dimecres, 4 de novembre del 2020

Alemania Federal, 1- Italia, 1 (Euro 88-Primera fase)

220. Andreas Brehme (1-1)

Hay jugadores que son importantes para sus técnicos por muchos motivos, no sólo por sus cualidades técnicas o físicas. Son elementos que se pueden utilizar en diferentes zonas del campo y también útiles en acciones que, en los años ochenta quizás no eran tan decisivas, pero que en el fútbol moderno lo han sido cada vez más, las de balón parado. Por eso, tanto para sus equipos, como para la selección, fue impagable la contribución del alemán Andreas Brehme.



Estamos hablando de un ambidiestro total, un jugador que tenía la misma habilidad con la pierna derecha que con la izquierda. Durante toda su carrera se asoció a la posición de lateral izquierdo, y dio buena muestra del uso perfecto que hacía de este pie, pero fue capaz de decidir la final de un mundial lanzando un penalti con el otro, con el derecho. Fue en 1990, contra Argentina. Según él, lo hizo para despistar al portero Goycochea, un especialista en el arte de detener penas máximas que, seguramente, había estudiado sus disparos con la pierna más natural.

Esta inteligencia la aportó durante años al terreno de juego ya que también se podía amoldar a posiciones de centro del campo y crear juego. Seguramente estuvo a la sombra de otros compañeros durante sus diez años ininterrumpidos de presencia en la Mannschaft, pero fue esencial para los seleccionadores hasta los 33 años, en el mundial de Estados Unidos.

Brehme nació en Hamburgo y después de un paso por un equipo de segunda fila de la ciudad y por el Saarbrücken, en la segunda categoría, lo fichó el Kaiserslautern. Su impacto no fue inmediato, pero en verano de 1984 ya era tan tenido en cuenta que disputó la Eurocopa de Francia con el equipo absoluto y los Juegos de Los Ángeles con el olímpico. En ambos casos, no hubo éxito, pero los once y los ocho goles respectivamente de las dos temporadas posteriores con el equipo de Betzenberg le valieron ser contratado por el Bayern de Múnich.

Estuvo dos años en el grande del fútbol alemán, justo después del mundial de México, en 1986, en que fue subcampeón. Ganó una liga y fue finalista de la Copa de Europa que los bávaros perdieron contra el Oporto en Viena, en 1987. El año posterior fue importante. En 1988 saldría de Alemania y, además, había Eurocopa en su país.

El gol

Huelga decir que, a los 27 años, ya era un fijo para Franz Beckenbauer en el momento de iniciar el torneo. El primer partido fue ante Italia en Düsseldorf. Los transalpinos se adelantaron con un gol de Roberto Mancini a los ocho minutos de la reanudación. Pero sólo tres después, el colegiado inglés Keith Hackett sorprendió indicando pasos, una infracción muy común entonces, del portero italiano Walter Zenga dentro del área. El peso de la localia, seguramente, se notó. La falta estaba dentro del área y era muy peligrosa.


Littbarski la tocó en corto y Brehme, con la izquierda, disparó. Lamentablemente para los italianos, Donadoni y Mancini, los dos protagonistas de su gol, se abrieron y el balón entró mansamente en la portería de un vendido Zenga. El empate a uno sería el resultado final. En el campeonato, Alemania Federal derrotaría a Dinamarca y a España por 2-0, pero perdería en las semifinales contra los Países Bajos.

Brehme fichó ese verano por el Inter de Milán, con el que ganó la liga posterior y formó una gran tripleta de compatriotas con Lothar Matthäus y Jürgen Klinsmann. Con el Inter también ganaría la Copa de la UEFA de 1991, el año después de haberse proclamado campeón del mundo en Roma.

Ya era veterano, pero todavía tenía cuerda. En 1992, aparte de ser subcampeón europeo al perder la final en Suecia contra Dinamarca, volvió a cambiar de liga. Lo fichó el Zaragoza, con el que estuvo a punto de ganar la Copa del Rey. Perdió la final de Valencia contra el Real Madrid por 2-0. En 1993 volvió a casa, al Kaiserslautern, con el que vivió una historia de cuento de hadas. Después de disputar su último mundial, en Estados Unidos '94, bajó a Segunda en 1996, pero ganó la Copa, al derrotar al Karlsruhe por 1-0 en una final en la que fue expulsado. Aguantó con 36 años en Segunda División,  condujo a los diablos rojos al ascenso y aún llegó a tiempo, con 37 años, de ganar la liga 97-98 en el que jugó sólo cinco partidos. En el último, un empate a un gol en Hamburgo, justamente la ciudad donde empezó y donde terminó todo, pudo levantar el trofeo de campeón de la Bundesliga. Un gran colofón a la espléndida carrera de un jugador inteligente.

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