dimecres, 2 de juny del 2021

Portugal, 0- Grecia, 1 (Euro 2004-Final)

10. Angelos Charisteas (0-1)

La Eurocopa ha sido, en el transcurso de su historia, un torneo de grandes sorpresas. Si lo comparamos con el mundial, veremos que mientras en la Copa del Mundo ha habido sólo ocho campeones para 21 ediciones, el campeonato europeo ha tenido diez vencedores en quince torneos y sólo Alemania, España y Francia han repetido. Por lo tanto, es un certamen sin favoritos claros. En medio de este panorama, si tuviéramos que decidir cuál ha sido el resultado más sorprendente, tendríamos pocas dudas: el campeonato de Grecia en 2004, decidido por un gol del delantero Angelos Charisteas.



Y es que hay muchos motivos para considerar el título de Grecia como el más inesperado. Hasta 2004, el país heleno sólo había participado en una fase final del campeonato, y fue casi testimonial. En 1980, el equipo se clasificó para la fase final de ocho equipos en Italia, pero sólo sumó un punto, con una igualada estéril contra la posterior campeona, Alemania Federal, y marcó un gol, el de Nikos Anastopoulos ante Checoslovaquia.

Además, su presencia en grandes torneos internacionales era muy limitada. De hecho, sólo había participado en una edición de la Copa del Mundo, diez años antes, en Estados Unidos, con un resultado muy decepcionante, con tres derrotas, ningún gol a favor y diez en contra. Por lo tanto, se puede considerar que el fútbol griego, tanto a nivel de selecciones como de clubes, no estaba en ninguno de los vagones líderes del Viejo Continente.

En los cuatro años anteriores al torneo, tampoco se puede decir que su explosión se viera venir. Para la Eurocopa del 2000, Grecia fue tercera en un grupo liderado por Noruega y con Eslovenia en segunda posición, dos combinados que vivían buenas épocas, pero muy lejos de ser inaccesibles. De cara a 2002, el resultado fue aún peor. Es cierto que había quedado encuadrada en un grupo muy difícil, con Inglaterra y Alemania, pero también que un conjunto nada potente del panorama europeo, Finlandia, le había sacado cinco puntos de diferencia. De todos modos, había algunos brotes verdes, ya con el alemán Otto Rehhagel como entrenador, como un empate a dos goles en Wembley.

La fase de clasificación para la Eurocopa de Portugal arrancó con dos derrotas consecutivas, en casa contra España y en Ucrania, las dos por 2-0, pero a partir de ahí el equipo encontró una identidad. No era la más atractiva del mundo, pero sí resultó efectiva. Rehhagel blindó la defensa y Grecia no recibiría ningún otro gol en los seis partidos que faltaban. Fue primera, por delante de los españoles, y afrontó su segunda Eurocopa como cenicienta del torneo junto con Letonia.

La primera gran sorpresa llegó con el triunfo sobre el anfitrión, Portugal, con goles de Karagounis y Basinas, que le daba opciones de pasar de ronda. Después, se reencontró con España, a la que había derrotado en Zaragoza en la fase previa y a la que arrancó un empate salvador con el primer gol de Charisteas en el torneo, y se salvó de la eliminación por diferencia de anotaciones a pesar de perder por 2-1 ante Rusia con un gol, al que en ese momento no se le dio la importancia que después tuvo, de Vryzas. Con cuatro goles estaba en la segunda fase y sólo necesitó tres más para ser campeona.

Ya fue bastante sorprendente dejar fuera a la vigente campeona, Francia, con el segundo gol de Charisteas. Este resultado se pudo atribuir a la decadencia gala, que ya había quedado clara en el último mundial, en el que los franceses habían quedado eliminados en la primera ronda. El siguiente adversario fue uno de los favoritos, el equipo que ofreció mejor fútbol ofensivo, una República Checa que cayó con un gol de plata del central Traianos Dellas. Los portugueses, rivales en la final, estaban contentos porque pensaban que su equipo era superior y que se podrían vengar del debut. El Estadio da Luz dictaría sentencia.


El gol

La final siguió el guión que Rehhagel quería. Las ofensivas lusas estrellaban contra un muro ante el que ya habían chocado muchos rivales. El partido entró en la segunda parte y parecía que sería cuestión de tiempo que caería, pero los griegos estaban muy animados. La experiencia de los partidos anteriores les enseñaba que alguna ocasión tendrían, y ésta se hizo realidad a los doce minutos de la reanudación.


Como se ve en las imágenes, los griegos buscaban una acción a balón parado y la encontraron en un córner. Basinas lo lanzó a la corta, el portero Ricardo se perdió entre la maraña de atacantes y defensas y Charisteas se convirtió en eterno. El delantero entonces del Werder Bremen, un futbolista que cambió hasta trece veces de conjunto en su trayectoria, un desconocido para el gran público, se adelantó a Ricardo Carvalho, el central del Oporto campeón de todo semanas antes, e introdujo el balón en la portería.

Aunque Portugal lo intentó con toda su artillería, el daño ya estaba hecho. La dinámica era griega y entre Nikopolidis y el resto del equipo sellaron por completo la portería. Es cierto que pocos esperaban los triunfos de Checoslovaquia o de Dinamarca ante las Alemanias campeonas del mundo en 1976 y 1992, o la victoria de Portugal sobre la todopoderosa Francia en 2016, pero fue el triunfo de Grecia el más increíble de todos. Como legado, dejó participaciones en los siguientes años en dos Eurocopas (2008 y 2012) y dos mundiales (2010 y 2014). Ahora, los helenos pasan por horas bajas, pero tienen que pensar que todo es posible si trabajan bien en el futuro, como los demostró el gol de Charisteas aquella noche del 4 de julio de 2004 en Lisboa.

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