divendres, 18 de setembre del 2020

Checoslovaquia, 1 (9) - Italia, 1 (8) (Euro 80-Partido por el tercer puesto)

267. Francesco Graziani (1-1)

La historia del fútbol italiano va repleta de dos tipos de delanteros. Los unos son técnicamente perfectos, muy virtuosos con el balón en los pies, verdaderos artistas. En el último medio siglo podemos encontrar en este grupo a elementos como Gianni Rivera, Roberto Baggio o Alessandro del Piero. Los otros son todo lo contrario. Tienen apariencia de no muy dotados técnicamente pero entregan hasta la última gota de sudor y, sobre todo, mantienen un gran idilio con el gol. En este grupo incluiríamos a Francesco Graziani.



Nacido en un suburbio de Roma, y ​​crecido en el Arezzo, en la Toscana, el equipo de la vida de Graziani, a pesar de que jugó en unos cuantos más, fue el Torino. Durante dos años, entre 1975 y 1977, el equipo revivió fugazmente los mejores momentos del gran conjunto que había desaparecido en la tragedia aérea de Superga, en 1949, cuando seguramente era el mejor del continente. Casi cuatro décadas más tarde, Il Toro ganó la liga a su rival ciudadano, la Juventus, con una delantera devastadora formada por Paolino Pulici y Francesco Graziani. Entre ambos anotaron 37 goles y convirtieron en campeón a su equipo. Al año siguiente estuvieron a punto de repetir, pero perdieron la partida contra el mismo rival por un solo punto.

Desde el punto de vista internacional, las dos carreras fueron bastante diferentes. Mientras Pulici no jugó ningún partido de ningún gran torneo, a pesar de ser convocado para los mundiales de Alemania 74 y Argentina 78, Graziani llegó a ser campeón del mundo, en 1982. Antes, en 1980, se disponía a afrontar su último año en Turín, cuando tenía 27, y encaraba la Eurocopa que se jugaba en casa. Había disputado tres ratos en la Copa del Mundo de Argentina de dos años antes y ahora era titularísimo en la selección que preparaba Enzo Bearzot.

Pero Graziani no tuvo acierto en el torneo, De hecho, Italia sólo marcó un gol en toda la primera fase, logrado por Tardelli contra Inglaterra, y esto provocó que se viera abocada a disputar la final de consolación contra Checoslovaquia, en Nápoles, ya que Bélgica la había superado en su grupo. El partido fue interminable, pero sirvió para Graziani, por fin, marcara.

El gol

Los checoslovacos habían adelantado con un buen disparo desde fuera del área de Jurkemik. Cuando faltaba un cuarto de hora para el final del partido, los italianos pusieron cerco al área rival y el mismo Graziani, caído a la banda izquierda, provocó una falta.





Sin tiempo para pensar, Causio la colgó al área y los checoslovacos hicieron una maniobra muy extraña. En aquel torneo se puso muy de moda la táctica del fuera de juego, sublimada por Bélgica, con la ayuda de la poca pericia de los jueces de línea, no tan preparados como ahora y que a menudo se equivocaban y marcaban la incorrección cuando no existía. En la jugada en cuestión, toda la defensa salió en bloque intentando provocarla pero el central Ondrus no se dio cuenta y se quedó pegado. Habilitó a Graziani quien, con la cabeza, remató fuera del alcance del portero Netolicka.

Italia llevó el partido a la prórroga y a una interminable tanda de penaltis en la que Graziani marcó pero que perdió por culpa del error del central Collovati. El verano siguiente, en 1983, el delantero fichó por la Fiorentina y como jugador viola se proclamó campeón del mundo en España, aunque él se lesionó en la espalda a los siete minutos de la final jugada en el Bernabéu contra Alemania Federal (3-1). Se mantuvo un año más en la Toscana y después fichó por la Roma.

Y con el equipo romanista, cerca de Subiaco, donde había nacido, estuvo a punto de ser campeón de Europa de clubes en 1984, con 31 años. Además, el partido se disputaba en el Estadio Olímpico de la capital italiana contra el Liverpool. Se terminó con empate a un gol y fueron necesarios los penaltis. En la tanda, el portero zimbabués Bruce Grobbelaar fue el protagonista en detener los tiros de dos campeones del mundo, Bruno Conti y el propio Graziani. Su error precedió al gol decisivo del lateral Alan Kennedy.

Graziani jugó dos años más en Roma y dos más en el Udinese antes de emprender una exótica, entonces mucho más que ahora, aventura en Australia, con los Leichhardt Tigers, cuando ya tenía 35 años. Intentó ser entrenador, pero no tuvo mucha suerte ni en la Fiorentina, ni en la Reggina, ni en el Avellino. Lo mejor lo había dejado el campo, en una larga trayectoria marcada por el esfuerzo y la entrega y que pudo haber brillado más de no haber sido por dos tandas de penaltis.

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