dijous, 4 de febrer del 2021

Alemania, 4- Grecia, 2 (Euro 2012-Cuartos de final)

128. Giorgos Samaras (1-1)

El prototipo de jugador griego, sobre todo desde el éxito de la selección en la Eurocopa de 2004, es el de un futbolista que, más o menos dotado técnicamente, que los hay de todo tipo, debe tener dos características a las que no puede renunciar: la lucha y la entrega. Por eso choca encontrarse un tipo de futbolista procedente de aquel país que haya tenido una larga trayectoria en el extranjero con otros registros, que haya gozado seguramente de más talento que muchos de los de su generación, pero al que le haya faltado la pizca de sacrificio necesaria para triunfar plenamente. Es Giorgos Samaras.


Nació en la isla de Creta de donde era originario su abuelo, que se llamaba como él. Fue uno de los millones de griegos que se trasladó a Australia. De hecho, allí fundó el South Melbourne FC, el club de los emigrantes griegos del continente oceánico y donde comenzó a jugar su padre, Ioannis. A principios de los ochenta, este fue tentado por el OFI Creta, el club de la tierra del patriarca, regresó y allí nació el pequeño Giorgos, pequeño de edad, porque cuando creció, lo hizo mucho en cuanto en altura.

Fue este físico privilegiado lo que hacía pensar que podría ser un gran delantero centro, pero cuando fichó por Heerenveen holandés, con sólo dieciséis años, empezó a explotar su técnica, que no era mala y le permitía cierta libertad para moverse por todo el ataque. Estuvo allí cuatro buenas temporades, en las que el equipo se clasificó con regularidad para Europa, y en 2005 fue contratado por un Manchester City que se intentaba volver a consolidar en la élite después de años a las categorías inferiores. Tuvo un año bastante positivo, el segundo, pero de la mano del técnico sueco Sven Göran Eriksson no acababa de encontrar su posición favorita en el campo.

2008 fue un año importante desde muchos puntos de vista. Disputó su primera Eurocopa, sólo media parte de la derrota contra Suecia que certificaba la eliminación del vigente campeón. Aquel verano, el jeque Mansour compraría el City e iniciaría una revolución en la plantilla. Él tuvo que salir, pero la solución fue mucho mejor. Porque lo fichó el Celtic de Glasgow, conjunto notablemente inferior, pero todavía con capacidad para asomar en Europa. En las siete temporadas en que estuvo allí jugó cuatro veces la fase de grupos de la Champions, con el escaparate que ello supone. En 2013, incluso, llegó con el equipo a los octavos de final, en los que cayó contra la Juventus.

Durante este tiempo, pudo disputar su primer mundial. Fue en 2010, en Sudáfrica. Grecia sólo ganó uno de los tres partidos jugados y quedó eliminada en la primera fase. En 2012, el equipo no tuvo problemas para entrar en la Eurocopa de Polonia y Ucrania, en un momento extremadamente dramático para el país. Grecia había entrado en recesión, con una crisis económica terrible y su sociedad se mostraba notablemente contraria a una Unión Europea, liderada por Alemania, que intervenía cada vez más en su día a día. En esta situación, llegó el torneo.


El gol

El campeonato fue un motivo de reafirmación nacional. Grecia lo inició con un empate contra Polonia, una de las anfitrionas y, a pesar de que perdió el segundo partido ante la República Checa, un triunfo ante Rusia, con un gol de Karagounis, supuso acceder a los cuartos de final. Ante se encontraría con el rival más odiado por su afición en aquellos momentos, Alemania. Los griegos plantaron cara, pero en el minuto 39 Lahm hizo levantar de su asiento a la canciller Angela Merkel, que había asistido al palco, con el primer gol. La imagen aún hizo más daño a los helenos, que tenían a la política como la persona que los oprimía en aquellos momentos. El instante de réplica llegó a los diez minutos de la reanudación.


Grecia encontró espacios en una contra para la carrera del rápido extremo Salpingidis. Este superó a la defensa alemana y envió un centro al corazón del área. Allí, Samaras se adelantó a todos sus marcadores y al portero Neuer, se lanzó al suelo y superó con potencia a Neuer. Todo un país gritó de rabia y de alegría, a pesar de los problemas cotidianos, en un momento en que pareció que David podría volver a vencer a Goliath. Pero en la vida real esto no suele suceder y el rodillo alemán impuso su ley con tres goles en trece minutos de Khedira, Klose y Reus. Como mínimo, el equipo de Fernando Santos salvó el honor al final, con un gol de Salpingidis. Se había caído con la cabeza alta.

A pesar de su juego, a menudo tachado de indolente, Samaras triunfó en un fútbol tan físico y en el que la afición exige sacrificio de sus jugadores como el escocés. Ganó cuatro ligas y dos Copas y, en 2014, después de jugar el mundial de Brasil, en el que Grecia pasó a los octavos de final con un gol suyo contra Costa de Marfil, su última anotación con la camiseta nacional, y cayó por penaltis ante Costa Rica, probó la aventura de la Premier League con el West Bromwich Albion.

Ya tenía 29 años, pero tampoco era ningún veterano. Fue el inicio del declive. Jugó poco a The Hawthorns y después de pasar por el Al Hilal saudí, la NASL estadounidense, una cesión errática en Zaragoza, con sólo siete partidos jugados, y una última campaña en el Samsunspor turco, decidió retirarse con 33 años. Se acababa el proyecto más sólido de posible gran jugador griego para uno de los equipos punteros del continente, un querer y no poder que ofreció, de todos modos, momentos estelares, como aquél en el que los griegos creyeron que podrían volver a derrotar a los ogros de la vieja Europa.

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