dimarts, 29 de setembre del 2020

República Checa, 3- Dinamarca, 0 (Euro 2004-Cuartos de final)

256. Milan Baros (2-0 y 3-0)

Checoslovaquia, el país que dejó de existir y se separó en dos en 1993, tiene una historia bastante brillante en grandes campeonatos. Fue subcampeona del mundo en 1934 y también en 1962, sólo superada por la Italia de Mussolini y por Brasil, aunque en aquella Copa del Mundo de Chile, Pelé se lesionó el segundo día y no jugó la final. También ganó la Eurocopa de 1976, con el penalti de Panenka y una de sus partes, la República Checa, quedó finalista del torneo en 1996, en que fue derrotada por un gol de oro del alemán Bierhoff. Pero a pesar de estos éxitos, es difícil que ninguno de estos equipos jugara mejor que la selección checa de 2004, que estuvo a un paso de la final y que tenía como uno de sus delanteros al irregular Milan Baros.



Baros ya se encontraba en el radar de los grandes clubes europeos desde muy joven, cuando debutó en el Banik Ostrava. Disputó dos finales seguidas del Campeonato de Europa sub-21 con su país. En la primera, en Bratislava, perdió por culpa de dos goles del italiano Pirlo. En la segunda, en 2002, título para los checos en Basilea al derrotar a Francia en la final, por penaltis. Entre ambos eventos fue fichado por el Liverpool y debutó en la Champions con un empate a cero en la segunda fase de grupos en el Camp Nou. Explotó durante la temporada siguiente, con nueve goles en la Premier en un conjunto red, que fue quinto.

Mientras tanto, se consolidó en la selección. No pudo ir al mundial de 2002, ya que la República Checa quedó eliminada en un polémico play-off contra Bélgica, pero el equipo se paseó en una fase de clasificación para la Eurocopa de Portugal 2004 en la que dejó a los Países Bajos atrás, con demostraciones como un 3-1 en Praga. El país había unido a los jugadores más veteranos, algunos supervivientes del subcampeonato de 1996, como Nedved, Smicer o Poborsky, con otros más jóvenes, como el portero Cech, el centrocampista Rosicky, o los delanteros Koller y Baros en una conjunción de talento que la hacían favorita para el torneo.

El gol

Y lo demostró en la primera fase, en la que los checos pasaron como primeros de grupo y con tres victorias, ante Letonia, más sufrida, y espectaculares contra los Países Bajos, de nuevo, y Alemania. Baros marcó un gol en cada partido y aspiraba a ser el máximo goleador del torneo. Y al final lo fue gracias al siguiente duelo, el de cuartos de final contra Dinamarca. A los checos les costó abrir el marcador y tuvieron que esperar al inicio de la segunda parte, con un cabezazo del gigante Jan Koller. Con la lata abierta, llegó el momento de Baros.



Una combinación del centro del campo checo por la banda derecha acabó con un pase de Poborsky detrás de la línea defensiva danesa. El capitán Henriksen no estuvo atento al desmarque de Baros, que se quedó solo ante Sorensen y le batió picándole el balón por encima. Sólo dos minutos más tarde, fue Nedved quien recuperó un esférico. Vio como Baros corría y le envió un balón largo. El atacante del Liverpool ganó en la carrera al otro central, Laursen, y soltó un fuerte disparo con la izquierda que significó el 3-0 definitivo. Los checos estaban en semifinales.

Pero la fiesta no fue completa en el torneo. En la penúltima ronda esperaba Grecia y todo el mundo daba por hecha una final espectacular contra Portugal. No fue así. Los checos se enredaron en la telaraña helénica y fueron una más de las víctimas de la sorpresa del campeonato. Un gol de plata del central Dellas en la prórroga dejó fuera al equipo que más había entusiasmado con su juego.

Baros siguió en el Liverpool, con el que fue campeón de Europa en 2005. En la recordadísima final de Estambul, la de la remontada ante el Milan, fue titular y jugó 85 minutos. Pero para la temporada siguiente ya no entró en los planes de Rafa Benítez y fue contratado por el Aston Villa. A pesar de unas condiciones espectaculares para marcar una época, después de la Eurocopa de 2004 no volvió a destacar más. En realidad, en 2006, después del mundial de Alemania, en el que sólo jugó 64 minutos en una derrota contra Italia, protagonizó un incidente en Francia. Se había incorporado al Olympique de Lyon y fue interceptado por la policía yendo a 271 kilómetros por hora con un Ferrari negro cuando se dirigía desde esta ciudad a Ginebra. En el campo, con los galos sólo disputó 32 partidos y marcó 7 goles en dos temporadas.

Fue cedido al Portsmouth, donde ganó una Copa de Inglaterra con una participación de tres minutos en la final contra el Cardiff, y bajó un escalón al fichar por el Galatasaray entre las dos Eurocopas, la de 2008 y la del 2012, torneos en el que no marcó ningún gol. Con los turcos ganó una liga y, con 31 años, inició un peregrinaje por equipos de su país, el Banik Ostrava, de donde había salido, en tres etapas, el Mladá Boleslav y el Slovan Liberec, aparte de 13 partidos con el Antalyaspor turco. Sus días de gloria y reconocimiento habían pasado. De hecho, parecieron terminarse en aquel verano de 2004, en el que tanto Baros como su selección parecían destinados a una gloria que nunca llegó.

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