulan mucha información, pero hace un cuarto de siglo, aun era habitual. Es lo que le pasó, por su actuación en la Eurocopa del 1996, al Balón de Oro europeo de 2003, el checo Pavel Nedved.



Los checos vivieron un idilio con las primeras Eurocopas que disputaron como estado separado de Eslovaquia. Parecía que se quisieran quitar de encima el estigma de que el título conseguido como Checoslovaquia en 1976 hubiera sido con mayoría de elementos provenientes del país ahora vecino. El torneo de 1996 fue el primero que pudieron afrontar y llegaron hasta la misma final, con una serie de futbolistas que entonces no conocía mucha gente. Y eso que Nedved ya tenía casi 24 años y hacía cuatro que jugaba en el Sparta de Praga, procedente del Dukla, el equipo del ejército, donde había cumplido el servicio militar, y antes del Skoda Plzen, conjunto de el oeste del país. De hecho, Nedved había nacido en Cheb, junto a la frontera alemana.

Era un centrocampista con un dinamismo colosal, con capacidad de conducir el balón, de combinar y también de llegar al área, como habían demostrado los catorce goles en 27 partidos en la liga de su país de aquel año. Además, no paraba nunca de correr y es de aquellos que contagia a los compañeros, que entonces hacen lo mismo por mímesis. Había debutado con el equipo nacional dos años antes. Curiosamente, había actuado en las categorías inferiores con Checoslovaquia incluso cuando el país ya no existía, en el europeo de 1994. Intervino en cuatro partidos en la fase de clasificación para la Eurocopa del 96, en la que los checos sorprendieron superando por un punto a los Países Bajos y a Noruega, que fue eliminada, y afrontó como titular el debut en el torneo.

El gol

Este no fue muy afortunado, ya que en pocos minutos Alemania, su adversario, ya había conseguido dos goles con los que terminaría el partido, en Manchester. La República Checa había caído en un grupo muy complicado y ahora se encontraba a Italia, que había vencido a Rusia en su estreno, en el segundo enfrentamiento, en Anfield, en Liverpool. Nedved sólo tardó cuatro minutos en mostrar su nombre en el mundo.


El partido había apenas comenzado cuando Poborský introdujo un balón en el área sin que nadie lo esperara. La defensa transalpina de Arrigo Sacchi, como solía hacer, salía en bloque para dejar a gente en fuera de juego pero se quedó atrapado el defensa Apolloni. Nedved le ganó la espalda, paró el balón con el pecho y con el exterior del pie derecho superó la salida de Peruzzi. Los checos acabarían ganando el partido por 2-1 tras el empate de Chiesa y el gol decisivo de Radek Bejbl, todos en la primera parte. Fue el inicio del gran torneo del equipo, que empataría en el último minuto agónicamente contra Rusia con un gol de Smicer, eliminaría a Portugal con un remate de Poborský y se clasificaría para la final tras vencer a Francia por penaltis en semifinales, una tanda en la que Nedved anotó su lanzamiento. Lamentablemente, en el partido por el título, aunque el equipo se adelantó con un penalti transformado por Berger, acabó claudicando por dos remates del alemán Bierhoff.

Pero a Nedved le cambió la vida. El Sparta se inventó un traspaso al Kosice eslovaco, conjunto con el que compartía propietario, como argucia legal para no pagar derechos de formación al Skoda Plzen en el momento en que el jugador fue fichado por la Lazio por poco más de un millón de euros. Jugó con el equipo romano en los mejores años de la historia del club, con un título de liga, en 2000, dos Copas, una Recopa, con gol suyo en la final contra el Mallorca, y una Supercopa europea entre otros hitos. Su entrega entusiasmaba al público del Olímpico.

Con la selección fue tercero en la Copa Confederaciones de 1997 y participó en la Eurocopa del 2000, pero sin demasiada fortuna. En 2001, cerca de cumplir 29 años, aumentó aún más de nivel y fichó por la Juventus. Parecía que no podría mejorar, pero su capacidad de sacrificio convirtió a aquel ídolo de la Lazio en una leyenda en Turín. Ganó dos ligas y dos Supercopas. En 2004, con el equipo nacional, se acercó mucho a ganar la Eurocopa, pero Chequia fue eliminada por Grecia en las semifinales de manera sorprendente. Incluso entonces pareció que lo había tenido más cerca que en 1996.

Durante el año anterior, en 1993, había sido elegido mejor jugador europeo, Balón de Oro, por la revista France Football. Pudo ser un año completo si la Juventus no hubiera perdido otra de las muchas finales europeas que ha dejado escapar, por penaltis ante el Milan en Manchester, en el mismo escenario en el que Nedved había debutado en un gran torneo internacional. Y fue aún más leyenda para la Vecchia Signora cuando en 2006, con 33 años, decidió quedarse y jugar en la Serie B, a la que la entidad había sido descendida debido al llamado Moggigate después del mundial de 2006, el único que disputó. Por todas estas razones, Nedved, que se retiró en el equipo en 2009, con 36 años, es ahora embajador juventino a todos los eventos. Una carrera inmensa que quizás habría tomado otro camino de no haber llegado aquel gol en Anfield contra Italia, el país que después le dio tanto.

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